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Epaminondas |
Tebas reacciona: Epaminondas |
Pero el odio de Agesilao le había llevado demasiado lejos. Una Tebas libre podía haber sido partidaria de Esparta, pero con tropas espartanas en la Cadmea, Tebas fue permanentemente hostil y sólo esperaba el día en que pudiera expulsar las tropas espartanas. Durante cuatro años, Tebas sufrió bajo el yugo espartano, hasta que entró en acción el tebano Pelópidas. Había estado exiliado en Atenas desde la ocupación de la Cadmea, pero ahora volvió para dirigir una conspiración. En 378 a. C., él y un pequeño grupo de hombres, disfrazados de mujeres, se unieron a un festín que daban los comandantes espartanos. A último momento, un traidor tebano envió un mensaje al general espartano para delatar la conjura. Cuando se le dijo al general espartano que la nota se refería a un asunto urgente, respondió: «Los asuntos, para mañana», e hizo a un lado la nota sin leerla. Para él, no hubo mañana. Las «mujeres» sacaron sus cuchillos e hicieron una matanza con los espartanos. En la confusión que siguió, los tebanos atacaron la Cadmea, y los espartanos, desconcertados por el repentino asesinato, la entregaron. (Probablemente podían no haberlo hecho, y los comandantes espartanos que se rindieron fueron ejecutados al volver a Esparta, pero no por eso se recuperó la Cadmea.)
Tebas se alió una vez más con Atenas contra Esparta. Fue una formidable alianza, pues Atenas estaba recuperando gradualmente las islas del Egeo y las ciudades de la costa egea septentrional, de modo que se estaba reconstituyendo la vieja confederacíón, después de treinta años. Pero esta vez Atenas aprendió la lección, pues no trató de dominar a sus aliadas como había hecho bajo Pericles. Esparta no podía permitir que Tebas y Atenas se unieran contra ella; la guerra comenzó nuevamente. Pero Tebas estaba ahora en buenas manos. En la historia pasada, los tebanos no se habían destacado por su capacidad, su encanto o su inteligencia. En verdad, los ágiles atenienses usaban la palabra «beocio» como un adjetivo que significaba «estúpido». Pero ahora no uno, sino dos hombres notables aparecieron a la cabeza de los tebanos.
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Hegemonía tebana |
Un nuevo estratega: Pelópidas |
Uno de ellos era Pelópidas, que había encabezado la conspiración y liberado la ciudad. El otro era el mejor amigo de Pelópidas y un hombre aún más notable, Epaminondas. Organizó un grupo especial de soldados tebanos, comprometidos a combatir hasta la muerte. Estos constituían la «Hueste Sagrada». Con ellos al frente del ejército tebano, Epaminondas pudo mantener a raya a los espartanos. Entre tanto, los atenienses lograban victorias en el mar. Los espartanos equiparon barcos destinados a interceptar los navíos que llevaban cereal a Atenas. De este modo esperaban cortar el cordón umbilical ateniense. Pero en 376 a. C., la flota espartana fue a su vez interceptada en Naxos por una flota ateniense y casi completamente destruida. Después de esto, los barcos espartanos desaparecieron para siempre del mar. Pero en los años siguientes la suerte cambió. Siracusa devolvió la ayuda que había recibido de Esparta en los días de la invasión ateniense enviando barcos en socorro de Esparta. Una vez más, la situación llegó al habitual punto muerto y, en 371 a. C., estaban creadas todas las condiciones para la paz.
Pero, nuevamente, el odio de Agesilao por Tebas intervino y condujo a Esparta a la ruina, esta vez para siempre. Agesilao insistió en que cada ciudad de Beocia firmase separadamente y afirmó que no haría la paz si Tebas se empeñaba en firmar por todas. Por consiguiente, la paz sólo se firmó entre Esparta y Atenas; Esparta y Tebas siguieron en guerra. Ahora Agesilao había logrado lo que ansiaba desde hacía tiempo: Tebas aislada y superada numéricamente,de modo que podía ser aplastada. En 371 a. C., el ejército espartano conducido por Cleómbroto, el rey que había sucedido a Pausanias al morir éste en 380 a.C., marchó hacia el Norte. Nadie dudaba en Grecia de que Tebas estaba perdida.
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En la parte superior se describe el orden de batalla hoplita habitual, mientras que en la parte inferior aparece la estrategia de Epaminondas en Leuctra. El ala izquierda, más fuerte, avanza, mientras que la débil ala derecha retrocede. Los bloques rojos muestran la localización de las tropas de élite en cada falange. |
Tebas vence a Esparta: La batalla de Leuctra (371) |
Pero Epaminondas estaba elaborando sus propios planes. Comúnmente, cuando los griegos libraban una batalla, disponían a sus hombres en un amplio despliegue de escasa profundidad, de sólo ocho filas a lo sumo, de modo que aun los hombres de la retaguardia podían luchar contra el enemigo. En una batalla semejante era prácticamente seguro que los espartanos ganarían, ya que, soldado por soldado, los espartanos eran mejores. Y en este caso parecía doblemente seguro, pues los espartanos superaban en número a los tebanos.
Pero Epaminondas dividió su ejército en tres partes. Dispuso el centro y la derecha según la formación habitual, pero ordenó la parte izquierda (que enfrentaría a la principal fuerza de combate espartana) en una columna de cincuenta filas de profundidad. Los hombres de la retaguardia de la columna no tendrían que combatir. Estaban allí solamente como peso. Esta profunda columna, al cargar sobre las líneas espartanas, esperaba Epaminondas, penetraría en ellas al igual que un tronco usado como ariete. El centro y la derecha permanecerían en reserva y sólo atacarían otras partes de las filas espartanas después de que la derecha enemiga quedase reducida a la confusión. La columna de Epaminondas fue llamada la «falange tebana», de una palabra griega que significa «leño». Los dos ejércitos se encontraron en la aldea de Leuctra, a 15 kilómetros al sudoeste de Tebas. Los espartanos estudiaron la extraña formación tebana y profundizaron sus propias líneas hasta formar doce filas, pero esto no fue suficiente. La falange tebana cargó y todo ocurrió exactamente como lo había planeado Epaminondas. Las líneas espartanas se quebraron y el ejército fue presa de la confusión. Murieron mil espartanos, incluido Cleómbroto, el primer rey espartano muerto en acción desde Leónidas en las Termópilas, un siglo antes.
Fin de la Hegemonía espartana |
Tebas obtuvo una victoria completa y la hegemonía espartana terminó para siempre. Había ocurrido durante el reinado de Agesilao, como había predicho el oráculo. Esparta nunca volvió a dominar Grecia. En adelante, apenas pudo proteger su propio territorio. Los aliados peloponenses de Esparta la abandonaron de inmediato. Las ciudades de Arcadia se unieron en una Liga Antiespartana y, como ciudad capital de la Liga, fundaron (a sugerencia de Epaminondas) Megalópolis, que significa «gran ciudad», en 370 a. C. Estaba situada casi exactamente en el centro del Peloponeso, inmediatamente al norte de los dominios espartanos. Agesilao condujo un ejército hacia Arcadia, pero los arcadios enseguida apelaron a Tebas. Ahora, por vez primera, no fue un ejército espartano el que marchó hacia el norte para castigar a una u otra ciudad, sino un ejercito tebano el que marchó hacia el Sur para castigar a Esparta. Y Esparta, horrorizada, descubrió que apenas podía resistir. Durante muchos años, su modo de vida había estado sufriendo una continua decadencia y fueron cada vez menos los ciudadanos que caminaban por sus calles. Sin saberlo, cada vez más había llegado a depender de su reputacion y de sus aliados. Al esfumarse su reputación en Leuctra y al desertar sus aliados, no le quedaba más que un pequeño ejército, casi inútil.
Pérdida de Mesenia: Atenas y Siracusa ayudan a Esparta |
Epaminondas arrancó a Mesenia de Esparta, anulando las grandes victorias de tres siglos antes que habían puesto los cimientos de la grandeza espartana. Mesenia fue hecha independiente y, alrededor de la vieja fortaleza del monte Ítome, donde un siglo antes habían estado asediados los ilotas, se fundó en 369 a.C. la ciudad de Mesene. Esparta fue reducida solamente a Laconia y quedó rodeada totalmente por mortales enemigos. Pero desde fuera del Peloponeso llegó la ayuda que impidió la total destrucclon de Esparta. Atenas, inquieta ante el creciente poder de Tebas, se puso del lado de Esparta. También Siracusa envió soldados. Con esta ayuda, Esparta, bajo la tenaz e intrépida conducción de Agesilao, logró salvar Laconia, pese a otras dos invasiones de Tebas. (En ese momento, como veremos más adelante, Tebas estaba dedicando grandes esfuerzos a realizar expediciones militares al Norte, y sólo parcialmente podía utilizar su potencia contra Esparta.)
Batalla de Mantinea: muerte de Epaminondas |
En 362 a.C., Tebas se decidió a hacer un esfuerzo supremo para resolver la cuestión del Peloponeso de una vez para siempre. Al frente de las fuerzas tebanas, Epaminondas invadió el Peloponeso por cuarta vez. Era intención de Epaminondas tomar Esparta, pero el viejo Agesilao (tenía ya ochenta años de edad) era aún suficientemente espartano como para enfrentarse a los tebanos dispuesto a morir luchando por la ciudad. Epaminondas decidió no poner a los espartanos entre la espada y la pared. En cambio, mediante maniobras posteriores, provocó una batalla cerca de la ciudad de Mantinea. Esta vez Tebas combatía contra las fuerzas aliadas de Esparta y Atenas, y una vez más Epaminondas apeló a su falange tebana. Los espartanos no habían aprendido cómo contrarrestarla. Nuevamente, la columna móvil penetró en las líneas enemigas y las desbarató; y, nuevamente, Tebas logró una victoria total. Sin embargo, la victoria fue desastrosa para Tebas, pues en el momento en que el enemigo estaba en huida, una jabalina lanzada al azar alcanzó a Epaminondas y lo mató. Sin Epaminondas (y sin Pelópidas, que también había muerto en el Norte), Tebas no podía sino descender del primer rango.
Se dirimieron las cuestiones manteniendo el statu quo en el Peloponeso y continuó el punto muerto. Agesilao, siempre combatiendo por Esparta con todos los medios a su alcance, finalmente se vio obligado a contratarse como mercenario a fin de reunir el dinero que permitiera a Esparta entrar en escena al viejo estilo. Egipto se rebeló una vez más contra Persia. Agesilao le ofreció sus servicios y desembarcó en Egipto con un contingente. Pero ni siquiera Agesilao podía luchar eternamente contra la vejez y en 360 a. C. murió. En su juventud, había presenciado el apogeo de Atenas bajo Pericles. Había visto a Esparta derrotar a Atenas y alcanzar ella la cúspide del poder. Había visto cómo la derribaban de esa cúspide en una sola batalla y había luchado durante diez años para impedir su total destrucción. Y ahora moría en tierra extranjera, en un vano esfuerzo por recuperar lo que ya nunca se podría recuperar.