|
Hoplitas yendo al combate |
¿Hasta cuándo estaréis así echados? ¿Cuándo tendréis, muchachos,
ánimo de combate? ¿Vergüenza no sentís ante vuestros vecinos
de tan extremo abandono? ¿Confiáis en que es tiempo de paz
cuando ya la guerra arrebata a todo el país? ...
Y que cada uno, al morir, arroje el último dardo.
Honroso es, en efecto, y glorioso que un hombre batalle
por su tierra, sus hijos, y por su legítima esposa
contra los adversarios. La muerte vendrá en el momento
en que la hayan urdido las Moiras. Que todos avancen
empuñando la espada y albergando detrás del escudo
un corazón valeroso, apenas se trabe el combate.
Porque no está en el destino de un hombre escapar
la muerte, ni aunque su estirpe viniera de dioses.
A menudo rehuye alguno el combate y el son de los dardos,
se pone a cubierto, y en casa le alcanza la muerte fatal.
Pero ése no va a ser recordado ni amado por el pueblo,
y al otro, si cae, lo lamentan el grande y el pequeño.
Pues a toda la gente le invade la nostalgia de un bravo
que supo morir. Y si acaso pervive, es rival de los héroes,
porque a su paso le admiran cual si fuera una torre del muro.
Hazañas acomete que valen por muchos, siendo él solo.