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TEXTO 45: Las mujeres han decidido salvar la ciudad (Lisístrata vv. 507-98)
Aristófanes, Lisístrata
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Cartel anunciador de la obra (Ilustraciones de Norman Lindsay)

(Nuevamente, las mujeres, cansadas de la guerra, deciden hacer huelga de “sexo” hasta que los hombres no firmen la paz. Para ello se encierran en la Acrópolis. Un Comisario de los hombres intenta convencerlas de que depongan su actitud)
LISÍSTRATA.- Nosotras, en las primeras fases de la guerra y durante un tiempo, aguantamos, por lo prudente que somos, cualquier cosa que hicierais vosotros los hombres –la verdad es que no nos dejabais ni rechistar-, y eso que agradarnos no nos agradabais. Pero nosotras estábamos bien informadas de lo vuestro y, por ejemplo, muchas veces, estando en casa, nos enterábamos de una mala resolución vuestra sobre un asunto importante. Y después, sufriendo por dentro, os preguntábamos con una sonrisa: «¿Qué cláusula habéis decidido, hoy, en la Asamblea, añadir en la estela en relación con la tregua?» -«¿Y eso a ti, qué?», decía el marido de turno. «¿No te callarás?», -y yo me callaba.
CLEÓNICE..- Pero yo no me callaba nunca.
COMISARIO .-Habrías llorado, si no te callabas.
LISÍSTRATA.- Yo, cierto que me callaba. Pero cada vez nos enterábamos de una decisión vuestra peor que la anterior. Y, luego, preguntábamos: «Marido, ¿cómo es que actuáis de una manera tan disparatada?» Y él, echándome una mirada atravesada, me decía enseguida que si yo no me ponía a hilar, mi cabeza iba a gemir a gritos. «De la guerra se ocuparán los hombres».
COMISARIO .- Bien dicho lo de aquél, por Zeus.
LISÍSTRATA.- ¿Cómo que bien, estúpido, si ni siquiera cuando vuestras decisiones eran malas nos estaba permitido sugeriros nada? Y cuando ya oíamos a las claras por las calles: «¿Es que no queda ni un hombre en este país?» «Desde luego que no, por Zeus» -decía otro-; después de esto acordamos ya sin más salvar a Grecia todas juntas, reuniéndonos las mujeres. Pues, ¿de qué, hubiera valido esperar? Así es que si queréis atendernos ahora a nosotras que os hablamos cuerdamente, y callaros como antes nosotras, podríamos enderezaras.

Ilustraciones de Norman Lindsay

COMISARIO .- ¿Vosotras a nosotros? Tremendo es lo que dices. No lo aguanto,
LISÍSTRATA.- Cállate.
COMISARIO .- ¿Callarme yo porque tú lo digas, hija de perra, y eso que tú llevas un velo en la cabeza? Primero me muero.
LISÍSTRATA.- Pues si eso te sirve de obstáculo, coge este velo mío y póntelo en la cabeza y después cállate (Le da el velo)
CLEONICE.-También este canastillo. (Se lo entrega.) Luego ponte un ceñidor y dedícate a cardar, devorando habas, que «de la guerra se ocuparán las mujeres».
LA CORIFEO.-Apartaos de los cántaros, mujeres, para que también nosotras por nuestra parte ayudemos a nuestras amigas.
CORO DE MUJERES
Yo nunca me cansaría de bailar,
ni la agotadora fatiga podrá apoderarse de mis rodillas.
Dispuesta estoy a realizar cualquier cosa
junto a éstas, por su valor; en ellas
hay dotes naturales, gallardía, coraje,
sabiduría y valor
patriótico y prudente.

Ilustraciones de Norman Lindsay

LA CORIFEO.-Hala, tú, la más valiente de las abuelas y de las fructíferas ortigas hembras, avanzad con bravura y no os ablandéis, que todavía ahora corréis con viento favorable.
LISÍSTRATA.- Si Eros de dulce ánimo y Afrodita la Chipríota nos infunden a nosotras deseo en las entrañas y en los muslos y además hacen crecer en los varones una agradable turgencia y una persistente verga, creo yo que algún día nos van a llamar entre los griegos «Acabaguerras».
COMISARIO .- ¿Por haber hecho qué?
LISÍSTRATA.- En primerísimo lugar, si hacemos que dejen de estar con armas en el mercado y de hacer chifladuras.

Ilustraciones de Norman Lindsay


CLEONICE.- Sí, por Afrodita de Pafos.
LISÍSTRATA.- Pues ahora van y vienen, por el mercado de los cacharros y las verduras, con las armas, como Coribantes.
COMISARIO .- Sí, por Zeus; así tienen que hacer los hombres valerosos.
LISÍSTRATA.- Pues sí que tiene gracia la cosa: un tío con un escudo que representa una Gorgona, va y compra pescaditos.
CLEONICE.- Sí, por Zeus, yo he visto a un capitán montado a caballo, con larga melena, echar en el casco de bronce puré de lentejas que le vendía una vieja. Y otro, un tracio que agitaba su escudo ligero y su jabalina, como Tereo, asustaba a la vendedora de higos secos y se tragaba los maduros.
COMISARIO .- ¿Y cómo os las vais a arreglar vosotras para reconciliar y poner fin a tal cantidad de asuntos enmarañados en las ciudades griegas?
LISÍSTRATA.- Muy simple.
COMISARIO .-¿Cómo? Explícamelo.
LISÍSTRATA.- Igual que el hilo, cuando se nos ha enredado lo cogemos así (muestra con gestos lo que está diciendo), y con los husos por un lado y otro, lo traemos a su sitio, así también desenmarañaremos esta guerra, si es que nos dejan hacer, poniendo las cosas en su sitio por medio de embajadas a un lado y a otro.
COMISARIO .- ¿Así que con lanas, hilos y husos, os creéis que vais a poner fin a unos asuntos tan terribles? ¡Qué necias!
LISÍSTRATA.- Sí, y también vosotros, sí tuvierais una pizca de sentido común, según nuestras lanas gobernaríais todo.

Ilustraciones de Norman Lindsay


COMISARIO .- ¿Córno? A ver.
LISÍSTRATA.- Primero, a la ciudad como al vellón de lana, después de haberle quitado la mugre lavándola en un baño, habría que ponerla sobre un lecho, apalearla para que eche a los sinvergüenzas y sacarle los abrojos; y a ésos que se reúnen y se aglomeran junto a los cargos públicos, separarlos con el cardador y arrancarles ... las cabezas. Después habría que esponjar la buena voluntad común y echarla en un cestito, mezclando a todos, a los metecos, a los extranjeros que sean amigos nuestros, y a los que tengan deudas con el Estado: también a esos mezclarlos ahí, ¡Por Zeus!, y las ciudades, todas las que son colonias de esta tierra, habría que tener una idea clara de que para nosotros son como los copos de lana que están cada uno por su lado; luego se cogen estos copos que forman cada una de ellas, se reúnen y se juntan en uno solo, y después se hace una gran bola y, con ella, se teje un vestido para la gente.
COMISARIO .- ¿No es terrible que éstas arreglen el asunto dando palos y haciendo bolas, ellas que ni siquiera tomaron parte ninguna en la guerra?
LISÍSTRATA.- Híjo de perra, nosotras la aguantamos más que por partida doble. Lo primero de todo, que damos a luz a nuestros hijos y los enviamos como hoplitas
COMISARIO .- Calla, deja los malos recuerdos.
LISÍSTRATA.- Además, cuando teníamos que disfrutar y sacarle partido a la juventud, dormimos solas por culpa de las campañas militares. Y aun lo nuestro pase, pero me dan pena las chicas que envejecen en sus habitaciones.
COMISARIO .-¿Es que los hombres no envejecen?
LISÍSTRATA.- Por Zeus, no se parece nada. Pues cuando el hombre regresa, aunque esté lleno de canas, enseguida lo tienes casado con una jovencita. Pero el momento de la mujer es muy breve, y si no lo aprovecha, nadie quiere casarse con ella, y ahí se queda alimentando ilusiones.