Puente de barcas
Ataque naval
La condena de la hybris

Con Esquilo, como vemos, entramos en una nueva fase de la historia intelectual de Grecia. En Atenas, una ciudad tradicional, pero que gracias a Solón y Clístenes había logrado ya ampliar la base de sus instituciones y su ideología, después de haber pasado por un estadio puramente aristocrático, se ha emprendido la constitución de un nuevo orden político y humano. Este nuevo orden, que se mantiene sin alteración esencial hasta la revolución de Efialtes (462) es considerado como justicia (dike) y Esquilo intenta su justificación. Es característico en la evolución del pensamiento político de Atenas la alternancia de los avances democráticos, apoyados en una concepción de dike como basado en principios eternos no seguidos por la praxis de la época, por otros periodos intermedios en que, una vez efectuado un nuevo ajuste, se estima realizada la dike abstracta en la dike de Atenas. Éste es uno de esos periodos.
Como hemos visto, las consecuencias de las Guerras Médicas implicaron la consolidación del sentimiento comunitario de aristocracia y pueblo en cuanto a intereses de supervivencia de la polis. Atenas ha tomado conciencia de sí misma: de su poderío, de la justicia de su causa, de la superioridad de su régimen político. En esto se produce un acuerdo con los ideales de la vieja mentalidad griega: el triunfo es garantía de areté. La victoria lograda "demuestra" que Atenas tiene una organización mejor y además que goza del beneplácito de la divinidad. A la larga se deducirán también otras consecuencias que serán factor de desequilibrio: el pueblo, que ha contribuido decisivamente a la victoria querrá tener derecho a una parte mayor de gobierno en la ciudad; y en general se cobrará confianza en el papel de la inteligencia humana en la historia.
Desde el punto de vista moral, lo más importante es la condenación de la hybris, ejemplificada en el persa. La teoría de la hybris del hombre que causa la ruina de la ciudad, explicada por Solón, se aplica ahora antes que nada a las relaciones entre Estados. Jerjes ha invadido lo que no es suyo, ha querido abarcar demasiado, uniendo Europa y Asia bajo un solo dueño y ha sido castigado (TEXTO 33: Esquilo  Los Persas). De todo esto se deduce un enfrentamiento al puro ideal de conquista propio de la moral agonal y heorica. La democracia ateniense ha asimilado la concepción solónica y la ha aplicado a la historia de los conflictos entre naciones: La justicia en el exterior (falta de espíritu agresivo) y en el interior (respeto al régimen establecido) es fundamentalmente la virtud premiada. Libertad, falta de hybris, disciplina libremente aceptada, son los valores de la ciudad de Atenas que se ven recompensados no ya con la paz y prosperidad en el interior, sino también con el triunfo en el exterior. La diferencia con respecto a la concepción aristocrática, para la cual el triunfo del pueblo es precisamente sinónimo de hybris, es patente. En Esquilo y Heródoto, y en otros autores, los persas son los verdaderos portadores de hybris . Es decir: hay una hybris externa (política agresiva) y una interna (tiranía); en Atenas faltan una y otra. En el plano divino ambas son castigadas y la posición justa, opuesta a ambas, es premiada. Y en el plano humano, esa justicia es areté, incluso en el sentido de éxito; ello porque, según se dice ahora, la conciencia de ser libre, sometido sólo a una ley libremente aceptada y luchando por el propio interés, aumenta el valor. Automáticamente la areté deja de ser una cualidad heredada propia de una clase especial. Es un producto de las instituciones atenienses, aunque los elogios que encontramos la trasplantan a la Atenas primitiva (Teseo, Demofonte, etc.). En una palabra, convierten toda Atenas en clase privilegiada a la manera aristocrática.
Frente a esa hybris persa (un tirano invadiendo los derechos de sus súbditos y toda Persia los de otros pueblos) los griegos y concretamente los atenienses son caracterizados por su kosmos u orden, expresión de su dike. Para Herodoto, la tiranía, aun prescidiendo de su agresividad exterior, es por esencia hybris y adikía, injusticia; en esto los demócratas coinciden con los aristócratas, como hemos dicho. En cambio, en su teoría la democracia (isonomia) es lo contrario de hybris, con lo que ya no coincidía la aristocracia. Atenas consiguió la victoria, no con látigos, como los persas, haciéndoles valientes incluso contra su propia naturaleza (o con recompensas), sino que logró sus victorias, tras la expulsión de los tiranos, gracias a la isegoría "igualdad de palabra" (sinónimo de isonomía), pues antes los ciudadanos se comportaban cobardemente por trabajar para un amo. También los Lacedemonios son libres, salvo en el respeto que deben a la ley, y por ello superiores a todos. Así, en Salamina los griegos lucharon en orden y en formación y los bárbaros en desorden y confusión "de modo que era de esperar que sucediera lo que ocurrió (Heródoto VIII, 86)". En este orden y disciplina en la batalla, que hace triunfar a ejércitos menores sobre las grandes masas indisciplinadas y cobardes, es el reflejo del orden interno de las ciudades griegas. Aun las dominadas por una oligarquía son, por comparación con los persas, ciudades libres.

Cimón
Temístocles
Arístides escribiéndole su nombre a un ciudadano para votar
Los nuevos políticos

En la práctica, toda política tiene correspondencia natural con un tipo humano determinado, y esto es cierto más que en ninguna parte en la Grecia arcaica y clásica, en que el Estado no es una estructura extraña, sino la expresión de la comunidad, y en que la escisión entre vida privada y pública no se ha consumado todavía. En la época inmediatamente anterior, Solón, dando testimonio de su respeto a la justicia al rechazar la tiranía, o Pisístrato, condiciéndose de una manera "popular", encarnaban ya tipos humanos en cierta manera aprehensibles para nosotros y concordantes con sus respectivas políticas. En la época que nos ocupa, esos tipos son encarnados por Temísticles, Arístides y Cimón. Mientras que al ideal político realizado en la época de las Guerras Médicas y años subsiguientes corresponde el ideal humano representado por Arístides y Cimón, calificado el primero como "el justo", representantes de esa democracia de Clístenes que se juzga ahora como dike, el retrato de Temístocles puede resumirse en una palabra, la de sophía o sabiduría.
Arístides, siempre enfrentado a Temístocles, y al que el público de Atenas creía reconocer cuando Esquilo se refería al justo Anfiarao (Los Siete contra Tebas, v. 592) con los versos: "No quiere parecer justo, sino serlo, recolectando el hondo surco de su mente, del que nacen los consejos honrados", renuncia a todo provecho propio que no sea estrictamente legal o que incluya la utilización de la mentira (en esto se contrapone a Temístocles). Se elogia su equidad en los juicios, sus acusaciones contra los que se apoderaban del dinero público, su justicia o "medida" al distribuir el tributo que había de pagar cada aliado (al crearse la Liga Marítima). Pero no se trata de una justicia deshumanizada y abstracta, sino que está al servicio de la ciudad y, para ello, se alía cuando es preciso con Temístocles, a pesar de su enemistad (incluso renuncia a vengarse de él, cuando casi todos le acusan). Representa el ideal de concordia y el sacrificio por la ciudad: fue injustamente objeto de ostracismo y, según Plutarco, en su votación un ciudadano inculto le pidió que escribiera su nombre en la ostraka; a la pregunta de qué daño le había causado respondió que ninguno, pues no conocía a Arístides en persona, pero que no soportaba más tiempo oir que lo llamaban el justo; Arístides escribió su nombre en la papeleta.
Los datos sobre Temístocles están con frecuencia alterados por la pasión de las fuentes (en época posterior, cuando la democracia se radicalizó, se vio como el iniciador de la democracia radical). No deben ser ciertas su ayuda a Efialtes o sus ofertas al persa Jerjes contra Esparta. Pero tampoco se le puede purificar en absoluto de buscar sin grandes escrúpulos lo que veía como el interés de Atenas. Tucídides destaca su inteligencia, lo que se demuestra por su intención de combatir en el estrecho de Salamina, y su capacidad para expresarse (Pericles considerará posteriormente estas cualidades esenciales para un hombre de Estado): su iniciativa para construir una gran flota, con la que luego vencerían a los persas, fue aprobada con el falso pretexto de una guerra contra Egina; en Salamina, mediante un engaño (un falso traidor que mandó a presencia de Jerjes) consiguió que los persas cerraran la salida del estrecho y así obligó a los griegos, sin posibilidad de huir, a luchar. Según Heródoto, su pensamiento se concreta en una frase que pone en su boca: que normalmente el éxito corresponde a un razonamiento bien llevado y que, en otro caso, ni la divinidad quiere apoyar los proyectos humanos, lo que supone una cierta contradicción con las ideas de la época (o, quizás, avance). Temístocles se nos aparece como un político realista y calculador que no retrocede ante ningún medio cuando se trata de los intereses de Atenas (o los suyos propios). La idea de justicia y la fe en los dioses aparecen ante estas realidades en segundo plano. Fuertemente decidido a extender el poderío y riqueza de Atenas (y a elevarse a sí mismo a una posición de privilegio), al proceder él mismo de las filas aristocráticas y favorecer una política de apoyo al pueblo, representa la continuación de los tiranos y el precedente de los demagogos de época posterior.
En resumen, la unión de las ideas de justicia y valor, libertad individual y unidad nacional, aristocracia y pueblo, piedad para con los dioses y éxito externo son las que fundamentan esta política. Se busca el equilibrio entre las clases y los individuos, entre la acción humana y la voluntad divina. Este equilibrio es definido como justicia y se cree que resuelve los problemas, no debiéndose sacrificarse, en definitiva, el éxito exterior. La ideología de Solón se ha hecho carne política después que los tiranos, con su política económica, la hicieran posible, y que los persas, con su agresión, fomentaran la unión de los ciudadanos y la fe en el triunfo de la justicia, favorecida por los dioses.