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TEXTO 5: Comienza la Odisea. Asamblea de los dioses
Homero Odisea I, 1-95
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Odiseo

Musa, dime del hábil varón que en su largo extravío, tras haber arrasado el alcázar sagrado de Troya, conoció las ciudades y el genio de innúmeras gentes. Muchos males pasó por las rutas marinas luchando por sí mismo y su vida y la vuelta al hogar de sus hombres, pero a éstos no pudo salvarlos con todo su empeño, que en las propias locuras hallaron la muerte. ¡Insensatos! Devoraron las vacas del sol Hiperión e, irritada la deidad, los privó de la luz del regreso. Principio da a contar donde quieras, ¡oh diosa nacida de Zeus!
Cuantos antes habían esquivado la abrupta ruina, en sus casas estaban a salvo del mar y la guerra; sólo a él, que añoraba en dolor su mujer y sus lares, reteníale la augusta Calipso, divina entre diosas, en sus cóncavas grutas, ansiosa de hacerlo su esposo.
Vino al cabo, al rodar de los años, aquel en que habían decretado los dioses que el héroe volviese a sus casas en las tierras de Itaca. En vano seguía con sus penas y sin ver a los suyos. Dolidas las otras deidades, disentía Posidón de continuo, enconado en su ira contra Odiseo divino, que erraba de vuelta a su patria. Mas, atento a grandiosa hecatombe de toros y cabras, embargaban al dios esta vez los lejanos etiopes, que poseen los fines del mundo formando dos pueblos, el del lado en que nace Hiperión y el del lado en que muere. Allá estaba sentado gozando el festín y los otros entretanto reuníanse en las casas de Zeus el Olimpio.
Comenzó por hablarles el padre de dioses y hombres: se acordaba en su mente de Egisto, el varón intachable al que Orestes, famoso en el mundo, quitara la vida, y con este recuerdo les dijo a los dioses eternos: "Es de ver cómo inculpan los hombres sin tregua a los dioses achacándonos todos sus males. Y son ellos mismos los que traen por sus propias locuras su exceso de penas. Así Egisto violando el destino, casó con la esposa del Atrida y le dio muerte a él cuando a casa volvía. No accedió a prevenir su desgracia, que bien le ordenamos enviándole a Hermes, el gran celador Argifonte, desistir de esa muerte y su asedio a la reina, pues ello le atraería la venganza por mano de Orestes Atrida cuando fuese en edad y añorase la tierra paterna. Pero Hermes no pudo cambiar las entrañas de Egisto, aun queriéndole bien, y él pagó de una vez sus maldades".
Atenea, la diosa ojizarca, repúsole entonces: "Padre nuestro Cronión, soberano entre todos los reyes, bien de cierto que él yace abatido por justa ruina --¡que lo mismo perezca quienquiera que imite su ejemplo!-- pero a mí el corazón se me parte pensando en Odiseo, infeliz, que hace tanto padece de miles trabajos, alejado de todos los suyos y preso en la isla que circundan las olas allá en la mitad del océano. En sus frondas habita la diosa nacida de Atlante, el astuto malvado que intuye los senos marinos y vigila las largas columnas, sustento del cielo. Ella es quien allí le retiene penando y lloroso y lo adula sin fin con palabras sutiles de halago por que olvide a su Itaca. En vano, que Odiseo en ansias de mirar cómo el humo se eleva del suelo paterno prefiriera morir. ¿No conmueven, Olimpio, tu pecho tales cosas? ¿Quizás es que Odiseo allá en la llanura de Ilión y su campo naval omitió sacrificios, no hizo ofrenda en tu honor? ¿Cómo así le aborreces, oh Zeus?".
Contestando a su vez dijo Zeus, que agrupa las nubes: "¿Qué palabra, hija mía, escapó del vallar de tus dientes? ¿Por ventura podré yo olvidarme de Odiseo divino, del varón sin igual por su ingenio y también por los dones que ofrendó a los eternos, señores del cielo anchuroso? No en verdad: Posidón, batidor de la tierra, es quien sigue enconado por mor del cíclope, del gran Polifemo al que Odiseo cegó siendo él el mayor por su fuerza entre aquellos gigantes: pariólo la ninfa Toosa, la nacida de Forcis, ministro del mar infecundo, que amorosa se dio a Posidón en las cóncavas grutas. Desde entonces el dios, respetándole sólo la vida, fuerza a Odiseo a errar alejado del suelo paterno. Pero, ¡ea!, tratemos nosotros de acuerdo su vuelta y que el héroe regrese a su hogar; Posidón por su parte cederá en sus enconos, pues nada podrá en contra nuestra ni luchar solo él contra todos los dioses eternos.»
Contestando a su vez dijo Atena, la diosa ojizarca: «¡Padre nuestro Cronión, soberano entre todos los reyes! Si de cierto los dioses de vida feliz determinan que regrese a sus casas Odiseo, el rico en ingenios, enviemos a Hermes, el guia luminoso: que vaya al islote de Ogigia y en él sin demora transmita a la ninfa de hermosos cabellos el firme decreto de la vuelta del héroe sufrido de entrañas. Yo misma iré en tanto a las tierras de Itaca; all~ de su hijo en el pecho pondré diligencia y valor por que llame en el ágora a junta a los dánaos crinados y en ella haga frente a los muchos galanes que matan sin duelo sus ovejas y bueyes rollizos de pasos de rueda; le haré ir hasta Pilo arenosa y Esparta a que trate de saber del regreso del padre querido y consiga para él mismo también favorable renombre en las gentes."