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TEXTO  57: La ley del mas fuerte
Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso V, 85-111 
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Isla de Melos

(Embajado de los atenienses a los habitantes de la isla de Melos, conminándolos a rendirse)
Los embajadores atenienses se expresaron del modo siguiente: "Dado que el presente, se desarrolla ante el pueblo, sin duda la multitud, al escuchar de nuestros un discurso seguido, argumentos sugestivos e irrefutables (pues tenemos conciencia de que esta es la es la razón de que nos hayáis invitado a tomar la palabra ante un pequeño comité de notables), vosotros, los que os sentáis a la mesa conferencias, adoptad un procedimiento más seguro aún: exponed vuestra postura punto por punto, no con un único discurso, sino interrumpiendo inmediatamente cada vez que hagamos una propuesta que no os parezca atinada. Y así, manifestad ante todo si os parece bien el procedimiento que proponemos."
Los delegados melios contestaron: "Nada hay que objetar a este equitativo procedimiento de que nos expongamos mutuamente, en una atmósfera de paz, los respectivos puntos de vista; pero la guerra, que es ya un hecho y no una simple posibilidad, no se compadece muy bien con esa proposición. Porque vemos que habéis acudido aquí en calidad de jueces de nuestras palabras y, por lo tanto, que el resultado de estas conversaciones, como es natural, será para nosotros, si triunfamos en el terreno del derecho y, por consiguiente, no cedemos, la guerra, y si nos dejamos convencer la esclavitud."
Atenienses: "Si habéis acudido a la conferencia para hacer conjeturas sobre el futuro o con cualquier otra finalidad que no sea negociar la salvación de vuestra patria ateniéndoos a la situación presente y a lo que tenéis ante la vista, podemos levantar ya la sesión. Si no, podemos proseguir. "
Melios: "Es natural, y merece disculpa, que, en la situación en que nos hallamos, nos desviemos con frecuencia, en nuestras palabras e ideas, de la cuestión. Pero, en fin, el propósito de esta conferencia es, realmente, nuestra salvación; por. tanto, que el debate se realice, si os la forma que proponéis."
Atenienses: "Bien; no vamos ahora a aduciros una larga retahíla de argumentos --poco persuasiva, por otra parte-- proclamando, con pomposos términos, que nuestro imperio es justo porque derrotamos a los medos, o bien que, víctimas de vuestras ofensas, queremos tomarnos el desquite; pero no esperamos tampoco que vayáis a creer poder convencernos manifestando que no os habéis puesto a nuestro lado porque sois una colonia de Esparta, o que no nos habéis causado daño alguno; de lo que se trata es de alcanzar los objetivos posibles sobre la base de las verdaderas intenciones de ambas partes. Lo sabemos tan bien como vosotros: en el cálculo humano la cuestión de la justicia se plantea sólo entre fuerzas iguales; si no, el fuerte impone y el débil cede".
Melios: "Pero según nuestra opinión al menos, es útil (y hay que emplear este término una vez que vosotros mismos habéis propuesto hablar de conveniencia dejando al margen la justicia), es útil, repetimos, que no destruyáis un bien común a todos, y que aquel que se halle en reciba un trato equitativo y pueda protegerse, incluso acudiendo a argumentos que no sean rigurosamente lógicos. Actitud que no dejaría de favoreceros a vosotros mismos, tanto más cuanto que vuestra eventual derrota, que iría acompañada de una represalia implacable, se convertiría en una lección para los demás"
Atenienses: "«No nos angustia el fin que pueda tener nuestro imperio, si llega algún día a ser destruido. No son los Estados que imperan sobre otros, como los lacedemonios, los que pueden ser terribles para los vencidos (y, por otra parte, ahora no estamos en guerra con Esparta), sino los pueblos sometidos que se rebelan contra su opresor y consiguen vencerle. Así que dejadnos correr este riesgo. Lo que sí queremos demostraros es que estamos aquí por el bien de nuestro imperio, y que nuestras palabras irán encaminadas a conseguir la salvación de vuestra patria, porque queremos añadiros a nuestros dominios sin causaros trastornos, y conseguir que os salvéis en beneficio de ambos."
Melios: "Pero, ¿cómo puede sernos útil a nosotros convertirnos en esclavos como lo es para vosotros conseguir nuestra sumisión?
Atenienses: "Lo es, porque en vez de sufrir un cruel destino, ibais a ser súbditos nuestros, en tanto que nosotros saldríamos beneficiados ahorrándonos vuestra aniquilación"
Melios "¿Y no aceptaríais que permaneciéramos neutrales y fuésemos amigos vuestros en vez de enemigos, sin ser aliados de ninguno de los dos bandos?"
Atenienses: "No, porque no nos perjudica tanto vuestra enemistad como vuestra amistad, que nuestros súbditos interpretarían como un signo de impotencia, en tanto que vuestro odio puede ser para ellos un signo manifiesto de nuestra fuerza."
Melios: "¿Es ésta la idea que tienen vuestros súbditos de la lógica? ¿Es que conceden la misma importancia a los que no tienen lazo alguno de parentesco con vosotros y a las ciudades que, en su mayoría, son colonias vuestras, y que, en algunos casos, se han sublevado y han sido' sometidas?"
Atenienses: "Sí, porque consideran que ni unos ni otros carecen de razón, pero que éstos, gracia a su potencial, conservan su independencia, y que nosotros, por temor, no les atacamos. De suerte que, aparte el hecho de aumentar nuestros dominios, vuestra sumisión nos dará seguridad, especialmente porque vosotros, unos isleños, sin duda menos fuertes que otros, habréis sucumbido ante los dueños del mar."
Melios: "¿Y no consideráis que en nuestra proposición anterior puede tener cabida también la seguridad? Porque también en este punto, de la misma manera que nos habéis constreñido a dejar de lado todo argumento jurídico e intentáis persuadirnos a que nos sometamos a vuestro interés, también nosotros debemos mostraros lo que nos es útil, y, si nuestra conveniencia y la vuestra coinciden, intentar, a nuestra vez, persuadiros. Pues bien: ¿cómo no vais a tener que enfrentaros con todos los pueblos actualmente neutrales cuando observen vuestra conducta y piensen que también algún día les atacaréis a ellos? Y obrando de este modo, ¿qué otra cosa vais a conseguir sino reforzar el poderío de vuestros actuales enemigos e incitar, muy a pesar suyo, a enemistarse con vosotros quienes ni siquiera pensaban hacerlo?"
Atenienses: "No, porque no consideramos auténticamente peligrosos para nosotros a los pueblos continentales que gozan de libertad, y que se lo pensarían mucho antes de tomar medidas defensivas contra nosotros, sino a los pueblos insulares no sometidos, como vosotros, y aquellos que se sienten exasperados por un yugo que no pueden sacudir: éstos sí que, entregándose a vanas ilusiones, podrían arrastrarnos, y con nosotros a sí mismos, a un peligro evidente."
Melios: "Pero si vosotros estáis dispuestos a exponeros a tan grandes riesgos para no perder vuestro imperio, y lo mismo hacen los que ahora se hallan bajo el yugo para liberarse de él, la conclusión clara es que para nosotros que todavía conservamos la libertad, es una gran bajeza y cobardía no recurrir a cualquier medio antes de caer en la esclavitud"
Atenienses: "No, si reflexionáis con cordura; porque en vuestro caso no se trata de una competición de heroísmo entre iguales para evitar el deshonor; más bien se trata de un examen para buscar el medio de salvaros frente a quienes son mucho más fuertes"
Melios: "Bien, pero sabemos que las guerras presentan unos avatares que se reparten con mayor imparcialidad de lo que cabría suponer a juzgar por la desproporción de las fuerzas de ambos bandos. Y para nosotros ceder inmediatamente significa abandonar toda esperanza, en tanto que si hacemos algo cabe aún la esperanza de mantenernos en pie."
Atenienses: "¡La esperanza! Sí, es ciertamente un consuelo en el peligro; y a los que recurren a ella desde una situación de superioridad puede dañarles, mas nunca arruinarles. Pero los que todo lo arriesgan a una sola jugada (y la esperanza es pródiga por naturaleza) constatan su vacuidad cuando están ya perdidos, y descubren su verdadera faz cuando no les queda ya recurso para protegerse contra ella. No queráis caer en este error ahora vosotros, que sois débiles y disponéis de una sola alternativa; no actuéis como la mayoría de los mortales, que pudiendo todavía salvarse por medios humanos cuando, cuitados, les abandonan las esperanzas basadas en realidades tangibles, recurren a las que están basadas en medios inciertos, la adivinación, los oráculos y otras prácticas semejantes que, con su carga esperanzada, causan verdaderos estragos"
Melios: "Difícil nos parece también a nosotros, podéis creerlo, luchar contra una potencia como la vuestra y contra la fortuna, si ésta no ha de repartirse por igual. Y, sin embargo, por lo que a la fortuna se refiere, confiamos en que la divinidad no permitirá que nosotros llevemos la peor parte, pues defendemos una causa noble contra quienes obran impíamente; y en que a nuestra inferioridad militar vendrá a sumarse la alianza de Esparta, que comporta ciertas obligaciones. Ella nos mandará ayuda, si no por otra razón, al menos por los lazos de sangre y por un sentimiento de pundonor. No es tan irracional nuestra confianza."
Atenienses: "En cuanto a la benevolencia divina, tampoco nosotros creemos que vayamos a quedar en inferioridad: ni exigimos ni hacemos nada que contradiga lo que los hombres piensan de los dioses ni los principios en que basan sus mutuas relaciones. Y, en efecto, partimos del supuesto que los dioses y los hombres --respecto a los primeros en base a la opinión, a los segundos con toda certeza-- por una ley natural inexorable dominan sobre los que superan en poder. No hemos sido nosotros quienes hemos decretado esta ley, ni fuimos los primeros en aplicarla; existía ya cuando la recibimos y la legaremos a la posteridad para que continúe vigente. Simplemente, nos sometemos a ella, convencidos de que también vosotros y cualquier otro pueblo haríais lo mismo en caso de llegar a poseer un poder como el nuestro. De suerte que, por lo que respecta a la protección divina, no tenemos por qué temer que vayamos a recibirla en proporción menor.
Ahora bien, por lo que se refiere a vuestra opinión sobre Esparta, si confiáis en que acudirá en vuestra ayuda por pundonor, os felicitamos por vuestra ingenuidad, pero en modo alguno envidiamos vuestra inconsciencia. Mirad: los lacedemonios, en sus relaciones mutuas y en sus instituciones nacionales practican el código del honor, pero de su comportamiento con los demás pueblos habría mucho que hablar. En resumen, cabría afirmar que, de todos los pueblos que conocemos, son los que más inequívocamente identifican lo que les complace con el deber y su propio interés con la justicia. Y en verdad que tales principios no se compadecen demasiado con esa irracional esperanza de salvación que abrigáis ahora."
Melios: "Precisamente esto es lo que justifica más nuestra actual confianza: en su propio interés no querrán traicionar Melos, que es una colonia suya, destruyendo con ello la confianza que en ellos han depositado los Estados amigos, y prestando, en cambio, un servicio a sus enemigos."
Atenienses: "A lo que se ve, olvidáis que interés y seguridad marchan juntas, y que servir a la causa de la justicia y cumplir con el deber comporta siempre peligros, cosa que, por lo general, suelen evitar los espartanos."
Melios: ".Sí, pero creemos que por nuestra causa estarán mejor dispuestos a arriesgarse, y que la empresa no les parecerá tan peligrosa en defensa nuestra que de otros. Al fin y al cabo, para una intervención, nuestra patria está situada cerca del Peloponeso, y, por otro lado, dada nuestra comunidad de origen, les ofrecemos mayores garantías de lealtad."
Atenienses: "Bien, pero para un eventual aliado la garantía no reside justamente en la lealtad de quienes han pedido su ayuda, sino en su enorme potencial militar. Y ésta es precisamente una condición que los lacedemonios consideran más que nadie: por poner un simple ejemplo, dada la desconfianza en sus propias fuerzas, cada vez que entran en guerra contra un Estado vecino, se hacen acompañar de un gran contingente de aliados suyos a la campaña. Así que no es lógico suponer que envíen a una isla un ejército propio cuando nosotros controlamos la mar."
Melios: "Pero podrían enviar a otros. Es muy extenso el mar de Creta, y, en su vasta extensión, resulta más difícil para el que lo controla apresar naves enemigas que el que éstas puedan burlar el bloqueo. Y si fallara este recurso, podrían volverse contra vuestro propio territorio y contra el de vuestros aliados que Brásidas no llegó a atacar. Y, en tal caso, ya no se tratará de luchar por un país que en nada os concierne, sino para defender vuestra propia tierra y la de vuestros aliados."
Atenienses: "No sería ésta para nosotros una experiencia nueva, y menos para vosotros que no ignoráis que jamás Atenas ha levantado un solo asedio por temor a un segundo frente.
Por lo demás, advertimos que, pese a haber declarado que ibais a examinar las medidas adecuadas para salvaros, en esta dilatada conferencia no habéis aducido ningún argumento que justifique en un pueblo la confianza y la certeza de la salvación. Vuestra fuerza se basa en esperanzas diferidas, y los recursos de que ahora disponéis son débiles comparados con las fuerzas alineadas ya contra vosotros. Así que daréis una muestra de gran insensatez si nos invitáis a retirarnos sin Tomar una decisión más inteligente que ésta. Porque sin duda no iréis ahora a refugiaros en aquel sentimiento que tan grandes daños ocasiona en momentos de claro y humillante peligro, es decir la dignidad. ¡Cuántas veces hombres que veían lo que les esperaba permitieron que lo que llamamos honor, por la fuerza de esa seductora palabra, los dominara! Y entonces, vencidos por ese simple nombre, cayeron voluntariamente en desgracias irreparables, atrayéndose, con ello, en oprobio aún más vergonzoso por deberlo a su insensatez, no a un simple golpe de la fortuna. Si tomáis una actitud razonable, evitaréis ese infortunio, y no juzgaréis indigno inclinaros ante una ciudad más poderosa cuando os presenta una proposición tan moderada: convertiros en aliados tributarios suyos pero continuando dueños de vuestra tierra, y no obstinaros en el peor partido cuando se os ofrece la posibilidad de elegir entre la guerra y la seguridad. No ceder ante un igual, mostrarse razonable con el fuerte, tratar al débil con moderación: tal es el mejor medio de alcanzar el éxito. Reflexionad, pues, una vez nos hayamos retirado, y pensad una y otra vez que estáis deliberando la única que tenéis, y que su prosperidad y su ruina dependen de vuestra única decisión"