El Cid
Épica comparada

Igual que a partir de las semejanzas entre lenguas como el latín, griego, sanscrito, etc., podemos construir la lengua indoeuropea, de la misma manera, a partir de la épica griega, india, germana, etc., que tienen mucho en común, podemos, en parte, reconstruir lo que era la épica indoeuropea. Se trata de ver qué hay de común entre Homero, por una parte, y poemas indios como el Ramayana y el Mahabharata, poemas germánicos como Los Nibelungos o el Beowulf, y otros en lenguas romances pero siguiendo una tradición germana, como el Poema del Mio Cid o la Canción de Roldán. Ecos históricos hay en todas ellas (el Poema del Mio Cid y la lucha entre árabes y cristianos, la Canción de Roldán y la fallida campaña de Carlo Magno en España, los Nibelungos y la caida del reino de los Burgundios), pero también hay elementos míticos y mágicos en más escala que en Homero.

Semejanzas formales

Más interesantes son las coincidencias formales. La técnica de la composición oral, sobre la base de un repertorio mítico muy difundido y de un lenguaje formulario, es conocida por muchos pueblos antiguos, indoeuropeos o no. Incluso allí donde el carácter oral de la composición no está testimoniado, hay que postularlo para época antigua, siempre que encontramos epopeyas de época histórica y plenamente literaria que poseen un carácter formulario. Así, en el Poema del Cid son muy frecuentes las frases hechas del tipo "Castiella la gentil", "que en buena hora cinxo espada", "llorando de los ojos", etc. Estas frases hechas se combinan a veces para formar los versos: si "Martín Antolínez" se coloca en cabeza de verso, este es "Martín Antolínez, un burgalés contado", pero si va al final es "Martín Antolínez, el mío fidel vasallo".

Roldán
Semejanzas de contenido

En cuanto al contenido, la épica primitiva de los diversos pueblos indoeuropeos corresponde a pueblos y sociedades que tienen unas características comunes. Los temas de la adhesión a la familia y la tribu o la mesnada, de la venganza, de la búsqueda de la gloria, del heroísmo, son comunes a estas sociedades, en que faltan todavía grandes organizaciones estatales y administrativas y en que los individuos destacados, nobles y reyes, pesan mucho, pero necesitan un reconocimiento social de su valor: la fama. Hay que suponer que todos estos rasgos derivan de la épica indoeuropea.

Diferencias

Ahora bien, la épica griega, en su estado homérico que es el que conocemos, aparece notablemente libre del elemento mágico y maravilloso, ha avanzado hacia una mayor humanización y racionalización , sentimientos como la amistad dominan el poema, la brutalidad de ciertos poemas épicos es aquí superada, sus héroes no tienen armas mágicas ni poderes sobrenaturales (vease la estratagema de taparse los oidos con cera para no caer en el encantamiento de las Sirenas, cif. TEXTO 9: Homero Odisea XII, 165-200); la extensión es mayor que en la épica no homérica y el argumento está organizado en forma dramática. Los poemas germánicos están llenos de rasgos sobrenaturales, Roldán y el Cid están muy humanizados, pero son más históricos.

Gilgamesh
Épica anterior

La épica no es sólo indoeuropea, sino que la encontramos también en otros pueblos. Si nos referimos a los pueblos semitas del Antiguo Oriente, debemos señalar el Poema de la Creación que remonta a la Babilonia del II milenio, cuya organización es de tipo histórico y cuyo relato se refiere a los dioses. Más interesante es el Poema de Gilgamés, procedente del mismo milenio, aunque derive de fuentes más antiguas. Es en Mesopotamia donde surge una comunidad que produce una economía de acumulación que posibilita a ciertos sectores librarse del quehacer diario; nace la cultura. Mucho después, en el s. VIII aC, un rey, Asurbanipal, quiso crear una biblioteca de estado (semejante al caso de Alejandría) y envía emisarios para recopilar todo tipo de textos antiguos. En este contexto es cuando los poemas de Gilgamés alcanzan el máximo parecido a un texto único. Los puntos comunes entre el poema de Gilgamés y los poemas homéricos son grandes: Gilgamés, un héroe, es decir, mitad divino y mitad humano (Aquiles) emprende un viaje (Odiseo) con su compañero Enkidu (Patroclo), escapa de la diosa Istar (como Odiseo de Circe), llora a su amigo muerto (como Aquiles a Patroclo), entabla combate con el monstruo Humbaba (Cíclope), escucha los lamentos de su madre Ninsun (como Aquiles y Tetis). Entre dos obras puede haber amplias coincidencias de temas, situaciones, etc., sin que haya habido influencia de una en otra. Hay temas que se encuentran en Oriente, en Grecia, pero también en la cultura azteca. Solo una acumulación de coincidencias en distintos planos puede ser significativa. En la segunda parte de la obra, Gilgamés parte en busca de la inmortalidad en un viaje a su propio interés (como la visita al Hades de Heracles). La búsqueda le lleva a los confines del mundo, donde el sabio de la Gran Inundación le da una respuesta pesimista (aquí se inserta el tema del diluvio con arca y todo). A la vuelta Gilgamés muere con una muerte ritual fundadora de religión (apoteosis de Heracles). Parece ser que en el segundo milenio casi todo el Oriente Próximo participa de una koiné cultural cuyo fondo es sumerio. La hipótesis es extender esta koiné hasta el Egeo y pensar que el mundo micénico también participó de ella. La escritura cuneiforme, la organización social, la centralización política, todo ello hace pensar, de ser cierta esta hipótesis, que el poema de Gilgamés era conocido por los micénicos e influyera en la Iliada y Odisea y quizá algo más en la poesía épica perdida del ciclo de Heracles.

Eneas y Dido
Épica posterior

Por imitación de Homero la epopeya vuelve a aparecer, más tarde, en Alejandría, en el Egipto conquistado por Alejandro; y también en Roma. Apolonio escribe Las Argonáuticas sobre la expedición de los argonautas, que al mando de Jasón fueron a buscar el vellocino de oro, el cual consiguieron con ayuda de la hechicera Medea; Virgilio escribe La Eneida que cuenta la llegada de los troyanos mandados por Eneas primero a Cartago y luego a Italia, donde ocuparon el Lacio y derrotaron a los habitantes del país. Y hay otros poemas épicos más. El modelo de Homero fue muy fuerte en estas epopeyas en cuanto al estilo, composición, temas. Pertenecen, podemos decirlo, al mismo género literario. Ciertamente, entre temas propios de las nuevas edades: temas novelescos y amorosos (amor de Jasón y Medea. de Eneas y Dido), temas virgilianos como el de la pietas o amor de Eneas por su padre Anquises y el del sentido de la grandeza de Roma. Pero están presentes las características del género épico fundado o llevado a su culminación por Homero. Cuando el Renacimiento puso otra vez de moda las literaturas antiguas, la épica medieval quedó eliminada, aunque en algunos países, tales los de lengua eslava, continuará habiendo una épica tradicional, cantadas al nivel popular que ha llegado a nuestros días. La épica culta que se escribe en el s. XVI sigue la línea de Homero y Virgilio, aunque adaptadas a la nueva mentalidad y al nuevo panorama histórico. Citemos La Jerusalén liberada de Taso, Las Lousiadas de Camoens. La Araucana de Ercilla. La liberación de Jerusalén por los cruzados, los grandes descubrimientos portugueses, la conquista de Chile, fueron cantados en poemas organizados, en conjunto y en el detalle, a la manera homérica. Los mismos discursos, las mismas escenas repetidas, la misma combinación de composición dramática y disgresión, los símiles, etc., y, por supuesto, el sentido del valor y del honor, la búsqueda de la fama, la adhesión a los propios jefes y la propia nación, se nos aparece aquí. Luego la verdadera continuadora de la epopeya ha sido la novela, en algunos casos por lo menos. Pero la novela, aparte de ser más compleja y en prosa, se aleja casi siempre de los temas guerreros y se inspira en otros ideales. Ahora bien, en ocasiones, las luchas de los pueblos libres y guerreros, sin gran organización estatal y con caudillos valerosos, han sido narradas, aunque sea en prosa, en forma que recuerda fuertemente a la epopeya homérica: es un molde que tiende a imponerse cuando el tema tratado invita a ello. Cualquiera que lea, por ejemplo el Taras Bulba de Gogol, que narra las luchas de cosacos y tártaros en el Sur de Rusia, se dará cuenta de ello.

John Wayne

La conquista del Oeste por los americanos, en lucha contra los indios, ha sido también narrada, en el relato o el cine, con tonos parecidos. En cierto modo la novela histórica creada en el s. XIX por autores como Walter Scott y Alejandro Dumas representa una resurrección de la épica; pero la novela introduce ya un nuevo ambiente, con su interés directo por la reconstrucción de ambiente. Lo mismo puede decirse de la novela de historia contemporánea, tal Guerra y Paz de Tolstoi y La Cartuja de Parma de Stendhal, relativas a las campañas napoleónicas, o los Episodios Nacionales de Galdós. Por otra parte, el tema primordial de la antigua epopeya, la Gloria de los héroes, deja muchas veces de serlo. Pero siempre subsiste el esquema de que se trata de un relato con un tema fijo, bien conocido del público, al menos en sus líneas generales, y al que el autor presta vida renovada. La novela de aventuras, viajes, guerras, acción en general sigue conteniendo, en nuestros días, elementos de la vieja epopeya. Puede incluso renovar algunos temas procedentes de la misma: así Zalacaín el Aventurero de Baroja se hace eco de la despedida de Hector y Andrómaca; Kazantzakis ha desarrollado de nuevo el tema de la Odisea. Pero aun cuando, como es lo más frecuente, ello no es así, los esquemas fundamentales de la acción humana se conservan. La novela moderna es un todo muy complejo, en el que se desarrollan en forma original elementos procedentes de diversos géneros: los de la epopeya no están ausentes