|
Jenofonte |
Hijo de Grilo, del demo ateniense de Erquia, de familia acomodada, Jenofonte nació en Atenas hacia el 430 a.C. Como otros jóvenes acaudalados practicó la equitación. Vivió la problemática historia ateniense de después de la Guerra del Peloponeso, la cual le condujo a actuar de mercenario en el bando de Ciro el joven contra su hermano Artajerjes, rey de Persia. De esta forma, en el año 401 se dejó convencer por su amigo Proxeno y se alistó en la expedición, que pretendía derrocar del trono a su hermano. Tras la batalla de Cunaxa, la difícil situación del continente griego y la retirada a través de Armenia hacia el Mar Negro, Jenofonte se decidió a escribir su mejor obra, la
Anábasis. Más adelante, junto a Agesilao, que estaba al frente de las tropas espartanas, participó en la batalla de Coronea, poniéndose en contra de sus compatriotas atenienses, lo cual le ocasionó el destierro de Atenas, hecho que no le afectó demasiado, pues los espartanos le distinguieron primero con la proxenía (honores concedidos a un huésped extranjero) y más tarde con una finca en Escilunte, cerca de Olimpia. En un pasaje de la Anábasis describe esta hacienda, donde pasó los mejores años de su vida, y cómo en ella pudo cultivar su alma campesina y guerrera, al tiempo que practicar la caza y la escritura. La quietud de Esquilunte terminó en 370 a.C., cuando los eleos, enemistados con Esparta, se apoderaron de la localidad después de la batalla de Leuctra. Jenofonte huyó entonces a Corinto, donde pasó los últimos años de su vida. Poco después de esta última batalla, bajo la creciente presión de Tebas, se produjo un acercamiento entre Atenas y Esparta, lo que ocasionó el levantamiento del destierro a Jenofonte, pero no sabemos si hizo uso o no de la posibilidad de volver a su patria. Lo que sí es cierto es que permitió a sus dos hijos servir en la caballería ateniense, y uno de ellos, Grilo, cayó en Mantinea. Jenofonte murió hacia el 354 a.C. algunos años antes que sus compatriotas Platón e Isócrates, con los que compartió el afán pedagógico, la preocupación política y la no intervención activa en los asuntos de la ciudad.
|
La Anábasis |
Jenofonte fue ante todo un hombre de acción, su actividad literaria es secundaria. Es el testigo sensible de una época revuelta y amarga de la historia de Grecia, agitada por los enfrentamientos entre ciudades; de un país empobrecido por esos combates y por los enfrentamientos sociales; y en especial, de una Atenas que declina en medio de grandes inquietudes intelectuales y morales. Como escritor sabe relatar sus impresiones y reflexiones en un estilo sobrio y preciso, con sinceridad, agudeza y una templada ironía. Resulta un tanto paradójico que él, un hombre de ideas más bien conservadoras, sea sin embargo un precursor del helenismo: en su fuerte tendencia al individualismo, en sus esbozos de nuevos géneros literarios con obras como el
Agesilao o la Ciropedia, en su preocupación por una pedagogía una tanto idealizada, en sus tratados breves sobre temas concretos (equitación y economía). Se le ha reprochado que no fue un teórico cabal del acontecer histórico y que no entendió el trasfondo filosófico más profundo de las enseñanzas de Sócrates, pero eso es enjuiciar con parcialidad su obra y enfocarla con prejuicios críticos. Sin duda la gran desgracia de Jenofonte es la inevitable comparación de su obra histórica con la de su predecesor, Tucídides, y de su obra filosófica con la de su contemporáneo, Platón. Resulta palpable que su obra no resiste la comparación , pero si dejamos a un lado los prejuicios previos podemos encontrar las virtudes que hicieron de él un autor muy estimado en otros tiempos.
|
Ciro |
El estudio de las obras de Jenofonte se hace generalmente en función de su
contenido, debido a que la cronología es ciertamente dudosa.
A. Obras Históricas
Anábasis.- Es una de sus primeras obras. Es algo más que un frio
documento histórico. Tiene un cierto aire épico y, al tiempo, un regusto
herodoteo, al evocar paisajes, costumbres locales, fauna y flora, así como el
carácter de diversos personajes. Tiene, por otra parte, el aroma auténtico de
lo vivido como un suceso real. Jenofonte es más reportero que historiador. Como
historiador tiene notorios defectos: no es exhaustivo en la recogida de datos;
es olvidadizo y margina hechos de primera importancia; cuenta los hechos desde
su perspectiva (tal es el caso de el avistamiento del mar TEXTO
58: Jenofonte, Historia... V, 85-111). Es mucho mejor reportero de guerra: reportaje escueto,
penetrante, donde transmite sus propias experiencias con gran dramatismo. A
pesar de su tendencia apologética presenta una gran fidelidad a lo real, y una
gran dramaticidad histórica, que hacen de la narración un admirable reportaje,
escrito a un cierta distancia de los hechos.
Helénicas.- Es su principal obra histórica. Está dividida en siete
libros, comenzando en el momento en que la dejó Tucídides hasta la batalla de
Mantinea (362 a.C.). En lo que se refiere a su composición, se distinguen
claramente dos partes: la primera la constituye la Guerra del Peloponeso,
escrita en primer lugar, que presenta claras diferencias estilísticas con el
resto de la obra; la segunda parte está cercana en su composición a la
Anábasis, y comparte con ella la viveza en la descripción, la
caracterización de los personajes, los diálogos, y sobre todo, la observación de
la influencia de la divinidad en el devenir de la historia.
Estas diferencias suelen atribuirse a la gran influencia de Tucídides en la
primera parte, cosa que no ocurrió en la segunda, donde Jenofonte tiene ya un
estilo propio. Incluso algunos pretenden que la primera es fruto intencionado de
una imitación de Tucídides, del que Jenofonte intenta continuar la obra
inacabada. Pero la mayoría se inclinan por atribuir al tiempo estas diferencias,
puesto que entre ambas partes hay un largo intervalo que supone el desarrollo
del estilo de Jenofonte (la segunda parte es posterior a la Anábasis).
Su método analítico y otros rasgos tucidídeos pueden ser consecuencia de la
influencia profunda del maestro en sus escritos juveniles o, incluso, una
imitación consciente sin que ello presuponga la intención de completar al
maestro.
Es idea común el considerar que la principal fuente de información de los hechos
que relata en las Helénicas es la misma vida viajera del autor. Precisamente se
ha atribuido a esto la omisión de puntos importantes, el no haber estado
presente. No obstante, es de suponer que le ayudarían informadores, testigos
directos o indirectos de los hechos que personalmente no pudo conocer. No
parece haber consultado demasiado los documentos oficiales.
En general, los críticos distinguen claramente el Jenofonte escritor del
historiador. Como escritor, todos coinciden en alabar su claridad, sencillez,
la viveza del relato y la agradable fluidez. Se reconoce su sentido de la
situación dramática, que sus discursos son más realistas que los de Tucídides,
que sus escritos son una memorias que se leen con gusto; que no incurre en los
excesos retóricos de los historiadores del S.IV a.C. Jenofonte fue apreciado en
toda la Antigüedad, constantemente leído por su lengua y estilo, siendo modelo
de los aticistas.
Como historiador los antiguos lo colocan en el canon de los diez historiadores,
a veces incluso a la altura de Heródoto y Tucídides. No obstante, los
investigadores modernos han lanzado duras críticas contra el historiador: se le
reprocha su parcialidad, a favor de Atenas, especialmente en la época anterior
al destierro, y luego, después de su vuelta, y, sobre todo, a favor de Esparta.
En comparación con Tucídides, se le ha criticado su superficialidad, su falta
de análisis de los hechos; después de la parte de la Guerra del Peloponeso
abandona el método analítico de Tucídides pero no lo sustituye por ningún otro.
Le interesa casi exclusivamente el cómo y no el porqué de los hechos, hace
saltos inexplicables en el tiempo, introduce digresiones, le falta una visión de
conjunto, etc. En contraposición, el material que expone es verídico, y muchos
historiadores posteriores han acudido a él como fuente de información.
Agesilao.- Es un encomio del rey espartano. Está dividido en dos partes:
la primera (libros 1-2) presenta la vida y hechos del rey Agesilao; la segunda
(libros 3-11) la exaltación de sus virtudes principales. Utiliza como fuente el
material de las Helénicas, pero silencia los hechos que pudieran empañar la
figura del rey. Frente al resto de su obra histórica, esta pequeña obra de
carácter novelístico tiene un fuerte retoricismo.
B. Obras Didácticas
Hierón.- El contenido de este diálogo entre el tirano Hierón y el poeta
Simónides se centra en la pregunta inicial que plantea el poeta: la distinta
situación del tirano y del particular en lo que atañe a las alegrías y a las
tristezas. Encontramos dos partes bien diferenciadas en sus presentación: los
siete primeros capítulos describen los aspectos desagradables de la tiranía; en
los cuatro últimos, el poeta propone como solución natural, favorable para el
tirano y sus súbditos, convertirla en un gobierno justo, ideal pero realizable.
Se trata, en realidad, de un diálogo socrático sobre un tema de interés.
República de los Lacedemonios.- Se trata de un escrito de alabanza y
admiración del régimen político de Esparta.
Los ingresos públicos.- Es probablemente su última obra. Se trata de una
serie de propuestas para sanear las finanzas de Atenas. El propósito es alcanzar
la autarquía en el terreno económico, ya que la vía imperialista ha resultado
un fracaso.
El jefe de la caballería.- Este opúsculo es un tratado técnico sobre los
deberes que ha de tener en cuenta el jefe de la caballería para conseguir
mejorarla y granjearse, a la vez, las simpatías del consejo.
De la equitación.- Es, sin duda, el mejor de los tratados técnicos de
Jenofonte. Su contenido complementa el anterior. A pesar de su técnicismo no es
una obra fría, sino que en ella se refleja el hombre compenetrado con su
caballo, por el que siente afecto y hasta admiración.
De la caza.- Su autenticidad es muy discutida. Especialmente el prólogo
es muy diferente del resto de las obras de Jenofonte. El resto de la obra podría
pertenecer a un Jenofonte joven.
Ciropedia.- Obra en ocho libros, que toma su título del primer capítulo,
la educación de Ciro, mientras que el resto es una biografía fuertemente
novelada. El tema es la educación de los príncipes, ejemplificada en la figura
de Ciro el grande. La educación se centra en el ejercicio militar.
C. Obras Filosóficas
Económico.- Se trata en realidad de una obra didáctica, pero se suele
colocar entre las filosóficas por la aparición de la figura de Sócrates. En
conversación con Iscómaco, éste último defiende la agricultura como paideia,
tanto para el hombre como para la esposa.
Recuerdos de Sócrates.- Son cuatro libros repletos de episodios y
diálogos socráticos. Jenofonte se basó en otros escritos socráticos y en sus
propios recuerdos del maestro.
Apología de Sócrates.- Es una de las muchas obras que surgieron con la
misma finalidad.
Banquete.- Descripción de un banquete en el que Socrátes habla de muchas
cosas edificantes y pronuncia también un discurso sobre el amor sensual y el
amor espiritual.
|
Agesilao |
La personalidad de Jenofonte es la de un individuo magnánimo que se afirma con
innegable dignidad. Supo aunar su talante aventurero con una visión clara de su
entorno histórico y siempre recordó las enseñanzas de Sócrates y defendió los
ideales tradicionales helénicos con valor. Es interesante que un hombre de ideas
más bien conservadoras haya sido en muchos aspectos un precursor del helenismo:
en su tendencia al individualismo, en sus esbozos de nuevos géneros literarios
(como la biografía y la novela), en su preocupación por la pedagogía, en sus
breves tratados sobre la equitación o la economía,etc.
Su ideal de cultura gira en torno a la asociación de las virtudes y el concepto
del deber del guerrero y del agricultor. El egoísmo y la codicia se avienen mal
al espíritu del cinegético. Le importa el esfuerzo en conseguir metas, la
sencillez y la autenticidad de la vida natural, al margen de las ambiciones
políticas y la mezquindad de otros comportamientos ciudadanos. Propone unos
ejemplos de virtud con matices arcaicos y un tanto rústicos, donde se puede
observar una cierta simpatía natural hacia ese ideal de vida sobria, simple,
tradicional.” Hombre amante de las penalidades y del esfuerzo”. Es un precursor
del estoicismo, en ese aspecto, y en su obra se expresa la esperanza de una
superación de las circunstancias adversas. No cree en los destinos de tal o cual
sistema político, sino en el valor de algunos individuos para afrontar el
destino, como Argesilao.
La actitud de Jenofonte ante el estado ateniense fue muy especial, ya que aunque
nació en Atenas nunca estuvo de acuerdo con la época turbulenta que vivió su
ciudad en el 401 a.C. ni con el rumbo democrático que empezaba a tomar por
aquellos años, por eso se enrolo en la expedición de Ciro contra Artajerjes lo
que, siendo éste un aliado de los atenienses, fue un primer motivo de su
destierro junto al hecho de participar con los espartanos de Argesilao contra
sus compatriotas. No obstante a su ciudad natal le debió su perfil como
historiador y su formación cultural. Pero quién verdaderamente lo agasajó fue el
estado espartano, otorgándole honores propios de un ciudadano y acogiéndolo como
uno de los suyos. Al final de sus días se reconcilió con Atenas, enviando a sus
hijos con el ejército ateniense.
|
Sócrates |
Jenofonte, como historiador, tiene notables defectos. No es exhaustivo en la recogida de datos, es olvidadizo y margina hechos de primera importancia, cuenta las cosas desde su perspectiva, no tanto por tener interés en ser parcial debido a la simpatía que sentía por los espartanos, que tanto se le ha reprochado, como por su característica ingenuidad, que más se parecía a la improvisación sin examinar ni contrastar de forma crítica los datos de sus escritos, como tendría que haber hecho un fiel continuador de la obra de Tucídides, y es que en realidad Jenofonte es mucho mejor reportero de guerra. Sus escritos son un reportaje de sus propias experiencias en el ejército, perfectamente contados. Su escritura es fresca, precisa, rápida, no ajena a la ironía en ocasiones, tan solo alterada por la longitud de algunos discursos, que aparecen cargados de tópicos retóricos y distan mucho de la hondura psicológica de los de Tucídides. A veces prefiere remodelar la historia, silenciando algunos hechos y embelleciendo sus testimonios con figuras retóricas. Es mejor narrador que crítico.
Su ático no es puro del todo y, en gran parte, preludia ya la koiné (lengua hablada). Pero la nítida sencillez de su lenguaje y la fácil claridad de sus pensamientos le ganaron los lectores, y así se explica su éxito en la tardía Antigüedad, ya que el helenismo no se ocupó de él. Nadie le discutirá su notable y polifacético talento, pero era un talento sin las chispas del genio.