Mientras que en otras civilizaciones del Próximo Oriente era costumbre
erigir inscripciones en las que se ofrecían narraciones detalladas y
sistemáticas de los hechos de armas, construcciones públicas, etc., ningún
griego anterior aproximadamente al 500 aC. podría conocer algo del pasado de
su Polis o de otras. No tenían a su alcance escritos históricos, archivos o
crónicas; solamente (y en algunos estados) una sucinta lista de magistrados
o sacerdotes anuales. Podían ofrecerse respuestas a "¿Quién...?" y "¿Cuándo
...?" en términos genealógicos, pues las principales familias griegas
estaban interesadas en su propia genealogía y en sus pretendidas
vinculaciones con los héroes de la leyenda. Por el carácter y naturaleza de
la narración histórica, quien preguntaba dependía esencialmente de la
tradición oral, el elemento narrativo de la conversación, asistemática, con
frecuencia moral o políticamente tendenciosa y que constituía un
conglomerado del que retiraba lo inútil a medida que le incorporaba material
más reciente.
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Mapa de Hecateo |
Por otra parte, la distinción entre mito e historia no estaba tan clara.
Ello se debía a que los héroes se consideraban hombres que habían vivido en
el pasado en las mismas ciudades y regiones en que los griegos seguían
viviendo. Geográficamente el mundo heroico se correspondía con el mundo
humano. Y otro tanto ocurría en el plano temporal. El mundo heroico era para
los griegos el periodo más remoto de las diferentes estirpes y ciudades. Los
relatos antiguos y tradicionales (la "arqueología" como los llamaba
Tucídides) tenían para los griegos un valor semejante al que para nosotros
tiene hoy la historia medieval. La épica es la historia griega más antigua.
No sólo es que la épica conserve el recuerdo de hechos históricos, recuerdo
más o menos desfigurado, sino que narraciones como las relativas a la guerra
de Troya eran consideradas por los griegos como históricas: sólo poco a poco
empezaron a tratar de separar, en los relatos de Homero, lo verdadero de la
ficción poética. Pero no sólo se trata de Homero: cada ciudad tenia sus
fundadores míticos, estuvieran o no reconocidos en poemas épicos. Las
nociones de mito y de historia antigua de una ciudad o región coincidían
para los griegos de la edad arcaica y aun la clásica. La lírica continuó
difundiendo estos mitos: está llena de ellos. Incluso se escribieron algunos
poemas históricos que, indudablemente, comenzaban con hechos de la edad
mítica: así, la Fundación de Colofón de Jenófanes y la Esmirneida
de Mimnermo. Son, según decíamos, raros. Deben compararse a poemas
históricos en verso épico, como la Historia Persa de Querilo. En
todos ellos no sólo la fundación de ciudades como Colofón y Esmirna era
narrada como un hecho del mito, sino que las batallas que se describen
(quedan algunos fragmentos) son del mismo corte de las batallas narradas por
Homero. Por otra parte, la épica y el mito en general, con su constante
insistencia en el relato de la descendencia de los héroes y de su origen,
explican el nacimiento de una obra en prosa titulada precisamente
Genealogías, escrita por Hecateo, el verdadero fundador de la historia
griega a comienzos del siglo V. En ella narraba una serie de genealogías,
incluida la suya, remontándose hasta la época mítica.
Ya desde antiguo se reconocían cinco subgéneros historiográficos: genealogía
(tradiciones legendarias), etnografía (descripción de países y pueblos
extraños), historia propiamente dicha (que se ocupa de los hechos de los
hombres), horografía (historia analística de las ciudades) y cronología
(localización temporal de hechos que tienen lugar en diversas partes del mundo).
Los géneros, con influencias mutuas, se conservaron como tales en época clásica,
si bien para algunos historiadores no hay auténtica historia hasta Heródoto, el
primer autor de historia universal.
Muchos de los géneros contaban con precedentes en la época más arcaica, y
especialmente la genealogía (Homero había hecho la heroica, y Heródoto, la
divina); la etnografía se basaba en la periégesis (o descripción detallada),
luego llamada periplo, es decir, descripciones efectuadas en la circunnavegación
de un territorio dado. Tales descripciones abordaban costumbres curiosas, hechos
notables, orígenes y leyendas; quizá incluyeran eventualmente datos espaciales y
resúmenes de historia política por dinastías o monarcas. Esta pudo ser la línea
de trabajo de autores como Escílax de Carianda, que realiza para el rey persa
Darío un periplo desde el Indo hasta el istmo de Suez. La horografía, por su
parte, se ocupó de las historias locales con especial atención a la cronología,
fruto, quizá, de la nueva mentalidad científica y erudita.
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Mapa del mundo, según Heródoto |
Otros precedentes: Inscripciones y periplos
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Pero en la creación de la historia griega más antigua no sólo intervino la
épica. Hay, por lo menos, dos factores más:
a) Desde el siglo VII comienzan las inscripciones griegas en prosa, entre las
cuales existen listas de magistrados, sacerdotes, vencedores en los Juegos,
etc., cuentas de gastos, inventarios, etc.; decretos, tratados; y hay otras
muchas más. Se añaden las inscripciones sepulcrales y de ofrendas a los dioses,
casi siempre en verso. Todo esto no es historia y, con la excepción de las
últimas, no es literario. La finalidad es hacer públicos ciertos datos y
conservarlos para la posteridad. No hay duda de que estas inscripciones
ofrecían, por asi decirlo, un esqueleto a narraciones históricas que se hicieran
sobre el modelo de la épica, pero con referencia a la edad presente y al pasado
próximo.
b) También fue una necesidad práctica la que llevó a redactar "periplos" que
describían las costas, para uso de los navegantes, y en los cuales se
introducían datos geográficos, etnográficos, históricos, curiosidades, etc. Al
siglo VI a. C. pertenecía un periplo redactado en Marsella, periplo que se ha
perdido pero que conocemos por su versión latina, la Ora Maritima de Avieno:
describe la costa desde Tartesos a aquella ciudad. Hay otros periplos de época
posterior, pero escritos sobre este mismo modelo. Hecateo de Mileto cultivó el
genero en su Periegesis, que describía las costas del Mediterráneo y del Mar
Negro.
Estos son los puntos de partida de la historia: el relato épico, los datos
acumulados en inscripciones y periplos. Se añade, naturalmente, la tradición
oral. Es dudoso, en cambio, que tengamos que contar con la existencia de anales
o recopilaciones anuales de sucesos notables, aunque el título de algunas de las
primeras obras históricas, asi los Oroi Lampsakenón o Anales de Lámpsaco, obra
de Caronte de Lámpsaco de comienzos del siglo V, así parezca indicarlo.
Hay una rama de la historia griega que cultiva los temas monográficos: la historia de ciudades o regiones. Hemos citado, en verso, la
Fundación de Colofón y la Esmirneida; en prosa los Anales de Lámpsaco de Caronte. Este mismo autor escribió una
Historia Persa, Janto de Lidia una Historia Lidia, Helánico de Militene una
Historia del Atica entre otras obras del mismo tipo. Todos estos autores escriben ya en el sigloV. Pero la línea principal de la historia griega no es ésta, sino la que tiene una ambición universalista: es, en mayor o menor medida, historia universal. Ello puede atribuirse, de un lado, al influjo de la épica: Homero, como Heródoto dice, fue el primero que escribió las luchas de griegos y asiáticos, que culminaron en las Guerras Médicas descritas por él. De otro lado, los periplos se refieren también a un mundo internacional. En el fondo todo ello depende del hecho de que lo mismo el mundo de la época micénica, en el segundo milenio, descrito por Homero, que el mundo del propio Homero y de estos más antiguos navegantes e historiadores, es un mundo en el que griegos y bárbaros convivían. Ya en guerra ya en paz griegos y asiáticos estaban en íntimo contacto: sus historias no eran contables separadamente. Veamos ahora los rasgos principales de la
Historia de Heródoto que, sobre las huellas de Hecateo, fundo definitivamente la Historia Universal en el siglo V, narrando las luchas de griegos y lidios primero, griegos y persas (Guerras Médicas, 490 480 a. C.) después; y, a propósito de estos enfrentamientos, toda la historia antigua de Lidia, Persia y Grecia. Hay que notar, lo primero, que Heródoto continúa un genero jónico: escribe en jónico aunque es un dorio de Halicarnaso (ciudad doria de Asia) y vive varios años en Atenas. Su visión universalista de la historia y su aprecio y admiración por los pueblos asiaticos, son también eminentemente jónicos: aunque Heródoto escribe en Atenas o en todo caso en Turios (Italia) en fecha muy avanzada del siglo V (narra acontecimientos de los años 431 432, poco antes de su muerte), su visión del mundo es la propia de un jonio. No la de un ateniense, orgulloso de su nación tras la victoria en las Guerras Médicas y despreciador de los "bárbaros". Aunque Heródoto es también, ciertamente, un admirador de Atenas.
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Mapa de Estrabón (s. I aC.) |
Le une también a la historiografia jónica aquello que tiende a distinguir a ésta de la épica. Ya Hecateo, pese a sus conexiones con ésta, hace una critica racionalista del mito. Hecateo no cree que el Cerbero fuera el perro del Hades o infierno, es escéptico respecto a la expedición de Héracles a los confines de la tierra, reduce el número tradicional de 50 de las hijas de Danao. De la misma manera Heródoto, aunque con desigualdades, practica una crítica racionalista: no cree que el oráculo de Dodona lo fundaran unas palomas negras (serian mujeres egipcias); las "plumas blancas" que caen en el Norte de Escitia son para él en realidad copos de nieve. Así, pues, la historia queda configurada como un género distinto de la épica en cuanto que, salvo en ciertos momentos excepcionales, renuncia a lo mítico o lo interpreta deduciendo de ello una realidad no mítica. Narra, fundamentalmente, enfrentamientos de pueblos, aunque incluye elementos geográficos, etnográficos, etc., derivados de los periplos. Y los narra en prosa: en prosa jónica primero, en prosa ática después, a partir de Tucidides. Hay, a partir de aqui, que tratar de definir los distintos tipos de narración histórica, tanto en cuanto al contenido como en cuanto a la forma expositiva. Comenzamos por Heródoto que está mucho más próximo a la épica y a la tragedia que sus seguidores.
Como rasgos épicos que son esenciales en él pueden contarse los siguientes:
a) Su intención de narrar grandes hazañas guerreras para que su fama no se
pierda es paralela al empeño homérico por narrar las "hazañas de los héroes".
b) Los relatos alternan con los discursos de estos héroes. Todo momento
importante en la narración de las guerras va precedido de debates consistentes
en series de discursos: los de Jerjes y su consejo antes de su expedición persa,
los de los atenienses antes de la batalla de Salamina, etc.
c) La narración es interrumpida con grandes digresiones: las más largas son la
relativa a Egipto (libro II) y la relativa a Escitia (libro IV). En estas
digresiones entran los temas favoritos de sus predecesores jonios: geografía,
etnografía, etc. Pero cuando se llega al momento decisivo, el choque entre Persia
y Grecia, las digresiones desaparecen casi. Igual ocurre en la Ilíada.
Lo sobrenatural tiene un gran papel: no la intervención directa de los dioses,
pero el castigo divino de la hybris o soberbia y violencia de ciertos personajes
y, concretamente, de los persas. Este tema, por otra parte, denota influjo de la
tragedia contemporánea de Heródoto. Con Heródoto se crea por primera vez en
Grecia la gran narración en prosa, compuesta sobre el esquema de la Ilíada, pero
referida a sucesos casi contemporáneos, a cuya interpretación se aporta una
crítica racional y, al mismo tiempo, una ideología religiosa.