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TEXTO 17: Elogio de Esparta (Frag. 3 D)
                    Dulce y hermoso es morir por la patria
(Frag. 6, 7 D)
                    El combate en formación
(Frag . 8 D)
                    Breve exhortación
(Frag. 18 D)
Tirteo
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Guerreros hoplitas en formación de combate

Elogio de Esparta (Frag. 3 D)
Escucharon a Febo y de Delfos trajeron a Esparta las profecías del dios, sus palabras de cierto final. Así el Soberano Certero del Arco de Plata, Apolo, el de dorada melena, les dijo en su templo suntuoso: «Que manden en consejo los reyes que aprecian los dioses, ellos tienen a su cargo esta amable ciudad de Esparta, y los ancianos ilustres, y luego los hombres del pueblo, que se pondrán de acuerdo para honestos decretos. Que expongan de palabra lo bueno y practiquen lo justo en todo, y que nada torcido maquinen en esta ciudad. Y al conjunto del pueblo le atañe el poder y el triunfo" Así en este asunto le habló entonces Febo al pueblo.
Dulce y hermoso es morir por la patria (Frag. 6, 7 D)
Pues es hermoso morir si uno cae en la vanguardia cual guerrero valiente que por su patria pelea. Que lo más amargo de todo es andar de mendigo, abandonando la propia ciudad y sus fértiles campos, y marchar al exilio con padre y madre ya ancianos, seguido de los hijos y de la legítima esposa. Porque ése será un extraño ante quienes acuda cediendo a las urgencias de la odiosa pobreza. Afrenta a su linaje y baldona su noble figura y toda clase de infamia y ruindad le persigue. Si un vagabundo así ya no obtiene momento de dicha ninguno, ni vergüenza ni estima ninguna, entonces con coraje luchemos por la patria y los hijos, y muramos sin escatimarles ahora nuestras vidas. ¡Ah jóvenes, pelead con firmeza y codo a codo; no iniciéis una huida afrentosa ni cedáis al espanto; aumentad en vuestro pecho el coraje guerrero, y no sintáis temor de hacer frente al enemigo! Y a vuestros mayores que ya no conservan ligeras rodillas A los viejos, no les abandonéis atrás al retiraros. Vergonzoso es, desde luego, que caiga en vanguardia Y quede ante los hombres tumbado un hombre ya maduro, Que tiene ya blanca la cabeza y canosa la barba, Y queda exhalando su ánimo audaz en el polvo, con el sexo cubierto de sangre en las manos -bochornoso espectáculo es ése y exige venganza- y su cuerpo desnudo. En cambio, todo es bello en un joven, mientras la flor flamante de amable juventud posee. Es admirado por los hombres y suscita amor en las mujeres Mientras está vivo, y hermoso es si cae en la vanguardia. Así que todo el mundo se afiance en sus pies Y se hinque en el suelo mordiendo con los dientes el labio.
El combate en formación (Frag . 8 D)
Vamos, ya que sois del linaje de Heracles invencible, tened valor, que aún Zeus no desvió de vosotros su rostro. No os espante ni asuste el tropel de enemigos, mas que cada soldado sostenga contra ellos su escudo, y, sin tener en aprecio la vida, las Keres oscuras de la Muerte acepte tan gratas como rayos de sol. Sabéis cuán mortíferas son las hazañas del lúgubre Ares, bien conocéis la furia del cruento combate, y fuisteis por turnos los perseguidores y los perseguidos, muchachos, hasta hartaros de acosos y huidas. Los que se atreven, en fila cerrada, a luchar cuerpo a cuerpo y a avanzar en vanguardia, en menor número mueren y salvan a quienes les siguen. Los que tiemblan se quedan sin nada de honra. Nadie acabaría de relatar uno a uno los daños que a un hombre le asaltan, si sufre la infamia. Pues es agradable herir por detrás de un lanzazo al enemigo que escapa en la fiera refriega; y es despreciable el cadáver que yace en el polvo, atravesado en la espalda por punta de lanza trasera. Así que todo el mundo se afiance en sus pies, y se hinque en el suelo, mordiendo con los dientes el labio, cubriéndose los muslos, las piernas, el pecho y los hombros con el vientre anchuroso del escudo redondo. Y en la derecha mano agite su lanza tremenda, y mueva su fiero penacho en lo alto del casco. Adiéstrese en combates cumpliendo feroces hazañas, y no se quede, pues tiene su escudo, remoto a las flechas. Id todos al cuerpo a cuerpo, con la lanza larga o la espada herid y acabad con el fiero enemigo. Poniendo pie junto a pie, apretando escudo contra escudo, penacho junto a penacho y casco contra casco, acercad pecho a pecho y luchad contra el contrario, manejando el puño de la espada o la larga lanza. Y vosotros, tropas ligeras, uno acá y otro allá, agazapados detrás de un escudo, tirad gruesas piedras y asaetadlos con vuestras pulidas jabalinas, permaneciendo cerca de los que portan armadura completa.
Breve exhortación (Frag. 18 D)
¡Adelante hijos de los ciudadanos de Esparta, a ciudad de los bravos guerreros! Con la izquierda embrazad vuestro escudo y la lanza con audacia blandid, sin preocuparos de salvar vuestra vida; que ésa no es costumbre de Esparta.