Textos para
la discusión:
-
Los que figuran en las páginas siguientes
Referencias de los textos incluidos y otras de posible
interés.
pp. 27-30 de Epístola
al hijo del lobo, último libro escrito por Bahá’u’lláh poco antes de morir.
(Terrassa: Editorial Bahá’í de España, 1997):
Tablas de Baha'u'llah, Bisharat, de las 15
"buenas nuevas" la mayoría tienen alguna referencia directa o
indirecta a la paz y a los medios para alcanzarla.
Qué sabemos de otras
religiones - Notas de intervención de Nobel Perdu en el III
Parlamento de las Religiones. Universidad de Alicante. 13 de mayo 2007.
Pasos
hacia una cultura de paz
– Artículo de Nobel Perdu presentado ante el IV Congreso Intercultural e
Interreligioso. Universidad de Málaga. 11 febrero 2007.
Papel de la religión en
la evolución y la paz - presentado por Nobel Perdu en el Congreso
Internacional "La paz en las culturas políticas del Mediterráneo"
Universidad de Almería, 27 mayo 2005.
"La promesa de la Paz Mundial", por La Casa
Universal de Justicia (1987), disponible en http://personales.ya.com/halconreal/halconreal/textos/cuj/Promesa.zip
Otros títulos en español disponibles para descargar
de: http://personales.ya.com/halconreal/halconreal/
Para documentación general sobre la Fe Bahá’í y sobre
Bahá’u’lláh (en inglés): www.bahai.com
Para documentación general sobre la Fe Bahá’í y sobre
Bahá’u’lláh (en español) http://www.bahai.com/losbahais/index.htm
Para descargar bibliografía online sobre Bahá’u’lláh
y la Fe bahá’í (en inglés): http://reference.bahai.org/
Lista amplia de ensayos (tesis y tesinas) relacionados con la Fe: http://library.bahai.org/gc/dissm.html
Otras lecturas recomendada
El conflicto de la paz, por H. Sabet. 1987. Terrassa: Editorial Bahá’í de
España
"El conflicto de la
paz", de Sabet, H. (1987). Terrassa: Editorial Bahá’í de España
Ponente: Nobel-Augusto Perdu Honeyman
Fecha: 29 de JUNIO de 2007 (Viernes)
Hora: 17.00 h. Atención: Adelantamos el comienzo de la sesión a las 17.00 horas.
Lugar: Seminario 1.25 Edificio C (Humanidades II): El acostumbrado.
Textos de lectura
1867 - Bahá'u'lláh, dirigiéndose a la Reina Victoria:
171 ¡Oh
Reina de Londres! Inclina tu oído a la voz de tu Señor, el Señor de toda la
humanidad que llama así desde el Divino Árbol del Loto: ¡Verdaderamente, no hay
otro Dios fuera de Mí, el Todopoderoso, el Sapientísimo! Abandona todo lo que
hay en la tierra, y adorna la cabeza de tu reino con la corona del recuerdo de
tu Señor, el Todoglorioso. Él, verdaderamente, ha venido al mundo en su máxima gloria,
y todo lo que ha sido mencionado en el Evangelio se ha cumplido. La tierra de
Siria ha sido honrada con los pasos de su Señor, el Señor de todos los hombres,
y tanto el norte como el sur están embriagados con el vino de Su presencia.
Bienaventurado el que ha percibido la fragancia del Más Misericordioso y se ha
dirigido hacia el punto de Amanecer de Su Belleza en esta Aurora
resplandeciente. La Mezquita de Aqṣá vibra
mediante las brisas de tu Señor el Todoglorioso, mientras Baṭḥá[1]
tiembla al oír la voz de Dios, el Exaltado, el Altísimo; por lo que mediante
este Gran Nombre, cada piedra de aquellas celebra la alabanza del Señor.
172 Echa
a un lado tu deseo y orienta tu corazón hacia tu Señor, el Anciano de Días.
Hacemos mención de ti por amor a Dios, y es Nuestro deseo que tu nombre sea
exaltado mediante el recuerdo de Dios, el Creador del cielo y de la tierra. Él,
ciertamente, es testigo de lo que afirmo. Se Nos ha informado que has prohibido
el tráfico de esclavos, tanto de hombres como de mujeres. Esto, en verdad, es
lo que Dios ha ordenado en esta prodigiosa Revelación. Verdaderamente, debido a
esto, Dios ha destinado una recompensa para ti, Él, ciertamente, pagará al que
hace el bien su debida recompensa; si actuaras según lo que te ha sido enviado
por Aquel que es el Conocedor, el Informado de Todo. Y en cuanto a aquel que se
aparte y se hinche de orgullo después de llegarle las claras señales del
Revelador de los signos, Dios reducirá sus obras a la nada. Él, en verdad,
tiene poder sobre todas las cosas. Las acciones de los hombres son aceptables
después de haber reconocido (a la Manifestación). El que se aparta del
Verdadero es ciertamente la más ciega de entre Sus criaturas. Así ha sido
decretado por Aquel que es el Todopoderoso, el Omnipotente.
173 También
hemos oído que has confiado las riendas del consejo en las manos de los
representantes del pueblo. Ciertamente, has hecho bien, ya que así serán
fortalecidas las bases del edificio de tus asuntos, y serán tranquilizados los
corazones de todos los que se hallan bajo tu protección, ya sean encumbrados o
humildes. Les corresponde, sin embargo, ser dignos de confianza entre Sus
siervos y considerarse a sí mismos como los representantes de todos lo que
moran en la tierra. Esto es lo que les aconseja en esta Tabla Aquel que es el
Gobernante, el Sapientísimo. Y si alguno de ellos se dirige a la Asamblea, que
vuelva su mirada al Supremo Horizonte y diga: “¡Oh mi Dios! Te pido, por Tu
gloriosísimo Nombre, que me ayudes en lo que haga que prosperen los asuntos de
Tus siervos y que florezcan Tus ciudades. Tú, en verdad, tienes poder sobre
todas las cosas”. Bienaventurado el que entra en la Asamblea por amor a Dios y
juzga entre los hombres con justicia pura. En verdad él es de los dichosos.
174 ¡Oh vosotros, los representantes elegidos del pueblo en todos los países! Reuníos a consultar y ocupaos sólo con lo que beneficie a la humanidad y mejore su condición, ojalá fuerais de los que inquieren con cuidado. Considerad al mundo como el cuerpo humano, que aunque al ser creado es sano y perfecto, ha sufrido, por diversas causas, graves trastornos y enfermedades. Ni un día logró alivio; más bien su dolencia se hizo más severa, puesto que cayó en manos de médicos ignorantes que, dando rienda suelta a sus deseos personales, han errado gravemente. Y si alguna vez, por el cuidado de un médico competente, sanaba un miembro de aquel cuerpo, el resto quedaba enfermo como antes. Así os informa el Omnisciente, el Sapientísimo.
175 Lo vemos, en este día, a
merced de gobernantes tan embriagados de orgullo que no pueden distinguir
claramente lo que más les conviene, ni menos aún reconocer una Revelación tan
asombrosa y desafiante como ésta. Y cuando alguno entre ellos se ha empeñado en
mejorar su condición, su motivo ha sido su propio provecho, lo haya declarado o
no; y la indignidad de este motivo ha limitado su poder para curar o sanar.
176 Lo que el Señor ha dispuesto
como el supremo remedio y el más poderoso instrumento para la curación del
mundo entero es la unión de todos sus pueblos en una Causa universal, en una
misma Fe. Esto no puede lograrse sino por el poder de un Médico inspirado,
competente y todopoderoso. Esto, ciertamente, es la verdad y todo lo demás no
es sino error. Cada vez que ha venido ese Muy Grande Instrumento
y ha brillado esa Luz desde la Antigua Aurora, ha sido constreñido por médicos
ignorantes que como nubes se han interpuesto entre Él y el mundo. Por tanto,
éste no ha podido recuperarse, y su enfermedad ha persistido hasta este día.
Fueron ciertamente incapaces de protegerlo o llevar a cabo una curación,
mientras que a Aquel que ha sido la Manifestación del Poder entre los seres
humanos Se Le impidió alcanzar Su objetivo, a causa de lo que las manos de los
médicos ignorantes habían hecho.
177 Considera
estos días en que Aquel que es la Antigua Belleza ha venido en el Más Grande
Nombre, para vivificar al mundo y unir a sus pueblos. Sin embargo, se alzaron
contra Él con espadas afiladas y cometieron lo que hizo lamentarse al Fiel
Espíritu, hasta que Le encarcelaron en la más desolada de las ciudades y
cortaron la sujeción de los fieles al borde de su manto. Si alguien les dijera
“Ha venido el Reformador del Mundo”, contestarían diciendo: “En verdad se ha
probado que Él es un fomentador de discordia”, y ello a pesar de que jamás se
asociaron con Él y sabían que Él no trató de protegerse a Sí mismo siquiera por
un instante. En todo momento estaba a merced de los inicuos. En una ocasión Le
encarcelaron; en otra, Le desterraron; y en otra más Le llevaron
precipitadamente de un país a otro. Así han pronunciado sentencia contra Nos, y
Dios, verdaderamente, sabe lo que digo. Hombres como ésos son contados por Dios
entre las más ignorantes de Sus criaturas. Cercenan sus propios miembros y ni
se dan cuenta; se privan de lo que es mejor para ellos y no lo saben. Son como
un niño pequeño que no puede distinguir al malhechor del reformador ni al
perverso del justo. Los vemos en este Día envueltos en un perceptible velo.
178 ¡Oh gobernantes de la tierra!
¿Por qué habéis ofuscado el resplandor del Sol y hecho que deje de brillar?
Escuchad el consejo que os da la Pluma del Altísimo, para que quizá tanto
vosotros como los pobres alcancéis tranquilidad y paz. Imploramos a Dios que
ayude a los reyes de la tierra a establecer la paz en el mundo. Él
verdaderamente hace lo que es Su Voluntad.
179 ¡Oh reyes de la tierra! Vemos
que aumentáis vuestros gastos cada año y cargáis su peso sobre vuestros
súbditos. Esto, en verdad, es grave y totalmente injusto. Temed los suspiros y
las lágrimas de este Agraviado y no impongáis cargas excesivas a vuestros
pueblos. No les robéis para erigir palacios para vosotros; más bien, escoged
para ellos lo que escogeríais para vosotros mismos. Así desplegamos a vuestros
ojos lo que os aprovecha, si lo comprendierais. Vuestros pueblos son vuestros
tesoros. Tened cuidado, no sea que vuestro dominio viole los mandamientos de
Dios y entreguéis a vuestros protegidos a manos del ladrón. Por ellos reináis,
mediante ellos subsistís, con su ayuda conquistáis. ¡Empero, con qué desdén los
miráis! ¡Cuán extraño, cuán profundamente extraño!
180 Ya que habéis rechazado la
Más Grande Paz, aferraos a ésta, la Paz Menor, para que por ventura podáis
mejorar en alguna medida vuestra propia condición y la de los que dependen de
vosotros.
181 ¡Oh
gobernantes de la tierra! Reconciliaos entre vosotros, para que no necesitéis más armamentos, salvo
en la medida que fuere necesaria para resguardar vuestros territorios y
dominios. Cuidado, no sea que desatendáis el consejo del Omnisciente, el Fiel.
182 Estad unidos,
oh reyes de la tierra, pues así será apaciguada la tempestad de la discordia
entre vosotros y vuestros pueblos hallarán descanso, ojalá fuerais de los que
comprenden. Si alguno de vosotros se levantara en armas contra otro, levantaos
todos contra él, porque esto no es sino justicia manifiesta. Así os exhortamos en la Tabla enviada
anteriormente[2], y una vez más os amonestamos para que
sigáis lo que ha sido revelado por Aquel que es el Todopoderoso, el Omnisapiente.
Si alguien busca refugio en vosotros, brindadle vuestra protección y no lo
traicionéis. Así os aconseja la Pluma del Altísimo, como lo ordena Aquel que es
el Omnisciente, el Informado de Todo.
1881: Bahá'u'lláh,
Lawh-i-Maqsud (citado en Pasajes CXVII):
El Gran Ser, deseando revelar los requisitos para la paz y tranquilidad del mundo y el avance de sus pueblos, ha escrito: Debe llegar el tiempo en que se reconozca universalmente la imperativa necesidad de celebrar una reunión vasta y omnímoda de personas. Los gobernantes y reyes de la tierra deben necesariamente concurrir a ella y, participando en sus deliberaciones, deben considerar los medios y arbitrios para echar los cimientos de la Gran Paz mundial entre los hombres. Esa paz exige que las grandes potencias decidan, para la tranquilidad de los pueblos de la tierra, estar completamente reconciliadas entre sí. Si algún rey se levantare en armas contra otro, todos unidos deberán alzarse para impedírselo. Si esto se hace, las naciones del mundo ya no necesitarán armamentos, salvo con el fin de preservar la seguridad de sus reinos y mantener el orden interno dentro de sus territorios. Esto asegurará la paz y la calma de todos los pueblos, gobiernos y naciones. Ojalá que los reyes y gobernantes de la tierra, los espejos del dadivoso y omnipotente nombre de Dios, puedan alcanzar esta posición y escudar a la humanidad de la embestida de la tiranía... Se aproxima el día en que todos los pueblos de la tierra habrán adoptado un idioma universal y una escritura común. Cuando se haya logrado esto, a cualquier ciudad que uno viaje, será como llegar a la suya propia. Estas cosas son obligatorias y absolutamente esenciales. Incumbe a todo hombre dotado de discernimiento y comprensión esforzarse por traducir lo que ha sido escrito a la realidad y acción... Es de hecho un hombre quien, hoy, se dedica al servicio de toda la raza humana. El Gran Ser dice: Bienaventurado y feliz es aquel que se levanta para promover los mejores intereses de los pueblos y razas de la tierra. En otro pasaje Él ha proclamado: No debe enaltecerse quien ama a su patria, sino quien ama al mundo entero. La tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos.
s.f., Bahá'u'lláh (citado en Pasajes CXXXI):
El bienestar de la humanidad, su paz y
seguridad son inalcanzables, a menos que su unidad sea firmemente establecida.
Esta unidad no podrá jamás lograrse mientras se permita que sean desatendidos
los consejos que ha revelado la Pluma del Altísimo.
Mediante el poder de las palabras que Él ha pronunciado, toda la raza humana puede ser iluminada con la luz de la unidad, y el recuerdo de Su Nombre es capaz de inflamar los corazones de todos los hombres y consumir los velos que se interponen entre ellos y Su gloria.
Shoghi Effendi (28 de noviembre 1931, antes de la II Guerra
Mundial):
Que no haya ningún malentendido. El principio de la Unidad de la Humanidad –pivote sobre el que giran todas las enseñanzas de Bahá'u'lláh- no es un mero estallido de sentimentalismo ignorante o una expresión de vana y piadosa esperanza. Su llamado no debe ser simplemente identificado con un renacimiento del espíritu de hermandad y de buena voluntad entre los hombres, ni tampoco tiene el solo propósito de fomentar la cooperación armoniosa entre individuos y naciones. Su significación es más profunda, sus aspiraciones son mayores que las correspondientes a los Profetas del pasado. Su mensaje es aplicable no sólo al individuo sino que atañe principalmente a la naturaleza de aquellas relaciones esenciales que han de ligar a todos los Estados y naciones como a miembros de una familia humana. No constituye simplemente el enunciado de un ideal, sino que está inseparablemente vinculado a una institución apropiada para encarnar su verdad, para demostrar su validez y para perpetuar su influencia. Implica un cambio orgánico en la estructura de la sociedad actual, un cambio que todavía el mundo no ha experimentado. Constituye un desafío, audaz y universal a la vez, a las gastadas consignas de los credos nacionales, credos que han tenido su día y que, en el transcurso normal de los sucesos, modelado y controlado por la Providencia, deberán abrir paso a un nuevo evangelio, fundamentalmente diferente e infinitamente superior a lo que el mundo ha concebido hasta ahora. Requiere nada menos que la reconstrucción y la desmilitarización de todo el mundo civilizado, un mundo orgánicamente unificado en todos los aspectos esenciales de su vida, de su maquinaria política, de su anhelo espiritual, de su comercio y de sus finanzas, de su escritura y de su idioma, y aun así, infinito en la diversidad de las características nacionales de sus unidades federadas.
Representa la consumación de la evolución humana, evolución que ha tenido sus orígenes en el nacimiento de la vida familiar, su subsiguiente desarrollo en el logro de la solidaridad tribal, que llevó a su vez a la constitución de la ciudad-estado y que posteriormente se expandió en la institución de la nación independiente y soberana.
El principio de la Unidad de la Humanidad, tal como lo proclamara Bahá'u'lláh, lleva consigo ni más ni menos que una solemne afirmación de que el logro de esa etapa final en esta estupenda evolución es no sólo necesario sino inevitable, que su concreción se aproxima rápidamente y que nada que no sea el poder nacido de Dios conseguirá establecerlo.
Tan maravillosa concepción halla sus primeras manifestaciones en los esfuerzos realizados a conciencia y en los modestos comienzos ya alcanzados por los declarados adherentes a la Fe de Bahá'u'lláh, los que, conscientes de lo sublime de su misión e iniciados en los ennoblecedores principios de Su Administración, bregan por establecer Su Reino en esta Tierra. Tiene su manifestación indirecta en la difusión gradual del espíritu de solidaridad mundial que se alza espontáneamente sobre el tumulto de una sociedad desorganizada.
Sería estimulante seguir la historia del crecimiento y desarrollo de esta elevada concepción que progresivamente ha de llamar la atención de quienes son custodios responsables de los destinos de pueblos y naciones. La concepción de solidaridad mundial parecía no sólo remota sino también inconcebible a los estados y principados que surgieron de las conmociones de la era napoleónica, estados cuya principal preocupación era recuperar sus derechos a una existencia independiente o alcanzar su unidad nacional. Sólo cuando las fuerzas del nacionalismo lograron derribar los cimientos de la Santa Alianza, la cual había intentado contener el creciente poderío de aquél, llegó a contemplarse seriamente la posibilidad de un orden mundial que trascendiera en su alcance las instituciones políticas establecidas por estas naciones. Sólo después de la Guerra Mundial, estos exponentes del nacionalismo arrogante comenzaron a ver en ese orden el objeto de una perniciosa doctrina que trataba de minar la lealtad esencial de la cual dependía la existencia continuada de su vida nacional. Con un vigor que recordaba la energía con que los miembros de la Santa Alianza trataron de sofocar el espíritu de un nacionalismo creciente entre los pueblos liberados del yugo napoleónico, estos campeones de la ilimitada soberanía nacional bregaron y siguen bregando a su vez por desprestigiar principios de los que, en última instancia, dependerá su propia salvación.
La enconada oposición que recibió el esquema del Protocolo de Ginebra, ahogado al nacer; el ridículo en que cayó la subsiguiente propuesta para formar los Estados Unidos de Europa y el fracaso del esquema general para la unión económica de Europa, todos estos parecerían ser reveses a los esfuerzos realizados por un puñado de fervorosos visionarios en pos de este noble ideal. Y así y todo, ¿no se justifica que encontremos renovados bríos al observar que la sola consideración de dichas propuestas es en sí misma una evidencia de su firme desarrollo en la mente y en el corazón del hombre? ¿Acaso no vemos, en los intentos organizados que se llevan a cabo para desprestigiar esta elevada concepción, la repetición en gran escala de esas luchas perturbadoras y las feroces controversias que precedieron el nacimiento de las naciones unificadas de Occidente y que ayudaron a su reconstrucción?
Pongamos un ejemplo. ¡Qué confiadas eran las afirmaciones emitidas antes de la unificación de los estados del continente norteamericano cuando se referían a las barreras infranqueables que cerraban el paso hacia su federación final! ¿No se declaraba amplia y enfáticamente que los intereses en conflicto, la desconfianza mutua y las diferencias de gobiernos y costumbres que dividían a los estados eran tales que ninguna fuerza, ya fuere espiritual o temporal, podría jamás lograr su armonía y su control? ¡Y, aún así, cuán diferentes eran las condiciones reinantes hace ciento cincuenta años de las que caracterizas a la sociedad actual! En realidad, no será exagerado decir que la ausencia de esas facilidades que el progreso científico moderno ha puesto al servicio de la humanidad de nuestro tiempo ha convertido al problema de la fusión de los estados norteamericanos en una federación única, por similares que fueran algunas de sus tradiciones, en una tarea muchísimo más compleja que la que afronta una humanidad dividida en sus esfuerzos para lograr su unificación.
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pp. 27-30 de Epístola al hijo del lobo, último libro escrito
por Bahá’u’lláh poco antes de morir. (Terrassa: Editorial Bahá’í de España,
1997):
Hemos decretado que en el sendero de Dios la guerra debe hacerse con los ejércitos de la sabiduría y la expresión, y de un carácter amable y acciones dignas de alabanza. Así ha sido decidido por Aquel que es el Todopoderoso, el Omnipotente. No existe gloria para el que comete desorden en la tierra, después que ha sido creada tan buena. Temed a Dios, oh pueblo, y no seáis de los que actúan injustamente".
Y nuevamente, en otra ocasión: "No os injuriéis unos a otros. Nosotros, en verdad, hemos venido para unir y soldar a todos los que moran en la tierra. De ello rinde testimonio lo que el océano de Mi expresión ha revelado entre los hombres, y aun así la mayoría del pueblo se ha descarriado. Si alguien os injuria o las tribulaciones os sobrevienen en el sendero de Dios, sed pacientes y poned vuestra confianza en Él, Quien oye, Quien ve. Él, en verdad, ve y percibe, y hace lo que Le place, mediante el poder de Su soberanía. Él, verdaderamente, es el Señor de fuerza y de poder. En el Libro de Dios, el Poderoso, el Grande, se os ha prohibido ocuparos en contiendas y conflictos. Aferraos a todo lo que os beneficie a vosotros y a los pueblos del mundo. Así os lo ordena el Rey de la Eternidad, Quien está manifiesto en Su Más Grande Nombre. Él, verdaderamente, es el Ordenador, el Omnisapiente".
Y aún de nuevo, en otra ocasión: "Cuidaos de derramar la sangre de nadie. Desenvainad la espada de vuestra lengua de la vaina de la expresión, pues con ella podréis conquistar las ciudadelas de los corazones de los hombres. Nosotros hemos abolido la ley de librar la guerra santa unos contra otros. La misericordia de Dios, verdaderamente, ha abarcado a todas las cosas creadas, si acaso lo entendierais".
Y aún nuevamente, en otra ocasión: "¡Oh pueblo! No diseminéis el desorden en el país y no derraméis la sangre de nadie; no disipéis injustamente los bienes de los demás ni sigáis a cada infausto parloteador".
Y todavía otra vez, en otra ocasión: "El Sol de la Divina Expresión nunca puede ponerse, ni su esplendor puede ser extinguido. Estas sublimes palabras se han oído, en este día, desde el Árbol del Loto, más allá del cual no hay paso: 'Yo pertenezco a quien Me ama, el que cumple fielmente Mis mandamientos y ha desechado las cosas que le fueron prohibidas en Mi Libro'".
Y todavía nuevamente, en otra ocasión: "Este es el día para hacer mención de Dios, celebrar Su alabanza y servirle; no os privéis de ello. Vosotros sois las letras de las palabras y las palabras del Libro. Vosotros sois los renuevos que la mano de la Amorosa Bondad ha plantado en el suelo de la misericordia y que las lluvias de la generosidad han hecho florecer. Él os ha protegido de los poderosos vientos de la incredulidad y de los tempestuosos vendavales de la impiedad y os ha nutrido con las manos de Su amorosa providencia. Ahora es el tiempo en que debéis echar hojas y producir vuestro fruto. Los frutos del árbol del hombre siempre han sido y son las buenas acciones y un carácter digno de alabanza. No retengáis esos frutos a causa de los negligentes. Si son aceptados, vuestra finalidad es alcanzada, y el propósito de la vida, logrado. De lo contrario, dejadles en su pasatiempo de vanas disputas. Esforzaos, oh pueblo de Dios, que quizá los corazones de las diversas razas de la tierra, mediante las aguas de vuestra indulgencia y amorosa bondad, sean santificados y purificados de la animosidad y el odio, y se conviertan en repositorios merecedores y dignos de los esplendores del Sol de la Verdad".
En el cuarto Ishráq (esplendor) del Ishráqát (Tabla de Esplendores), hemos mencionado: "Toda causa necesita quien la ayude. En esta Revelación las huestes que pueden hacerla victoriosa son la huestes de los hechos loables y de un carácter recto. El líder y comandante de estas huestes ha sido siempre el temor de Dios, un temor que abarca a todas las cosas y reina sobre todas las cosas".
En el tercer Tajallí (efulgencia) del Libro de Tajallíyát (Libro de Efulgencias), hemos mencionado: "Las artes, los oficios y las ciencias elevan al mundo del ser y conducen a su exaltación. El conocimiento es como alas para la vida del hombre y una escalera para su ascenso. Su adquisición incumbe a todos. Sin embargo, debe adquirirse el conocimiento de aquellas ciencias que beneficien a los pueblos de la tierra y no de aquellas que comienzan con palabras y terminan con palabras. Grande es, en verdad, el honor de los científicos y artífices ante los pueblos del mundo. De ello da testimonio el Libro Madre en esta destacada posición".
En verdad, el conocimiento es un verdadero tesoro para el hombre y una fuente de gloria, de generosidad, de gozo, de exaltación, de alegría y de regocijo para él. Dichoso el hombre que se aferra a él y ¡ay de los negligentes!
Te incumbe convocar al pueblo, bajo todas las condiciones, a todo lo que haga de ellos exponentes de características espirituales y buenas acciones, para que sean conscientes de lo que es la causa de la elevación humana y puedan, con el mayor esfuerzo, dirigirse hacia la más sublime Posición y al Pináculo de la Gloria. El temor de Dios ha sido siempre el factor primordial en la educación de Sus criaturas. ¡Bienaventurados quienes lo hayan alcanzado!
La primera palabra que la Pluma de Abhá ha revelado y ha inscrito en la primera hoja del Paraíso es esta: "Verdaderamente digo: el temor a Dios siempre ha sido una defensa segura y una fortaleza inviolable para todos los pueblos del mundo. Es la principal causa de la protección de la humanidad y el instrumento supremo para su preservación. En efecto, existe en el hombre una facultad que lo protege y disuade de todo lo que sea indigno e indecoroso, y es conocida como su sentido de la vergüenza. Esta, sin embargo, está limitada a unos pocos; no todos la han poseído ni todos la poseen. Incumbe a los reyes y los líderes espirituales del mundo asirse firmemente a la religión, puesto que a través de ella el temor de Dios es instilado en todos salvo Él".
La segunda palabra que hemos registrado en la segunda hoja del Paraíso es la siguiente: "La Pluma del Expositor Divino exhorta, en este momento, a las manifestaciones de la autoridad y las fuentes del poder, es decir, a los reyes y los gobernantes de la tierra –quiera Dios asistirles– y les ordena sostener la causa de la religión y adherirse a ella. La religión es, en verdad, el principal instrumento para el establecimiento del orden en el mundo y de la tranquilidad entre sus pueblos. El debilitamiento de los pilares de la religión ha fortalecido a los necios, los ha envalentonado y los ha hecho más arrogantes. Verdaderamente digo: cuanto mayor es la declinación de la religión, tanto más atroz es la depravación del impío. Al final esto no puede conducir a otra cosa que al caos y la confusión. ¡Oídme, oh hombres perspicaces, y estad prevenidos, vosotros que estáis dotados de discernimiento!"
Es Nuestra esperanza que escuches con oído atento las cosas que te hemos mencionado, que quizá puedas apartar a los hombres de las cosas que poseen y dirigirlos hacia las cosas que Dios posee. Imploramos a Dios que libere la luz de la equidad y el sol de la justicia de las densas nubes de la depravación, y les haga brillar sobre los hombres. Ninguna luz puede compararse con la luz de la justicia. El establecimiento del orden en el mundo y la tranquilidad de las naciones dependen de ella.
En el Libro de la Expresión han sido escritas y registradas estas exaltadas palabras: "Di, ¡oh amigos! Esforzaos, que quizá las tribulaciones sufridas en el sendero de Dios por este Agraviado y por vosotros no hayan sido en vano. Asíos a la orla de la virtud y aferraos a la cuerda de la piedad y la honestidad. Ocupaos con las cosas que beneficien a la humanidad y no con vuestros deseos corruptos y egoístas. ¡Oh vosotros, seguidores de este Agraviado! Sois los pastores de la humanidad; liberad a vuestros rebaños de los lobos de las pasiones y deseos perversos, y adornadles con el ornamento del temor de Dios. Este es el mandamiento firme que, en este momento, ha fluido de la Pluma de Aquel que es el Anciano de los días. ¡Por la rectitud de Dios! La espada de una carácter virtuoso y de una conducta recta es más afilada que las hojas de acero. La voz de la verdadera Fe, en este momento, clama en voz alta diciendo: ¡Oh pueblo! Verdaderamente, el Día ha llegado y mi Señor Me ha hecho brillar con una luz cuyo esplendor ha eclipsado a los soles de la expresión. Temed al Misericordioso y no seáis de los descarriados".
La tercera palabra que hemos registrado en la tercera hoja del Paraíso es ésta: "¡Oh hijo del hombre! Si tus ojos están vueltos hacia la misericordia, abandona las cosas que te benefician y aférrate a lo que beneficiará a la humanidad. Y si tus ojos están vueltos hacia la justicia, elige para tu prójimo aquello que elegirías para ti mismo. La humildad exalta al hombre al cielo de la gloria y del poder, mientras que el orgullo lo rebaja a las profundidades de la desdicha y la degradación. ¡Grande es el Día y poderoso el Llamamiento! En una de Nuestras Tablas hemos revelado estas exaltadas palabras: 'Si el mundo del espíritu se convirtiese totalmente en el sentido del oído, podría pretender ser digno de escuchar la Voz que llama desde el Horizonte Supremo; por el contrario, los oídos que están manchados con mentiras nunca han estado, ni están ahora, capacitados para oírla'. Bienaventurados quienes escuchan y ¡ay de los descarriados!"
Éste es el Llamamiento del Todoglorioso, proclamado desde el Horizonte Supremo en la prisión de ‘Akká.
Él es el Expositor, el Omnisapiente,
el Informado de Todo
|
ios, el Verdadero, da testimonio, y los Reveladores de sus nombres y atributos lo atestiguan, que nuestro único propósito al elevar el Llamamiento y proclamar su sublime Palabra es que el oído de la creación entera se purifique, mediante las aguas vivas de la prolación divina, de las patrañas falaces y se ponga en sintonía con la santa, gloriosa y exaltada palabra que ha fluido del depósito del conocimiento del Hacedor de los Cielos y Creador de los Nombres. Felices son quienes juzgan con imparcialidad.
¡Oh pueblo de la tierra!
que el Libro Madre ha hecho saber a todos los pueblos del mundo en esta la Revelación Más Grande, es que la ley de la guerra santa ha sido borrada del Libro. Glorificado sea el Todomisericordioso, Señor de gracia abundante, a través de Quien la puerta de la munificencia celestial se ha abierto de par en par ante la faz de todos los que están en el cielo y en la tierra.
Se permite que los pueblos y razas de la tierra se asocien los unos con los otros resplandecientes y con alegría. ¡Oh pueblo! Relacionaos con los seguidores de todas las religiones en un espíritu de amistad y compañerismo. Así brilló el sol de su sanción y su autoridad sobre el horizonte del decreto de Dios, el Señor de los mundos.
concierne al estudio de las diversas lenguas. De la Pluma del Altísimo ha fluido anteriormente este decreto: Incumbe a los soberanos del mundo -que Dios les asista- o a los ministros de la tierra, reunirse en consejo y adoptar uno de los idiomas existentes, o uno nuevo, para que sea enseñado a los niños en las escuelas de todo el mundo, e igualmente una escritura. De este modo se llegará a considerar a toda la tierra como un solo país. Bienaventurado el que escucha su Llamamiento y observa lo que le es ordenado por Dios, el Señor del Poderoso Trono.
Si alguno de los reyes -que Dios les asista- se levantase para proteger y ayudar a este pueblo oprimido, todos deben pugnar por amarle y servirle. Este asunto es de la incumbencia de todos. Bienaventurados los que actúan de acuerdo con ello.
En todo país donde resida alguien de este pueblo, debe comportarse hacia el Gobierno de ese país con lealtad, honestidad y veracidad. Esto es lo que ha sido revelado por orden de Aquel que es el Ordenador, el Antiguo de los Días.
Es obligatorio y les incumbe a todos y cada uno de los pueblos del mundo prestar su ayuda a esta Causa, de trascendental importancia, que procede del cielo de la Voluntad del Dios sempiterno, para que, acaso, el fuego de la animosidad que arde en los corazones de algunos de los pueblos de la tierra se extinga mediante las aguas vivas de la sabiduría divina y en virtud de los consejos y exhortaciones celestiales, y la luz de la unidad y la concordia brille y derrame su resplandor sobre el mundo.
Abrigamos la esperanza de que, mediante los celosos esfuerzos de aquellos que son los exponentes del poder de Dios -exaltada sea su gloria-, por todo el mundo las armas de guerra se conviertan en instrumentos de reconstrucción y la lucha y el conflicto sean eliminados de entre los hombres.
es el establecimiento de la Paz Menor, sobre la cual nuestra Exaltadísima Pluma ha revelado algunos detalles con anterioridad. Grande es la bendición de aquel que defiende y observa todo cuanto ha sido ordenado por Dios, el Omnisciente, el Todosabio.
Se deja a la discreción de los hombres la elección de la indumentaria y el corte de la barba y su arreglo. Pero, cuidado, oh pueblo, no os convirtáis en juguetes de los ignorantes.
Los actos piadosos de los monjes y sacerdotes seguidores del Espíritu[3] -sobre Él descanse la paz de Dios- son recordados en su presencia. Sin embargo, en este Día deben abandonar su vida de reclusión, dirigir sus pasos hacia el mundo abierto y ocuparse de aquello que sea provechoso para sí mismos y para los demás. Les hemos otorgado licencia para que contraigan matrimonio, para que de ellos pueda surgir aquel que haga mención de Dios, Señor de lo visible e invisible, Señor del Trono Exaltado.
Cuando el pecador se halle completamente desprendido y liberado de todo salvo de Dios, debe pedirle misericordia y perdón a Él. La confesión de los pecados y transgresiones ante los seres humanos no está permitida, ya que nunca ha conducido, ni jamás conducirá, a la clemencia divina. Por otra parte, esa confesión ante otra persona da como resultado la degradación y humillación de uno, y Dios -exaltada sea su gloria- no desea la humillación de sus siervos. Verdaderamente, Él es el Compasivo, el Misericordioso. El pecador debe, entre él mismo y Dios, implorar la misericordia del Océano de la merced, suplicar clemencia del cielo de generosidad y decir:
¡Oh Dios, mi Dios! Te imploro, por la sangre de tus verdaderos amantes, que se hallaban tan extasiados por tus dulces palabras que se apresuraron al Pináculo de Gloria, el sitio del más glorioso martirio, y Te pido por los misterios que yacen guardados en tu conocimiento y por las perlas que están atesoradas en el océano de tu munificencia, que tengas misericordia de mí, de mi padre y de mi madre. De aquellos que muestran misericordia, Tú eres en verdad el Más Misericordioso. No hay otro Dios sino Tú, el que Siempre Perdona, el Todomunífico.
¡Oh Señor! Tú ves a esta esencia de la depravación volviéndose hacia el océano de tu favor, a este débil ser buscando el reino de tu divino poder, y a esta pobre criatura inclinándose hacia el sol de tu riqueza. Por tu misericordia y tu gracia, no le decepciones, oh Señor, no le prives de las revelaciones de tu munificencia en tus días, ni le expulses de tu puerta que Tú has abierto de par en par a quienes moran en tu cielo y en tu tierra.
¡Ay! ¡Ay! Mis pecados me han impedido acercarme a la Corte de tu santidad y mis transgresiones han hecho que me aleje del Tabernáculo de tu majestad. He cometido aquello que Tú me prohibiste y he desechado lo que Tú me ordenaste observar.
Te ruego, por Aquel que es el soberano Señor de los Nombres, que reveles para mí, con la Pluma de tu Munificencia, aquello que me permita acercarme a Ti y purificarme de mis transgresiones, que se han interpuesto entre mí y tu misericordia y tu perdón.
Verdaderamente Tú eres el Potente, el Generoso. No hay otro Dios sino Tú, el Poderoso, el Clemente.
Como muestra de clemencia por parte de Dios, el Revelador de este Grandísimo Anuncio, hemos suprimido de las Sagradas Escrituras y Tablas la ley que prescribía la destrucción de libros.
Está permitido estudiar ciencias y artes, pero aquellas ciencias que sean útiles y que redunden en el progreso y adelanto del pueblo. Así ha sido decretado por Aquel que es el Ordenador, el Todosabio.
A cada uno de vosotros se os ordena que os dediquéis a alguna forma de ocupación, como un oficio, un arte y otras similares. Nosotros hemos exaltado misericordiosamente vuestro trabajo al rango de la adoración a Dios, el Verdadero. Ponderad en vuestros corazones acerca de la clemencia y las bendiciones de Dios y dadle gracias al atardecer y al amanecer. No malgastéis vuestro tiempo en la ociosidad y la pereza. Ocupaos en aquello que sea beneficioso para vosotros y para los demás. Así ha sido decretado en esta Tabla, desde cuyo horizonte brilla resplandeciente el sol de la sabiduría y la prolación.
A la vista de Dios, los hombres más despreciables son aquellos que se sientan ociosamente y piden. Asíos firmemente al cordón de los medios materiales, poniendo toda vuestra confianza en Dios, el Proveedor de todos los medios. Cuando alguien se dedica a un oficio o un arte, tal ocupación es considerada, a juicio de Dios, como un acto de adoración; y ello no es sino una prueba de su infinita generosidad que todo lo penetra.
A los hombres de la Casa de Justicia de Dios les han sido encomendados los asuntos del pueblo. Ellos son, en verdad, los Fideicomisarios de Dios entre Sus siervos y las auroras de autoridad en Sus países.
¡Oh pueblo de Dios! Lo que educa al mundo es la Justicia, puesto que está sostenida por dos pilares: la recompensa y el castigo. Estos dos pilares son la fuente de vida para el mundo. Siendo así que para cada día hay un nuevo problema y que para cada problema hay una solución adecuada, estos asuntos deben remitirse a los Ministros de la Casa de Justicia, para que ellos actúen de acuerdo con las necesidades y exigencias de los tiempos. Aquellos que, por amor a Dios, se levantan para servir a su Causa son los receptores de la inspiración divina procedente del Reino invisible. A todos les incumbe obedecerles. Todos los asuntos de Estado deben ser remitidos a la Casa de Justicia, pero los actos de adoración deben ser observados de acuerdo con lo que Dios ha revelado en su Libro.
¡Oh pueblo de Bahá! Vosotros sois los lugares del amanecer del amor de Dios y las auroras de su amorosa bondad. No mancilléis vuestras lenguas con la maledicencia y la injuria de ningún alma, y proteged vuestros ojos de todo lo indigno. Mostrad lo que poseéis. Si es recibido favorablemente, vuestra finalidad se habrá logrado; si no, protestar será en vano. Dejad a ese alma a sí misma y volveos hacia el Señor, el Protector, el que Subsiste por Sí Mismo. No seáis causa de dolor, mucho menos de discordias y peleas. Abrigamos la esperanza de que logréis la verdadera educación al abrigo del árbol de sus tiernas mercedes y de que actuéis de acuerdo con lo que Dios desea. Todos vosotros sois hojas de un mismo árbol y gotas de un solo océano.
No es necesario emprender viajes especiales para visitar los lugares donde descansan los muertos. Si las personas acaudaladas y opulentas ofrecen el costo de tales viajes a la Casa de Justicia, ello será grato y aceptable en presencia de Dios. Felices aquellos que observan sus preceptos.
Aunque la forma de gobierno republicana beneficia a todos los pueblos del mundo, no obstante, la majestad de la realeza es uno de los signos de Dios. No deseamos que los países del mundo permanezcan privados de ella. Si los sagaces combinasen las dos formas en una, grande será su recompensa en presencia de Dios.
En anteriores religiones se dictaron y ratificaron ordenanzas tales como la guerra santa, la destrucción de los libros, la prohibición de relacionarse y de tener amistad con otros pueblos o la de leer ciertos libros, de acuerdo con las exigencias de la época; sin embargo, en esta poderosa Revelación, en este trascendental Anuncio, los múltiples dones y favores de Dios han amparado a todos los hombres, y su infalible decreto ha prescrito desde el horizonte de la Voluntad del Señor Sempiterno lo que hemos expresado anteriormente.
Alabamos a Dios -santificado y glorificado sea- por todo lo que misericordiosamente ha revelado en este bendito, en este glorioso e incomparable Día. De hecho, si todos los que están en la tierra fuesen dotados con miríadas de lenguas y alabasen a Dios continuamente y magnificaran su Nombre hasta el fin que no conoce fin, su acción de gracias no sería suficiente ni para uno solo de los bondadosos favores que hemos mencionado en esta Tabla. De ello es testigo todo hombre de sabiduría y discernimiento, de entendimiento y conocimiento.
Pedimos fervorosamente a Dios -exaltada sea su gloria- que asista a los gobernantes y soberanos, que son los exponentes del poder y las auroras de la gloria, para que hagan cumplir sus leyes y ordenanzas. Él es, en verdad, el Omnipotente, el Todopoderoso, el que acostumbra a responder a la llamada de los hombres.