Corax yTisias

En el segundo decenio del siglo V la Oratoria o Retorica se convierte en objeto de estudio por parte de autores que escriben tratados especializados llamados Arte Retórica: los primeros son los de los sicilianos Corax y Tisias. En Siracusa, ciudad que en 467 sale de la tiranía Córax enseñará a los ciudadanos la forma de recuperar las propiedades que la tiranía les ha arrebatado. Ambos marcaron la división del discurso en partes: proemio, narración, discusión y epílogo. En muchos casos también se incluía el llamado "argumento de verosimilitud" (eikós), la presentación de un asunto se estudiaba desde dos puntos de vista: el del que acusaba y el del que se defendía. Un recurso relativamente nuevo fue el aprender de memoria los "lugares comunes", con lo que se eliminaba el elemento improvisado.

 
 
Gorgias

Al mismo tiempo diversos sofistas y muy notablemente el siciliano Gorgias comienzan a enseñar la oratoria a la juventud ateniense que quería intervenir en política o, simplemente, poder actuar, si la ocasión llegaba, ante los tribunales populares. Si bien no es el creador de la retórica como téchne, el autor que hace posible la transposición del poder mágico de la palabra de la poesía a la prosa es el sofista Gorgias. Nació en Leontinos en 483 y fue embajador en Atenas en 427, enseñó retórica, especialmente epidíctica. Se cree que fue discípulo de Empédocles. Su obra más importante, se llama “Sobre el no ser o sobre la naturaleza”. En ella se lleva al extremo la teoría del conocimiento. Debe demostrar tres tesis: “Nada existe; si algo existiese, no sería cognoscible; si fuese cognoscible, no sería transmisible”. Por tanto, para Gorgias, conocimiento no es realidad; el objeto de conocimiento no es cognoscible porque el ser no existe. Sólo la palabra (no la verdad) tienen poder y son reales: erística y oratoria serán las bases de cualquier programa científico. Es ésta justamente la base de la retórica gorgiana. El poder de la palabra es para Gorgias el centro de su actividad: lo verdadero, imposible de conocer, es sustituido por lo probable, que trata de comprobarse por eliminación de otras posibilidades (según el método de Córax y Tisias).Pero lo que verdaderamente aporta Gorgias es el poder del sonido, del ritmo, que se plasma en la elección de vocablos y en los juegos o figuras retóricas, aplicación sitemática y exageración sin medida de los medios que utilizaba con naturalidad la poesía, buscando períodos equilibrados de iguales sílabas y posiciones de los miembros, relaciones musicales entre palabras y finales en rima. Gorgias veía el parentesco esencial entre discurso y poesía, que es un discurso sujeto a la métrica, en que ambos pueden ejercer dominio sobre las almas. Es justamente el ritmo lo que hechiza al oyente, lo engaña o convence y es capaz de despertar en él terror, compasión o nostalgia, obien alegría o piedad: la palabra actúa como droga del alma. De Gorgias conservamos las dos declamaciones retóricas más antiguas: la “Defensa de Helena” y la “Defensa de Palamedes”, que inauguran el género epidíctico. De esta manera el poeta antiguo en su mundo religioso cede paso al orador, al sofista para quien dominar la palabra constituye el centro de toda educación: el sofista se siente orgulloso de su arte en tanto que es poderosa, el uso de la palabra canonizado mediante criterios estéticos, que llega a ser un fin en sí mismo.

 
 
Los sofistas

Los sofistas, retores y maestros de oratoria en general publican discursos ficticios que son utilizados como modelo en la enseñanza. Así, tenemos la Defensa de Palamedes y el Elogio de Helena, obras de Gorgias en que se hacía el elogio y la defensa de estos personajes míticos. Y tenemos las Tetralogías de Antifonte, todavía de fines del siglo V, en que se recogen grupos de cuatro discursos, dos de la acusación y dos de la defensa, supuestamente pronunciados en diversos procesos: por ejemplo, en uno referente a un joven que mató involuntariamente a otro con la jabalina en la palestra y que era acusado de homicidio. Los manuales de los sofistas están relacionados, sobre todo, con la oratoria judicial. Pero el juicio de Tucídides sobre los discursos u oraciones fúnebres señala una tradición largamente establecida y sobre todo ejercida durante la Guerra del Peloponeso. Es la oratoria epidíctica o demostrativa. Desgraciadamente los oradores no dejaron por escrito sus obras, pues temían ser considerados sofistas si publicaban sus discursos. En consecuencia el género judicial era el que tenía mayor atención por parte de los maestros. Ello dio por resultado el surgimiento de una clase con una profesión determinada, el logógrafo, buen conocedor de las técnicas retóricas y las leyes. La gran mayoría de los oradores del canon ático pertenecieron a la categoría de logógrafos. Lisias, como veremos, destacó ampliamente por su fácil caracterización de personajes, que lo llevó a ser considerado prototipo en su oficio. Demóstenes practicó la logografía, aunque su fama se debe, más bien, a la oratoria epidíctica que a la de género judicial.