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TEXTO 58: Los griegos avistan el mar
Jenofonte, Anábasis, 4, 7.19-8
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Thalatta, Thalatta

Desde este lugar recorrieron, en cuatro etapas, veinte parasangas, hasta una ciudad grande, próspera y habitada, que se llamaba Gimnias. De esta ciudad, el gobernador del territorio envía un guía a los griegos para que los conduzca a través del territorio enemigo. Cuando aquél llega, les dice que los conducirá, en cinco días, a un lugar desde donde verán el mar; sí no, se muestra dispuesto a morir. Y mientras los guiaba, desde el momento que irrumpió en tierra enemiga, los animaba a quemar y destruir el territorio, lo que puso de manifiesto que los acompañaba por este motivo, no por benevolencia a los griegos.
Y llegan a la montaña al quinto día. El nombre de la montaña era Teques. Cuando los primeros alcanzaron la cima, se produjo un gran griterío. Al oírlo Jenofonte y los de retaguardia, imaginan que otros enemigos los atacaban de frente pues les seguían por detrás gente procedente del territorio incendiado. Los de retaguardia mataron a algunos e hicieron prisioneros tendiendo una emboscada, y también capturaron unos veinte escudos de mimbre recubiertos de piel de buey sin curtir y con pelos.
Dado que el griterío se hacía mayor y más cercano, que los que avanzaban ininterrumpidamente se dirigían a la carrera al encuentro de los que gritaban sin parar y que el griterío se hacía mayor a medida que aumentaba el número de gente, pareció a Jenofonte que se trataba de algo más importante. Montó a caballo y, escoltado por Licio y sus jinetes, acudió en su ayuda. Y pronto oyen a los soldados que gritan: «¡El mar, el mar!,» y que lo transmiten de boca en boca. Entonces todos corrieron, incluso los de retaguardia. Las acémilas y los caballos eran azuzados también. Cuando llegaron todos a la cima, entonces se abrazaban los unos a los otros, estrategos y capitanes, llorando. Y de repente, sin importar quién transmitió la orden, los soldados trajeron piedras y levantaron un gran túmulo. Entonces colocaron encima gran cantidad de pieles de buey sin curtir, bastones y escudos de mimbre capturados en guerra, y el guía mismo cortaba los escudos de mimbre y animaba a hacerlo a los demás. Después de esto, los griegos despiden al guía, habiéndole dado como presentes de la comunidad un caballo, una copa de plata, un vestido persa y diez daricos. Él les pedía, sobre todo, anillos y obtuvo muchos de los soldados. Después de haberles indicado un lugar donde acampar y el camino por el que podrían llegar al país de los macrones, regresó por la noche.