Tal como indicamos al hablar de sus aspectos
beneficiosos y perjudiciales,
los hongos, al menos en sus manifestaciones más espectaculares (las setas)
son conocidos por la humanidad desde hace milenios. Incluso la antigua ciudad
griega de Micenas, fundada por Perseo según la leyenda, podría deber su nombre
a un hongo: mykes, en griego. De ese término deriva la Micología, ciencia que
estudia los hongos, al igual que un montón de términos relacionados, como micosis,
micólogo, etc. (la raíz fung-, de origen latino, también es muy empleada).
Por supuesto, los hongos estaban aquí mucho antes que nosotros (véase la página
dedicada al registro fósil). Son los parientes
más próximos de los animales, y como ellos, sin duda evolucionaron en el mar, en un
periodo que abarca de 900 a 570 millones de años, es decir, antes del periodo Cámbrico.
Y fueron, asimismo, de los primeros que colonizaron tierra firme. En el periodo Silúrico,
hace más de 400 millones de años, ciertos hongos, como Prototaxites, dominaban el paisaje.
Sus fructificaciones de 6 metros de altura eran las mayores estructuras vivas que se erguían
sobre la Tierra. Sin duda, el hongo se alimentaba de materia orgánica, y tenía pocos
enemigos. Los animales terrestres aún eran escasos: ciempiés y parientes próximos. Y desde
entonces, los hongos vienen representando un papel esencial en todos los ecosistemas. Para
ellos, los humanos somos unos recién llegados.
Los hongos son unos organismos que desde siempre nos han fascinado. Nos rodean por doquier,
y han sido empleados para los más diversos y extraños menesteres, en ocasiones sin que fuéramos
conscientes de ello. Por ejemplo, la fermentación. Los pueblos antiguos, como los egipcios,
han usado a las levaduras para obtener cerveza, vino y pan (lo consideraban un don de Osiris).
Los romanos celebraban las Bacanales, en honor a Baco, dios del vino. De hecho, la ingestión
de bebidas alcohólicas, aparte de la euforia asociada, era necesaria para nuestros antepasados.
El agua corriente, debido al desconocimiento de las medidas higiénicas, podía provocar desde
diarreas a enfermedades más graves. En cambio, el vino y la cerveza eran inofensivos y además
el alcohol servía de germicida. Por supuesto, las antiguas bebidas alcohólicas no eran tan
fuertes como los licores actuales, fruto del desarrollo de las técnicas de destilación.
Al igual que el alcohol, los hongos han intervenido en la génesis de muchas religiones, ya que en
ocasiones son necesarios para alcanzar estados alterados de consciencia. Los chamanes siberianos
solían emplear la seta Amanita muscaria. Psilocybe cubensis, un hongo alucinógeno, es usado en
ciertas ceremonias religiosas americanas. También se han utilizado carpóforos de Fomitopsis
officinalis (un yesquero) para tallar figuras sagradas. Incluso se llegó a creer que algunos
hongos, como setas y trufas, eran directamente generados por los dioses (por el rayo de Júpiter,
sin ir más lejos).
Pero dejemos este repaso histórico a los usos de los hongos, que ya fue comentado
aquí, y ocupémonos de la Micología como ciencia. Sólo
comentaremos aquí a los micólogos más notables, desdela Antigüedad hasta mediados del
siglo XX. Dejamos al lector la tarea de profundizar en el tema.
Las citas de hongos en tratados botánicos aparecen dispersas acá y allá en la antigua
Grecia. El mejor ejemplo es el de Teofrasto (370-287 a. de C.), que describió a los
hongos como "plantas imperfectas" y distinguió entre ellos a cuatro tipos principales.
Plinio el Viejo (23-79), el naturalista más importante de la Antigüedad, murió,
como es sabido, por un exceso de celo en su labor científica (se acercó demasiado al
Vesubio cuando la famosa erupción que destruyó Pompeya y claro...). Alguien tan
curioso como él no podía resistirse a estudiar los hongos, esas criaturas tan fascinantes.
Así, describió especies como Amanita muscaria, y advirtió del peligro de confundir las
setas comestibles con las venenosas.
En cuanto a la Edad Media, no hubo tratados significativos que aportaran nuevos conocimientos
sobre los hongos. Los estudiosos se limitaron a aceptar los textos clásicos de Plinio y
Dioscórides. No obstante, en esa época los hongos causaron notables problemas, como es el caso
del cornezuelo del centeno. Puede encontrarse más información sobre este hongo en el
sitio web de la APS (traducido al español).
Si avanzamos hasta el siglo XVI, la invención de la imprenta, con el consiguiente abaratamiento
de los libros, supuso un avance para la divulgación del conocimiento comparable a lo que
significa Internet en la actualidad. Las obras clásicas pudieron ser publicadas con tiradas
mayores, así como los comentarios y nuevas aportaciones de diversos autores. Destacaremos a
los italianos Mattioli y Cesalpino, y al español Andrés de Laguna. Por cierto, mientras que los
primeros eran micófilos (venían de una zona donde se consumían las setas), Laguna era micófobo.
Más importante fue la aportación de Clusius (Charles de l'Ecluse, 1526-1600), de la Universidad
de Montpellier, que recopiló todo el saber micológico de su época. Podemos considerarlo como
uno de los precursores de la moderna Micología.
La Micología se convirtió en una verdadera disciplina científica a lo largo del siglo XVIII.
Puesto que la mayoría de hongos está constituida por organismos microscópicos, fue necesaria
la invención del microscopio para acceder a su conocimiento. Si alguien merece ser llamado
fundador de la Micología, este honor corresponde al botánico italiano Pietro Antonio Micheli,
quien publicó en 1729 Nova Plantarum Genera. Es la primera clasificación moderna de
los hongos. Además, Micheli observó al microscopio las esporas de las setas y las células que
las producían (basidios). Dedujo que las esporas eran sus "semillas". Por tanto, los hongos no
surgían por generación espontánea, como muchos pensaban. Curiosamente, las sagaces observaciones
de Micheli no fueron tenidas en cuenta por otros micólogos de su época. Citaremos, por la calidad
de su trabajo y la belleza de sus dibujos, al francés Pierre Buillard (1758-1793).
Después de tan ilustres precursores (y algunos más, que no citamos para no resultar prolijos),
el primer "gran maestro" de la Micología fue Christian Hendrick Persoon (1755-1836), nacido en
África del Sur de padres holandeses. Destaca su obra
"Synopsis Methodica Fungorum", donde clasificó más de 1500 especies.
Otras obras importantes fueron "Traité sur les champignons
comestibles" y "Mycologia Europaea". Pese a trabajar en soledad, sin
ayuda, logró crear escuela, y su clasificación de los hongos sentó
las bases de la labor de micólogos posteriores.
Y tras Persoon vino otro gran maestro que lo superó: el sueco Elias Fries (1794-1878).
Fue un excepcional científico, que durante su larga vida de micólogo publicó 26 obras que
son la base de la Micología moderna. Realmente, Fries marcó el camino a seguir para
generaciones de micólogos, y se ganó el respeto de todos ellos.
Sin salir del siglo XIX, podemos destacar al inglés Cooke, que publicó 8 magníficos
volúmenes con ilustraciones de hongos británicos. En Francia, el micólogo más importante
fue Lucien Quélet (1832-1899). Además de ayudar a otros colegas en sus investigaciones,
este autor combinó el estudio de las características morfológicas de los hongos con
las observaciones microscópicas.
A partir de aquí, el número de micólogos ilustres aumenta considerablemente. Nos limitaremos
a citar algunos nombres, como el de Jean Luis Emile Boudier (1828-1920), sucesor de Quélet en Francia;
Narcisse Patouillard, (1854-1926); Hubert Bourdot (1861-1937); Adalbert Ricken (1851-1921)...
Mención aparte merece el italiano Pier Andrea Saccardo (1845-1920). Se ocupó especialmente de los
hongos microscópicos, los micromicetos, a diferencia de autores anteriores que prefirieron
centrarse en setas, trufas y demás, bastante más vistosos. Asimismo, Saccardo
se dedicó a recopilar TODAS las especies de hongos citadas desde tiempos de Persoon y Fries en
su obra magna, el "Sylloge Fungorum". Entre citas, anejos y añadidos póstumos de su
discípulo Berlese, fueron 26 volúmenes.
Más nombres de micólogos ilustres: Carlo Spegazzini, Giacomo Bresadola, Marcelle Le Gal, Roger Heim
(recuérdese su famoso trabajo sobre los hongos alucinógenos mexicanos, con R. G. Wasson), Jean-Louis
Georges Malençon, Robert Kühner, Henri Romagnesi, Marcel Josserand, Marcel Bon (¿qué micólogo
no ha usado su utilísima guía de campo de los hongos de Europa?), André Marchand, M. Jean Blum,
Jakob E. Lange, Paul Konrad, Albert Pilat, R. A. Maas Gesteranus, Walther Neuhoff, Julius
Schäffer, Rolf Singer, Edmund Michael, Heinz Engel, Meinhard Moser, Alexander H. Smith, Bruno
Cetto y tantos otros... Animamos a los internautas a que busquen más información sobre estos
nombres, y conozcan así sus grandes aportaciones a la Micología.
Respecto a la Micología en España durante el siglo XX, antes de la Guerra Civil hubo
excelentes micólogos, como González Fragoso y el Padre Unamuno, que se ocuparon del
estudio de los micromicetos, no de los hongos "superiores". No obstante, los botánicos
prefirieron, en su inmensa mayoría, ocuparse de las plantas, más que de los hongos. Hubo ilustres
excepciones que aportaron mucho a la Micología, como los doctores
Font Quer, Losa España y Telesforo Aranzadi, o aficionados de la talla de Joaquim Codina.
Asimismo, las asociaciones micológicas, que reúnen a especialistas y aficionados, han
contribuido al avance del conocimiento de la diversidad de hongos de nuestro país. Es
obligado citar a la guipuzcoana
Sociedad de Ciencias Aranzadi, con una sección
dedicada a la Micología. Remitimos a nuestra página de
enlaces para visitar los sitios web de algunas de estas sociedades.
A partir de la década de 1970, empezó a surgir en España una generación de micólogos,
cuyo primer exponente, toda una referencia para esta ciencia, es F. de Diego Calonge. Desde
esa fecha, muchos micólogos vienen desempeñando su labor en distintas universidades
españolas. Muchos siguen en activo, publicando tanto en revistas nacionales como
internacionales, a la par que efectúan una valiosísima labor de divulgación, en colaboración
con las asociaciones micológicas. Teniendo en cuenta que conocemos a unos cuantos, y
que pueden estar leyendo esta página, no facilitaremos aquí una lista de nombres, por si alguno
se nos olvida. Pero os queremos mucho, que conste. :-)
Finalmente, dedicaremos unas palabras al conocimiento de las setas en Almería. En nuestra
provincia podemos encontrar desde entornos casi desérticos o ricos en yesos, hasta zonas de
montaña con extensas masas forestales. No obstante, han sido los primeros los que más llamaron
la atención de los especialistas. Ahí están los trabajos pioneros de F. de Diego Calonge y
J. A. Oria de Rueda. Siguieron las aportaciones de Mario Honrubia y colaboradores, de la
Universidad de Murcia; Antonio Ortega y colaboradores, de la Universidad de Granada; Gabriel
Moreno, Ricardo Galán y colaboradores, de la Universidad de Alcalá; M. Tellería, C. Lado y
otros investigadores del Real Jardín Botánico de Madrid...
Supuso un gran avance en el conocimiento de la biodiversidad fúngica de Almería la
realización del Inventario Micológico Básico de Andalucía (IMBA), dentro del plan CUSSTA
(Conservación y uso sostenible de setas y trufas de Andalucía). Durante varios años se
realizaron campañas de muestreo en distintas zonas almerienses, así como una revisión
bibliográfica exhaustiva. Los resultados fueron publicados en 2004. He aquí un enlace a la
Consejería de Medio Ambiente
de la Junta de Andalucía, para obtener más información sobre el tema.
Y el interés por el conocimiento de los hongos, tanto en los aspectos científicos como prácticos,
sigue aumentando en nuestra tierra:
Jornadas Micológicas, guías de setas...
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