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Filipo de Macedonia |
Si se presentara a discusión, atenienses, un asunto nuevo, yo habría esperado a
que la mayor parte de los oradores habituales hubiese manifestado su opinión; si
me hubiera gustado alguno de sus dictámenes, habría permanecido en silencio, y
si no, habría intentado entonces decir lo que pienso. Pero como sucede que
también ahora se discute sobre un asunto acerca del cual estos han hablado ya
muchas veces, creo que con razón obtendré vuestra disculpa por haberme levantado
el primero. Porque si esos desde tiempo atrás os hubieran aconsejado lo que era
necesario, ahora no tendríais necesidad de deliberar nada.
En primer lugar, pues, no hay que desanimarse, atenienses, ante la actual
situación, por desesperada que os parezca. En efecto, lo peor del tiempo pasado
es lo mejor para el futuro ¿Cómo es posible esto? Porque no habiendo hecho,
atenienses, nada de lo que convenía, los asuntos están mal; pero si a pesar de
haber hecho lo necesario las cosas estuvieran así, no habría esperanza de que
mejoraran. Después, los que recordáis --ya por haberío oído a otros, ya por
haberlo visto personalmente- la fuerza que entonces, no hace mucho, tenían los
lacedemonios, debéis tener presente cuán bella y oportunamente actuasteis sin
hacer nada indigno de la ciudad, sino que en defensa de la justicia sostuvisteis
la guerra contra aquellos. Y bien, ¿por qué digo esto? Para que sepáis,
atenienses, y os deis cuenta de que ni tenéis nada que temer cuando vigiláis ni,
si os descuidáis, os sucederá nada como quisierais. Tomad como ejemplo la fuerza
que entonces tenían los lacedemonios, a la que vencisteis por preocuparos de los
asuntos, y la insolencia actual de este que nos perturba por no cuidamos de nada
de lo que convendría. Y si alguno de vosotros, atenienses, cree que Filipo es
difícil de combatir, considerando la magnitud de las fuerzas de que dispone y el
he cho de haber perdido la ciudad todas las posesiones, no se equivoca. Sin
embargo, piense que en otro tiempo teníamos nosotros, atenienses Pidna, Potidea,
Metone y toda la región circundante, y que muchos de los pueblos que ahora están
con él eran autónomos y libres y preferían nuestra amistad a la suya.
Pues bien: si Filipo entonces hubiera tenido la misma opinión de que era difícil
combatir contra los atenienses porque tenían tantas fortalezas en su propio
país, mientras él estaba desprovisto de aliados, no habría llevado a cabo nada
de lo que ha hecho, ni llegado a adquirir una fuerza tan grande. Pero aquel vio
muy bien esto, atenienses, que todos estos territorios son premios de guerra
colocados en medio de la palestra y que, por ley natural, los bienes de los
ausentes son para los que están presentes, y los de los negligentes para los que
se deciden a pasar trabajos y peligros. Y así, siguiendo este principio lo ha
sometido todo y tiene en su poder tanto los países que ha conquistado y posee
por derecho de guerra, como los que han hecho aliados y amigos. Porque todos
quieren aliarse y amistarse con los que ven que están preparados y dispuestos a
hacer lo que sea preciso.
Pues bien, atenienses: sí vosotros quisieseis tener esta misma opinión, ahora,
ya que no antes, y cada uno de vosotros dejase de lado, todo pretexto y
estuviese dispuesto a actuar en lo que es su deber y podría ser útil a la
ciudad, el que tiene dinero contribuyendo, el que está en edad militar saliendo
a campaña; en una palabra: si quisierais depender de vosotros mismos y dejar de
esperar que cada uno no tendrá que hacer nada y que el vecino lo hará todo por
él, recobraréis, si la divinidad quiere, lo que es vuestro, volveréis a tener lo
que vuestra negligencia ha perdido y os vengaréis de Filipo.
Porque no penséis que su situación actual va a mantenérsele sólida e inmortal,
como la de un dios; también hay quien le odia y teme, atenienses, y le envidia,
incluso entre los que parecen serle del todo adictos. Y todos los sentimientos
que anidan en el corazón de los demás hombres, es de creer que también se
encuentran en los que le rodean. Sin embargo, todos nuestros sentimientos están
reprimidos, por no saber adónde dirigirse a causa de nuestra lentitud y
negligencia, la cual digo que es necesario arrojéis ya. Fijaos, pues,
atenienses, en la situación y en el grado de insolencia a que ha llegado este
hombre que no os deja ni siquiera actuar o permanecer en paz, sino que amenaza y
se expresa en términos llenos de jactancia, según dicen, y no es capaz de
conservar lo que ha subyugado y contentarse con ello, sino que va extendiendo
poco a poco sus dominios y nos cerca por todas partes, mientras nosotros
vacilamos y permanecemos sentados.
¿Cuándo, pues, atenienses, haréis lo que es necesario? ¿Qué esperáis que suceda?
"Por Zeus, que se presente alguna necesidad." Pero -ahora, ¿qué hay que pensar
de lo que está ocurriendo? Pues yo creo que para los hombres libres la mayor
necesidad es la vergüenza por los hechos. ¿O queréis, decidme, ir dando vueltas
preguntándoos si se dice algo nuevo?. Pues ¿podría suceder algo más nuevo que un
macedón venciendo a los atenienses e intentando dirigir la política de los
helenos?
"¿Está muerto Filipo?". "No, por Zeus, sino enfermo." Y a vosotros, ¿qué os
importa? Pues si a este le ocurre algo, pronto vosotros crearéis otro Filipo, si
atendéis así a vuestros asuntos. Porque ese no ha crecido tanto a causa de su
propia fuerza cuanto por vuestra negligencia.
Y más aún. Si algo le sucediera a Filipo y la suerte, que siempre cuida más de
nosotros que nosotros mismos, nos hiciera este servicio, sabed que, si estabais
allí cerca, vigilando la confusión general, administraríais las cosas como
quisierais; pero tal como ahora os encontráis, ni aunque las circunstancias os
dieran Anfípolis podríais reconquistaría, porque os faltan no solo los
preparativos militares, sino también la voluntad de hacerlo.