Estilo

El nuevo género en prosa, el discurso, tiene una extensión relativamente reducida, comparable a la de ciertos tratados y diálogos, no a las grandes obras históricas. Desarrolla unas características de estilo y composición que le son propias. En Gorgias, Trasimaco y los primeros retores en general, el estilo de la prosa está influido por el de la poesía. Construyen periodos organizados en pequeños "miembros" o frases que tienen ciertos rasgos comunes con el verso: finales rítmicos, falta de hiato, vocabulario poético. El paralelismo y la antítesis entre los "miembros", con asonancias y rimas, juegos de palabras, etc., están a la orden del día. De esta manera trabajosa se crea la prosa ática, con imitación del verso, sobre todo el verso lírico; mientras que la prosa jónica, con su amplio uso de las oraciones coordinadas (parataxis) imita más bien el verso épico.
Nada tiene de extraño este influjo cuando por primera vez se escribe en prosa lo que antes se escribía en verso. Es más, la teoría de Gorgias sobre la esencia de la oratoria, está calcada de la que Demócrito y luego Platón aplicaban a la poesía. Para Gorgias la palabra es una "hechicera", arrastra al oyente hasta convencerle influyendo en sus afectos más que en su razón. No cree en cambio en la posibilidad de una demostración rigurosa: aspira a hacer "verosímil" la tesis sostenida y a que, sabiendo usar de la "oportunidad" (es decir, hablando de diverso modo según el público y las circunstancias), el orador logre esos efectos de "hechizo". Posteriormente, el estilo de la oratoria se modificó. Los discursos de los logógrafos se escriben con simplicidad, imitando el lenguaje de quienes los pronuncian, que son supuestamente sus autores: aquí y en el diálogo se crea la prosa ateniense coloquial. El resto de la oratoria crea periodos más largos: para el gusto actual demasiado largos, llenos de oraciones subordinadas y otras dependientes de estas, en un juego sabio y perfecto. Este tipo de prosa culmina en Isócrates y es el modelo de la prosa de Cicerón y, luego, de la prosa retórica desde el Renacimiento hasta el siglo XIX.

 
 
Composición

En cuanto a la composición, un discurso se organiza en tres partes: exordio, parte central, peroración. Este esquema es el mismo de los géneros poéticos. En el exordio el orador trata de captar la benevolencia del auditorio colocándose a una luz favorable y disponiéndole a escuchar lo que sigue; en la peroración hace un resumen de lo dicho e insiste en la súplica y la petición de benevolencia (si es un discurso judicial). La parte central suele contener una refutación del adversario y una narración de los hechos desde el punto de vista propio, seguida de las conclusiones. También puede haber una refutación previa de lo que el orador espera que el adversario vaya a decir. En los juicios tenían un papel importante los juramentos y los testimonios: este papel tiende a disminuir en la oratoria literaria, que se centra en la aportación de pruebas de "verosimilitud", a veces un tanto fuera de lugar.
Lo importante es hacer ver que, mejor que en ningún otro género en prosa, en la oratoria se crea la composición cerrada, perfectamente equilibrada: ha influido precisamente en la composición de tratados y obras históricas No existe la complejísima composición, dotada de una armonía oculta, de ciertos diálogos de Platón. De todas maneras, el orador tiene recursos para variar la composición. Un buen ejemplo de ello es el Discurso de la Corona, de Demóstenes. Tras el exordio, Demóstenes refuta a Esquines en sus alegaciones de que es ilegal que se le haya otorgado una corona de oro como premio por sus esfuerzos para mantener la independencia de Atenas ante Filipo. Luego, en la narración, justifica el decreto de Ctesifonte que le ha otorgado la corona y examina su propia politica hostil a Filipo de Macedonia, que Esquines había colocado a una luz desfavorable. Con ello llega una peroración en la que, casualmente en apariencia, se hace referencia a la toma de Elatea, en Beocia, por Filipo, cuando éste se presentó ya abiertamente como enemigo de Atenas. Demóstenes introduce, entonces, una segunda narración: su éxito al lograr unir a Tebas y Atenas contra Filipo, la campaña que termina, sin culpa suya, con la derrota de la coalición en Queronea (año 338 a. C.). Con este recurso, Demóstenes pone en relieve el momento más glorioso de su actuación. Luego viene, por fin, la verdadera peroración.
La decadencia de la oratoria en época helenística, cuando, al desaparecer la libertad política se limita a temas triviales o artificiosos y desarrolla un estilo ya afeminado y muelle, ya hueco y bombástico, y la continuación de esta situación durante el imperio romano (con el paréntesis de la época republicana) son cosas que han dado un sentido desfavorable al término "retórica". Hay que recordar que la retórica es originariamente el arte de decir bien las cosas, de dar una expresión convincente a lo que se quiere decir. Es el lugar donde nace la prosa ática y donde nacen escritos compuestos de una manera equilibrada y eficaz.