Desde que existimos como especie con conciencia de sí misma,
hemos usado a los hongos para muy diversos propósitos. Por
otro lado, muchos de ellos también se han valido de nosotros
para lograr sus fines (sobrevivir, ante todo). Por tanto, antes
de que la Micología se estableciera como ciencia, las sociedades
humanas han interactuado con los hongos. La Etnomicología
podría definirse como el estudio de los usos tradicionales
de los hongos por las diversas culturas, un conocimiento
que debe ser preservado de la extinción.
Los hongos son unos organismos que desde siempre nos han fascinado
(véase Fig.
1). Nos rodean por doquier, y han sido empleados para los más
diversos y extraños menesteres, en ocasiones sin que nos
percatáramos de ello. Por ejemplo, la fermentación.
Los pueblos antiguos, como los egipcios, han usado a las levaduras
(véase Fig. 2) para obtener
cerveza, vino y pan (lo consideraban un don de Osiris). Los romanos
celebraban las Bacanales, en honor a Baco, dios del vino. De hecho,
la ingestión de bebidas alcohólicas, aparte de la
euforia asociada a ellas, era necesaria para nuestros antepasados.
El agua corriente, debido al desconocimiento de las medidas higiénicas,
podía provocar desde diarreas a enfermedades más graves.
En cambio, el vino y la cerveza eran inofensivos y además
el alcohol servía de germicida. Por supuesto, las antiguas
bebidas alcohólicas no eran tan fuertes como los licores
actuales, fruto del desarrollo de las técnicas de destilación.
Al igual que el alcohol, muchos hongos desempeñan un gran papel en
las religiones, ya que en ocasiones son necesarios para alcanzar
estados alterados de consciencia. Los chamanes siberianos solían
emplear la seta Amanita muscaria (véase
Fig. 3). Psilocybe cubensis, un hongo alucinógeno,
es usado en ciertas ceremonias religiosas americanas (véase
Fig. 4). También se han utilizado carpóforos de
Fomitopsis officinalis (un yesquero) para tallar figuras
sagradas. Incluso se llegó a creer que algunos hongos, como
setas y trufas, eran directamente generados por los dioses (por
el rayo de Júpiter, sin ir más lejos).
Cuando el Cristianismo acabó imponiéndose, intentó acabar con los
viejos dioses. Una forma de liquidarlos era convirtiéndolos en
demonios. Como las setas se utilizaban en los antiguos cultos,
fueron consideradas algo maligno, diabólico. Tal vez por eso,
diversos pueblos europeos han visto a los hongos como algo
maligno, siniestro, asociado al otoño, a la decadencia, a la
putrefacción. Un ejemplo es el del mundo anglosajón. La propia
Literatura recoge esa mirada negativa hacia los hongos. En el
blog citamos los casos de
H. G. Wells y de
H. P. Lovecraft.
Los hongos yesqueros han sido utilizados para encender fuego. Concretamente,
los carpóforos secos de Fomes fomentarius se molían,
y el polvo resultante era conocido como yesca, muy inflamable (véase
Fig. 5). Su uso es muy antiguo; se han encontrado restos de
yesqueros en la momia del Hombre de los Hielos hallado en Tirol.
También hay hongos luminiscentes (foxfire), usados
incluso por algunos soldados en incursiones nocturnas. No sólo
las setas brillan en la oscuridad, sino la madera atacada por el
micelio.
Realmente, la gente no suele ser consciente de la importancia de
los hongos en nuestras vidas. De hecho, muchos de nosotros estamos
vivos gracias a ellos. Hace no demasiadas décadas, la tasa
de mortalidad infantil era elevadísima. Una simple septicemia
podía llevarle a uno a la tumba. A partir del descubrimiento
de la penicilina, los antibióticos han salvado incontables
vidas (véase Fig. 6).
Otro antibiótico fúngico interesante es la ciclosporina.
Incluso hay hongos que producen taxol, un anticancerígeno.
Los hongos también resultan asombrosos por el tamaño
que pueden alcanzar sus micelios. Por ejemplo, algunos clones de
Armillaria en Norteamérica llegan a ocupar una extensión
de 890 hectáreas, pesando cientos de toneladas y con una
longevidad probable de miles de años (véase
Fig. 7). Ante esto, resulta interesante preguntarse sobre el
concepto de individuo cuando se habla de un organismo filamentoso
ramificado de proporciones tan colosales.
Indiscutiblemente, la importancia de los hongos en la biosfera
se debe a su carácter de descomponedores, especialmente en
bosques. Reciclan la materia orgánica (y no sólo la
madera) con notable eficacia, regulan la liberación de nutrientes
y son esenciales para la supervivencia de plantas y animales. Por
desgracia, también descomponen madera de construcciones,
postes (véase Fig. 8),
embarcaciones, etc., sobre todo si hay mucha humedad (destaca la
podredumbre seca de Serpula lacrimans). Otros pueden descomponer
desde productos alimenticios (véase
Fig. 9) hasta las cosas más extrañas (papel, emulsiones
fotográficas, pintura (véase
Fig. 10), fungicidas, incluso discos compactos o hasta papel
pintado, generando a veces en el proceso gases tóxicos),
y nos obligan a luchar contra ellos por medios químicos,
refrigeración, enlatado, etc. Ello supone un gran gasto de
tiempo y dinero.
Algunos descomponedores fabrican micotoxinas, que envenenan
los alimentos. Por ejemplo, las aflatoxinas son cancerígenas,
e incluso se han empleado como armas de guerra biológica
(véase
Fig. 11). Sin embargo, la peligrosidad de las toxinas
producidas por hongos no es un fenómeno actual. Es bien conocido
el envenenamiento por cornezuelo del centeno, del cual, a pesar
de todo, se obtienen substancias de enorme interés en medicina.
Uno se pregunta la cantidad de antibióticos y productos útiles
que quedan por descubrir, y que tal vez se estén perdiendo
mientras permitimos que una especie tras otra se extinga. Dicho
sea de paso, otros hongos han sido usados en medicina popular. Los
más conocidos son los cuescos de lobo y hongos afines (véase
Fig. 12), empleados como antihemorrágicos.
Por supuesto, las setas comestibles son conocidas desde tiempo
inmemorial. En China se cultivan desde el año 600 a. C.,
mientras que en Europa se empezó hacia 1650. Hoy son cultivadas
muchas especies que crecen en estiércol, paja, desechos de
arroz y otros sustratos baratos. Algunas han sido usadas como afrodisíacas
(ej.: trufas). Y, por supuesto, hay setas venenosas que pueden llegar
a ser mortales. En algunos lugares (Cataluña, sin ir más
lejos) hay toda una tradición de ir a buscar setas en otoño.
Existen sociedades micológicas que se ocupan de que este
pasatiempo se realice de forma instructiva para los aficionados
y sin dañar al entorno. Por desgracia, abundan los desaprensivos
que expolian los bosques en su búsqueda de setas, bien para
consumo propio o con fines de exportación.
No sólo las típicas setas se consideran un manjar.
Algunos hongos comestibles son peculiares, como el cuitlacoche (agallas
inmaduras del carbón del maíz) en México, o
algunos esclerocios gigantes buscados por los aborígenes
australianos. Varias especies de Penicillium dan sabor a
ciertos quesos (Roquefort, Cabrales, etc.) (véase
Fig. 13), mientras que diversas especies de Aspergillus
o mucoráceos son empleados en Asia para obtener alimentos
fermentados a partir de soja, arroz, etc. Su sabor podrá
ser más o menos extraño, pero lo cierto es que la
digestibilidad de estos productos fermentados aumenta. Las levaduras,
además de para fermentar, pueden fabricar enormes cantidades
de proteínas (por desgracia, su consumo humano es complicado,
ya que tienen un exceso de ácidos nucleicos tóxicos
y carecen de algunos aminoácidos esenciales). Otros hongos
producen ergosterol, cortisona, enzimas varias, ácidos, giberelinas,
etc. Incluso el moho gris, un hongo destructor de cosechas, es empleado
en ciertos viñedos para lograr la podredumbre noble.
La cantidad y diversidad de bebidas alcohólicas que los humanos
han fabricado gracias a los hongos son admirables.
Los hongos son los parásitos vegetales por excelencia, como
muy bien saben los fitopatólogos, los especialistas que estudian
las enfermedades de las plantas (véase
Fig. 14). Por otro lado, algunos de estos hongos podrían
convertirse en valiosos micoherbicidas contra las malas hierbas,
bien aplicados directamente, bien mediante substancias fitotóxicas
obtenidas a partir de ellos.
Hay hongos que viven en simbiosis con otros organismos. Los más
importantes son las micorrizas con las raíces de las
plantas y los populares líquenes, pero hay otros.
Los hongos endófitos parasitan a ciertas plantas,
pero a la vez las protegen del ataque de los animales, convirtiéndolas
en venenosas (véanse Figs.
15- 16 - 17).
Las asociaciones de los hongos con los artrópodos y otros
pequeños animales también son fascinantes (véanse
Figs. 18 y 19),
y van desde el parasitismo y la depredación de unos sobre
otros (y viceversa) hasta extrañas formas de simbiosis (hormigas
jardineras, hongos que viven dentro de algunos insectos y detoxifican
sus alimentos, etc.). Las estrategias de dispersión conjunta
de insectos y hongos pueden llegar a ser muy complejas. Por otro
lado, algunas moscas son resistentes a las amanitinas, las cuales
matan a los nematodos que parasitan a dichas moscas. El empleo de
hongos parásitos o depredadores en el control de enfermedades
vegetales es un campo en constante desarrollo.
Los hongos también provocan micosis en humanos. Abundan
especialmente en países tropicales, pero poco a poco se van
extendiendo a otros ámbitos. Estas micosis varían
desde los omnipresentes pies de atleta y candidiasis hasta los hongos
que matan a los enfermos inmunodeprimidos. Las esporas de varios
hongos (ej.: Alternaria) también pueden causar alergias
(véase Fig. 20).
Los hongos incluso pueden ser utilizados como armas de guerra, y no
nos referimos únicamente al empleo de micotoxinas.
En esta entrada del blog comentamos algunos aspectos más o
menos siniestros de la relación de las setas con la guerra.
Por último, algunos hongos son empleados como organismos
de laboratorio para el estudio de procesos biológicos fundamentales
(Saccharomyces, Neurospora, Coprinus, Schizophyllum, Phycomyces,
Aspergillus, Ustilago, etc.). Ciertos venenos, como las amanitinas,
también pueden convertirse en útiles herramientas
de investigación.
Tras este breve repaso, usted podrá hacerse una idea de
la importancia de los hongos en los asuntos humanos (y en la biosfera
en general). En otras páginas de la web se profundizará
en el estudio de los distintos grupos fúngicos y su interés
práctico.
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