El periodo histórico que constituye el siglo V presenta un acusado dinamismo político y social, hasta el punto de que, en muchos aspectos, se superaron ya los estrechos marcos en que había sido concebida la vida de la Polis. Las guerras casi continuas, el desarrollo económico de algunos estados, y particularmente del comercio, y la consolidación de las formas de gobierno tradicionales son algunos de los fenómenos destacables de este periodo Las reformas de Clístenes tuvieron gran éxito por cuanto pusieron término a las facciones locales. Pero la solidaridad de las clases así lograda se puso duramente a prueba durante las guerras médicas. Estos acontecimientos bélicos fueron la causa, pero también el pretexto para la transformación económica, social y política del mundo griego, cuya organización interior y exterior se presentaba después de las guerras de manera muy distinta a como antes estaban. Resulta lógico establecer como límite entre el periodo arcaico y el clásico una conflicto bélico de carácter tan generalizado como éste, pero mucho más en este caso, pues en esta guerra se produjeron los rasgos fundamentales que caracterizaron al pensamiento clásico: la oposición del helenismo frente al mundo bárbaro, la presencia dominante de Atenas y del sistema democrático, la rivalidad entre ciudades.

 800 Formación del Reino de Frigia, con capital en Gordio y su soberano Midas.
709 Luchas con los Asirios
685 Invasión de los Cimerios que destruyen el reino. Cobra importancia el Reino de Lidia
680-652 Con Candaules primera acuñación de moneda
560-546 Creso somete a las ciudades griegas.
546 Derrota de Creso por el persa Ciro

            La actitud de los persas hacia los griegos y sus disputas con los lidios y los jonios de Asia están entre las causas de las Guerras Médicas. Los deseos y sus sucesores de Darío de ampliar su imperio hacia el Mediterráneo y el Egeo motivarán el choque definitivo entre los dos enemigos que se iniciará con la revuelta jónica y finalizará con la derrota persa en Platea y Mícala, tras haber vencido en las Termópilas.

El origen del Imperio Persa: Ciro

La confrontación final entre griegos y persas fue tan sólo el final de un largo proceso de aproximaciones entre dos pueblos que participaban del mismo origen etnolingüístico. Pero mientras que los primeros griegos (los Aqueos) se dirigieron hacia el Oeste, sus contemporáneos persas se establecieron en el Este, alcanzando el valle del Indo. Su proximidad a la región mesopotámica permitió a los persas una rápida asimilación de las culturas próximas orientales (asirios, babilonios) hacia el siglo IX.

Puerta de Ciro

Escalinata de Darío

Ruinas de Persépolis

Detalle del friso anterior

A lo largo del siglo VI se produce en el Próximo Oriente asiático un movimiento expansivo espectacular que parte de los pueblos nómadas de Persia para crear un imperio superpuesto a todos los anteriormente vigentes en la zona, con organización más sólida y un sistema de control más eficaz. Desde que Ciro sustituye a Astiages y lleva a cabo la unidad de medos y persas, sus planes se revelan claros en el control de Armenia y del territorio de los caldeos. Se trata de consolidarlos por medio de fuertes y guarniciones para permitir que los pueblos sometidos trabajen sus tierras y lleven sus ganados a los pastos. Con la protección del rey, se intensifica la producción, lo que aumenta las rentas de los dominantes armenios y caldeos y garantiza el tributo debido al protector. Por ello, el imperio se preocupa específicamente de conservar las poblaciones sometidas, elemento clave para la producción y para la organización de los ejércitos que puedan garantizar la reproducción territorial del mismo. Trabajo y crecimiento son los lemas que se difunden en los mecanismos ideológicos del imperio aqueménida. Éste es el espíritu que lleva a la conquista de Lidia y de Mesopotamia, como alargamiento de la dependencia tributaria, donde todos se sienten defendidos por el rey, en un sistema que se configura ideológicamente como equilibrado y simétrico.

Arqueros persas

Los otros pueblos de Anatolia: Lidios y Frigios

El reino de Lidia parece definirse a partir del s. VII. Las tradiciones le atribuyen desde el primer momento una gran riqueza, que caracterizaría al rey Giges, fundador de la dinastía de los Mérmnadas, en conflicto con Candaules. Antes, el rey Midas ha dado ocasión, en Frigia, con su riqueza al nacimiento de la leyenda del que transforma en oro cuanto toca. La tradición atribuye a Lidia el origen de la moneda y de la tiranía griegas, dos rasgos característicos de la evolución del arcaísmo hacia formas productivas y sistemas políticos coherentes, capaces de estructurar una nueva sociedad. Creso, a mediados del siglo VI, igualmente famoso por su riqueza, entró en contacto contradictorio con los griegos de las costas de Asia Menor. Desde Giges, los lidios los habían atacado esporádicamente, pero también habían establecido con ellos relaciones de colaboración que favorecieron en gran medida los contactos de las ciudades griegas con oriente, promotores de su prosperidad económica y desarrollo científico y cultural. Creso fue el primero que, según Heródoto, se dedicó a conquistar ciudades. Su modo de intervención fue el de la imposición de tributos, sin que parezca haber interferencias de tipo político. Posiblemente, los gobernantes de las ciudades griegas, aristocracias o tiranías, se acomodaban al sistema tributario a cambio de la estabilidad que los lidios podían proporcionar a su propio dominio. Creso, por otro lado, experimentó un fuerte proceso de helenización que facilitaba en lo ideológico las relaciones creadas. Creso consultaba el oráculo de Delfos, buscaba la alianza con Esparta y, en un diálogo ficticio, Heródoto lo convierte, frente a Solón, en el personaje alternativo al sabio moderado, el rey que aspira a la riqueza y se halla satisfecho con lo que considera su felicidad, sin darse cuenta de que, en la mentalidad griega soloniana, tanta felicidad trae consigo de manera inevitable la ruina y la destrucción. Como personaje externo al mundo griego, Creso sirve como modelo del tirano, consciente de su propia felicidad e inconsciente de sus peligros. En efecto, en la época de Creso, que confiaba en poder destruir un gran imperio, el de los persas, lo que hicieron los lidios fue destruir el suyo propio, por la propia iniciativa del rey, confiado en su fuerza y en el oráculo ambiguo de la Pitia délfica, que no especificaba qué gran imperio iba a destruir.

Los persas en el Mediterráneo: Cambises

En la época del sucesor de Ciro, Cambises, el imperio experimentó un nuevo crecimiento en las costas mediterráneas, pues, tras haberse puesto en contacto con los fenicios y los griegos de Asia, los persas estuvieron en condiciones de ampliar su campo de acción en el mar, con el uso de la flota de los nuevos pueblos sometidos. En Chipre y la Cirenaica entran en contacto con los sectores más activos de los intercambios mediterráneos. En tales condiciones, los persas se encontraban en disposición de penetrar en Egipto. Aquí reinaba, hasta 526, el faraón Amasis, considerado el último de los grandes faraones, en cuya época los egipcios mantuvieron intensas relaciones con los griegos y los fenicios que estimulaban los intercambios en el Mediterráneo oriental. En Egipto, los persas y Cambises son objeto de una fama contradictoria. Su actitud parece haber sido permisiva, pero también corre el rumor de haberse comportado violentamente con los dioses egipcios, lo que puede relacionarse con el movimiento de rebelión encabezado por Psamético y con la fuente griega, transmitida por Heródoto, tendente a configurar una imagen persa especialmente negativa, mientras que los egipcios gozaban y gozarían de buen prestigio entre los helenos.

Darío

La restauración de Dario

De todos modos, la época de Cambises, que, por una parte, representa un período expansivo, es también, por otra, un período de convulsiones internas. La revuelta tuvo, sin embargo, un éxito efímero, pues la configuración imperial y el expansionismo habían dado la fuerza suficiente al rey y a la nobleza colaboradora para que, manejando los hilos del sistema organizativo, la aristocracia pudiera restablecer la unidad y acabar con la rebelión. Heródoto habla de siete nobles persas como los protagonistas de la acción restauradora. Uno de ellos, Darío, se vinculaba genealógicamente a la familia de los Aqueménidas y, en las inscripciones citadas, se atribuye el mérito principal en el aplastamiento de todas las acciones que resonaran a lo largo del territorio imperial. Según Heródoto, tras la victoria, los nobles persas se planteaban el problema de cuál pudiera ser el régimen adecuado para la nueva situación creada y participan tres en el debate, a favor de la democracia, de la oligarquía y de la monarquía. A pesar de que el debate contiene todas las características para considerarlo dentro de un género propio de la Grecia o, mas bien, de la Atenas de la época, puede resultar igualmente significativo de la situación persa misma, que se debate entre las formas de organizar políticamente un imperio en crecimiento, dentro del que surgen problemas como resultado de la integración de realidades sociales y económicas tan sumamente diferentes entre sí. A partir del año 521 a.C., se restaura un nuevo imperio que cuenta con el apoyo solidario de la nobleza, perfectamente integrada en un sistema concentrado en el poder del rey. Paralelamente, en el imperio se lleva a cabo un nuevo esfuerzo administrativo que se traduce en un reforzamiento del sistema tributario fundamentado, no sólo en la fuerza de las armas, sino en la racionalización del sistema circulatorio, tanto para las mercancías, a través de las redes de caminos, como del nuevo sistema monetario, basado en el oro, instrumento eficaz para una circulación fundamentalmente vertical, entre los contribuyentes y el poder. Así, en el cambio de siglo, el imperio persa se ha consolidado en un sistema de satrapías rígidamente organizado, sustentado en el tributo, al que sirve de apoyo un fuerte ejército conquistador y una administración y una red de comunicaciones muy desarrolladas, punto de partida para nuevas conquistas. Así, el imperialismo persa se caracteriza por hallarse encerrado en el círculo de la constante reproducción como medio de subsistencia y perduración.

 559-529 Ciro II, el Grande, fundador del Imperio persa (aqueménida)
539 Conquista Babilonia
 529-522 Cambises II, conquista Egipto en 525.
512-484
Dario I, conquista Tracia y Macedonia.
500-494 Es Aplastada la rebelión de la ciudades griegas de Jonia (costa de Asia Menor). En 494 destruye Mileto.
490 Es derrotado en Maratón
486-465 Jerjes I, sofoca el levantamiento de Babilonia y Egipto.
480-479 Expedición contra Grecia

La situación de las colonias griegas

 La historia de las ciudades jónicas de Asia Menor representa un variado mosaico donde cada una sigue una trayectoria diferente. Las tiranías y las monarquías dinásticas tradicionales se alternan en el plano político, lo mismo que algunas ciudades se integran activamente en el proceso colonizador, mientras que otras se limitan a garantizar el control de los territorios agrícolas del entorno. Las relaciones con los lidios han sido igualmente variadas y, a partir de la toma de Sardes, la capital lidia, por los persas, se orientan en sentido contrario a ellos. El sistema persa de intervención era igualmente tributario, apoyado normalmente en tiranos sostenidos por ellos, que garantizaban el control de la costa y los estrechos para emprender nuevas campañas. Al mismo tiempo algunas ciudades, como Atenas, vieron favorecida su intervención en las costas asiáticas, posiblemente a través de la colaboración familiar de algún genos como el de los Alcmeónidas. Todas las ciudades griegas de Asia Menor, dependientes de la satrapía de Sardes, tenían que pagar un gran tributo. Su política interior estaba dirigida por grupos oligárquicos que contaban con el apoyo del gran rey; pero el grado de evolución que habían alcanzado, en el que participaban los elementos democráticos que tenían sus mejores intereses en el desarrollo del comercio y del artesanado, estaba reñido con el régimen establecido. Lo mismo que en la Grecia continental, los creadores de la nueva riqueza estaban opuestos a la oligarquía y deseaban regímenes democráticos. Sin embargo la situación de los jonios cambió mucho bajo la dominación persa. No estaban realmente esclavizados, sin duda alguna. Pero debían pagar un tributo anual, soportar la férula de algún tirano instalado por los persas y con un representante de Persia cerca, por lo común, para vigilar al tirano y a la ciudad. En algunos aspectos, la situación no era mucho peor que bajo los lidios. Pero la capital Lidia había estado a 80 kilómetros solamente, y los monarcas lidios habían sido casi griegos. Griegos y lidios se entendían. Los monarcas persas, en cambio, tenían su corte en Susa, a 1.900 kilómetros al este de Jonia. Darío hasta se había construido una nueva capital que los griegos llamaban Persépolis, o «ciudad de los persas», y que estaba aún 500 kilómetros más lejos. Los distantes reyes persas no sabían nada de los griegos y estaban fuera de su influencia. Adoptaban los hábitos autocráticos de los monarcas asirios y caldeos que los habían precedido, y los griegos se sentían realmente incómodos con las costumbres orientales de sus nuevos amos.

Principales colonias de la costa jónica

Mileto acaudilla la revuelta: Aristágoras

 Cuando Darío I (522-488) subió al trono se encontró con un gran reino. La novedad de su política se encuentra en su interés por conquistar una parte de Europa. En el 513 hizo una campaña contra las tribus escitas del noroeste cruzando los Estrechos que daban acceso al Mar Negro mediante un puente de barcas. Esto ponía en sus manos una de las rutas comerciales más importantes del Mediterráneo oriental, lo que ocasionaba el empobrecimiento progresivo de las ciudades griegas de Asia Menor. El comienzo de la sublevación, acaudillada por Mileto (500) y su tirano Aristágoras, produjo una revuelta democrática que terminó con el control del poder y la expulsión de los elementos aristocráticos en todas las ciudades. Aristágoras, consciente de lo que se avecinaba, pidió ayuda a Grecia continental; Aristágoras visitó primero Esparta, la mayor potencia militar de Grecia, e intentó persuadir a Cleómenes a que les enviaran ayuda. Aristágoras se dirigió despues a Atenas. (Por esa época, C1ístenes fue derrocado en Atenas. Se desconoce la razón de ello, pero es posible que él se opusiera a esta aventura jónica y opinara en contra de ella. El y los Alcmeónidas fueron considerados partidarios de los persas y durante el medio siglo siguiente tuvieron escaso poder en el gobierno de la ciudad.). Aristágoras volvió a Mileto triunfalmente para informar que Atenas enviaría barcos y hombres, y se hicieron todos los preparativos para lo que se llamó «la revuelta jónica». Sólo Hecateo, el geógrafo, se negó a dejarse arrastrar por la excitación general. Opinó en contra del proyecto, por juzgarlo alocado y sin esperanzas. Sostuvo que si los jonios estaban absolutamente decididos a rebelarse, primero debían construir una flota para asegurarse el dominio del Egeo; ésta era su única esperanza de éxito. De lo contrario, los persas sencillamente los aislarían a unos de otros. Los jonios habían desoído a Tales y a Bías en ocasiones anteriores y tampoco escucharon a Hecateo en ésta. En 498 a. C. llegaron veinte barcos de Atenas y otros cinco de Eretria, que había sido aliada de Atenas desde que ésta derrotara a la vecina y rival de Eretria, Calcis, ocho años antes. Al ponerse en marcha la revuelta, se levantaron también otras ciudades griegas en Tracia, Chipre y Asia Menor. Toda la franja noroccidental del Imperio Persa estaba en llamas. Darío estaba furioso. Estaba ya envejecido, pues tenía más de sesenta años, pero no era persona a la que fuese posible enfrentarse sin riesgos. Reunió barcos fenicios y se hizo con el dominio del mar Egeo, que era precisamente lo que Hecateo había prevenido a los jonios que ocurriría si descuidaban los preparativos navales. Ahora los jonios quedaron aislados de Grecia y se enfrentaban con una inevitable derrota. Aristágoras huyó a Tracia y murió allí poco después. La flota persa-fenicia destruyó la resistencia griega en Chipre y luego se presentó frente a las costas de Mileto. Darío envió luego a su yerno Mardonio a Tracia, para reconquistarla. Más tarde ya le tocaría su turno a la Grecia continental.