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Joven efebo y su educador |
Se avecinan conflictos (vv. 1-39)
Oh soberano, nacido de Leto, hijo de Zeus, de ti nunca me olvidaré al iniciar ni al concluir estos cantos; sino que siempre, al comienzo, al final y en medio, te cantaré. Pero tú a mí escúchame y dame venturas. Febo rey, cuando a ti te dio a luz la divina Leto –que se abrazaba a una palmera con sus gráciles manos, al borde del lago redondo-, a ti, el más bello Inmortal, toda la isla sagrada de Delos colmóse de un perfume divino, sonrió la tierra infinita, y se alegró el profundo caudal de la mar espumosa.
Oh Ártemis, hija de Zeus, Cazadora, a quien un altar dedicó a Agamenón, cuando a Troya partía con raudos navíos, escucha mis súplicas, y aparta las Keres oscuras. Para ti eso es poco, oh diosa, y mucho para ti. Musas y Gracias, hijas de Zeus, que antaño a la boda de Cadmo acudisteis y cantasteis la hermosa canción: “Cuanto es bello no es grato, e ingrato lo no bello.” Este verso nos vino de vuestras bocas inmortales.
Cirno, a estos poemas que a ti yo te enseñé imponerles quiero mi sello, y nunca así pasará inadvertido su robo, ni nadie los estropeará, alterando lo bueno. De modo que cualquiera dirá: “Son de Teognis de Megara esos versos: Un hombre famoso entre todas las gentes.” A mis conciudadanos no puedo agradarles a todos. No es nada extraño, Polipaides, pues ni el mismo Zeus agrada a todos cuando llueve o detiene la lluvia.
Por mi afecto hacia ti voy, Cirno, a enseñarte lo que yo mismo aprendí de los hombres de bien. Sé sensato y no intentes con actos innobles ni injustos conseguir distinciones ni méritos ni siquiera riqueza. Sabe que es así. Y no tengas trato con gente mezquina, sino que quédate siempre del lado de los hombres de bien. Y bebe y come junto a ellos, y siéntate junto a ellos, y procura agradarles a ellos, que tienen enorme influencia. De los buenos aprenderás cosas buenas, y si a los malos te mezclas, incluso el saber que tienes echarás a perder. Aprendiendo esto, júntate a gente de bien, y dirás luego que a los amigos yo sé darles mis buenos consejos.
Cirno, la ciudad está grávida, y temo que pronto alumbrará al vengador que ha de castigar la culpa en la que tan alevosamente hemos caído. Los ciudadanos son aún sensatos, pero sus líderes se encaminan al abismo donde seremos engullidos por la calamidad. Jamás ha sido destruido un estado por hombres justos, no, sino cuando los malvados y los bribones reivindican la violencia con descaro, corrompen a la multitud y dan la razón a los criminales, pensando en su propio provecho, ávido de poder. Ten por seguro que, aunque veas la ciudad todavía pacífica y quieta, no estará así por mucho tiempo. De esto nacen las luchas civiles, las matanzas de ciudadanos y los tiranos .
Los tiempos están cambiando (vv. 53-58)
Ah, Cirno, ésta es aún nuestra ciudad, pero es otra su gente. Los que antes no sabían de leyes ni derechos, los que cubrían sus flancos con pieles de cabras, y fuera de esta ciudad, como gamos, pastaban, ahora son gente de bien, Polipaides; y los nobles de antes ahora son pobres gentes. ¿Quién puede soportar el ver eso?
Unos a otros se engañan burlándose entre sí, y desconocen las normas de lo bueno y lo malo. No te hagas amigo de ninguna de estas personas, Polipaides, de corazón, por grande que sea tu apuro. Pero de palabra aparenta ser amigo de todos, y no colabores con nadie en cosas de importancia. Porque te darás cuenta del talante de esos miserables, cómo no puede haber confianza ninguna en sus hechos, sino que aman las trampas, engaños y enredos, tal como los hombres que no tienen remedio ninguno.
La astucia es lo mejor (vv. 213-32)
Ah, corazón, modifica según cada amigo tu artero talante, acomodando tu modo de ser al que tenga cada uno. Toma el carácter del pulpo que, muy flexible, se muestra igual a la piedra a que se ha pegado. Ahora asimílate a ésta, y luego varía el color. La astucia es mejor, en verdad, que ser intransigente.
No te angusties en exceso porque anden las gentes del pueblo revueltas, Cirno. Tú toma el camino del medio, como yo.Quien piensa que el prójimo todo lo ignora, y que él es el único que tiene variados ardides, ése es un imbécil, tarado de mente, un necio. Pues todos tal vez conocemos los trucos igual, pero uno no quiere emprender deshonrosos negocios, y a otro le atraen mucho más los manejos desleales.
De la riqueza no hay prefijado a los hombres un límite. Pues quienes ahora tienen más medios de vida, ansían el doble. ¿Y quién puede saciarlos a todos? El dinero resulta a los hombres motivo de locura. Y de ésta proviene la ruina, que a veces envía Zeus a los torpes, y ahora uno, ahora otro la acoge.
La riqueza es la máxima fuerza (vv. 713-18)
Para la mayoría de la gente no hay más que una sola virtud: ser rico. Lo demás no tenía ninguna utilidad, aunque tengas la sensatez del propio Radamante, ni seas más astuto que el eólida Sísifo…. Ni aunque finjas mentiras que parezcan verdades, con la lengua elocuente de Néstor divino, ni seas de carrera más rápido que las veloces Harpías y que los hijos de Bóreas, cuyos pies son ligeros. Todo el mundo, por ello, debe hacerse a esta idea: que la riqueza tiene en todo la máxima fuerza.
La virtud sólo se hereda (vv. 425-39)
De todas las cosas la mejor es no haber nacido ni ver como humano los rayos fugaces del sol; y una vez nacido cruzar cuanto antes las puertas del Hades, y yacer bajo una espesa capa de tierra tumbado. Es más fácil engendrar y criar un hombre que inculcarle un recto juicio; pues nadie hay que haya llegado a discurrir esto: a hacer cuerdo al insensato y bueno al malo. Si un dios a los Asclepíadas lo hubiera otorgado, el curar la maldad y el tortuoso carácter humano, de eso habrían sacado ganancias cuantiosas y múltiples; si el carácter fuera cosa fabricada artificialmente y puesta en nosotros, jamás sería malo el hijo de un hombre bueno, pues obedecería a sus palabras virtuosas; pero, en verdad, es imposible que, aleccionándole, puedas convertir al malo en bueno