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TEXTO 63: Si Filipo estuviera muerto, vosotros crearíais otro Filipo  
Demóstenes, Filípica I 1-12
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Filipo de Macedonia

Si se presentara a discusión, atenienses, un asunto nuevo, yo habría esperado a que la mayor parte de los oradores habituales hubiese manifestado su opinión; si me hubiera gustado alguno de sus dictámenes, habría permanecido en silencio, y si no, habría intentado entonces decir lo que pienso. Pero como sucede que también ahora se discute sobre un asunto acerca del cual estos han hablado ya muchas veces, creo que con razón obtendré vuestra disculpa por haberme levantado el primero. Porque si esos desde tiempo atrás os hubieran aconsejado lo que era necesario, ahora no tendríais necesidad de deliberar nada.
En primer lugar, pues, no hay que desanimarse, atenienses, ante la actual situación, por desesperada que os parezca. En efecto, lo peor del tiempo pasado es lo mejor para el futuro ¿Cómo es posible esto? Porque no habiendo hecho, atenienses, nada de lo que convenía, los asuntos están mal; pero si a pesar de haber hecho lo necesario las cosas estuvieran así, no habría esperanza de que mejoraran. Después, los que recordáis --ya por haberío oído a otros, ya por haberlo visto personalmente- la fuerza que entonces, no hace mucho, tenían los lacedemonios, debéis tener presente cuán bella y oportunamente actuasteis sin hacer nada indigno de la ciudad, sino que en defensa de la justicia sostuvisteis la guerra contra aquellos. Y bien, ¿por qué digo esto? Para que sepáis, atenienses, y os deis cuenta de que ni tenéis nada que temer cuando vigiláis ni, si os descuidáis, os sucederá nada como quisierais. Tomad como ejemplo la fuerza que entonces tenían los lacedemonios, a la que vencisteis por preocuparos de los asuntos, y la insolencia actual de este que nos perturba por no cuidamos de nada de lo que convendría. Y si alguno de vosotros, atenienses, cree que Filipo es difícil de combatir, considerando la magnitud de las fuerzas de que dispone y el he cho de haber perdido la ciudad todas las posesiones, no se equivoca. Sin embargo, piense que en otro tiempo teníamos nosotros, atenienses Pidna, Potidea, Metone y toda la región circundante, y que muchos de los pueblos que ahora están con él eran autónomos y libres y preferían nuestra amistad a la suya.
Pues bien: si Filipo entonces hubiera tenido la misma opinión de que era difícil combatir contra los atenienses porque tenían tantas fortalezas en su propio país, mientras él estaba desprovisto de aliados, no habría llevado a cabo nada de lo que ha hecho, ni llegado a adquirir una fuerza tan grande. Pero aquel vio muy bien esto, atenienses, que todos estos territorios son premios de guerra colocados en medio de la palestra y que, por ley natural, los bienes de los ausentes son para los que están presentes, y los de los negligentes para los que se deciden a pasar trabajos y peligros. Y así, siguiendo este principio lo ha sometido todo y tiene en su poder tanto los países que ha conquistado y posee por derecho de guerra, como los que han hecho aliados y amigos. Porque todos quieren aliarse y amistarse con los que ven que están preparados y dispuestos a hacer lo que sea preciso.
Pues bien, atenienses: sí vosotros quisieseis tener esta misma opinión, ahora, ya que no antes, y cada uno de vosotros dejase de lado, todo pretexto y estuviese dispuesto a actuar en lo que es su deber y podría ser útil a la ciudad, el que tiene dinero contribuyendo, el que está en edad militar saliendo a campaña; en una palabra: si quisierais depender de vosotros mismos y dejar de esperar que cada uno no tendrá que hacer nada y que el vecino lo hará todo por él, recobraréis, si la divinidad quiere, lo que es vuestro, volveréis a tener lo que vuestra negligencia ha perdido y os vengaréis de Filipo.
Porque no penséis que su situación actual va a mantenérsele sólida e inmortal, como la de un dios; también hay quien le odia y teme, atenienses, y le envidia, incluso entre los que parecen serle del todo adictos. Y todos los sentimientos que anidan en el corazón de los demás hombres, es de creer que también se encuentran en los que le rodean. Sin embargo, todos nuestros sentimientos están reprimidos, por no saber adónde dirigirse a causa de nuestra lentitud y negligencia, la cual digo que es necesario arrojéis ya. Fijaos, pues, atenienses, en la situación y en el grado de insolencia a que ha llegado este hombre que no os deja ni siquiera actuar o permanecer en paz, sino que amenaza y se expresa en términos llenos de jactancia, según dicen, y no es capaz de conservar lo que ha subyugado y contentarse con ello, sino que va extendiendo poco a poco sus dominios y nos cerca por todas partes, mientras nosotros vacilamos y permanecemos sentados.
¿Cuándo, pues, atenienses, haréis lo que es necesario? ¿Qué esperáis que suceda? "Por Zeus, que se presente alguna necesidad." Pero -ahora, ¿qué hay que pensar de lo que está ocurriendo? Pues yo creo que para los hombres libres la mayor necesidad es la vergüenza por los hechos. ¿O queréis, decidme, ir dando vueltas preguntándoos si se dice algo nuevo?. Pues ¿podría suceder algo más nuevo que un macedón venciendo a los atenienses e intentando dirigir la política de los helenos?
"¿Está muerto Filipo?". "No, por Zeus, sino enfermo." Y a vosotros, ¿qué os importa? Pues si a este le ocurre algo, pronto vosotros crearéis otro Filipo, si atendéis así a vuestros asuntos. Porque ese no ha crecido tanto a causa de su propia fuerza cuanto por vuestra negligencia.
Y más aún. Si algo le sucediera a Filipo y la suerte, que siempre cuida más de nosotros que nosotros mismos, nos hiciera este servicio, sabed que, si estabais allí cerca, vigilando la confusión general, administraríais las cosas como quisierais; pero tal como ahora os encontráis, ni aunque las circunstancias os dieran Anfípolis podríais reconquistaría, porque os faltan no solo los preparativos militares, sino también la voluntad de hacerlo.