Mucha gente tiende a confundir hongo y seta. De hecho
el término hongo puede resultar un tanto equívoco
en lenguaje coloquial. Para algunos, los hongos son algún
tipo de seta, comestible o no. No obstante, desde el punto de vista
científico las diferencias son claras: los hongos
son unos organismos peculiares, fascinantes y muy diversos; las
setas son las fructificaciones o cuerpos fructíferos
de ciertos hongos.
Por tanto, antes de continuar, se hace necesario definir el término
hongo. Básicamente, se aplica a todo aquel organismo
estudiado por los micólogos. Y ¿qué
es un micólogo? Pues alguien dedicado al estudio de los hongos.
El problema es que los micólogos hemos estudiado a lo largo
de los siglos organismos que parecen hongos, pero que no lo son
realmente. Tratemos de precisar más la definición.
Los hongos constituyen un grupo ciertamente heterogéneo,
que incluye a seres no emparentados entre sí
(véase aquí). Los hongos,
en sentido amplio, presentan estas características:
- Son eucariotas. Al igual que nosotros mismos, sus células
poseen núcleos verdaderos donde están encerrados
los cromosomas. En eso se diferencian de los procariotas, como
las bacterias, cuyo ADN está disperso en el citoplasma.
Además, las células eucariotas suelen ser mayores
y más complejas. En la Fig.
1 se aprecia la diferencia entre una ameba (eucariota) y unos
diminutos bacilos (procariotas).
- Normalmente son multinucleados. Por supuesto, hay especies
microscópicas, con un solo núcleo, como las levaduras.
Sin embargo, los hongos suelen presentar muchos núcleos
en sus cuerpos. En ocasiones, como en el caso de los animales,
el cuerpo está dividido en muchas células, cada
una con su correspondiente núcleo. En otras, en cambio,
el cuerpo o talo no está dividido en células, y
los núcleos campan libres por él (para
más información, pulse aquí).
- Se reproducen por medio de esporas. Por supuesto, no
son los únicos organismos que lo hacen (las algas constituyen
otro buen ejemplo). Sin embargo, en los hongos las esporas son
tremendamente variadas, móviles o inmóviles, sexuales
o asexuales. Muchos hongos producen sus esporas en estructuras
microscópicas (véase
la Fig. 2 y la Fig.
3), mientras que otros forman cuerpos fructíferos para
liberarlas. Las setas son las plataformas lanzadoras de esporas
de algunos grupos fúngicos (véase
la Fig. 4 y la Fig.
5; para más información,
pulse aquí).
- Son heterótrofos, sin clorofila, y se alimentan por
absorción. Al no poseer clorofila, los hongos siguen
una estrategia alimentaria muy simple: pudren cosas y absorben
los productos resultantes de la descomposición (véase
Fig. 6). Algunos hongos, parásitos especializados,
presentan estructuras para alimentarse de sus víctimas,
cual si se tratase de vampiros (véase
Fig. 7). Algunos hongos se alimentan por fagocitosis, como
los glóbulos blancos de nuestra sangre.
- El talo (soma o cuerpo vegetativo) puede ser unicelular,
como en las levaduras (véase
Fig. 8), o típicamente filamentoso. En este último
caso recibe el nombre de micelio. De hecho, muchos hongos
y mohos tienen aspecto de pelusa (véase
Fig. 9). Algunos seres estudiados por los micólogos,
como los mixomicetos, forman plasmodios (véase
Fig. 10).
- El talo está recubierto de una pared de quitina (en los
hongos típicos) o de celulosa. En algunos casos, el talo
no presenta pared (desnudo).
Los hongos son omnipresentes y cosmopolitas; pueden aparecer prácticamente
en cualquier sitio, y alimentarse de lo más insospechado.
Se conocen más de 144.000 especies de hongos, aunque probablemente
existen muchísimas aún no descritas (tal vez hasta 3,8
millones...).
La mayor parte de los hongos son saprofitos (descomponen la materia
muerta), y juegan un papel de vital importancia en el mantenimiento
de los ecosistemas, reciclando la materia orgánica que luego
podrá ser utilizada por los vegetales. Por otro lado, hay
varios miles de especies que parasitan a las plantas; de hecho,
los hongos son los fitopatógenos por excelencia. En comparación,
sólo unas cincuenta especies provocan enfermedades (micosis)
en humanos. Otros hongos viven en simbiosis mutualistas, como los
líquenes (con algas) (véase
Fig. 11) y las micorrizas (con las raíces vegetales,
casi siempre imprescindibles para la supervivencia de las plantas
en ecosistemas naturales) (véase
Fig. 12).
A pesar de esta abundancia, se constata que existe una reducción
en el número y cantidad de muchas especies fúngicas.
Bastantes se habrán extinguido por culpa de la acción
humana, e incontables están en peligro, una muestra más
del constante deterioro al que la biosfera se ve sometida. La situación
es preocupante. Dejando a un lado los aspectos morales o conservacionistas
del asunto, y ciñéndonos a lo práctico, ¿cuántas
fuentes de antibióticos y otras sustancias potencialmente
útiles estamos dejando morir? Nuestro futuro, mal que nos
pese, está ligado al de los demás organismos que comparten
el planeta Tierra.
Puede usted encontrar información más detallada de
diversos aspectos de los hongos (biología, ecología,
importancia económica, historia de la Micología, etc.)
haciendo clic en los apartados de la columna situada a la izquierda
de la pantalla.
|