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Mujeres trabajando |
(Las mujeres de Atenas, cansadas de las guerras de sus maridos, han tramado
un trampa para engañarlos y hacerse con el poder, acudiendo a la Asamblea ellas
mismas disfrazadas de hombres y votando allí. Las conjuradas ensayan antes de ir
a la Asamblea)
MUJER SEGUNDA.- Trae la corona, que yo voy a volver a hablar de nuevo; pues creo
que ya tengo suficiente entrenamiento. "Por lo que a mí se refiere, mujeres que
ocupais aquí vuestros asientos..."
PRAXÁGORA.- ¿Mujeres llamas a los hombres, desdichada?
MUJER SEGUNDA.- Ha sido por culpa de Epígono, aquél que está allí. Pues al mirar
en aquella dirección, me creí que dirigía el discurso a mujeres.
PRAXÁGORA.- Lárgate tú también de aquí y siéntate. Pues, por lo menos, referente
a vosotras, me parece que voy a coger esta corona y a hablar yo personalmente.
"A los dioses ruego que logren éxito los planes acordados. Por lo que a mí
concierne, me importa tanto este país como a vosotros. Pero me aflijo y
apesadumbro por causa de la política toda de esta ciudad. Pues la veo que
continuamente se vale de malvados estadistas; y si alguno de ellos llega a ser
bueno por un día entero, durante diez es malo. Se le encomienda a otro el
gobierno: llevará a cabo aún mayor número de males. Ahora bien, es difícil
corregir a hombres malos de contentar como vosotros, que teneis miedo de los que
desean quereros, y a los que no están dispuestos a hacerlo les suplicáis en cada
ocasión. Hubo un tiempo en que para nada en absoluto nos servíamos de asambleas;
antes bien, a Aguirrio, al menos, lo considerábamos un malvado. En cambio, ahora
que hacemos uso de ellas, el que recibe plata, hace de él desmesurado elogio,
mientras que el que no la recibe declara merecedores de pena de muerte a los que
pretenden ganar un salario en la asamblea.
MUJER SEGUNDA.- ¡Por Afrodita, bien dices; por lo menos a juzgar por lo que
procede!
PRAXÁGORA.- ¡Desgraciada, has jurado "por Afrodita"! Graciosa cosa hubieras
hecho si lo hubieras dicho en la Asamblea
MUJER SEGUNDA.- Pero no lo hubiera dicho
PRAXÁGORA.- Pues no te acostumbres a decirlo. "La alianza esa, por otra parte,
cuando la examinábamos, se decía que, de no llevarse a cabo, la ciudad
sucumbiría; pero una vez que, por fin, tuvo lugar, hubo muestras de enojo y el
orador que aconsejó tal medida inmediatamente se largó a escape. ¿Que hay que
botar las naves? El pobre vota a favor, los ricos y los labradores en contra.
¿Que os incomodáis con los corintios y ellos, a su vez, contigo, pueblo? Ahora
ellos son buenos, sé, pues, tú bueno también. ¿El argivo es ignorante? Por el
contrario, Hierónimo es sensato. ¿Asoma una esperanza de salvación? Sí, pero se
irrita mismo Trasíbulo porque no se le invita en calidad de consejero".
MUJER PRIMERA.- ¡Qué inteligente es este hombre!
PRAXÁGORA.- (Ahora has hecho correctamente el elogio). "Y sois vosotros,
pueblo, los causantes de esos males, pues recibiendo como soldada los dineros
del erario, en particular andáis mirando cada uno el provecho que va a obtener,
mientras lo común va ondeando como Esimo. Así que, si me hacéis caso, todavía
podéis salvaros: Sostengo que a las mujeres es necesario que nosotros
transmitamos el gobierno de la ciudad; pues de hecho ya en las casas nos
servimos de ellas como intendentes y administradoras"
MUJER PRIMERA.- ¡Bravo! ¡Bravo!
MUJER SEGUNDA.- Sigue, sigue hablando, amigo
PRAXÁGORA.- "Que son de manera de ser mejores que nosotros, yo me encargaré de
demostrarlo: en primer lugar bañan la lana en agua caliente a la antigua usanza,
absolutamente todas, y no se las verá haciendo innovaciones; la ciudad de los
atenienses, en cambio, aunque ese sistema le fuera bien, no intentaría su
salvación a no ser maquinando cualquier novedad; sentadas hacen sus parrilladas
como también antes, sobre sus cabezas llevan cargas como también antes, celebran
las Tesmoforías como también antes, cuecen los pasteles como también antes,
revientan a sus maridos como también antes, acogen amantes dentro de las casas
como también antes, a escondidas se compran golosinas como también antes, se
pirrian por el vino como también antes, se alegran cuando se las jode como
también antes. Así, pues, transmitamos a ellas, varones, el gobierno de la
ciudad y no andemos chachareando ni preguntándonos qué es lo que van a hacer,
sino simplemente dejémoslas gobernar, considerando esto tan solo: que siendo
madres desearán fervientemente preservar a los soldados; además, en cuanto a las
provisiones, ¿quién les enviaría raciones suplementarias más rápidamente que la
que les parió? para procurar dinero la mujer es la cosa más ingeniosa, y estando
en el gobierno nunca se dejaría embaucar, pues ellas sí que están acostumbradas
a embaucar. Dejaré de lado lo demás. Si me hacéis caso en esto, pasaréis la vida
colmados de felicidad (Aristófales Las Asambleistas 165-ss)
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Mujeres dialogando |
(Blépiro, esposo de Praxágoras, le pregunta cómo van a gobernar, y ésta
expone su plan)
BLÉPIRO.- Pues, por lo de abrir un nuevo sendero, no temas; que lo nuestro es
innovar con preferencia a cualquier tipo de autoridad y despreocuparnos de lo
antiguo
PRAXÁGORA.- Que ninguno de vosotros, pues, me contradiga ni interrumpa antes de
conocer la intención y oir a quien la expone. Diré que todos deben hacer
comunidad de bienes de forma que todos tengan parte en ellos todos, y vivan de
los mismos recursos y no que uno sea rico y el otro miserable; ni que uno tenga
mucha tierra que labrar y el otro ni siquiera para que se le sepulte; ni que uno
tenga a su servicio muchos esclavos y el otro ni siquiera un acompañante. Por el
contrario, establezco un sólo régimen de vida común para todos y éste ha de ser
igualitario
BLÉPIRO.- ¿Y cómo ha de ser común para todos?
PRAXÁGORA.- Comerás pastel de mierda antes que yo
BLÉPIRO.- ¿De los pasteles de Mierda también participaremos en común?
PRAXÁGORA.- No, por Zeus. Es que te me has adelantado para interrumpirme. Pues
esto es lo que yo estaba a punto de decir: lo primerísimo, antes de cualquier
cosa, haré que la tierra sea común a todos y la plata y todas las demás
pertenencias de cada cual. Luego, a base de estos fondos comunes, nosotras os
nutriremos administrando, ahorrando y aplicando nuestro buen criterio.
BLÉPIRO.- ¿Y cómo hará el que de nosotros no posea tierras, sino algún dinero y
dáricos, una riqueza oculta?
Praxágora.- La depositará en la caja del fondo común, y si no la deposita será
perjuro.
BLÉPIRO.- Pues la adquirió, por cierto, gracias a eso.
PRAXÁGORA.- Pero, en cualquier caso, no le será de ninguna utilidad, ¿sabes?
BLÉPIRO.- ¿En razón de qué?
PRAXÁGORA.- Nadie hará nada por pobreza, porque todos tendrán de todo, panes,
salazones, galletas, mantos, vinos, coronas, garbanzos. Entonces ¿qué ventaja
reportará no hacer el depósito? Si la descubres, muéstrala.
BLÉPIRO.- ¿No es verdad que ahora los que más roban son los que tienen todo eso?
PRAXÁGORA.- Antes sí, compañero, cuando nos regíamos por las leyes anteriores;
pero ahora, puesto que el sustento procederá de un fondo común, ¿cuál será la
ventaja de no hacer el depósito?
BLÉPIRO.- Si alguien, viendo a una muchachita, la desea y quiere jugar con ella
a sacudirle los tizones, podrá hacer un regalo sacándolo de esos bienes, y de
los del fondo común participará en cuanto duerma con ella.
PRAXÁGORA.- ¡Pero si le será posible dormir con ella gratis! Que también a esas
las hago comunes a todos los hombres, para que el que quiera se acueste con
ellas y les haga un hijo.
BLÉPIRO.- ¿Y cómo se hará para que no vayan todos tras la más lozana de entre
ellas a intertar apuntalarla?
PRAXÁGORA.- Las más vulgares y más chatas se sentarán junto a las espléndidas, y
luego, si uno desea a la que tú dices, primero sacudirá a la fea.