Los géneros

La retórica es una téchne, susceptible, por tanto, de ser enseñada y aprendida mediante las reglas (regulae, praecepta). La asimilación de estas reglas fue total por parte de los romanos, que se limitaron a traducir y adaptar al latín la terminología griega. La primera distinción que cabe hacer es la que afecta a los tipos de discurso. Aristóteles los clasificó según su objeto, hay tres: judicial, deliberativo y demostrativo.
1. El "género judicial" (Tò dikanikòn génos). El caso modelo es el discurso ante los jueces de un tribunal, a los que se invita a pronunciar un veredicto respecto a un hecho pasado a favor de la parte acusadora o de la defensa. El desarrollo total de los alegatos de la acusación y de la defensa se denomina en latín actio, 'proceso'.
2. El "género deliberativo" (Tò symbouleutikòn génos). El caso modelo es el discurso político pronunciado ante una asamblea popular, que se ha reunido para deliberar y a la que se invita a tomar una decisión respecto a una acción futura que el orador aconseja o desaconseja. Y la convicción es, también, la base de la oratoria deliberativa (simbuléutica) ejercida primero en las asambleas de reyes (basiléis), presididas por el soberano (wánax) y luego en los consejos reales. Ya los héroes homéricos se revelan como oradores (Néstor, Ulises, Menelao), ya que las deliberaciones junto con la excelencia guerrera forman parte del ideal heroico.
3. El "género demostrativo" (Tò epideiktikòn génos). Es el caso modelo es el del discurso pronunciado ante una reunión solemne en alabanza de una persona (laudationes funebres, elogia), de una comunidad, de una actividad o de una cosa que se quiere celebrar. Pero también forman parte de este tipo de discurso los que se pronuncian con intenciones opuestas, es decir, para vituperar y desacreditar. El discurso epidíctico es pues un discurso que versa sobre cualquier tema y su finalidad es el ornato o el lucimiento personal. Dentro del género pueden distinguirse el panegírico, el encomio, el discurso funerario y el erótico, en los que el orador sustituye al poeta y reclama sus honores. Lo fundamental es, en cualquier caso, el poder de convicción, de persuasión independientemente de la veracidad. Los discursos de cada uno de los tres géneros pueden contener elementos de los otros dos géneros, especialmente cuando la extensión del discurso permite la inserción de digresiones.

 
 
Género judicial

Desde Antifonte, el primer orador ático, imperfecto en su estilo, falto de viveza y espontaneidad, hasta Andócides, un orador no sofista, destacado por su estilo llano y natural, pasando por Tucídides en cuyo texto se insertan discursos de todo tipo, el siglo V está lleno de oradores que van abriendo el camino a los grandes maestros que se dieron cita en el siglo más importante de la elocuencia ática: el IV. Los logógrafos constituyen un claro género judicial que cultivaron Lisias, Iseo y Demóstenes en sus primeros tiempos Claro está, también conservamos discursos forenses pronunciados por sus autores: así, todavía a fines del siglo V, el discurso de Andócides Sobre los misterios, en que rechazaba la acusación de haber participado en actos sacrílegos que fueron un gran escándalo en Atenas; o el de Lisias Contra Eratóstenes, en que el orador acusaba a este personaje, uno de los "treinta tiranos" que gobernaron en Atenas el año 403, como culpable del asesinato de su hermano. En discursos forenses como éstos hay un fondo político innegable.

 
 
Género deliberativo

Hemos analizado que la oratoria llega a su madurez con el proceso democrático, que fue fuente de sus diversas manifestaciones. En el siglo IV los oradores empiezan a publicar los discursos o los reelaboran y publican después de pronunciarlos, como sucede con Demóstenes. La oratoria de este siglo tiene sobre todo como inspiración el marco hitórico-político que la surte de una efervescencia tal que le confiere una fuerza y una grandeza difíciles de alcanzar posteriormente. Debido a esto la oratoria ática llega a su madurez, como lo demuestran con su obra Demóstenes y Esquines. Cuando faltó la inspiración de la patria y la libertad, la oratoria empezó a detener su camino: los temas resultaban inapropiados y el estilo aún más. La ausencia de confrontaciones en la Asamblea, a consecuencia de la invasión macedónica, acabó con la democracia en Grecia. A partir del siglo III la elocuencia griega queda como un género meramente demostrativo, de aparato, una elocuencia de escuela que tendía a imitar a los autores considerados clásicos y que restringía la creación literaria con la implantación de una serie de reglas demasiado rígidas y formales. Solamente con el cristianismo volvieron a ofrecerse para la oratoria en lengua griega contenidos e ideales por los cuales luchar.

 
 
Género demostrativo

Finalmente, el discurso epidíctico, es decir, lo que nosotros llamaríamos conferencias, nace en los elogios fúnebres de los muertos en las guerras, pronunciados ante el pueblo en la ceremonia del entierro: los hay de Gorgias, Lisias y otros. Y en discursos pronunciados ante el público que acudía a Juegos y peregrinaciones: así el Olímpico de Gorgias, el de Lisias y el Panegírico (panegyris es "peregrinación") de Isócrates, que sus autores nos presentan como pronunciados en Olimpia, con motivo de los Juegos. Pero además los sofistas y luego Isocrates, discípulo de Gorgias, desarrollan el género de la conferencia, que se ocupa de temas generales. Isócrates, por ejemplo, trata en sus discursos temas relativos a la educación y la cultura, a la concepción de Grecia como una unidad espiritual, etc.