Misoginia

De principio decir que la mujer en la Grecia clásica ya había perdido el importante papel que desempeñaba en la sociedad minoica (sociedad más matriarcal). Homero y los trágicos griegos presentan a sus personajes femeninos disfrutando de una vida social moderadamente libre, pero es natural que la conducta de las heroínas esté gobernada por la convención literaria, y es preciso no considerarla completamente realista. Hécuba, Penélope, Nausícaa poseen una gran libertad de movimiento y palabra y nunca los hombres las tratan como seres inferiores. A partir de la invasión doria que hacia el s. XI dio comienzo en la Edad del Hierro, las circunstancias cambiaron. Hesiodo era ya misógino. Sin embargo, es evidente que en el s. VII en Lesbos la poetisa Safo (como acabamos de mencionar) gozó de una libertad social considerable junto con su círculo de compañeras, a pesar de las restricciones que pudiera haber sufrido en otros aspectos de su vida, y hay indicios de que en las familias de los tiranos y los aristócratas a las mujeres se les permitía un cierto grado de independencia. Esto indica probablemente el valor social de estas mujeres cuando las alianzas familiares y matrimoniales eran importantes.

Mujeres con sirviente
Inferioridad social

En cualquier caso, la mujer del periodo clásico estaba excluida de los asuntos de la polis. Madre y mujer de ciudadanos, ella misma podía ser ciudadana o no ciudadana, esclava o libre, pero cabría decir que mantenía un tono menor con respecto al hombre. En el fondo, era considerada una eterna menor de edad, controlada por un varón (padre, marido, tutor e incluso hijo), relegada a las labores del interior del hogar y al gobierno de la hacienda. Privada de la capacidad defensiva y guerrera, jamás podría desempeñar el papel de ciudadana en el mismo nivel de protagonismo que su compañero. En casi todas las ciudades carecen de derechos políticos y jurídicos. Han perdido el papel importante que desempeñaron sus antecesoras en la sociedad micénica y homérica. En la época clásica, la ciudadanía sólo le sirve a la mujer para poder contraer matrimonio con un ciudadano de pleno derecho

La mujer espartana

La mayor libertad que quiere apreciarse en el caso de la mujer espartana, frente a la de cualquier otra ciudad en la que la democracia regía como forma de gobierno, no se ajustaba a condiciones reales y objetivas. La ausencia del hombre en el oikos, que obedecía a razones de organización social de los grupos de guerreros, o incluso la de los niños varones, que a partir de los siete años eran educados por el estado, hizo pensar a los historiadores en una mayor independencia social y política de los espartanos. Pero, en realidad, tal independencia no era más que el reflejo de esa soledad diurna. Con más tiempo para sí mismas, la mujer espartana podía dedicar momentos del día al ciudado de su cuerpo a través del ejercicio y del entrenamiento.

Mujer en el tocador
La mujer ateniense

En la Atenas democrática las mujeres tenían derechos severamente restringidos (en otros estados, como Esparta, su situación era algo mejor). No disfrutaban de ningún tipo de derechos políticos y no podían participar en el gobierno de la ciudad, una actividad que ocupaba una parte importante de la vida de la población masculina. La ley concedía a la mujer un escaso margen para la libertad de acción. Su matrimonio lo concertaba su padre o pariente masculino más cercano. No podía heredar, tener en propiedad o participar en una transacción en la que se opera con un valor superior al de media fanega de grano. Cualquier asunto que tuviese que ver con ella había que tratarlo con su padre, hermano o tutor, que actuaba en su nombre. Si no tenía hermanos que heredasen las propiedades paternas, ella como heredera "iba con la propiedad", es decir, el pariente masculino más próximo al que le correspondiese la propiedad tenía que casarse con ella, divorciándose de su primera esposa, si la tenía, a menos que quisiese renunciar a la herencia. La propia heredera debía también divorciarse de su marido para ajustarse a la ley. Las mujeres se mantenían recluidas en casa, a pesar de que las comedias de Aristófanes proporcionan un contrapeso a la declaración de Pericles en su Discurso Funebre de que la mejor reputación que una mujer puede conseguir es que su nombre no sea mencionado en absoluto, ni para alabanza ni para criticar sus defectos. En Atenas la mujer tenía sus habitaciones separadas, en las que las niñas permanecían bajo la estricta supervisión de sus madres, de modo que, según Jenofonte, "pudieran ver, oír y averiguar lo menos posible".

El matrimonio

Familia griega
Matrimonios de conveniencia

Parece pues que la mayoría de los atenienses se casaban por conveniencia religiosa y social (perpetuación de la especie, etc.), pero no por gusto. En cualquier caso, no vemos que se mencione casi nunca el amor entre los esposos. El caso de la Alcestis de Eurípides, que se ofrece a las Parcas para morir en lugar de su marido es excepcional. Aunque el incesto no estaba prohibido, la unión entre ascendiente y descendiente se consideraba odiosa y portadora de castigo (vease TEXTO 39: Edipo Rey de Sófocles). A pesar de ello, se sigue un cierto principio de endogamia, al menos dentro del grupo social al que se pertenece, rechazando la unión con metecos, extranjeros. No es raro el matrimonio entre primos hermanos, tío y sobrina, etc. Los matrimonios de conveniencia por parte del hombre para lograr entrar en una determinada familia, para adquirir la ciudadanía o, incluso, para poder conseguir el poder, están atestiguados; aunque lo normal entre las clases altas era que las uniones se acordaran entre el padre de la novia y la familia del novio, o incluso el propio novio. Éste llegaba al matrimonio a mucha mayor edad que su esposa, cuando ya había cumplido parte de su misión guerrera para con su polis. Ella era casi una niña, recién entrada en la pubertad, de manera que su carácter, su forma de actuar en el hogar y sus ideas resultaban marcadas por la voluntad y gustos de su marido, quien la moldeaba a su imagen y semejanza.

La Boda
La boda

Las bodas griegas son relatadas ya por Homero, encontrándonos con algunos pasajes en los que la mujer era valorada en bueyes. Ese valor que el padre pagaba al novio, junto con la hija, como base de su sustento, se convirtió pronto en lo que se conoce como dote. La boda (hymeneo) comienza con la engýesis ("entrega de una prenda"), un acuerdo o trato oral muy solemne entre las familias, al que puede asistir el novio, si es mayor de edad, pero no la novia (y aunque asistiera no tenía derechos). Tras una serie de ritos previos, se celebra el matrimonio (gámos) con el traslado de la novia a su nueva casa (reflejo del antiguo rapto) hasta llegar a la cámara nupcial (tálamo). Una vez consumado el matrimonio, el marido siempre puede repudiar a su mujer (incluso sin motivo; la esterilidad era muy normal), cosa muy poco probable en el caso de la esposa.

Mujeres trabajando
Gobierno de la hacienda

La boda hacía que la mujer se integrara en el genos de su marido, abandonando el suyo, tanto a nivel social como religioso. En materia de Religión, las mujeres desempeñaban un importante papel, tanto en los ritos familiares (bodas, funerales) como en las festividades públicas (al menos las que estaban permitidas a ellas). Prácticamente todas las mujeres que tenían ciudadanía estaban casadas, y desde una temprana edad (15 años), con hombres mucho mayores que ellas (30 años); se las consideraba responsables de organizar el funcionamiento de la casa, incluidos los esclavos, la crianza de los niños y, con la ayuda de las esclavas, de hilar, tejer y confeccionar toda la ropa que necesitasen en la casa. Raras veces abandonaban la casa y, si lo hacían, iban siempre acompañadas por un esclavo. Las mujeres pobres, especialmente las viudas sin fortuna, a menudo trabajaban vendiendo mercancías en el mercado (una broma repetida con frecuencia en la comedia es que la madre de Eurípides había sido verdulera). Las niñas expósitas, las mujeres extranjeras y las esclavas (pero no las ciudadanas) eran con frecuencia tomadas como concubinas (una clase legalmente definida con derechos específicos) o se convertían en heteras.

El sexo

Escenas eróticas
El sexo como elemento vital

En la antigüedad la sexualidad tenía un significado completamente distinto al actual. Estaba estrechamente relacionada con los conceptos religiosos más arcaicos. Los pobres mortales creían que los dioses estaban especialmente dotados para la actividad sexual y que experimentaban todo lo que hoy se considera perverso. Zeus estaba siempre dispuesto, sus hijos eran innumerables; Priapo, hijo de Afrodita, gozaba de una erección enorme y permanente; la misma Afrodita no despreciaba ninguna ocasión. Tanto el placer como el dolor se consideraban impulsos dictados por los dioses. Todo lo que la inflamada fantasía humana pudiera imaginar, ya había sido puesto en práctica por alguna divinidad. Lan gente partía de la base de que la sexualidad formaba parte de la vida cotidiana, tanto divina como humana. Los griegos desarrollaron una teoría de la unidad de mente cuerpo y alma que no se ceñía exclusivamente a la filosofía o a la ciencia; consideraban que las necesidades del cuerpo eran igualmente importantes para mantener una vida armónica.

La prostitución

Los ciudadanos atenienses con posibles contaban con un buen número de concubinas con las que mantener relaciones sexuales a su deseo. Algunas de ellas vivían en su propia casa, bajo el techo conyugal y con el "visto bueno" de la esposa legítima. Pero también podía acudir a las numerosas prostitutas que vivían en la ciudad. La mayoría eran extranjeras ya que Solón en el siglo VI a. C. reclutó un buen número de mujeres y las introdujo en burdeles (llamados dicteria) dirigidos por un funcionario público, regulando de esa manera la prostitución. En el exterior de los burdeles se colocaban símbolos fálicos para indicar la actividad del negocio. El precio solía rondar el óbolo, la sexta parte de la dracma de plata. Estos establecimientos incluían en sus servicios masajes, baños y comida, la mayoría de carácter afrodisíaco e incluso algunas para estimular la virilidad como los testículos de asno salvaje. Para atraer al público, las mujeres solían vestir atuendos llamativos y llevar el cabello más largo que las atenienses, incluso algunas caminaban con un seno descubierto. Con el paso del tiempo las atenienses imitaron las modas de las prostitutas, proceso que se repetirá en numerosos momentos de la Historia. Así las prostitutas se maquillaban de manera ligeramente escandalosa con vistosos coloretes, utilizaban zapatos que elevasen su altura, se teñían el cabello de rubio y se depilaban, utilizando navajas de afeitar, cremas u otros útiles. Utilizaban todo tipo de postizos y pelucas. Estas modas serán rápidamente adaptadas por las mujeres decentes, provocando continuas equivocaciones según nos cuentan algunos cronistas.

Hetaira con un cliente (dibujo y detalle)
La hetaira

Las prostitutas de lujo recibían el nombre de hetairas. Eran una mezcla entre compañera espiritual, poetisa, artista y mercancía sexual. Solían vestir con una ligera gasa que permitía contemplar sus encantos e incluso llevar un pecho descubierto. Los más importantes políticos, artistas y filósofos gozaban de su compañía. El escultor Praxíteles estuvo locamente enamorado de Friné quien sirvió de modelo para algunas estatuas. La encantadora Friné vivía con cierta discreción, acudiendo a tertulias literarias y artísticas, aunque fue acusada de impiedad y condenada a muerte, salvándose al mostrarse desnuda al tribunal por indicación de su abogado. En un momento de su vida, Friné acumuló tal fortuna que decidió reconstruir las murallas de su ciudad natal, Tebas. Aspasia fue la amante y esposa de Pericles, siendo también acusada de impiedad y salvada tras las lágrimas derramadas por su marido. Aspasia colaboraba estrechamente con Pericles según nos cuentan los poetas cómicos, quienes la acusan de ser la promotora de la mayoría de las guerras que vivió Atenas en aquellos momentos. Otra de las más famosas hetairas será Lais de Corinto, considerada la mujer más bella que se haya visto jamás. El escultor Mirón ofreció a la dama todas sus posesiones a cambio de una noche, lo que Lais rechazó. Pero no tuvo inconveniente de entregarse a Diógenes por un óbolo ya que tenía ilusión de acostarse con un filósofo. Targelia será la amante del persa Jerjes I. A pesar de la importancia de la prostitución griega, los filósofos más importantes como Sócrates, Platón o Aristóteles ensalzaron el amor que se daba entre los hombres. Quizá esa homosexualidad impidió una relación más estrecha entre hombres y mujeres.