El mito como formante cultural |
El planteamiento que en este capítulo haremos del mito griego estriba en ser un componente de la cultura de un pueblo, aunque posteriormente analizaremos su relación con otras facetas de esta cultura (la religión, el rito, etc.). La cuestión de si una tradición cultural está parcialmente sustentada por sus mitos va apareciendo cada vez más evidente. En la cultura antigua (precristiana) el poder ejercido por los mitos es casi único: impera sobre la Poesía y la Escultura, e incluso la Religión, se expresa preferentemente a través de ellos, y ni siquiera la Filosofía escapa a su influencia. Pero también en la Política se constituye en hechos firmes y eficaces, confieren a las grandes familias su prestigio y a las personas insignificantes una buena parte de sus convicciones y fundamentos mentales.
El término mythos |
El examen del término mythos constituye el punto de partida de nuestro estudio. Homero utiliza el término mythos, que significa la habilidad oratoria, en oposición a ergon, que es la destreza en la acción. Avanzando el tiempo, el sofista Protágoras emplea mythos como opuesto a logos: es la mera narración libre de pruebas y compromisos frente a la narración que argumenta e intenta probar. Pero incluso desde Homero y posteriormente mythos y logos se utilizan para indicar la palabra, con la pequeña diferencia en la que mythos significa discurso poético, en verso, y lógos un discurso en prosa. La elección entre las dos formas de expresión estaba en función de los contenidos. Así el mythos era una forma aúlica, festiva, sagrada, reservada a argumentos trascendentes a la acción cotidiana: mientra el logos se refería precisamente a esta acción: lo profano, el campo de los relatos sociales, de la vida en relación. Todo ello nos lleva a concluir que el vocablo griego quiere decir "discurso, narración", pero también, en cierta medida "concepto".
Mito/Historia |
Pero, por otra parte, la función del mito era la de designar una realidad irrefutable, inmutable y exenta de intervención humana. Tales características aparecen conferidas por la concepción de un tiempo mítico, cualitativamente diferenciado del tiempo actual en el que transcurre "la historia". La cualidad del tiempo mítico residía en el hecho de que durante dicho tiempo, podían acaecer ciertas cosas (como la formación de un cosmos o el nacimiento de los dioses) que ahora ya no pueden suceder. La relación que hay entre el poeta y el filósofo es la misma que la filosofía ha establecido entre mythos y logos. La objetivación de la realidad del mito es inmutable, eterna, necesaria, en una palabra, trascendente a la contingencia. Sin embargo, lo "mítico", en Grecia, no se opone a lo "histórico", sino que se contrapone a lo "lógico". Es como si el poeta, a pesar de alguna apariencias, al narrar mitos, no narrase "historias" contrapuestas a lo histórico, sino que, por el contrario, contrastase con el filósofo en una acción caracterizada por formular valores y sistemas de valores. Efectivamente la función de la filosofía, como la del mito, consistió en objetivar la realidad planteándola como necesaria frente a la contingencia histórica. En cierto sentido, tanto la mitología (mythos) como la filosofía (logos) se contraponen a los hechos históricos (erga). Es el concepto de verdad en nuestra cultura, una verdad ante todo de orden histórico, la que nos lleva a plantear la mitología como una pseudo-historiografía. La verdad es para los griegos fue una verdad de orden lógico.
Mito/Ciencia |
Conviene ahora reconocer cómo es que "mito" y "ciencia" son dos maneras de
pensamiento. En el caso de "mito" la etimología, ya lo hemos dicho, revela bien
esa condición primaria de "hablar" "contar", no sin recordar las resonancias de
la onomatopeya griega my (como en español "No decir ni mu", tal vez
relacionado también con el latín mutus "mudo", así como también el otro
término más o menos equivalente, "leyenda", del latín legere, "recoger,
leer, razonar", que es de donde surgieron usos de vocablos para referirse al
otro modo de lenguaje que se opondría al mito, al del discurso científico (y
primariamente escrito), con lógos, primero para "prosa" y luego para
discurso "racional" y tratado "científico" (es decir, no mítico; o sea, la
pareja mytos/lógos). Es la misma ambivalencia que se revela en la
pareja del español cuento/cuenta.
Común al mito y a la ciencia es la necesidad de explicación, explicación de las
cosas que hay y de cómo es que son como son: necesidad, esto es, de dar cuenta y
razón de la realidad. Y ello nos obligaba a tratar la noción misma de
"explicación" que parecía implicar ante todo, "referencia a otra cosa", y así
los mecanismo de la metonimia y la metáfora, bien conocidos en la práctica
poética (y en el análisis de los sueños que emprendiera Freud) parecían ser los
de la explicación mítica, y, al fin, de manera más disimulada, los de la
explicación científica.
El paso histórico del mito a la ciencia lo representa la "genealogía" que
tenemos representada en la Teogonía de Hesiodo. Lo esencial del asunto está en
la introducción de la noción de TIEMPO, que en el mito, prehistórico o
preliterario, parece faltar, al menos tal como vigente en la fase histórica y en
la explicación científica; pero ese tiempo de la Ciencia parece intimamente
ligado con el uso de los números (lógos y Aritmética, logíxein =
"calcular". De esta forma, de la idea de Tiempo se desprende la de CAUSA. A su
vez, desde que conocemos nuestro tiempo, estamos ya dentro de una edad histórica
y por lo tanto de los mitos nos hacemos una idea temporal histórica, que
necesariamente los "traduce" y falsifica: la edad mítica, en que no rige un
tiempo histórico, en que los mitos propiamente viven, es para nosotros más bien
una suposición.
La verdad del mito |
En la medida, pues, que puede afirmarse que los mitos abarcan tanto el mundo externo como el interno en todos sus aspectos, aparecen como un relato universal (que todo lo abarca), originalmente transmitido por el flexible instrumento de la narración. Este relato, sin embargo, no puede ser inventado por un constructor de mitos, porque si el mito fuera el producto de la fantasía gratuita no podría estar asociado con la verdad, y sería denominado, en el mejor de los casos, ficción, y en el peor, mentira, pero no mito. Sin embargo, los mitos poseen la autoridad de contar mentiras sin renunciar a la verdad. Los mitos, pues, tocan cualquier esfera de la vida y la experiencia humanas y, aunque se componen de una variedad de cuentos, los mitos son percibidos como una sola narración que todo lo abarca, la cual se supone ha sido entregada a los hombres por los dioses, siento, en virtud de esta circunstancia, verdadera y sagrada al mismo tiempo. Los mitos han sido considerados, por lo tanto, como narraciones divinas que fueron relatadas por los dioses a los hombres, quienes a su vez las transmitieron a los otras hombres. Esta es la razón por la cual el procedimiento habitual para contar un mito es la invocación ("Canta, oh musa ..." TEXTO 1: Homero, Iliada I,1; TEXTO 5: Homero, Odisea I,1), o alguna otra fórmula similar, utilizada por los poetas, quienes, de este modo, reconocen el origen divino de la narración que les ha sido dada mediante el don de la inspiración. El arte de narrar llega a su mayor significación en la narración de los mitos, dado que ninguna otra cosa podría ser más memorable que un relato universal, y, por ser memorables, los mitos son transmitidos a los mortales por las Musas, que son las hijas de la Memoria y de Zeus y quien, poseyendo verdadero saber, pueden decir la verdad (TEXTO 10: Hesiodo, Teogonía I,1). Del relato de los mitos griegos no emerge un sistema, ni una doctrina, ni un dogma religioso, ni instrucciones para el ejercicio de ritos o magia, sino simplemente la narración misma. Las autoridades competentes con respecto a esta narración –en la época en que los mitos pasaron de la tradición oral a la literatura– eran los poetas, porque la narración les fue dada a ellos antes que a otros. Los profetas y sacerdotes no eran autoridades del mismo alto rango, porque las creencias religiosas provienen de los mitos y ellos mismos no eran narradores, y también porque el sistema religioso de la comunidad en qué los mitos fueron narrados carecía de lo que conocemos como iglesia, jerarquía eclesiástica, teólogos y escrituras sagradas. Además, los profetas y sacerdotes, la inspiración de los cuales también ha sido considerada como proveniente de los dioses, se diferencian de los poetas por abrigar su oficio propósitos más prácticos, los cuales se sabe que pueden corromper la verdad. Por estas razones el poeta es la autoridad máxima en todo el que concierne a los mitos. Sin embargo, en el si de esta tradición, ninguna obra poética ni cabeza otra libro ha sido nunca considerado sagrado