Trirreme
Construcción de la flota ateniense



Los problemas entre las ciudades griegas no cesan con la experiencia de Maratón ni con las expectativas de nuevos ataques persas. Sin que los detalles concretos que corresponden a este momento puedan precisarse con exactitud, sí resulta evidente que continúan los conflictos entre Argos y Esparta. Por su parte, Atenas dio nuevos pasos hacia la plena realización de la democracia. Además, los atenienses crearon un nuevo sistema para impedir el establecimiento de una nueva tiranía. Este sistema fue la creación del método del Ostracismo que los atenienses conservaron durante algo menos de un siglo, y nunca ha sido adoptada en otras partes. El ostracismo fue aplicado por primera vez en Atenas en 487 a.C., cuando se envió al exilio a un miembro de la familia de Pisístrato. Pero el ostracismo más importante de la historia tuvo lugar cinco años más tarde, y los resultados justificaron plenamente la costumbre. La votación se produjo a causa de una disputa en Atenas sobre el método apropiado para prepararse contra una nueva invasión. Por supuesto, se consultó al oráculo de Delfos. A su retorno, los atenienses informaron de los resultados de la consulta al Oráculo e inmediatamente surgió una gran controversia acerca del significado de la misma. La controversia tuvo por protagonistas a dos personajes fundamentales para la historia de Atenas: Arístides y Temístocles. Uno de los modos de resolver la controversia fue el observar lo que sucedía declarando la guerra a la traidora, pero con una potente flota, localidad de Egina. Atenas se dispuso a castigarla por su premura en ayudar a Darío. El pobre resultado de la campaña contra Egina, hizo ver claro a Atenas que sin dominar el mar, ni se podía castigar a la potente flota de Egina, ni habría la más mínima posibilidad de vencer a los persas. Atenas decidió construir una flota. Pero la construcción de trirremes era algo muy costoso. Sin embargo, nuevamente intervino la fabulosa suerte de Atenas. En el extremo sur-oriental del Ática, se descubrieron minas de plata en 483 a.C., mientras Jerjes se hallaba atascado en Egipto. Repentinamente, los atenienses fueron ricos. Dado que los partidarios de Arístides y los de Temístocles no se ponían de acuerdo en como invertir el dinero de las minas de Plata, en el 482 a.C., Atenas convocó una votación de ostracismo para elegir entre Arístides y Temístocles. En este caso, Atenas con su votación, aceptará de pleno.

Temístocles
La unidad frente al invasor

 La unidad de los griegos frente a los persas fue más bien un deseo y, en todo caso, el resultado de la guerra, pero no una actitud previa que hubiera fraguado frente al peligro oriental. No obstante, en el año 481, los partidarios de la resistencia a la invasión persa consiguieron celebrar una reunión de la que se conoce como Liga Helénica, en el istmo de Corinto, a donde enviaron probouloi muchas de las ciudades griegas. En primer lugar, estaba allí representada Esparta, como cabeza de la Liga del Peloponeso, lo que sirve de fundamento organizativo para la Liga Helénica y da pie al reconocimiento de la hegemonía espartana en la organización. También estaban Atenas y algunas ciudades vecinas, de Beocia y Eubea, pero no todas. De las primeras se encontraban presentes Platea y Tespias, de las segundas Calcis, Eretria y Estira. Corinto había acudido con sus colonias, aunque Corcira enviaría su ayuda con retraso. Entre algunas comunidades, como la de los tesalios, se perciben actitudes variadas, indicativas de las diferencias internas. No todos estaban, en efecto, con los Alévadas de Larisa, que habían buscado el apoyo persa para garantizarse el control de la situación dentro de la región. Los tebanos y otras ciudades beocias, no incluidas Platea y Tespias, aparecerán colaborando con los persas después de las Termópilas. Los locrios y algunos otros de los pueblos relacionados directamente con la Anfictionía délfica tomaron actitudes ambiguas. El mismo oráculo se mostraba en sus manifestaciones partidario de conservar la neutralidad y así lo declaraban a quienes le consultaban a este propósito, como los cretenses, que se negaron a participar en la Liga, los argivos, que continuaron enfrentados a Esparta, o los atenienses, a quienes dieron una respuesta que hubo de interpretar hábilmente Temístocles para garantizar la defensa activa. El tirano Gelón de Siracusa, según Heródoto, no quiso participar, si no tenía él el mando. Para los espartanos, ello habría significado una ofensa a Agamenón, antepasado suyo, jefe de todos los griegos en la guerra de Troya. De hecho, su situación debía de ser difícil en la isla de Sicilia, como se demostraría en la inmediata batalla de Hímera, frente a los cartagineses, que la tradición hace coincidir con la de Salamina, en una sincronía que quiere significar la imposición del griego frente al bárbaro. Es la época en que la definición se consolida, como consecuencia de la difusión de la esclavitud como mercancía, donde el bárbaro aparecerá como esclavo por naturaleza. En definitiva, los griegos, como se llamaba oficialmente la alianza, aunque el mando estuviera en manos espartanas, decidieron acabar las guerras y organizar conjuntamente la resistencia.


Preparativos de los persas

 

Inmediatamente después de Maratón, Darío comenzó los nuevos preparativos para otra expedición masiva contra Atenas. Basado en la victoria, el sistema persa se ve afectado violentamente por las derrotas. Heródoto se refiere difusamente a los problemas internos, pero el problema más espectacular surgió en Egipto, como reacción popular frente al sistema tributario, por más que para los sacerdotes Darío apareciera como gran benefactor. La presión se agudiza y los problemas internos tienden a manifestarse. En 486 estalló la revuelta, pero poco después murió Darío. Jerjes tuvo que encargarse de la represión y, una vez vencida la revuelta, el nuevo sátrapa, Aquemenes, ejerció una forma de intervención mucho más violenta, al tiempo que Egipto quedaba reducido a la condición de satrapía. En líneas generales, el poder persa adquirió mayor fama de despotismo.  Luego, Jerjes se dedicó a fortalecer y reorganizar el ejército y a preparar, según Heródoto, la expedición contra Atenas. Dice el historiador que un esclavo le decía constantemente: "señor, acuérdate de los atenienses". En el año 481 ya se inicia la marcha, y Jerjes mismo acompañó al ejército, lo cual demostraba la importancia que asignaba a la campaña. También llevaba consigo a Demarato, el rey exiliado de Esparta. Dos de los preparativos de esta expedición serán interpretadas por los griegos como muestra de la desmesura de Jerjes: el puente sobre el Helesponto y el canal en el istmo de la península de Acte, la transformación, artificial y contraria a la voluntad de los dioses, del mar en tierra y de la tierra en mar. El avance por la costa norte del Egeo se realizó sin ninguna dificultad para ellos, contando con la colaboración de ciudades griegas, como Abdera, donde se dice que los magos difundían las doctrinas persas.

 
 
Batallas de las Termópilas
El desfiladero de las Termópilas: Leónidas



 Para que el pequeño ejército griego pudiera resistir con éxito se necesitaba un espacio estrecho al que el gran ejército persa sólo pudiera enviar pequeños contingentes. Los griegos podrían entonces combatir con los persas en pie de igualdad, y en tal caso los hoplitas podían confiar en la victoria. A pesar de que la actitud espartana tendía a buscar la concentración de la defensa en el istmo de Corinto, con ánimo de apoyar a los tesalios enemigos de los Alévadas, la liga decidió establecer la defensa en el valle de Tempe, en el norte de Tesalia, con lo que se conseguía defender el territorio de Grecia entera. Varios pudieron ser los motivos por los que hicieron regresar a la expedición allí enviada, desde la estrategia espartana hasta la inseguridad que podían producir la división de los tesalios y las actitudes de los beocios. También pudo tenerse en cuenta que el campo de batalla en la llanura tesalia podía ser favorable a la caballería de los persas. La flota se situó en el canal de Oreo, al norte de la isla de Eubea, cerca del cabo Artemisio. La elección de un lugar estrecho tenía como objetivo impedir que la flota persa, muy superior en número, pudiera desplegarse plenamente. Tras el regreso del ejército de infantería desde Tempe, los griegos decidieron enviar la expedición a las Termópilas, lugar que podía protegerse mejor al norte de Lócride Opuntia, cuyos habitantes también combatieron en la batalla. Era un desfiladero situado a la altura en que estaba colocada la flota de Artemisio. En julio de 480 a.C.,el gran ejército de Jerjes se dirigió a las Termópilas; frente a él había 7.000 hombres bajo el mando de Leónidas, rey de Esparta. Demarato, el rey exiliado de Esparta, advirtió a Jerjes que los espartanos combatirían intrépidamente, pero Jerjes no podía creer que un ejército tan pequeño le presentara batalla. Sin embargo, los 7.000 griegos defendieron firmemente el paso. En esa estrecha zona luchaban con los persas en pie de igualdad y, según habían esperado, hicieron a éstos más daño que el que sufrieron ellos. La debilidad del contingente que el mando espartano envió a las Termópilas hace sospechar que seguían pensando en una defensa centrada principalmente en el Istmo. Los días pasaban y Jerjes se desesperaba. Pero, a consecuencia de una traición que permitió a los persas cogerlos entre dos fuegos, el rey Leónidas redujo aún más el contingente, concentrado en trescientos espartiatas que resistieron valerosamente hasta la muerte.




Batalla de Salamina
La vistoria decisiva: Salamina



Los resultados de Artemisio y las Termópilas abrían de hecho las puertas al ejército persa hacia el Ática y el Peloponeso. La flota se volvió rápidamente y, como la mayoría de las naves procedía de Atenas, Temístocles consiguió que se apostara en Salamina, lugar ideal para cubrir y proteger la necesaria evacuación de la ciudad de Atenas, pues el ejército de tierra se sitúa definitivamente en el Istmo para proteger el Peloponeso, pero dejando desguarnecida el Ática. Toda la población del Atica se había desplazado a las islas cercanas, y los barcos griegos, entre ellos los veloces trirremes (que constituían más de la mitad de la flota), esperaban entre Salamina y el Atica. La profecía Délfica se estaba cumpliendo, pues aunque todo lo demás hubiese sido tomado, quedaban las murallas de madera de la flota, y mientras estuvieran intactas, Atenas no estaba derrotada. Aunque la flota griega era en gran parte ateniense, el almirante que estaba a su frente era el espartano Euribíades. Este deseaba retirarse hacia el Peloponeso. El líder ateniense Temístocles se oponía rotundamente. Con renuencia, Euribíades aceptó quedarse allí. Pero Temístocles temía que los titubeantes espartanos cambiasen nuevamente de opinión, de modo que preparó un golpe maestro. Las tropas de Jerjes ocupan la Acrópolis y el puerto de Fálero. Las expectativas de la tensa espera y la destrucción de la ciudad y de sus lugares públicos impulsaron al ateniense Temístocles a acelerar su puesta en marcha a través de una estratagema que lo caracterizaría como uno de esos generales que usan las astucias de la inteligencia y que no gustarían a los pensadores clásicos del tipo de Platón o Plutarco. Según cuentan Esquilo y Heródoto, Temístocles, a través de un esclavo ficticiamente fugitivo, hizo creer a Jerjes que le convenía atacar rápidamente para evitar la desbandada, cuando de este modo lo que conseguía era que la lucha se desarrollara de nuevo en un lugar estrecho, donde no pudiera actuar a sus anchas la flota persa, mucho más numerosa. Las naves persas se estorbaban mutuamente cuando las atenienses, en el estrecho canal entre isla y continente, las obligaban a apelotonarse junto a la costa, al pie del promontorio donde Jerjes se había hecho construir un trono para contemplar mejor lo que esperaba que fuera una indudable victoria. En la batalla de Salamina, el 20 de septiembre del 480 a.C., o alrededor de esa fecha, la flota persa fue destruida y Grecia se salvó. Tres días después de subir a la Acrópolis en triunfo, Jerjes vio desbaratados todos sus planes. Sin flota podía invadir el Peloponeso sólo atravesando el estrecho istmo, pero ya estaba harto de luchar en pasajes estrechos. Dejó luchando en Grecia a su cuñado Mardonio. La importancia de la victoria griega, seguramente exaltada por la literatura y la historiografía más por las consecuencias que tuvo que por los aspectos estrictamente estratégicos, fue percibida igualmente por Jerjes, que abandonó el territorio griego, adonde lo había llevado personalmente el interés fraguado a lo largo del decenio posterior a Maratón.


Batalla de Platea y Micala
Platea y Micala

La flota persa había sido destruida, pero el ejército persa seguía existiendo. Estaba conducido por Mardonio, un general capaz que había instado vigorosamente a marcharse a Jerjes. Sin embargo, los griegos estaban dispuestos a rematar sus victorias. En Esparta, al morir Leónidas en las Termópilas, su hijo pequeño había heredado el trono, pero, por carecer de la edad necesaria para conducir un ejército, actuó como regente Pausanias. Este, junto con los demás griegos, logró formar un buen ejercito. El enfrentamiento tuvo lugar en Platea en agosto de 479 a. C., y la batalla que se entabló fue dura y difícil. Al final, sin embargo, la victoria sonrió a los griegos. Ahora la Grecia continental estaba segura tanto en tierra como en el mar. Los griegos victoriosos avanzaron sobre Tebas. Mientras tanto, también en el mar se estaban produciendo importantes acontecimientos. Destruida en Salamina gran parte de la flota persa, era razonable esperar que la flota griega aprovechase la victoria para realizar un vigoroso avance sobre Jonia. Mas para ello era menester inducir a la acción a los espartanos, lo cual siempre llevaba tiempo. En esos momentos, la isla de Samos fue amenazada por el resto de la flota persa. Su petición de ayuda será lo que finalmente mueva a los espartanos a entrar en acción. La flota griega, al mando del espartano Leotíquidas, con un importante contingente ateniense al mando de Jantipo, del genos de los Alcmeónidas, partió hacia Asia Menor, en apoyo de los de Quíos, que se rebelaban del poder persa. Los espartanos seguían manifestando sus dudas, hasta que la actitud de Samos, igualmente convertida en aliada, con su importante flota, impulsó a llevar a cabo una acción profunda de intervención. En el cabo Mícala, frente a Samos, la flota persa recibió una importante derrota que vendría a facilitar la nueva tendencia al predominio en el Egeo de los griegos y, específicamente, de los atenienses. A partir de ahí, la flota avanzó bajo conducción ateniense (pues éstos estaban preocupados por su cordón umbilical con las regiones cerealeras del mar Negro), para despejar la zona del Helesponto y el Bósforo, en 478 a. C., y la guerra con Persia llegó a su fin.