UNIVERSIDAD DE
ALMERÍA |
ESQUILO, PROMETEO Índice |
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Prometeo, el Titán, que en el pasado había ayudado a Zeus a imponer su dominio sobre Crono y los otros Titanes, ha incurrido en la cólera de Zeus por ser el defensor del género humano, que ha dado a los hombres el fuego y las artes, lo que les ha permitido elevarse del estado animal al civilizado. En la escena inicial, el dios Hefesto, por orden de Zeus, junto con Kratos (“Fuerza”) y Bía (“Violencia”), clava, de mala gana las cadenas de Prometeo (representado, probablemente, por una gran figura simulada detrás de la cual hablaba el actor) a una alta roca en el Cáucaso, para sufrir tormento todo el tiempo que a Zeus le plazca. Viene el Coro de las Oceánidas, las hijas del Titán Océano, a lamentarse con él y a consolarlo. También acude el mismo Océano, ofreciéndose a interceder ante Zeus, si Prometeo se aviene a moderar su actitud. Prometeo rechaza desdeñosamente este ofrecimiento y a continuación enumera al coro todos los beneficios con que ha colmado a los hombres. Después llega otra víctima de la tiranía de Zeus, Ío, una mortal a quien Zeus ha amado y a quien Hera, celosa, ha dado parcialmente forma de vaca. Está condenada a errar durante largo tiempo, perseguida por un tábano y vigilada por Argos, el de los innumerables ojos. Prometeo habla a Ío de los sufrimientos que la esperan, de su descendiente Heracles, a quien, por fin, libertará a Prometeo, y del casamiento fatal que un día hará Zeus, a menos que él, Prometeo, le prevenga. Una vez que Ío se marcha entra Hermes, enviado por Zeus para pedir a Prometeo que revele su secreto; aunque Hermes predice crecientes tormentos, Prometeo con arrogancia rehúsa hacerlo y es sumido en el abismo, junto con las Oceánidas, que deciden compartir su suerte. El drama conservado acaba mal, pero la trilogía a la que pertenecía la tragedia, bien: se llegaba a un acuerdo y Prometeo ocupaba su lugar junto a Zeus. |
Un águila devora las entrañas de Prometeo |