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Prometeo es devorado por un águila, ante la
mirada de Heracles |
PROMETEO.-No penséis que callo por arrogancia o altanería; pero un pensamiento
me devora el corazón al verme así tan vilipendiado. En verdad, a estos dioses
nuevos, ¿qué otro sino yo les repartió exactamente sus privilegios? Pero sobre
esto callo; pues sabéis lo que podría deciros. Escuchad, en cambio, los males de
los hombres, cómo de niños que eran antes he hecho unos seres inteligentes,
dotados de razón. Os lo diré, no para censurar a los hombres, sino para
mostraros la buena voluntad de mis dones. Al principio, miraban sin ver y
escuchaban sin oír, y semejantes a las formas de los sueños en su larga vida
todo lo mezclaban al azar. No conocían las casas de ladrillos secados al sol, ni
el trabajo de la madera; soterrados vivían como ágiles hormigas en el fondo de
antros sin sol. No tenían signo alguno seguro ni del invierno, ni de la
floreciente primavera ni del estío fructuoso, sino que todo lo hacían sin razón,
hasta que yo les enseñé los ortos y ocasos de los astros, difíciles de conocer.
Después descubrí también para ellos la ciencia del número, la más excelsa de
todas, y las uniones de las letras, memoria de todo, laboriosa madre de las
Musas. Y el primero uncí bajo el yugo a las bestias esclavizadas a las gamellas
y a las albardas, a fin de que tomaran el lugar de los mortales en las fatigas
mayores, y llevé bajo el carro a los caballos, dóciles a las riendas, orgullo
del fasto opulento. Sólo yo inventé el vehículo de los marinos, que surca el mar
con sus alas de lino. Y, mísero de mí, yo que he encontrado estos artificios
para los mortales, no tengo ardid que pueda librarme del presente infortunio.
CORIFEO.-Sufres un suplicio indigno; privado de razón divagas, y como un mal
médico que a su vez ha enfermado, te desanimas y no puedes encontrar para ti
mismo los remedios sanativos.
PROMETEO-Escucha el resto y te admirarás más: las artes y recursos que ideé. Lo
más importante: si uno caía enfermo, no había ninguna defensa, ni alimento, ni
unción, ni pócima, sino que faltos de medicinas perecían, hasta que les enseñé
las mezclas de remedios clementes con los que ahuyentan todas las enfermedades.
Clasifiqué muchos procedimientos de adivinación y fui el primero en distinguir
lo que de los sueños ha de suceder en la vigilia, y les di a conocer los sonidos
de oscuro presagio y los encuentros del camino. Determiné exactamente el vuelo
de las aves rapaces, los que son naturalmente favorables y los siniestros, las
costumbres de cada especie, los odios y amores mutuos, sus compañías; la lisura
de las entrañas y que color necesitan para agradar a los dioses, y los matices
favorables de la bilis y del lóbulo del hígado. Haciendo quemar los miembros
cubiertos de grasa y el largo lomo, encaminé a los mortales a un arte difícil de
entender y revelé los signos de la llanca que antes eran oscuros. Tal es mi
obra. Y los recursos escondidos a los hombres debajo de la tierra, bronce,
hierro, plata, oro ¿quién podría preciarse de haberlos descubierto antes que yo?
Nadie, lo sé bien, a menos que quiera charlar en vano. En una palabra, sabe todo
a la vez: todas las arte, para los mortales proceden de Prometeo.