Un noble descansando
La definición del ethos aristocrático: Teognis

El desarrollo del pensamiento y la acción política sufrió en Atenas diversas influencias durante los casi cincuenta años de la tiranía. Desde luego, no se pedía a nadie participación en la política; el interés del tirano buscaba más bien la despolitización de los ciudadanos, a los que incluso se descargó de sus deberes militares. Contrariamente a lo que aspiraba Solón, se tenía por bueno y deseable el reducirse al pequeño círculo de intereses privados, y se favorecía esta actitud a través de ciertas medidas administrativas. Además como Pisístrato no olvidaba nunca las aspiraciones de los campesinos, y como el Atica gozó de una paz ininterrumpida durante el tiempo que duró su gobierno, y floreció económicamente, no había motivo alguno para el descontento del campesinado. Al volver la vista atrás, el gobierno de Pisístrato aparecía por tanto como una "época dorada", y la población rural rehusó apoyar los variados intentos realizados por la nobleza en el exilio para derrocar por la violencia la tiranía. No obstante cuando, demolida la tiranía, resucitaron las antiguas contiendas entre distintas facciones, se hizo evidente que entretanto se había, por así decir, acumulado tal potencial político y militar que, de improviso y como espontáneamente, se ofrecían unas posibilidades hasta ahora desconocidas para resolver el problema. Frente a esto, las familias nobles eran las grandes perdedoras. El avance de los representantes de un estrado cada vez más numeroso de familias pudientes no pertenecientes a la aristocracia promovido por el «sistema timocrático», que les permitió ocupar las magistraturas e ingresar en el antiguo consejo de los nobles, llevó como consecuencia un cambio progresivo de la influencia política, que no podía resultar indiferente a la rancia aristocracia. Teognis nos muestra, partiendo de sus propias experiencias en la Megara de la época, que una parte de la aristocracia se conformó al desarrollo de los acontecimientos por motivos económicos, mientras que otro sector lo rechazó con aborrecimiento y encono. Lo cierto es que fue así como comenzó a desmoronarse el monopolio del poder ejercido por la nobleza y basado en privilegios de casta. El establecimiento de la tiranía no lo abolió formalmente, pero lo suspendió de momento. Durante este período los nobles, por más que algunos hicieran sus arreglos con el tirano y llegaran a regentar magistraturas, estuvieron excluidos del auténtico ejercicio del poder. Además, grupos considerables pasaron años en el exilio. Alceo, que hubo de conocer en Lesbos esos tiempos de exilio durante las acerbas luchas por el poder entre facciones aristócratas, nos permite reconocer lo penosa que podía resultar la pérdida de participación en los debates y las decisiones políticas (TEXTO 24: Alceo La nave del estado Frag. 46 y 119 D). Todo esto contribuyó, junto a las medidas específicas del tirano, a socavar hasta tal punto la influencia social de las familias nobles que en el Atica, por ejemplo, las formas de organización sociales y políticas, orientadas a los linajes, a poco de haber sido derrocada la tiranía quedaron sumergidas y funcionalmente suplantadas por nuevas estructuras de un carácter puramente político. A esto se añadió que, ya durante la tiranía, los antiguos cultos familiares perdieron gran parte de su importancia en beneficio de una serie de cultos vinculado a la Polis, unos ya presentes en Atenas y otros de creación nueva, favorecidos por el estado y realzados con insistencia. La nobleza estaba por tanto en apuros. Poco a poco perdía su tradicional predominio de casta en las diferentes esferas de la vida. Y así se vió obligada a reflexionar como nunca antes, acerca de sus valores y cualidades. Lo que en otros tiempos se daba por sentado, había que justificarlo ahora con argumentos. Bajo el doble agobio de las tendencias absolutistas del tirano y del derrumbamiento de los valores aristocráticos por los «nuevos ricos arrivistas de origen no precisamente noble, los rasgos que definían una ética aristocrática, lentamente cristalizados en decenas de años, se recapitularon e integraron y, a pesar de la democratización de Atenas, se mantuvieron hasta el siglo IV y se impusieron, no en la política práctica, pero sí espiritualmente en la filosofía política de Platón y Aristóteles. Merece la pena destacar tres aspectos:
1º Primero, en Megara, como ya había ocurrido en Atenas, un miembro de la nobleza, Teognis, comprendió que la primacía de la aristocracia sólo se podía sostener evitando aquellas situaciones y comportamientos que, como la experiencia enseñaba, provocaban guerra civil y tiranía (TEXTO 24: Teognis Los tiempos están cambiando vv. 53-58): Cierto que Teognis encontró entre sus iguales, opiniones divergentes: Al lado de los que pretendían someter a un demos cada vez más rebelde por la fuerza bruta (Es fácil causar daño a un hombre que está en buena situación; mientras que arreglar lo que está en mala, es difícil. Pisotea al pueblo insensato, pínchale con un afilado aguijón y ponle al cuello un pesado yugo; pues entre todos los hombres a cuantos contempla el sol, no podrás hallar un pueblo tan amigo de la esclavitud Teognis, 847-ss) se contaban los que propugnaban los principios de responsabilidad, benevolencia y justicia (Prefiere vivir piadosamente con pocos bienes de fortuna a vivir en la opulencia adquiriendo riquezas contra la justicia. En la justicia se resume toda la virtud, y todo hombre que sea justo, es virtuoso. La riqueza se la da la fortuna incluso a un malvado, oh Cirno; el lote de la virtud sólo a pocos hombres toca en suerte, Teognis, 147-ss) Así, la crisis de la época arcáica, en la que tantas cosas perdieron su aparente carácter incuestionable, dió alas también fuera de Atenas al pensamiento político.
2º Segundo, la experiencia de la tiranía en su aspecto político, incitó a modificar el antiguo ideal de la Eunomia. Sólo existía motivo para impedir el monopolio del gobierno por un individuo (y además un miembro de la propia casta) si se observaba incondicionalmente el principio de la igualdad de derechos políticos de todos los que tuvieran capacidad de mando (es decir, en un principio, sólo los nobles). «Buen orden» era por tanto sinónimo de «orden en la igualdad», junto a la Eunomia aparecía la Isonomía ("igualdad ante la ley"), a cuyo lado se ponían como términos emparentados Isegoria (el derecho a usar de la palabra igualitariamente) e Isocratia (igualdad en la participación en el gobierno).
3º En tercer lugar, los siguientes versos llenos de sarcasmo de Teognis nos hacen patente la alarma provocada en los portadores tradicionales del poder por el ascenso social de las nuevas familias (TEXTO 24: Teognis Los tiempos están cambiando vv. 53-58). En el transcurso de los avatares económicos que servían de base a esos cambios, muchas familias de elevada alcurnia perdieron sus fortunas. Pero la pobreza estaba reñida con la valoración social y la influencia política (TEXTO 24: Teognis  La riqueza es la máxima fuerza (vv. 713-18) Y no fueron pocos los que sucumbieron a la tentación, de cara a esa situación, de recuperar la salud económica mediante un enlace matrimonial con una familia de baja extracción que, a su vez, de esta manera, se ganaba el prestigio social. Sobre ese fondo han de interpretarse los esfuerzos realizados para sostener la exclusividad de la nobleza y fundamentar su superioridad. En este contexto es como se adoptó el axioma (históricamente demostrado en apariencia por una gloriosa tradición centenaria de heroísmo aristocrático) de que los miembros de la nobleza son física y moralmente superiores por naturaleza, por su herencia biológica, a todos los demás y que, por tanto, son los únicos capacitados para gobernar. De una manera consecuente se insistía además en que las aptitudes donadas por la Naturaleza a los nobles y de las que carecían los individuos de humilde cuna, no se podían adquirir con la educación (TEXTO 24: Teognis La virtud sólo se hereda vv. 425-39) La diferenciación de clases, originalmente determinada por un contexto social predominante, entre «nobles» y «humildes», se interpretó ahora moralmente como una contraposición entre «buenos» y «malos». De acuerdo con esto, se creó una bien surtida tipología positiva, que abarcaba todas las cualidades apetecibles, para la nobleza, y una tipología negativa opuesta para todo lo que no fuera noble, cuyos rasgos se superponían a menudo en esta perspectiva con los del estrato más bajo de la sociedad, los esclavos. Las consecuencias políticas deducidas de este contraste moral social se exteriorizan ya a menudo en Teognis y Píndaro, proporcionaron a los enemigos de la democracia sus argumentos más importantes y crearon la base, a finales del sigloV y durante el IV, para la aparición de ideas tan fundamentales como la del «trabajo libre» (eleutherios techne) y la de la «educación libre» (eleutherios paideia). Sobre este fundamento se hizo posible repudiar cualquier tipo de afinidad con los «nuevos ricos» surgidos de las filas del «pueblo vil» (Teognis, 31 y sig.; 60 y sig.), y ni siquiera vacila en recurrir a la drástica comparación con la cría de caballos de carreras: (183 y sig.). Naturalmente, esto no se pudo mantener a la larga, y en el siglo V el criterio de la riqueza sustituyó cada vez más al del nacimiento (aunque esto no alterase en absoluto la exageración de las reivindicaciones). Lo que sí se hizo fue insistir más en la necesidad de una educación cuidadosa para desarrollar el potencial heredado--educación que, en la extensión requerida para tener algún sentido, sólo podían permitirse las clases pudientes.