La falta de unificación

La historia griega se caracterizó, desde el principio, por el carácter particularista de sus ciudades, capaces de convivir a través de pactos y convenciones, plasmadas en instituciones panhelénicas, pero enfrentadas de manera constante en luchas por los territorios limítrofes o por el control de poblaciones más lejanas y de los accesos a minerales o a territorios productores de bienes atractivos, por necesidad o por la búsqueda del prestigio de las clases dominantes. La unidad nunca ha sido real. Todo lo más, circunstancialmente se ha definido un enemigo común capaz de aglutinar las fuerzas de más o menos ciudades, como en el caso de los persas, ante los que la unidad fue más una imagen creada que un hecho real.

Ligas y Confederaciones

Confederaciones y ligas representan unidades enfrentadas a otra parte del mundo griego, integradas, por lo demás, de manera hegemónica. La Liga del Peloponeso se aglutina en torno a Esparta como la de Delos lo hace en torno a Atenas, aunque la naturaleza de sus relaciones internas sea diferente. De hecho, la polis, a partir de un momento específico de su desarrollo, cuando ha accedido a los mercados de intercambio de productos y de mano de obra servil, sólo subsiste en constante crecimiento, lo que la lleva a supeditar a otras y a enfrentarse con los vecinos. Ahí se halla la contradicción de la polis, en que sólo subsiste cuando, de algún modo, deja de serlo. La ciudad ideal platónica, no imperialista, sólo existe en el mundo de la utopía.

La lucha por la hegemonía

El siglo que transcurre entre el inicio de la guerra del Peloponeso y la intervención macedónica en Grecia es por ello el siglo de las luchas por la hegemonía, lo que, al ser consecuencia de la evolución de la polis, informa también la historia interna de la misma en una faceta determinada, la que suele conocerse como crisis de la polis. Luchas por la hegemonía y crisis de la polis son, por tanto, dos caras de una misma moneda, de una sola historia.

Antecedentes (460-446)

Para estudiar la situación de Grecia ante este segundo periodo es preciso volver atrás y retomar la situación desde la época de Cimón y Pericles, acontecimientos que, aunque no podemos considerar dentro de lo que llamamos guerra del Peloponeso, sirven de explicación. Este periodo que va desde el 460 al 446 es denominado por algunos como Primera Guerra Peloponésica, aunque ésta propiamente comenzara el 431.

El problema de Megara y Corinto

Desde que los éforos espartanos despidieron a los hoplitas atenienses que habían acudido en su ayuda al monte Itome, las relaciones entre Esparta y Atenas se habían roto definitivamente y el enfrentamiento se podía esperar en cualquier momento. El ejercito de la Confederación peloponésica seguía siendo temible y podía de una sola vez terminar con Atenas y su Imperio. Ambas parte buscaban todos los medios para debilitar al contrario. Atenas empleó su diplomacia y consiguió la alianza de Argos, Megara, Mantinea y Tesalia. Egina, en cambio, y Corinto, perjudicadas ambas en su comercio por la gran expansión de Atenas, se enfrentaron con ésta el 459 en que fueron derrotadas.

Batalla de Tanagra
Atenas de afianza en el continente:
La batalla de Tanagra (457)




La alianza ateniense con Megara impedía cualquier invasión del Peloponeso, para garantizar lo cual los atenienses la habían fortificado. El punto débil de Atenas era la Grecia central y por allí atacaron los espartanos. Unidos éstos a Tebas, donde los grupos aristocráticos deseaban tomar la revancha, decidieron dirigirse al Ática. El ejercito ateniense salió a su encuentro y se libró en Tanagra de Beocia una batalla de resultados dudosos (457). Inmediatamente después los espartanos regresaron al Peloponeso, permitiendo así que las ciudades beocias cayeran en manos de Atenas, que estableció en ellas regímenes democráticos y aliados. Esta debilidad de la Confederación del Peloponeso permitió que Atenas no sólo tuviera una fuerte alianza, sino que se intensificaran sus relaciones comerciales con el Occidente. Toda Grecia central y todo el golfo de Corinto, excepto la ciudad de Corinto, estaba lleno de ciudades aliadas o amigas. Esta situación vino a consagrarse cuando el 453 Esparta firmó una tregua con Atenas para cinco años.

Tebas reacciona: La batalla de Coronea (447)

Expiado el plazo de la tregua (448) de nuevo se plantearon problemas a Atenas en la Grecia Central. Después de unos incidentes que no tuvieron consecuencias graves, Beocia reaccionó expulsando a los grupos democráticos y estableciendo regímenes oligárquicos confederados bajo Tebas: los atenienses llevaron las de perder en los enfrentamientos (Coronea 447) y toda Grecia central se apartó de Atenas. Este fracaso ateniense quiso ser aprovechado por la isla de Eubea y por Megara que se separaron de su alianza con Atenas (446): ésta consiguió controlar la difícil situación y castigó duramente en Eubea a los responsables.

Esparta y Atenas firman una tregua (445)

Pero, de todas formas, ello constituyó el principio del fín de la hegemonía ateniense en el continente. Esparta y Atenas firmaron un tratado de par para treinta años de duración (446), que no se cumpliría más que parcialmente. En el tratado se respetaba la situación que cada ciudad tenía en ese momento. Conservaba Atenas su supremacía marítima, aunque debería renunciar a sus pretensiones en el Peloponeso y a intervenir en los asuntos peninsulares. Las ciudades podrían así elegir entre la amistad de una de estas potencias y se establecía una especie de equilibrio entre ambas rivales. Si ya era una realidad el Imperio ateniense, a partir de esas fechas Atenas, que siguió dirigida por Pericles, pudo intensificar su presencia en los mercados del Mediterráneo.