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Escena erótica |
Los placeres y los días (Frag. 1 D)
¿Qué vida, qué placer hay al margen de la Áurea Afrodita? Morirme quisiera cuando ya no me importen el furtivo amorío y sus dulces presentes y el lecho, las seductoras flores que la juventud da a hombres y mujeres. Pues más tarde acude penosa la vejez, que a un tiempo feo y débil deja al hombre. De continuo agobian su mente tristes presentimientos y no disfruta ya al contemplar los rayos del sol, entonces es odioso a los niños, y despreciable a las mujeres. ¡Tan horrible implantó la divinidad la vejez!
Breve es el vivir (Frag. 2 D)
Como las hojas que engendra la estación florida de la primavera, cuando se expanden con los rayos del sol, nosotros, semejantes a ellas, por poco tiempo disfrutamos de las flores de la juventud, sin que conozcamos por los dioses ni el bien ni el mal. Pero a nuestro lado se presentan las Keres sombrías, una con la funesta vejez como destino, otra con la muerte. Breve es el disfrute de la juventud, sólo el tiempo que el sol se extiende sobre la tierra. Pero cuando termina esta estación, sin duda es mejor estar muerto que seguir viviendo.
Mucos males entonces asaltan el ánimo. Unas veces el hogar se arruina y vienen los duros acosos de la miseria. Otro, en cambio, carece de hijos, y con ese ansia extrema emprende bajo tierra su camino hacia el Hades. A otro le apresa una angustiosa enfermedad. Ninguno entre los hombres hay a quien Zeus no le dé muchos males.
La dura vejez (Frag 5 D)
Pero dura un tiempo muy breve, como un sueño, la juventud preciada. Luego, amarga y deforme, la vejez sobre nuestra cabeza está pendiente, odiosa a la par que infame, que desfigura al hombre y, envolviéndole, daña sus ojos y su mente.