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TEXTO 62: Elogio de Atenas  
Isócrates, Panatenaico 43-50 
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El Partenón de Atenas

Y si con justa razón son alabados los que instituyeron las fiestas comunes de Grecia porque establecieron para nosotros la costumbre de que, haciendo la paz y poniendo término a las enemistades existentes, nos reuniésemos y haciendo oraciones y sacrificios comunes nos acordásemos del parentesco que hay entre unos y otros, nos mirásemos después con mayor amistad, renovásemos los antiguos acuerdos de hospitalidad y concertásemos otros nuevos; haciendo al mismo tiempo que ni los hombres comunes ni los que descuellan por sus dotes naturales estuviesen allí ociosos, por poder estos últimos, ante los griegos allí reunidos, hacer ostentación de sus excelencias, y poder los primeros contemplar a aquéllos en sus competiciones, sin que ni unos ni otros permanecieran a disgusto, y antes teniendo todos de qué estar orgullosos, los unos por ver que para su diversión competían los atletas, y los otros por pensar que para contemplarlos a ellos había concurrido todo aquel gentío; pues bien, como de las fiestas comunes deriven tantos beneficios, tampoco en esto nuestra ciudad se ha quedado atrás. Porque hay en ella muchos y muy excelentes espectáculos; de los cuales unos son magníficos por las grandes sumas que en ellos se gastan, otros son celebrados por causa de las artes, otros, en fin, destacan por ambas circunstancias. Y es tanta la gente que concurre a nuestra ciudad, que si hay algún bien en que se congreguen los hombres, también este honor le corresponde. Y a más de esto, el encontrar amistades fieles y el establecer toda clase de relaciones, entre nosotros puede hacerse principalmente; y además pueden verse competiciones no sólo de velocidad y fuerza, sino también de elocuencia y talento y de toda clase de cosas y para ello se proponen los mayores premios. Pues sin contar los que ofrece la propia ciudad, hace que también las demás los ofrezcan; y los triunfos que otorgamos obtienen tanta fama, que son objeto de aprecio por parte de todos los hombres. Fuera de esto, las demás fiestas comunes, no celebrándose sino después de pasado mucho tiempo, pronto están concluidas, mientras que nuestra ciudad continuamente es una fiesta común para los que llegan.
En verdad la filosofía, que ayudó a inventar y a establecer todas estas cosas y nos formó para la vida pública, nos suavizó para el trato o hizo distinción entre los infortunios causados por nuestra ignorancia y los que nos sobrevienen por una necesidad inevitable, y nos enseñó a guardarnos de los unos y a llevar los otros con resignación, fue nuestra ciudad quien la difundió; y honró la elocuencia, que todos desean y ven con envidia en quienes la poseen, pues conocen que de entre todos los demás animales es ésta la única cosa que hemos nacido teniendo como propia, y que, llevando ventaja por ella, también en todo lo demás hemos sobresalido sobre ellos; y ve que en todas las demás acciones los azares son tan confusos que muchas veces los hombres prudentes tienen en ellos mala fortuna y los necios contrariamente tenían éxito, mientras que los hombres de poco talento no tenían parte en las palabras dichas bien y con arte, sino que éstas son el resultado de un alma sabia y los doctos y los que parecen ignorantes es en esto en lo que principalmente difieren, y ve además que a los que desde el principio son criados liberalmente no se les reconoce esto por el valor, la riqueza y los bienes de esta especie, sino que se hacen conocidos sobre todo por lo que se dice de ellos; y que esto se ha convertido en el más fiel símbolo de la educación de cada uno de nosotros y los que se sirven bien de la palabra no sólo son poderosos en su tierra, sino que son honrados entre los otros. Y en tanto ha aventajado en la sabiduría y la elocuencia nuestra ciudad a los demás hombres, que los que en ella son discípulos han pasado a ser maestros de los demás, y ha hecho que el nombre de los griegos no parezca ser ya el de una nación, sino de una manera de pensar y que sean llamados griegos más los que participan de nuestra cultura que de una misma naturaleza.