Arquíloco (Copia romana c. 200 aC Copenhagen,
La negación del héroe

Si hubo algún poeta a quien los antiguos consideraron digno de figurar junto a Homero y Hesiodo fue Arquíloco. Hijo de un noble pario y de una esclava (alrededor de 650 a. C.), nació en la isla de Paros y hubo de emigrar de su rocosa isla natal para ganarse la vida, como soldado de fortuna, con su lanza. Conoció la guerra como un menester penoso, no como el lugar de las hazañas heroicas. Cuenta en unos versos que hicieron famoso su cinismo cómo escapó de un combate tras arrojar el escudo. Es significativa su desenvoltura al confesar tan bochornoso acto. (El escudo es, en la táctica hoplítica, el arma que protege el flanco del compañero inmediato, el emblema del coraje del guerrero, que nunca debe perderse. "Volved con el escudo o sobre el escudo», se decía en Esparta.) Al poeta, pragmático, le interesaba salvaguardar su vida, no el código del honor ni el renombre. Es una poesía claramente antiépica, porque con su realismo se opone a la que, a los ojos de los soldados, puede aparecer como la grandilocuente mitomanía de la épica (TEXTO 19: Arquíloco, Palabras de un mercenario Frag. 5 D).

 Guerrero caído con escudo
La negación del amor

En amores fue desdichado. Un tal Licambes le negó, faltando a anteriores promesas (TEXTO 19: Arquíloco, Ansias de amor), la mano de su hija Neóbula, que Arquíloco amaba. Se vengó insultando a la familia con tal ferocidad que, según la leyenda, el padre y sus hijas se ahorcaron para escapar al escarnio (TEXTO 19: Arquíloco, Reproche de despecho). Con buenas razones personales, el poeta pondera como gran virtud la ecuanimidad, el talante sereno ante los embates del azar. Bastardo y mercenario, con su sentir acerbo y desarraigado, Arquíloco irrumpe en la poesía con personalidad inconfundible, al margen de los convencionalismos aristocráticos. Las imágenes fuertes son frecuentes en su poesía; en esto Arquíloco anticipa la libertad sexual que será normal en la comedia ática.

Griegos anónimos (s. VII aC)
Otros temas

En contra de estos valores tradicionales, Arquíloco tuvo su propio código moral, que no fue otro que el viejo código moral griego de hacer el bien a los amigos y el mal a los enemigos. Esta sabiduría popular se expresó en fragmentos en los que reivindicaba la resignación para hacer frente a las adversidades de la fortuna, o se echaba mano de la tradición fabulística popular. Tampoco puede decirse que Arquíloco fuera "laico", ya que no ignora la religiosidad de la épica, especialmente los dioses relacionados con los cultos populares (Dioniso, Deméter, Heracles, etc.). También aparece en él el tema de la limitación del hombre, de que está a merced de las fuerzas superiores de los dioses y del destino, ante lo cual no reacciona con desesperación ni resignación, sino con pragmatismo, soportando con paciencia las adversidades. Arquíloco pone en primer plano el aquí-ahora-yo del poeta. Utiliza los recursos de la épica para aplicarlos a circunstancias concretas. En general, no intenta actuar sobre otros hombres, sino que se limita a exponer desnudos sus sentimientos o ideas. Estos sentimientos son completamente elementales: el amor y el odio son los principales. Muchas veces descargan en una tempestad de maldiciones, injurias y sarcasmos contra alguien. Arquíloco continua y perfecciona un género de raíz popular: realismo y egoísmo, temática vulgar y cotidiana, franqueza e impudor. En contrapartida encontramos la concepción moral de la divinidad, Zeus (según el modelo hesiódico) y una visión resignada frente al poder de los dioses.