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TEXTO 61: Elogio de la democracia ateniense  
Isócrates, Aeropagítico 20-25
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Cleroterion para sortear los jueces en los tribunales

Pues los que en aquel tiempo administraban la ciudad, no establecieron un gobierno que sólo en el nombre se acercase al más popular y más suave, pero que en realidad no pareciera tal al que lo examinara, ni uno que educase de tal modo a los ciudadanos que el desenfreno hubiera de ser tenido por democracia, los delitos por libertad, la franqueza por igualdad ante la ley y la licencia para hacer esto por la mayor dicha; sino más bien un gobierno que aborreciendo y castigando a hombres como éstos, hizo mejores y más prudentes a todos los ciudadanos. Y lo que más les sirvió para gobernar bien la ciudad, fue que siendo dos las igualdades que se considera que hay, de las cuales la una da lo mismo a todos y la otra lo que le corresponde a cada uno, no se equivocaron en conocer cuál de ellas era la más útil; sino que aquella que del mismo modo trata a los buenos y a los malos, la reprobaron como injusta; y la otra que en relación con sus méritos premia y castiga a cada uno, es la que eligieron y con la que gobernaron la ciudad, no sorteando entre todos indistintamente los cargos públicos, sino eligiendo previamente,y prefiriendo para cada cosa a los mejores y más aptos. Pues esperaban que todos los demás habían de ser tales como los que estuviesen al frente de los asuntos públicos. Y además consideraban que era más popular esta constitución que la que se hubiera de gobernar por sorteo. Porque en la suerte es árbitro la fortuna y muchas veces sucede que recaen los cargos en los que son amigos de la oligarquía, mientras que en la elección previa de los más a propósito, el pueblo es dueño de preferir a aquellos que sean más inclinados al régimen establecido. Y la causa de convenir en esto los más y no ser disputados los cargos públicos era que ponían su cuidado en trabajar y economizar y no descuidaban sus haciendas y ansiaban las ajenas, ni administraban sus casas con los caudales públicos, sino que de lo que cada uno tenía, si era necesario, suministraban a los fondos públicos y no conocían más exactamente cuánto podrían obtener del Estado que cuánto les producían sus posesiones. Y tan escrupulosamente se abstenían de lo que era del Estado, que era en aquellos tiempos más difícil encontrar quienes quisiesen mandar, que ahora quienes no piden nada; porque estaban persuadidos de que la administración de la ciudad no era fuente de ganancias, sino un servicio debido; y no miraban desde el primer día a ver si les habían dejado sus antecesores alguna ganancia, sino a ver si habían descuidado algún negocio que debiera ser rápidamente resuelto.