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TEXTO 38: El progreso humano (Antígona vv 332-ss)
                     Leyes divinas frente a leyes humanas
(Antígona vv 441-507)
Sófocles,  Antígona
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Antígona, Creonte y Hemón

El progreso humano (Antígona vv 332-ss)
Estrofa 1º

CORO.- Existen muchas cosas maravillosas y asombrosas, pero nada más maravilloso ni asombroso que el hombre. Esta criatura se aventura sobre el grisáceo mar cuando sopla el tempestuoso viento del Sur, cabalgando sobre las rugientes olas. Trabaja la tierra, la más noble de las diosas, imperecedera e inagotable, con el ir y venir de los arados, año tras año, volteando el suelo con la progenie de los caballos.
Antiestrofa 1º
Caza y captura la despreocupada especie de los pájaros, y los rebaños de bestias salvajes, y las familias del salado mar en las mallas de sus redes, el hombre, esa astuta criatura. Con sus ardides domestica las bestias de campos y montes, obliga al caballo y al incansable toro montaraz a doblar sus cuellos bajo el yugo.
Estrofa 2º
Ha aprendido el lenguaje, y el alado pensamiento, y las maneras de comportarse permitidas por las leyes en las ciudades, y a refugiarse de los desapacibles dardos del hielo inhóspito en la intemperie. Siempre perspicaz e ingenioso, nunca el futuro le coge desprevenido. Solo de la muerte no puede escapar, pero ha encontrado remedios para las terribles enfermedades.
Antiestrofa 2º
Ingeniosas por encima de todo lo imaginable son las invenciones de su arte, o técnica, y las encamina unas veces hacia el bien y otras hacia el mal, según se conduzca en el cumplimiento de las leyes del país y los justos decretos del cielo, que ha jurado, orgulloso de su ciudadanía. Pero desterrado sea aquel cuyo osado espíritu le lleve a convivir con la maldad"
Antígona ante Creonte, escoltada por dos guardias

Leyes divinas frente a leyes humanas (Antígona vv 441-507)
(Escena del enfrentamiento entre Antígona y Creonte, por haber enterrado ésta a su hermano contra las órdenes de aquél)
CREONTE.--(Dirigiéndose a Antígona.) Eh, tú, la que inclina la cabeza hacia el suelo, ¿confirmas o niegas haberlo hecho?
ANTÍGONA. Digo que lo he hecho y no lo niego.
CREONTE.--(Al guardián.) Tú puedes marcharte adonde quieras, libre, fuera de la gravosa culpa. (A Antígona de nuevo.) Y tú dime sin extenderte, sino brevemente, ¿sabías que había sido decretado por un edicto que no se podía hacer esto?
ANTÍGONA.--Lo sabía. ¿Cómo no iba a saberlo? Era manifiesto.
CREONTE.--¿Y, a pesar de ello, te atreviste a transgredir estos decretos?
ANTÍGONA.--No fue Zeus el que los ha mandado publicar, ni la Justicia que vive con los dioses de abajo la que fijó tales leyes para los hombres. No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un mortal pudiera transgredir las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses. Estas no son de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe de dónde surgieron. No iba yo a obtener castigo por ellas de parte de los dioses por miedo a la intención de hombre alguno.
Sabía que iba a morir, ¿cómo no?, aun cuando tú no lo hubieras hecho pregonar. Y si muero antes de tiempo, yo lo llamo ganancia. Porque quien, como yo, viva entre desgracias sin cuento, ¿cómo no va a obtener provecho al morir? Así, a mí no me supone pesar alcanzar este destino. Por el contrario, si hubiera consentido que el cadáver del que ha nacido de mi madre estuviera insepulto, entonces sí sentiría pesar. Ahora en cambio, no me aflijo. Y si te parezco estar haciendo locuras, puede ser que ante un loco me vea culpable de una locura.
CORIFEO.--Se muestra la voluntad fiera de la muchacha que tiene su origen en su fiero padre. No sabe ceder ante las desgracias.
CREONTE.--Sí, pero sábete que las voluntades en exceso obstinadas son las que primero caen, y que es el más fuerte hierro, templado al fuego y muy duro, el que más veces podrás ver que se rompe y se hace añicos. Sé que los caballos indómitos se vuelven dóciles con un pequeño freno. No es lícito tener orgullosos pensamientos a quien es esclavo de los que le rodean.
Ésta conocía perfectamente que entonces estaba obrando con insolencia, al transgredir las leyes establecidas, y aquí, después de haberlo hecho, da muestras de una segunda insolencia: ufanarse de ello y burlarse, una vez que ya lo ha llevado a efecto. Pero verdaderamente en esta situación no sería yo el hombre --ella lo sería--, si este triunfo hubiera de quedar impune. Así, sea hija de mi hermana, sea más de mi propia sangre que todos los que están conmigo bajo la protección de Zeus del Hogar, ella y su hermana no se librarán del destino supremo. Inculpo a aquélla de haber tenido parte igual en este enterramiento. Llamadla. Acabo de verla adentro fuera de sí y no dueña de su mente. Suele ser sorprendido antes el espíritu traidor de los que han maquinado en la oscuridad algo que no está bien. Sin embargo, yo, al menos, detesto que, cuando uno es cogido en fechorías, quiera después hermosearlas.
ANTÍGONA.--¿Pretendes algo más que darme muerte, una vez que me has apresado?
CREONTE. Yo nada. Con esto lo tengo todo.
ANTÍGONA.--¿Qué te hace vacilar en ese caso? Porque a mí de tus palabras nada me es grato--¡que nunca me lo sea!--, del mismo modo que a ti te desagradan las mías. Sin embargo, ¿dónde hubiera podido obtener yo más gloriosa fama que depositando a mi propio hermano en una sepultura? Se podría decir que esto complace a todos los presentes, si el temor no les tuviera paralizada la lengua. En efecto, a la tiranía le va bien en otras muchas cosas, y sobre todo le es posible obrar y decir lo que quiere.
CREONTE. Tú eres la única de los Cadmeos que piensa tal cosa.
ANTÍGONA.--Éstos también lo ven, pero cierran la boca ante ti.
CREONTE.--¿Y tú no te avergüenzas de pensar de distinta manera que ellos?
ANTÍGONA.--No considero nada vergonzoso honrar a los hermanos.
CREONTE. ¿No era también hermano el que murió del otro lado?
ANTÍGONA.--Hermano de la misma madre y del mismo padre.
CREONTE. ¿Y cómo es que honras a éste con impío agradecimiento para aquél?.
ANTÍGONA. No confirmará eso el que ha muerto.
CREONTE.--Sí, si le das honra por igual que al impío.
CREONTE.--No era un siervo, sino su hermano, el que murió.
CREONTE.--Por querer asolar esta tierra. El otro enfrente, la defendía.
ANTÍGONA.--Hades, sin embargo, desea leyes iguales.
CREONTE.--Pero no que el bueno obtenga lo mismo que el malvado.
ANTÍGONA.--¿Quién sabe si allá abajo estas cosas son las piadosas?
CREONTE.--El enemigo nunca es amigo, ni cuando muera.
ANTÍGONA.--Mi persona no está hecha para compartir el odio, sino el amor.
CREONTE.--Vete, pues, allá abajo para amarlos, si tienes que amar, que, mientras yo viva, no mandará una mujer.