Los antecedentes del periodo 955-1147 se encuentran
en la fundación a principios del siglo VIII de un asentamiento
en lo que entonces eran los aledaños de la desembocadura del
río Andarax, que en aquella época tenía su boca
a la altura de lo que hoy es La Juaida. Se trataba de Bayyana, la
actual Pechina. Su estratégica posición le permitió
convertirse en un próspero centro de comercio que dio origen
a la que se denominó República Marítima de Pechina.
Y no sólo en lo material se enriqueció el bajo Andarax,
también en lo espiritual. En efecto, Pechina fue cuna del más
importante sufismo ibérico. Aquí emigraron los últimos
discípulos del sufí cordobés Ibn Massarra: el
almeriense Ibn Al Arif fundó la Escuela de Almería por
la que discurrieron Ismail Al Rouayni de Córdoba (cuyo nombre,
sorprendentemente, bautizó a la actual pedanía de El
Ruini posiblemente porque vivió en ella), Abu Madyan y probablemente
el más grande místico sufí de Al-Andalus, el
murciano Ibn Arabi. Demasiadas veces pasa desapercibida la importancia
del movimiento sufí en Almería, que tanta importancia
tuvo no sólo por su profundidad, sino por haber aportado muchas
de las claves del misticismo cristiano posterior de, entre otros,
Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
El origen último de Almería capital está en efecto
en Pechina, pues poco después de su fundación se crearía
un asentamiento costero y una atalaya, dependientes de aquélla,
que recibirían el nombre de Al Mariyyat Bayyana.
Se ha escrito mucho sobre el origen del nombre de la ciudad y provincia.
El movimiento indaliano, siempre tan idealista, pensaba que Al Mariyyat
querría decir en árabe "Espejo del Mar", pero
es mucho más probable que el topónimo provenga de la
palabra "al miraya", "torre vigía". En
efecto, Al Mariyyat funcionó como puerto y defensa de una Bayyana
próspera y enriquecida, que se convertiría en uno de
los centros comerciales más importantes de Al Andalus como
ya dejó reflejado en sus crónicas Al Himyari.
Llegamos así a la fundación oficial de la ciudad en
955, año en que Abderramán III (o Abd-er-Rahman) ordenó
iniciar las obras de una fortaleza, la Alcazaba, cuyo objetivo era
defender el área de la amenaza que suponía el califato
fatimí, oriundo de Túnez. La Alcazaba se convierte así
en la fortaleza musulmana más grande de España y de
Europa, con 43.000 metros cuadrados que le permitían albergar
todo un destacamento militar de 20.000 hombres, los palacios de los
sucesivos reyes e incluso lugares de resguardo para la población
en caso de ataque. Más adelante será objeto de remodelaciones
y ampliaciones por parte de reyes musulmanes y de los Reyes Católicos.
La desintegración del califato de Córdoba en el s. XI
da lugar a los reinos de taifas, entre ellos el de Almería,
que tendría su primer rey en Jairán (o Hayran), remodelador
de la Alcazaba.
Almería ya es mucho más importante que Bayyana y se
convierte en una ciudad de nueva planta califal, dotada de una mezquita
mayor (la actual iglesia de San Juan, en ella se conservan hoy la
qibla y el mihrab originales) y un activo puerto, que con los años
sería el más importante puerto comercial de todo Al
Andalus. En efecto, este siglo constituye el primer cenit histórico
de Almería. Era entonces una ciudad amurallada, con un trazado
urbanístico árabe clásico y tres barrios bien
diferenciados: el barrio de Al Hawd (o el Aljibe), el de la Musalla
y el principal, la Medina (por donde corre hoy la actual calle de
la Almedina).
Reinó durante la segunda mitad del siglo Almotacén (o
Al Mutasim) (1052-1091), el rey poeta, que enriqueció la corte
con literatos y científicos. Se introdujeron avances en los
sistemas de regadío; en la ciudad florecían los baños
y las mezquitas y efervescía en el puerto el comercio de la
seda, el aceite y la uva. Buena prueba de todo ello nos deja la obra
de Al Idrisi.
La taifa almeriense terminó con la invasión almorávide,
pero la ciudad continuará siendo un auténtico emporio
comercial muy codiciado por los cristianos. Es entonces cuando Alfonso
VII, el Batallador, decide tomar la ciudad con ayuda de catalanes,
francos, pisanos y genoveses (estos dieron su gentilicio a la playa
en que desembarcaron, en Cabo de Gata); los ejércitos entraron
en la ciudad el 17 de octubre de 1147. Como ya dijimos antes, fue
un periodo efímero de ocupación, que sin embargo truncó
totalmente el desarrollo de la capital y su territorio.