Incidentes previos

Se supone que la Paz de Nicias debía durar quince años, pero en realidad ni siquiera llegó a aplicarse. Las ciudades de Corinto y Tebas no se consideraron obligadas por ella. Querían nada menos que la destrucción de Atenas. La devolución de los cautivos espartanos no significaba nada para ellas. Además, también Atenas estaba encolerizada por el hecho de que no se le devolviese Anfípolis, y por tanto se negó a devolver Pilos y la isla de Citera a Esparta.

Alcibiades

Por añadidura surgió en Atenas un nuevo líder belicista: Alcibíades. Su madre era prima de Pericles y él pertenecía a la familia de los Alcmeónidas. Fue el último miembro de esta familia que tuvo importancia en la historia de Atenas. Era rico, bello, inteligente y encantador, pero carecía totalmente de escrúpulos. Estaba ansioso de llevar a cabo grandes hazañas, y para ello necesitaba la guerra. Siguiendo sus propios deseos, no vaciló un momento en lanzar nuevamente a Atenas a una guerra que no necesitaba ni deseaba. De hecho, iba a contribuir más que cualquier otro individuo a arruinar Atenas, y en él se cumplió la «maldición de los Alcmeónidas» por el juramento sagrado que había sido violado dos siglos antes (puesto que no se mantuvo el exilio de los Alcmeónidas, la maldición cayó sobre todos los atenienses a causa de Alcibíades).

Batalla de Mantinea
La alianza con Argos: Mantinea



El joven vio su oportunidad en el Peloponeso, donde una vez más Argos iba a tratar de medir sus fuerzas con las de Esparta. Pese a Brásidas,el prestigio de Esparta había disminuido mucho por la rendición de Esfacteria, y Alcibíades no halló muchas dificultades para organizar una alianza contra Esparta entre Argos, Elide y la ciudad arcadia de Mantinea. Prometió llevar en su ayuda un contingente ateniense. Desgraciadamente, Nicias se opuso a esa aventura y Atenas nadó entre dos aguas. No envió grandes fuerzas que pudieran ayudar a los argivos y sus aliados a derrotar a Esparta ni permaneció neutral para no crearse dificultades. En cambio, envió, bajo el mando de Alcibíades, fuerzas insuficientes. Los espartanos estaban comandados por Agis II, que había sucedido a su padre Arquidamo II en 427 a.C. Nuevamente luchaban en su bien conocido Peloponeso contra sus viejos enemigos, a quienes habían derrotado antes tantas veces. Cerca de Mantinea, Esparta derrotó a los aliados en una batalla decisiva que ocurrió el 418 aC. Se restableció la anterior situación del Peloponeso, con la firme dominación de Esparta sobre él. El único cambio fue que Esparta y Atenas se hallaron nuevamente en guerra.

El último ostracismo

Había una gran ira en Atenas contra Nicias, provocada por los demócratas más radicales, quienes, desde la muerte de Cleón, estaban conducidos por Hipérbolo. Opinaban que la oposición de Nicias había impedido a Atenas hacer un uso efectivo de la alianza contra Esparta. Hipérbolo pidió un voto de ostracismo, seguro de que los seguidores de Alcibíades se le unirían. Nicias sería desterrado. La guerra, entonces, seguiría más vigorosamente. Pero los partidarios de Nicias y los de Alcibíades llegaron a un acuerdo. Unos y otros votaron contra Hipérbolo, quien, para gran asombro suyo, se halló él mismo desterrado. Pero esto puso en ridículo todo el sistema del ostracismo, por lo que nunca más volvió a realizarse en Atenas una votación de ostracismo. Ese expediente había durado durante casi un siglo y había prestado sus servicios, pero ya estaba acabado.

La campaña de Sicilia
La campaña de Sicilia



Atenas había tenido la oportunidad de recuperarse en los dos años de semipaz que siguieron a la Paz de Nicias. Había entrado dinero y restaurado su confianza en sí misma. Estaba dispuesta a escuchar los planes de Alcibíades. Ya en dos ocasiones anteriores, la excesiva autoconfianza de Atenas la había llevado a realizar enormes esfuerzos, superiores a sus fuerzas, y en las dos ocasiones eso había terminado en el desastre. La primera había sido el envío de fuerzas en ayuda de la revuelta jónica del del 499 a. C.; la segunda, el contingente enviado en apoyo de la rebelión egipcia en 460 a. C. Atenas se había recuperado del primer desastre y lo convirtió en una victoria, por lo menos había sobrevivido al segundo desastre. El tercer esfuerzo, que estaba a punto de iniciar, iba a ser el peor de los tres y concernía a Sicilia, donde Atenas pensó que había un estimulante fruto, maduro para ser cogido. A Atenas se oponía Siracusa. Lo que más odiaba Siracusa era la intervención externa en Sícilia. Era allí la ciudad más poderosa, y la intervención exterior era lo que más le perjudicaba. Sin embargo, no podía dominar las querellas entre las otras ciudades sicilianas. En 416 a.C., Segesta, en Sicilia occidental, estaba en guerra con la vecina ciudad de Selino y llamó a Atenas en su ayuda. Alcibíades escuchó el llamado. Las ricas ciudades griegas de Sicilia e Italia le parecían a Alcibíades oro puro. Mediante un audaz e inesperado golpe en Occidente (pensaba), Atenas podía imponer su dominación sobre una región de indecible riqueza. Con los hombres y el dinero sicilianos a su disposición, Atenas (con Alcibíades a la cabeza) podía barrer sin inconvenientes todos los obstáculos que se le presentaran en la guerra del Peloponeso. ¿Quién osaría oponérsele? El blanco lógico del ataque era Siracusa, pues en su origen había sido una colonia corintia, y Corinto era la más implacable enemiga de Atenas, la ciudad que había iniciado la desastrosa guerra. Siracusa era también el centro tradicional de la tiranía y del aislamiento siciliano, y por ende un blanco apropiado para la Atenas democrática e imperial. Por último, Siracusa era la ciudad más poderosa de Occidente, y si caía, todas las demás le seguirían.

Un mal comienzo

El partido conservador partidario de la paz, conducido por Nicias, se opuso al insensato plan, pero Alcibíades logró cautivar la imaginación de los atenienses, quienes votaron a favor de la expedición. En 415 a. C., una poderosa flota estaba dispuesta a zarpar, y el pueblo estaba tan feliz como si fuese un gran día de fiesta. Pero entonces los atenienses empezaron a cometer una serie de errores. Aun admitiendo que la expedición a Sicilia era una locura, Alcibíades era el único hombre con suficiente osadía y capacidad para llevarla a cabo. Puesto que Atenas estaba decidida a llevar adelante el proyecto, debía haberle entregado la dirección a él. Pero no lo hizo y, en cambio, puso a su frente a varios hombres, uno de los cuales era Nicias. Si Nicias estaba en contra del proyecto desde el principio, ¿qué energía iba a poner en realizarlo? Era sencillamente el peor hombre que se pudiera elegir, mediocre, indeciso, supersticioso y no muy inteligente. (Era un ateniense tan poco ateniense como Brásidas había sido un espartano muy poco espartano). Pero iba a ocurrir algo peor aún. A punto de partir la flota, se hallaron en Atenas unas estatuas religiosas que habían sido mutiladas durante la noche. Los atenienses quedaron horrorizados, pues parecía un siniestro augurio. Alcibíades ya se había hecho sospechoso de burlarse de los misterios eleusinos, y el partido de la paz inmediatamente le acusó de la mutilación. Alcibíades defendió con energía su inocencia; y ciertamente, ni siquiera Alcibíades hubiera sido tan insensato como para hacer una cosa semejante en el momento mismo en que se iniciaba su gran aventura. Parece mucho más probable que el partido de la paz hubiese efectuado las mutilaciones, para incriminar a Alcibíades. Pero éste es uno de los misterios de la historia. Nadie sabrá nunca la verdad.

Alcibiades
Alcibiades y Nicias



Nuevamente, los atenienses eligieron el peor camino posible. Podían haber enjuiciado a Alcibíades inmediatamente y postergar la partida de la flota hasta que el asunto se resolviese, de un modo u otro. O podían haber dejado que Alcibíades se marchase con la flota y posponer el juicio hasta el día en que la campaña hubiese terminado. Pero lo que hicieron fue dejar zarpar la flota con Alcibiades y luego enviar un mensajero para que volviese a fin de ser sometido a juicio. Alcibíades sólo podía llegar a una conclusión. En su ausencia, sus enemigos se habían hecho con el poder. Volver para ser juzgado sería suicida, y él no era del tipo de hombre que se sacrifícase por el bien de la ciudad. Salvó la piel escapando del alcance de Atenas y desertó, pasándose a los espartanos. Esto dejó al totalmente inepto Nicias como comandante en jefe de la expedición. Los atenienses desembarcaron cerca de Siracusa y ganaron al principio algunas victorias, pero Nicias no era hombre capaz de aprovecharlas. Siempre hallaba razones para postergar la acción, para volver atrás. Si las circunstancias le obligaban a avanzar, se movía lo más lentamente posible. Los siracusanos siempre tuvieron tiempo para recuperarse y devolver los golpes. Peor aún. Alcibíades estaba en Esparta y su único deseo era vengarse de Atenas. La expedición siracusana había sido obra suva, pero ahora que había escapado de sus manos, estaba dispuesto a arruinarla. Usando toda la fuerza de su elocuencia, convenció a los lentos espartanos de que no debían permitir a los atenienses apoderarse de Siracusa y del resto de Sicilia. Debían acudir en defensa de Siracusa.

Batalla de Siracusa
Esparta ayuda a Siracusa



Como consecuencia de ello, Esparta envió a un general llamado Gilipo al frente de un pequeño contingente a Siracusa en 414 a. C. Llegó justo a tiempo, pues Nicias, pese a todas sus torpezas, estaba logrando la victoria. Lentamente, estaba construyendo una muralla alrededor de la ciudad para sitiarla en forma, y Siracusa estaba considerando la posibilidad de rendirse. Pero Nicias actuaba demasiado lentamente, como de costumbre, de modo que cuando llegó Gilipo había todavía una grieta en el cerco por la cual pudo entrar en la ciudad. Esto añadió valor a la defensa y los siracusanos, alentados, hicieron retroceder a Nicias. La muralla nunca fue terminada. Esto hizo desaparecer toda perspectiva de victoria, pero al menos existía la posibilidad de evitar una catástrofe mediante una rápida retirada. En cambio, Nicias mandó pedir refuerzos, y Atenas agravó su error despilfarrando sus recursos. En 413 a. C., llegó una nueva expedición bajo el mando de Demóstenes (el general que había fortificado Pilos una docena de años antes). Demóstenes efectuó un ataque, pero fue rechazado. Demóstenes era mucho más inteligente que Nicias y comprendió inmediatamente que lo único que se podía hacer era marcharse, y pronto. Nicias sido lento en atacar cuando el ataque podía haberle dado la victoria; ahora era lento en retirarse cuando la retirada era necesatia. Sabía que la culpa del fracaso sería suya y no osaba enfrentar la ira del pueblo ateniense. Por ello, difirió la toma de una decisión. El 24 de agosto de 413 a. C., hubo un eclipse de luna. Nicias, hombre tremendamente supersticioso, prohibió todo movimiento hasta la realización de ciertos ritos religiosos. En el momento que éstos terminaron, la flota siracusana había bloqueado la huida por mar y, después de ser derrotados en dos batallas marinas, los atenienses fueron atrapados. No quedaba más posibilidad que luchar en tierra, en desesperadas batallas que era imposible ganar. Nicias luchó bravamente, al menos, pero no podía haber más que un fin. El ejército ateniense fue muerto o capturado en su totalidad, y los capturados fueron tratados con abominable crueldad y no tardaron en morir también. Nicias y Demóstenes fueron muertos ambos. La catástrofe de la campaña siciliana quebró para siempre el espíritu de Atenas. Siguió luchando bravamente en la guerra del Peloponeso, y en el siglo siguiente tuvo alguna actuación brillante, pero nunca recuperó su ilimítada confianza en sí misma. Nunca volvió a emprender grandes proyectos. Nunca volvió a tener un Maratón o una Salamina, ni a desafiar altivamente a un enemigo. En lo sucesivo, cuando lleguen momentos decisivos, Atenas se amedrentará.

Batalla de Decelia
La toma de Decelía

Alcibíades hizo más para arruinar a Atenas que dirigir a los espartanos a Sicilia. Su vivaz inteligencia señaló a los espartanos algo que nadie habría necesitado que se le señalase, excepto a un espartano. Durante la guerra, en varias ocasiones los espartanos habían invadido el Atica en verano y se habían marchado en el invierno, de modo que siempre habia meses de invierno en los cuales Atenas podía descansar y, en cierta medida, recuperarse. Alcibíades mostró a los espartanos que si tomaban y fortificaban un puesto en el borde del Ática, podían ocuparlo todo el año. De este modo, mantendrían el dominio del Ática y obligarían a los atenienses a permanecer dentro de los Largos Muros no sólo parte del año, sino todo el año. En 413 a. C., los espartanos, conducidos por Agis II, siguieron este consejo y los atenienses quedaron acorralados. Ni siquiera podían explotar las minas de plata del extremo sudeste de Atica, minas que les habían proporcionado riqueza durante setenta años. Los atenienses tenían una gran suma de dinero acumulada en tiempos más prósperos y que habían reservado para usarla solamente en la más extrema de las emergencias. Con el terrible desastre de Sicilia y con los espartanos permanentemente atrincherados en el Atica, llegó el momento de recurrir a ese dinero. Lo usaron para construir una flota que reemplazara la perdida en Sicilia, y con ella trataron de sofocar las revueltas que los espartanos estaban azuzando en todo el mar Egeo.

Persia ayuda a Esparta

Esparta comprendió que nunca podría dar fin a la guerra mientras Atenas no fuese derrotada en el mar. Quisiese o no, Esparta tenía que convertirse en una potencia marítima. Para obtener barcos y remeros, necesitaba dinero contante y sonante, y sabía dónde obtenerlos: en Persia. Artajerjes, el rey persa, mantuvo la paz mientras vivió y nunca intervino en las riñas griegas. Pero en 424 a. C., murió. Dos de sus hijos pronto fueron asesinados, pero el tercero Darío II, subió al trono. Una vez que se sintió seguro en él, se mostró dispuesto a reasumir una política agresiva hacia Grecia. No tenía la intención de llevar una verdadera guerra (de ésta, Persia ya había tenido bastante), sin duda, sino de utilizar un método más nocivo: dar dinero a las ciudades griegas para que siguieran guerreando y arruinándose unas a otras. Esparta era la más ansiosa de dinero, y en 412 a.C. llegó a un entendimiento con Tisafernes y Farnabazo, sátrapas de las partes meridional y septentrional, respectivamente, de Asia Menor.

El golpe oligárquico en Atenas

Atenas estuvo a punto de rendirse. Ya no le quedaba dinero, sufría derrota tras derrota, su imperio estaba en rebelión y Persia prestaba su enorme potencia a Esparta. ¿Cuánto más podía soportar una ciudad? Los conservadores atenienses, en este momento de desesperaclon, aprovecharon la oportunidad para establecer una oligarquía, en 411 a. C. Se la llamó de los «Cuatrocientos», porque estaba formada aproximadamente por este número de hombres. Indudablemente, los Cuatrocientos, que eran proespartanos ante todo, habrían pedido la paz y se habrían sometido a los términos de rendición más duros. Pero no tuvieron la oportunidad de hacerlo. La flota ateniense, que por entonces se hallaba en Samos, estaba en cuerpo y alma con la democracia.Uno de los capitanes, Trasíbulo, se apoderó del poder y estableció un régimen democrático sobre la flota. Durante un tiempo, pues, hubo dos gobiernos atenienses: los oligarcas en el interior y los demócratas en el mar. Una rendición oligárquica ante Esparta era inútil, si los Cuatrocientos no podían lograr que la flota se rindiese, de modo que Esparta no trató con ellos. Además, la oligarquía no tenía el gobierno firmemente en sus manos y en pocos meses fue reemplazada por una oligarquía más moderada, formada por 5.000 hombres.

La flota ateniense anclada en Samos derrota a la espartana en Cízico
Alcibiades regresa a Atenas

Mientras tanto, Alcibíades había vuelto a entrar en escena. El encantador Alcibíades había estado demasiado encantador con la esposa de Agis II, rey de Esparta. Por ello, detestaba al ateniense y tomó medidas para destruirlo. Una vez más, Alcibíades no esperó a ser destruido, sino que, en 412 a. C., huyó de Esparta tan deprisa como tres años antes había huido de Atenas. Se refugió en la corte del sátrapa persa Tisafernes. Cuando la flota de Samos se convirtió en un poder independiente, Alcibíades negoció con ella. Trasíbulo y la flota no podían permitirse el lujo de ser demasiado melindrosos. Alcibíades era un hombre capaz que podía ejercer influencia sobre los persas. Trasíbulo, pues, lo restauró en favor,de los atenienses y le puso, al mando de la flota. Alcibíades pronto demostró que no había perdido su talento. Persiguió a los barcos espartanos por el Egeo, y los derrotó cuantas veces los alcanzó; en 410 a. C. infligió un duro golpe a la flota espartana en Cízico, sobre la costa sur de la Propóntide. Pese a todo lo que hicieran Esparta y Persia, Atenas seguía dominando los mares. Cuando llegaron a Atenas las noticias de Cízico, los demócratas, que habían socavado lentamente el poder de los oligarcas, se levantaron con alegría y restauraron plenamente la democracia. En 408 a. C., Alcibíades ganó nuevas victorias y liberó de rebeldes y enemigos toda la región de los estrechos, incluida Bizancio, de modo que fue asegurado el cordón umbilical de Atenas. En 407 a. C. juzgó que podía volver a Atenas con seguridad. Se le recibió con desbordante entusiasmo, se le nombró general y se le puso al frente del esfuerzo bélico. Atenas hasta pensó que tenía probabilidades de ganar, y rechazó las ofertas de paz espartanas. Pero la posibilidad de victoria era una ilusión. Atenas había sido demasiado dañada para ganar, a menos que, quizá, pudiese confiar completamente en Alcibíades, pero no podía hacerlo. Nunca se podía confiar plenamente en Alcibíades.

Lisandro y Ciro

Al llegar a este punto, el desastre se cernió sobre Atenas en la figura (sorprendentemente) de un capaz almirante espartano llamado Lisandro. No se conoce su historia anterior, pero en 407 a.C.,cuando los espartanos pudieron reconstruir su flota después de la derrota de Cízico, se le dio el mando a Lisandro. También Darío II de Persia envió a Asia Menor a su hijo más joven, Ciro, para que representase a Persia en la guerra. Ciro, sólo un adolescente por entonces, era inteligente y enérgico; constituía la mayor esperanza de Persia desde la época de Darío I, un siglo antes (este Ciro habitualmente es Ilamado «Ciro el Joven», para distinguirlo del fundador del Imperio persa). El joven persa se sentía poderosmente atraído por el almirante espartano, y Ciro y Lisandro,el primero con dinero y el segundo con su capacidad militar, formaron un equipo que resultó fatal para Atenas.

Alcibiades escapa de nuevo

Lisandro evitó cuidadosamente enfrentarse con Alcibiades, pero esperó la oportunidad. Alcibíades tuvo que abandonar la flota para realizar un viaje de negocios con el fin de reunir dinero, pues Atenas estaba prácticamente sin un céntimo. Aconsejó seriamente a sus subordinados que no librasen ninguna batalla hasta su retorno, pero ellos no pudieron resistir la tentación de cubrirse de gloria destruyendo unos pocos barcos espartanos más. Atacaron a Lisandro frente a las costas de Jonia y fueron totalmente derrotados. Alcibíades volvió demasiado tarde, el daño estaba hecho. No había sido culpa suya, pero esto no importó. Los exasperados atenienses no pudieron dejar de creer que había habido algún acuerdo entre Alcibíades y Lisandro, y Alcibíades fue destituido de su cargo. Por tercera vez, no esperó a que se le presentasen más problemas y se marchó, esta vez al Quersoneso Tracio, donde tenía algunas propiedades.

Últimas batallas
La amarga victoria de Conón

Haciendo un esfuerzo más, Atenas construyó nuevamente una flota, para lo cual hizo fundir los ornamentos de oro y plata de los templos de la Acrópolis a fin de obtener el dinero necesario. Como resultado de esto, ganaron otra victoria en el mar, gracias a los éforos espartanos, quienes, recelosos como siempre de quien lograba éxito, habían sustituido a Lisandro en el mando de la flota. En 406 a. C., los espartanos fueron derrotados, pero el mar agitado impidió a la victoriosa flota ateniense rescatar a los sobrevivientes de los barcos suyos que habían sido hundidos. A consecuencia de esto, se perdieron muchas vidas atenienses. En ese momento, Atenas ya no estaba en condiciones de soportar la pérdida de buenos combatientes. Casi enloquecidos por los continuos desastres, los atenienses enjuiciaron a los almirantes y, de modo totalmente ilegal, les hicieron decapitar. Había un almirante, Conon, que no había estado en la batalla. Escapó a la ejecución y fue hecho almirante de la flota.

La batalla final: Egospótamos

Ciro el Joven no iba a permitir que la locura espartana desbaratase sus planes. Exigió que Lisandro fuese repuesto en su cargo de almirante, y los espartanos lo hicieron. Ahora estaban frente a frente Lisandro y Conon, en el último episodio de la larga guerra. Estuvieron maniobrando uno alrededor del otro hasta que, en 405 a. C., trabaron combate en Egospótamos, en el Quersoneso Tracio. La flota ateniense había anclado en una posición peligrosa, en la cual podía ser atacada fácilmente y no podría defenderse. Alcibíades, aún en el exilio, vivía cerca de allí. Quizá por primera vez en su vida tuvo un gesto desinteresado. Cabalgó hasta la costa para advertir a los atenienses que su posición era peligrosa, y los instó a cambiar su ordenamiento. Se le respondió fríamente que la flota no necesitaba consejos de los traidores; Alcibíades se encogió de hombros, se volvió y abandonó a Atenas a su destino. Pocos días más tarde, Lisandro atacó repentinamente. Veinte barcos, conducidos por el mismo Conón, lograron escapar hasta la lejana Chipre. Todo el resto de la flota ateniense fue tomada sin lucha y los marinos muertos.

Resumen de batallas
Los espartanos entran en Atenas

La batalla de Egospótamos puso fin a la guerra del Peloponeso. Los atenienses ya no tenían con qué combatir; había muerto toda su generación joven; su flota estaba destruida; habían gastado todo su dinero, hasta el que provino de los ornamentos de sus templos; su voluntad de resistencia estaba agotada. Lisandro sometió a las ciudades del norte del Egeo y a lo largo de los estrechos, con lo que cortó el cordón umbilical de Atenas. Cuando la flota espartana apareció frente a El Pireo, en 404 a. C., Atenas debió enfrentarse finalmente con la amarga verdad, y totalmente inerme se rindió. Algunos de los aliados de Esparta sugirieron que Atenas fuese completamente destruida y su pueblo vendido como esclavo, pero Esparta, que en ese último minuto, recordó lo que Atenas había hecho por Grecia en Maratón y Salamina, y le petmitió sobrvivir, bajo las protestas de los hoscos tebanos. En abril del 404 a. C., los Largos Muros fueron derribados y Atenas fue puesta bajo la dominación de una oligarquía. Ese mismo año, Alcibíades buscó protección en territorio persa contra la venganza espartana, pero fue asesinado, probablemente por orden persa. En ese año también retornó de su largo exilio el historiador Tucídides. Cuando murió, algunos años más tarde, solamente había llegado al 411 a. C. en su historia.