Principal

TEXTO 43: Elogio de la democracia (Suplicantes vv. 381-ss)
Eurípides, Suplicantes
Ir a su contexto

Teseo matando al Minotauro

(Teseo, rey de Atenas, defiende a las viudas tebanas, cuyos maridos yacen en el campo de batalla, y al rey de Argos, Adrasto, frente al mensajero del tirano de Tebas, que reclama le sean entregadas)
TESEO.--(Dirigiéndose al mensajero.) Esta es tu habilidad permanente: servir al Estado y a mí llevando mensajes en todas direcciones. Conque cruza el Asopo y la corriente del Ismeno y comunica estas palabras al venerable tirano de los Cadmeos:
"Teseo te pide por favor que le permitas enterrar a los muertos, ya que habita un país vecino. Desea obtener esto y mantener tu amistad con todo el pueblo de los Erecteidas."
Si se avienen, vuelve rápido después de elogiarlos. Pero si no te hacen caso, éste será tu segundo mensaje: "Que se dispongan a recibir el cortejo de mis hombres armados.
El ejército está acampado, se le ha pasado revista y está dispuesto ahí, junto al sagrado Calíoro.
Por otra parte, también el pueblo ha aceptado de buen grado y con gusto esta carga cuando ha sabido que yo la quiero. (Entra un heraldo tebano por la izquierda.) ¡Vaya! ¿Quién es éste que viene a interrumpir mis palabras? Al parecer --aunque no lo sé de fijo--es un heraldo tebano. (Dirigiéndose al heraldo ateniense.) Espera por si éste te evita la molestia y viene adelantándose a mis designios.
HERALDO.--¿Quién es el tirano de esta tierra? ¿A quién tengo que comunicar las palabras de Creonte, dueño del país de Cadmo, una vez que ha muerto Eteocles ante las siete puertas por la mano hermana de Polinices?
TESEO.--Forastero, para empezar, te equivocas al buscar aquí un tirano. Esta ciudad no la manda un solo hombre, es libre.
El pueblo es soberano mediante magistraturas anuales alternas y no concede el poder a la riqueza, sino que también el pobre tiene igualdad de derechos.
HERALDO.--Como en el ajedrez, en esto nos con cedes ventaja: la ciudad de la que vengo la domina un solo hombre, no la plebe. No es posible que la tuerza aquí y allá, para su propio provecho, cualquier político que la deje boquiabierta con sus palabras.
Al pronto se muestra blando y le concede cualquier gracia, pero en seguida la perjudica y, con inventadas patrañas, la oculta sus pasados errores y consigue escapar de la justicia.
Y es que ¿cómo es posible que un pueblo, que no es capaz de hablar a derechas, pueda llevar derecha a su ciudad?
El tiempo enseña que la reflexión es superior a la precipitación. Un labrador miserable, aún no siendo ignorante, es incapaz de poner sus ojos en el bien común, como demuestran los hechos.
Y, en verdad, es dañino para los hombres superiores el que un villano alcance prestigio por ser capaces de contener al pueblo con su lengua, alguien que antes no era nadie.
TESEO.--Ingenioso es este heraldo, aunque dice palabras que no vienen al caso. Ya que has iniciado esta disputa, escucha, pues tú has sido el primero en establecer la discusión.
Nada hay más enemigo de un Estado que el tirano. Pues, para empezar, no existen leyes de la comunidad y domina sólo uno que tiene la ley bajo su arbitrio. Y esto no es igualitario.
Cuando las leyes están escritas, tanto el pobre como el rico tienen una justicia igualitaria. El débil puede contestar al poderoso con las mismas palabras si le insulta; vence el inferior al superior si tiene a su lado la justicia. La libertad consiste en esta frase: «¿quién quiere proponer al pueblo una decisión útil para la comunidad? El que quiere hacerlo se lleva la gloria, el que no, se calla. ¿Qué puede ser más democrático que esto para una comunidad? Es más, cuando el pueblo es soberano del país, se complace con los ciudadanos jóvenes que forman su base; en cambio, un rey considera esto odioso y elimina a los mejores y a quienes cree sensatos por miedo a perder su tiranía. Y entonces, ¿cómo es posible que una nación llegue a ser poderosa, cuando se suprime la gallardía y se siega a la juventud como a las espigas de un trigal en primavera?
¿Para qué atesorar riqueza y bienestar para nuestros hijos, si los mayores esfuerzos de nuestra vida son en beneficio del tirano? ¿Para qué conservar vírgenes en casa a nuestras hijas, si las estamos preparando como dulce placer de los tiranos --cuando lo deseen-- y lágrimas para nosotros? No quisiera vivir más, si mis hijas van a ser novias a la fuerza.
Estos argumentos son como dardos que arrojo contra los tuyos. Y ahora, ¿a qué vienes y qué quieres de esta tierra? Te habrías marchado llorando, por tus palabras altivas, si no te hubiera enviado un Estado. Un mensajero tiene por obligación retirarse inmediatamente, una vez que ha dicho lo que se le ha ordenado. Que en el futuro Creonte envíe a mi ciudad un heraldo menos charlatán que tú.
CORIFEO.--¡Ay! ¡Ay! Cuando dios reparte bienes a hombres indignos, se ensoberbecen como si siempre fueran a ser afortunados.
HERALDO.--Hablaré ya. De lo disputado puede que ésta sea tu opinión, que la mía es la opuesta. (Levanta la voz en tono solemne.) «Prohíbo yo y todo el pueblo Cadmeo que Adrasto ponga el pie en esta tierra. Si ya está en ella, que lo arrojes antes de que se ponga la luz del sol--desatando el sagrado cobijo de las bandas--y no levantes los cadáveres por la fuerza, ya que no tienes parentesco alguno con el pueblo de los argivos.
Si me obedeces, llevarás tu ciudad a buen puerto sin oleaje; pero si no, tendremos contigo y tus aliados una gran tempestad de lanzas. Reflexiona y no te irrites con mis palabras. No vayas a darme una contestación altanera confiando en tus brazos, en la idea de que tu ciudad es libre. La esperanza es cosa poco fiable y ha destruido muchos pueblos por dar pábulo a sus impulsos hasta la exageración.
Cuando un pueblo vota la guerra, nadie hace cálculos sobre su propia muerte y suele atribuir a otros esta desgracia. Porque si la muerte estuviera a la vista en el momento de arrojar el voto, Grecia no perecería jamás enloquecida por las armas. Y eso que todos los hombres conocemos entre dos decisiones--una buena y una mala--cuál es la mejor. Sabemos en qué medida es para los mortales mejor la paz que la guerra. La primera es muy amada de la Musas y enemiga de las Furias, se complace en tener hijos sanos, goza con la abundancia. Pero somos indignos y, despreciando tales bienes, movemos guerras y nos convertimos en esclavos del inferior, como individuos y como Estados.
¿Y tú estás dispuesto a ayudar a tus enemigos --que además están muertos--rescatando y enterrando a quienes perdió su propia insolencia? ¿Es que ya no es justo que ardiera el cuerpo, alcanzado por el rayo, de Capaneo, quien, al acercar su escala a las puertas de Tebas, juró que arrasaría la ciudad, lo quisiera dios o no lo quisiera? ¿No es justo que el torbellino arrebatara al adivino, arrojando su cuadriga en una sima? ¿No es justo que los demás capitanes estén tirados ante las puertas con las costuras de sus huesos quebrantadas por las piedras? Entonces proclama en voz alta que tienes más juicio que Zeus o confiesa que los dioses pierden con justicia a los malvados.
El hombre prudente ha de amar primero a sus hijos y luego a sus padres y a su patria, a la cual tiene que engrandecer y no envilecer. Cosa peligrosa es un general o un piloto temerario. Sabio es quien se mantiene sereno en el momento oportuno. A mi juicio, la verdadera valentía es la previsión.
CORIFEO.--Fue suficiente el que Zeus los castigara, vosotros no teníais que insolentaros de tal forma.
ADRASTO.--¡Oh maldito!...
TESEO.--Calla, Adrasto, ten tu boca y no adelantes tus palabras a las mías. Este no ha venido a ti como mensajero, sino a mí. Soy yo quien tiene que contestar.
Primero contestaré al primer punto. No sabía yo que Creonte fuera mi soberano ni que tuviera más o poder que yo para obligar a Atenas a hacer esto. Las cosas irían contra corriente si fuera yo a recibir sus órdenes.
No soy yo quien ha levantado esta guerra ni tampoco vine con éstos a la tierra de Cadmo. Pero considero justo enterrar a los muertos --sin dañar a tu pueblo ni provocar luchas entre hombres--por salvaguardar la ley de todos los griegos. ¿Qué hay de malo en esto? Si recibisteis daño por parte de los argivos, ya están muertos. habéis rechazado al enemigo con honor para vosotros y vergüenza para ellos. Vuestra venganza ha llegado a su término. Dejad ya que la tierra cubra a los muertos; que cada elemento vuelva al sitio de donde vino a la luz: el espíritu al éter y el cuerpo a la tierra. Sólo poseemos nuestro cuerpo para habitarlo en vida; luego, la que lo alimentó tiene que llevárselo.
¿Crees que perjudicas a Argos no enterrando a sus muertos? Te equivocas; atañe a toda la Hélade el que se deje sin enterrar a los muertos y se les prive de lo que tienen que obtener; pues si se impone esta costumbre, produciría cobardía en los valientes. Además, ¿has venido a mí con palabras terribles y amenazadoras y en cambio tenéis miedo de que unos cadáveres sean sepultados por la tierra? ¿Qué teméis que suceda, que minen vuestro suelo si son enterrados o que engendren en las entrañas de la tierra hi]os que vayan a vengarles? Albergar temores miserables y sin fundamento es un gasto necio de palabras.
Insensatos, ya conocéis las miserias humanas; nuestra vida es lucha. Unos hombres tienen éxito más pronto, otros más tarde y otros en el momento. Y mientras tanto dios juguetea caprichosamente con nosotros, pues el desafortunado le honra para alcanzar fortuna y el afortunado lo ensalza por temor a abandonar esta vida. Es preciso, pues, saber esto para no dejarse llevar por la ira si se recibe una pequeña injuria y no delinquir en cosas que dañen a toda la comunidad
¿Cuál seria, entonces, la conclusión? Dejadnos enterrar a los muertos, ya que queremos ser piadosos. En caso contrario, las consecuencias son claras: iré yo a enterrarlos por la fuerza. Nunca se extenderá entre los griegos la fama de que la antigua ley de los dioses se han conculcado al alcanzarme a mí y a la tierra de Pandión.
CORIFEO.--Adelante, que si salvaguardas la luz de la Justicia, evitarás el reproche de los hombres.