NUTRIENTES EN PLANTAS SILVESTRES

El ser humano hace uso de las plantas silvestres con finalidad varia, mayormente para obtención de principios farmacológicamente activos, tintes, especias, fibras, y para otros usos, entre los que destaca el de su utilización con fines alimenticios, tanto para el propio hombre como para sus animales de granja.

Bien es cierto que en tiempos de escasez la atención hacia los vegetales espontáneos es mayor, por lo cómodo que resulta para la economía doméstica procurarse el sustento haciendo buen acopio de ellos. No obstante, aun se aprovechan plantas y hongos silvestres, a veces con motivo festivo, como cuando se recogen setas los fines de semana, o se va a buscar piñones o zarzamoras al bosque para preparar confituras y pasteles.

Esto, a veces, es objeto de un comercio que alcanza proporciones importantes; como sería el caso de la búsqueda de nueces silvestres en el Brasil, que nunca se han cultivado.

No ha sido así en todo el periodo de la historia de nuestra especie, y las plantas silvestres ocuparon un lugar preponderante entre los alimentos que ingerían nuestros antepasados. El motivo por el cual algunos vegetales pasaron a un lugar más secundario en nuestra alimentación parece obvio: los más útiles para el ser humano pasaron a ser cultivados. Poco a poco, se fueron diferenciando de sus parientes silvestres, por modificaciones seleccionadas por los primitivos agricultores, llegando a desempeñar un papel importante dentro de nuestros hábitos alimentarios, de esta forma dejaron de utilizarse las otras, plantas de aspecto menos atractivo, al no detectarse en muchos casos las modificaciones que el cultivo infiere a las plantas cultivadas, o bien debido a sus sabores olvidados, que no siempre son fáciles de aceptar de nuevo.

Las plantas que se incorporan a la lista de cultivo lo hacen con lentitud. Cabe mencionar al diente de león, a la endivia o a los berros como últimas adquisiciones en este campo en un pasado reciente, frente a otras muchas que han vuelto a su estado silvestre, como los armuelles, las acederas, la malva, la ortiga, el llantén, el salicor, el cardo, y así hasta cincuenta especies que han desaparecido de la mesa desde comienzos del siglo XIX. Surgen, sin embargo, muchos interrogantes sobre estas plantas olvidadas y de potencial valor nutricional ¿Seleccionó el hombre para el cultivo todos los vegetales que realmente podrían adaptarse a éste? ¿El acervo de plantas cultivadas es el suficiente, considerando las posibles patologías que pueden aparecer en ellas de forma repentina y mermar su escaso número? ¿Aprovechamos la adaptabilidad a los distintos biotopos, como los suelos salinos, de algunos vegetales silvestres con potencialidad nutricional? ¿Legislaciones históricas sobre especies que debían cultivarse fueron responsables del parco número de éstas de las que disfrutamos? ¿Existen realmente posibilidades nutricionales en estas hierbas que sean eficazmente aprovechables? ¿Cuáles son sus cualidades sensoriales, y en qué medida las aceptaríamos?... La tendencia a que un número cada vez mayor de personas se alimente a expensas de un número cada vez menor de vegetales ha llegado a un punto en que la mayoría de la población mundial depende en forma absoluta de un corto número de especies. Esto no ha sido siempre así. Los sistemas agrícolas de subsistencia tradicionales eran muy diversos en cuanto a las especies que se cosechaban. Los cuatro cultivos que encabezan la lista de especies cultivadas (trigo, arroz, maíz y patatas) suministran en la actualidad más toneladas de alimentos que todas las restantes. Esto hace al hombre más ineficaz frente el hambre, ya que el suministro de alimentos depende ahora de un corto número de especies, y una plaga nueva en cualquiera de ellas daría lugar a problemas para un gran número de personas.