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Los tres grandes poderes de la época: Esparta, Atenas
y Persia |
Un periodo de entreguerras |
Para estudiar los problemas de política exterior de Grecia presenta gran unidad el período denominado
Pentecontaecia (literalmente "50 años"), período de 50 años que se extiende entre el final de la segunda Guerra Médica -479- y el comienzo de la Guerra del Peloponeso -431-. Después de las grandes victorias griegas, se había conseguido eliminar la presencia persa en Grecia continental y en gran parte de las islas y de Asia Menor. Pero los persas seguían presentes en el Egeo y tenían en su poder las ciudades más importantes para el control de los Estrechos. La actitud de los griegos ante esta situación, lo mismo que antes de los grandes enfrentamientos, se planteó en términos de intereses y no pensando en el tradicionalismo griego: Esparta y las ciudades del Peloponeso no tuvieron nunca mayor interés que defender la autonomía de su propio régimen y sus propias tierras; los intereses comerciales y artesanales pesaban mucho más en Atenas, en las islas y en las ciudades de Asia Menor: estando la ruta de los estrechos en manos persas no tenían libertad económica y terminarían empobreciéndose cada vez más. Conviene tener presente que a los griegos de esta época no les resultaba fácil buscar otros mercados y otros centros de importación de materias primas como los que existían en las costas del Mar Negro; el resto de las costas del Mediterráneo, además de estar más alejado, se encontraba repartido entre fenicios, cartaginenses, etc.
Esparta abandona la Liga Helénica |
¿Qué interés podría tener Esparta en seguir guerreando contra los persas cuando su Constitución rechazaba todas esas formas de economía mueble que seguía manteniendo en un grado de desarrollo elemental y capaz de cubrir sólo las necesidades inmediatas? De haber sido ambiciosos o libres de serlo (ya que su Constitución no lo permitía), Esparta hubiera podido ser la que inspirara la política de todos los griegos; había sufrido poco en las guerras y su territorio estaba intacto. Pero no tenía marina y sus dirigentes no deseaban cambios. En el año 478 los espartanos y la Confederación del Peloponeso abandonaron oficialmente la alianza.
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Esparta y Atenas, con sus respectivos aliados |
No así Atenas. La democracia ateniense comprendió el peligro que amenazaba aún desde Asia. Los griegos, que se habían unido para resistir, tenían que continuar unidos para atacar, porque la mejor defensa de los débiles es el ataque. Los atenienses disponían de la marina necesaria para liberar a los griegos de Asia; nadie osaba disputar a Atenas su supremacía en el Egeo después de la victoria de Salamina. Por otra parte, los persas nunca llegaron a dominar la táctica de la guerra naval; en los buques no sabían hacer más de lo que harían en tierra. La democracia ateniense tuvo que enfrentarse a nuevos problemas al adoptar, por altruismo o por necesidad, esta política de expansión. En primer lugar los gastos enormes que suponía el mantenimiento de una flota que surcara el mar Egeo no podía soportarlos Atenas únicamente con su reducido territorio del Ática.
Las ciudades que quedaron dentro de la alianza seguían manteniendo los mismos intereses en terminar de expulsar a los persas, pero también menos medios desde el momento en que se produjo el abandono de los peloponesios. Necesitaban reorganizarse y obligarse mutuamente de alguna forma para poder tener fuerza: la fórmula que encontraron fue la de formar otra liga con sede en Delos (477). Dado que la posterior actuación de Atenas consistirá en los asuntos externos de la Liga en asuntos internos de Atenas, vamos a distinguir tres líneas de explicación, añadiendo a las dos lógicas de Política externa e interna de Atenas una tercera (Política confederada) en la que concretaremos los asuntos y la evolución histórica de esta Liga de ciudades independientes hasta convertirse en un verdadero Imperio al mando de Atenas.
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Principales ciudades de la Liga de Delos que
aportaban barcos (Atenas, Lesbos, Quíos, Samos) |
La alianza incluía sobre todo a los atenienses, las ciudades jonias de Asia Menor, el Helesponto, la Propóntide y la mayoría de las islas del Egeo. La organización correspondía al modelo de
synmakhía: cada ciudad mantenía su autonomía política, se comprometía a aportar hombres, material de guerra (barcos) y dinero (fóros). A petición de los aliados los aliados se pusieron al frente de ella. El tributo era colectado por diez funcionarios (hellenotamiae) quienes, importa notarlo, eran todos atenienses, indicio de la posición dominante que ocupaba Atenas desde el principio. La isla de Delos, sagrada para los Jonios, fue elegida como centro de las reuniones, por su emplazamiento geográfico, y como lugar donde se guardaba el tesoro. Algunas ciudades con una poderosa armada (Quíos, Samos, Lesbos) contribuían con barcos; el resto pagaba tributo anualmente. Arístides había fijado las contribuciones originales. El Delos se reunían los representantes de las ciudades y se adoptaban las decisiones, votadas por mayoría. Atenas, sin embargo, se reservó el mando de las operaciones militares y la facultad de administrar el tesoro de la liga, depositado en el santuario de Apolo en Delos.
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Los distintos distritos de la Liga de Delos |
Todos los aliados se habían convertido en tributarios, salvo tres: Samos, Quíos y Lesbos seguían suministrando escuadras. Fueron agrupados en cinco distritos, entre los cuales se repartía el monto del conjunto del tributo (entre 460 y 500 talentos).
-- Distrito de Tracia (Ciudades de la península de Calcídica, costa Tracia y Tasos).
-- Helesponto (Ciudades de los Estrechos y costa sur del Helesponto) .
--Jonia (Ciudades de Eólide y Jonia y grandes islas: Lesbos, Quíos, Samos y Naxos).
-- Caria (Ciudades de Caria y Rodas), luego adscrito a Jonia.
-- Las islas (Imbros, Lemnos, Esciros, Eubca y las Cícladas).
Por supuesto que el hecho de que todas estas ciudades fueran "aliadas de Atenas" no significaba que lo fuesen "entre sí". Además, este sistema presentaba algunos problemas: no se había planteado ni la posibilidad de un secesión, ni de la circunstancia de que Atenas, valiéndose de su preeminencia, arrastrara a sus aliados a conflictos que sólo sirviesen a sus propios intereses. El punto débil de la Confederación era la misma Atenas. La flota podía proteger las islas y el Asia Menor, pero ¿de qué servía si un enemigo podía invadir el Atica y quemar la misma Atenas? Persia lo había hecho dos veces y Esparta podía hacerlo en el futuro. Temístocles, cuyo gran prestigio después de la batalla de Salamina lo había mantenido en el poder en Atenas, decidió dar un osado nuevo golpe político. Finalmente, en 454 se dio el paso definitivo, al transferir el tesoro de Delos a Atenas. Cuando se organizó la confederación de Delos, quedaron varios aspectos sin concretar: no se había fijado un límite de duración y tampoco estaba prevista la política que habría que emplear con los territorios conquistados. Atenas, como ciudad hegemónica, aprovechó estas imprecisiones para ir controlando paulatinamente la política interior de los aliados, etc. La Confederación de Delos terminó convirtiéndose en Imperio ateniense, pero no de una vez o en virtud de un cambio de su propia organización, sino por la acción decidida de los políticos atenienses, quienes supieron aprovechar todos los puntos no precisados en el momento de su creación