Isócrates
Vida

Debido a su escasa fortaleza física, Isócrates no intervino directamente en la política de su ciudad, pero sus discursos influyeron sin duda en la opinión pública y proporcionan información sobre los temas candentes en su época. Era hijo de un acaudalado ateniense, Teodoro, y se vio influido por Sócrates (Platón en el Fedro, escrito cuando Isócrates ya era conocido, presenta a Sócrates en un momento anterior prediciendo la futura grandeza del joven como orador o filósofo). Estudió con Pródico, Gorgias, Tisias y el oligarca moderado Terámenes. Su familia se arruinó al final de la Guerra del Peloponeso y parece que Isócrates huyendo de la tiranía de los Treinta marchó a Quíos, donde impartió clases de retórica y que volvió a Atenas con la restauración de la democracia. Durante algún tiempo escribió discursos judiciales para otros. Alrededor del 392 fundó una escuela en Atenas y comenzó a escribir discursos políticos. Su escuela se distinguía de la de los sofistas por la mayor extensión de su instrucción que impartía y por el énfasis que puso en la educación moral; también por su método, que se basaba en parte en el esfuerzo personal y el duro trabajo de sus alumnos. Se hizo famoso y acudieron a ella alumnos de todas partes, incluso los historiadores Éforo y Teopompo y los oradores Iseo e Hiperides. Los escritos políticos de Isócrates abordan fundamentalmente la causa de la unidad griega. Cuando su llamamiento en el Panegírico no obtuvo ningún éxito su panhelenismo adoptó una nueva forma: buscó un hombre valiente que aceptara el liderazgo de Grecia, unida en una expedición contra Persia, y esperó encontrarlo primero en el rey espartano Agesilao, luego en Dioniso I de Siracusa; pero sus mayores esperanzas se centraron en Filipo II de Macedonia. Murió a avanzada edad, poco después de la derrota ateniense por Filipo en Queronea (338 aC).

Obra

De las piezas epidícticas destacan Busiris y El Encomio de Helena. De los ensayos sobre la educación destacan Contra los sofistas (TEXTO 60: Isócrates, Contra los sofistas) y Sobre la antídosis (una defensa de sí mismo y de su sistema de educación). Pero los más importantes son los escritos políticos. El Panegírico ("Discurso para la fiesta") es quizá uno de los más importante, publicado en el 380. El tema es una defensa de la unión de las ciudades bajo la hegemonía conjunta de Esparta y Atenas. También lo es el Filipo, una llamada a Filipo como heleno y descendiente de Heracles para que uniera a los griegos bajo su hegemonía y dirigiera una expedición contra los persas. En el Aeropagítico compara la degenerada democracia ateniense de su época con la antigua democracia de Solón y Clístenes, con una especial mención a la función de censor de la moral pública ejercida por el tribunal del Areópago (TEXTO 61: Isócrates, Aeropagítico).

Isócrates
Estilo

Propugna un estilo basado en la frase, con armonía en el enlace lógico de las ideas. Se separa así de la mera palabra, evitando poetismos, metáforas audaces. Todo debe sonar bien en la frase, sin hiatos, sin asperezas fónicas ni rítmica entre los miembros. La unidad de dicción es el período rítmico, eufónico y sin desniveles formales. No hay rupturas sintácticas ni transiciones bruscas. A partir de Isócrates la prosa ática será cuidada, precisa y sin hiato. Pero pese a su perfección formal, su dignidad, su eufonía, resulta una prosa sin vigor, sin variedad y sin el nervio de Demóstenes. El estilo es fatigoso, de mucha verborrea, poco sincero por lo perfecto e incluso pedante.

Pensamiento

Su pensamiento político se inclinó siempre en favor de la unidad panhelénica. Quiere poner fin al desgarramiento fratricida que, tras la guerra del Peloponeso, no cesa de enfrentar a los pueblos griego en luchas permanentes. Para ello defiende la unión de los griegos en una tarea común, la lucha contra los bárbaros. Pero esta unidad sólo le parecía viable si era dirigida por un elemento “conductor”. Y empeñado en la búsqueda de esta hegemonía anduvo de aquí para allá, pensando ante todo, como buen patriota, en su querida Atenas y muchos personajes que podrían plasmar su sueño, para concluir en la idea de Filipo de Macedonia, que pareció una traición a la causa nacional. La situación interna en Atenas también fue objeto de su preocupación, ya que el gobierno había caído en manos de demagogos que ignoraban el destino de grandeza que, según Isócrates, la ciudad merecía (TEXTO 61: Isócrates, Aeropagítico). Veía una decadencia moral y política que sólo podía superarse volviendo a los antiguos ideales que hicieron de Atenas un ejemplo de cultura y de civismo. Pero Isócrates no dio la espalda a su época, como sucederá con Platón (con su utópica República y sus reminiscencias de una Esparta ya inexistente), sino que trató siempre de responder a ella (aunque esto implicara renunciar a las aspiraciones que tenía con respecto a su ciudad, Atenas), buscando salvaguardar lo que identificaba a dicha pólis y a Grecia toda: la cultura que le permitiría imponerse, finalmente, al bárbaro (TEXTO 62: Isócrates, Panatenaico). Tal convicción lo condujo a dirigir la mirada hacia Filipo de Macedonia cuando se dio cuenta de que no existía en su tierra quien pudiera encabezar la empresa. Y fue un visionario, como lo muestran cabalmente los alcances de la cultura griega a partir de la constitución del imperio greco-macedonio. A partir de la situación histórico-cultural descripta, podemos afirmar que en el siglo IV a.C. era necesaria una reconstrucción interior y exterior de Grecia. Por ello la nueva generación, a la que pertenecía Isócrates, tenía ante sí un desafío: nada menos que la recuperación del esplendor griego. Y en esta tarea, una protagonista: la paideia, concebida como educación y cultura.

Educación

Pero no se trataba solamente de reformar el Estado a partir de la formación del individuo, sino que estaba presente la convicción de que el entorno socio-político nutría también al ciudadano, en un proceso de mutua realimentación. Por eso era propio de tal momento el concepto de que, a través de la paideia ("educación"), el Estado podría salir de la situación en la que se encontraba. Podríamos decir que se trataba, en realidad, de formar a quienes gobernaban al pueblo y, a través de estos líderes, al pueblo mismo. Y esto es lo que propone Isócrates. Así, nuestro autor fue un personaje que influyó indudablemente en su tiempo, no sólo a través de sus discursos, sino también de los hombres que formó. Actuaba sobre éstos en forma directa, mediante el trato personal, y por medio de sus obras, que eran tomadas como un elemento de trabajo en su escuela, porque constituían un modelo, tanto de forma como de contenido. Para ello debió primero captar el espíritu de su tiempo, y aunque Isócrates no era, ni mucho menos, el primer ateniense que aparecía como discípulo y campeón de la nueva cultura, es indudable que ésta no adquirió verdadera carta de ciudadanía en Atenas sino bajo la forma que Isócrates le imprimió. De esta manera, permitió que la retórica expresara la problemática contemporánea, algo que los sofistas no hacían, ni les interesaba. Isócrates convierte la retórica en un medio de acción política, si bien él no tenía condiciones para la oratoria. ¿Qué buscaba Isócrates? No ignoraba que la situación de Atenas no le permitía lograr por sí misma la prosperidad de la Hélade; por eso consideraba que era la hora de promover la unión de los estados griegos a través de un interés cohesionante: "encontrar esta empresa común equivale a salvar a los griegos como nación."
Este planteamiento no suponía dejar sin solución los problemas internos de corrupción de la democracia ateniense. Antes bien, esta solución era impostergable si quería construirse el futuro de Grecia con solidez y dignidad. Quiere decir, entonces, que la obra de Isócrates abarca tanto la política interior como la exterior, pero enmarcadas en un contexto ético. Esto último es clave desde el punto de vista educativo pero, además, es lo que permite a Isócrates tomar distancia tanto de los sofistas como de Platón. De los primeros, por lo ya dicho: existe en nuestro autor un contenido valioso, adecuado a las circunstancias que le toca vivir, pero no por ello relativista, como era el estilo sofista, sino fundamentalmente realista; de Platón, porque el planteo de este filósofo, aunque éticamente relevante, era utópico.
Filipo muere, pero su hijo, Alejandro Magno, no sólo llega a dominar a los persas, sino que se convierte en el difusor del helenismo; esto demuestra la visión de Isócrates, esa capacidad para ver más allá que los otros, capacidad que pide al gobernante, pero que es una de sus cualidades. Camina con el tiempo, toma del pasado lo mejor, cambiando lo necesario. Ve lo que sucede, pero no se cierra, como ocurre con Platón. Éste plantea la existencia de un estado ideal y propone un ciclo de estudios para quien ha de ser su gobernante, el filósofo, y todo ello en un marco que no es el del tiempo que le toca vivir: Platón sigue atado a la ciudad antigua cuando esta estructura, la ciudad-estado, comienza a desmoronarse; y se inmoviliza aún más, al culminar su preocupación en la formación del sabio.