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TEXTO 32: Para Hierón de Etna, vencedor en la carrera de carros
Píndaro, Pítica I
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Carrera de caballos

Para Hierón de Etna, vencedor en la carrera de carros (Pítica I)
Estrofa 1
Aurea lira, de Apolo y de las Musas de violáceas
trenzas presea justamente compartida, a ti te atiende
el paso de danza que da inicio a la fiesta,
y obedecen los cantores tus avisos
cuando de los preludios que arrastran al coro formas,
vibrante, los primeros acordes.
Incluso el rayo, lancero
de irrestañable fuego, tú apagas. Y duerme sobre el cetro
de Zeus el águila, relajando
a ambos costados su ala rauda,  (versión musicada de este fragmento)
Antiestrofa
la reina de las aves, cuando sobre su curva cabeza
oscura niebla, suave cerrojo de sus párpados,
tú has derramado, y dormitando
ella mece el lustroso plumaje de su lomo,
por tus efluvios dominada. Y hasta
el violento Ares deja a un lado la hiriente
punta de su pica, y suaviza su corazón
en el ensueño. Tus saetas, sí, hechizan
el ánimo también de los dioses, por la magia
del hijo de Leto y de las Musas de talle profundo.
Epodo
Y todos aquellos seres que abomina Zeus, se estremecen al oír
la voz de las Piérides, en la tierra
o en el mar indomeñable.
Incluso el que yace en el espantoso Tártaro,
el enemigo de los dioses,
Tifón, el de cien cabezas, a quien antaño
una famosa caverna de Cilicia crió. Pero ahora,
sobre él, los acantilados de Cumas,
batidos por el mar, y Sicilia le oprimen
el velludo pecho; y lo aprisiona un pilar del cielo,
el níveo Etna, que todo el año agudo hielo nutre.
Estrofa II
De sus abismos emergen rugientes manantiales
de fuego inaccesible. Sus ríos derraman
una corriente negruzca y humeante durante los días.
Y en las tinieblas de la noche la llama roja
rodando arrastra las rocas con retumbo
hasta la honda cavidad del mar.
Aquella bestia es quien arroja en alto
los más terribles torrentes de Hefesto. Un prodigio
asombroso resulta contemplarlo,
y asombro es oírlo, cuando uno lo presencia.
Antiestrofa
Tal monstruo está preso entre las cumbres de oscuras frondas
del Etna y su llanura. Y el lecho en que se tumba
le desgarra y todo el lomo le lacera.
¡Ah, si pudiera, Zeus, pudiera agradarte!
A ti que dominas esa montaña, frontal de una tierra
de bellas cosechas, cuyo nombre
su ilustre fundador dio a la ciudad vecina y cubrió de gloria.
Que en el estadio pítico
lo voceó el heraldo que proclama
la hermosa victoria de Hierón con su carro.
Epodo
Les resulta a los pasajeros de un barco un primer gozo que, al zarpar, les llegue favorable a su viaje el viento. Pues uno piensa que es probable que también al final consiga un regreso mejor. Y el cálculo
sobre estos éxitos de ahora induce a creer
que en el futuro será ciudad famosa por las coronas hípicas
y renombrada en las fiestas de bellas canciones.
Tú, soberano de Licia y de Delos,
Febo, que amas la fuente Castalia en el Parnaso,
ojalá quieras guardar estos votos en tu mente
y a esa región de buenos guerreros.
Estrofa III
De los dioses, pues, proceden todos los medíos
de la excelencia humana; por ellos los hombres
son sabios y de brazos vigorosos y hábiles de lengua.
Y al proponerme yo ensalzar a ese hombre
confío no hacer como el que el dardo de brortcínea punta,
tras blandirlo en la mano, arroja fuera del campo de tiro,
sino superar a mis rivales lanzándolo muy lejos.
Porque ojalá el tiempo siempre así la dicha
y dote de riquezas le ofrezca en recto pago,
y proporcione el olvido a sus fatigas
Antiestrofa
Cierto que podría recordar en qué batallas, en las guerras,
firme se irguió con intrépido ánimo,
cuando encontraron (sus hermanos con él) en manos de los dioses
un honor cual ningún otro de los griegos cosecha,
magnífica corona a su riqueza. Ahora, por cierto,
siguiendo la pauta de Filoctetes,
se ha puesto en campaña. En la necesidad incluso
quien es muy arrogante le halaga para hacerle su amigo.
Cuentan que a sacarle de Lemnos (donde estaba)
torturado por su llaga acudieron
Epodo
unos héroes semidioses a por el arquero hijo de Peante.
El destruyó la ciudad de Príamo, él puso fin
a los esfuerzos de los Dánaos;
aunque avanzaba con un cuerpo enfermizo,
sin embargo era el elemento de la Moira.
Que así la divinidad enderezadora sostenga
a Hierón todo el tiempo venidero dándole el fruto que ansía.
Musa, ahora concédeme cantar en la morada
de Dinómenes el triunfo de esa cuadriga.
Pues no es un gozo ajeno la victoria de su padre.
¡Vamos, encontremos luego un himno grato al rey de Etna!
Estrofa IV
Para él esa ciudad en la libertad de divino cimiento fundó
Hierón según las leyes trazadas con doria plomada.
Quieren los descendientes de Pamfilo
y, en general, de los Heraclidas
que habitan al pie de las crestas del Taigeto,
persistir siempre en los preceptos de Egímio,
como Dorios. Y conquistaron Amiclas, venturosos,
partiendo del Pidno, y son de los Tindáridas
de blancos corceles vecinos afamados,
y ha forecido la gloria de sus lanzas.
Antiestrofa
Zeus cumplidor, que así siempre distinga
la suerte de los ciudadanos y sus reyes junto al agua del Amenas
el verídico relato de las gentes.
Y con tu ayuda ese caudillo,
delegando en su hijo, honrando al pueblo
lo dirija hacia una paz armónica.
Asiente, te suplico, Crónida,
a que, domado, se contenga en su hogar
el Fenicio y el alborotar de los Tirrenos,
que ya ha visto su violencia desastre de sus naves ante Cumas.
Epodo
Tales pérdidas sufrieron derrotados por el rey de Siracusa,
que desde sus naves de raudo curso
arrojó en alta mar a sus jóvenes guerreros,
librando a Grecia de una pesada esclavitud.
Invoco junto a Salamina el favor de los atenienses, en tributo,
y en Esparta evoco la batalla ante el Citerón,
en donde fracasaron los Medos de arcos curvos.
Mas en la ribera de claras aguas del Hímera
celebrará mi himno a los hijos de Dinómenes,
que por su excelencia lo han merecido,
tras la derrota de los enemigos.
Estrofa V
Si hablas lo preciso, concertando en breve
los términos de mucho, menor será el reproche de las gentes.
Pues el continuo exceso embota
las esperanzas repentinas.
Y apesadumbra el ánimo en secreto de la gente
el oír en demasía de los triunfos ajenos.
Pero, no obstante, ya que mejor es la envidia que el lamento,
no desistas del bien. Rige con justo timón
a tu pueblo, y forja en el yunque de la verdad tu lengua.
Antiestrofa
Que si algo vulgar se te escapa,
va a ser considerado enorme, por provenir de ti.
De numerosos asuntos eres juez.
Muchos son los testigos fieles de tus actos, buenos y malos.
Persistiendo en tu espléndido talante,
si deseas gozar siempre de amable reputación,
no te canses de gastar en exceso.
Suelta, como un piloto,
toda la vela al viento. No te dejes, amigo,
engañar por las ganancias atractivas.
Epodo
Sólo el póstumo resplandor de la gloria
revela la vida de los hombres que fueron,
a través de cronistas y poetas. No se extingue
la prudente excelencia de Creso.
Pero al que en un toro de bronce quemaba (a sus víctimas),
a Fálaris, de despiadada mente,
odiosa fama le envuelve en todas partes.
Y tampoco las liras lo acogen bajo techo
como amable compañía para los cantos de muchachos.
El gozar de éxitos es el primero de los premios.
Buena reputación es el segundo acierto.
Y el hombre que lo uno y lo otro se propone y conquista,
éste se ha ceñido la más alta corona.