Armodio y Aristogitón, más conocidos como los tiranicidas, por haber dado muerte al tirano Hiparco
La tiranía de Pisístrato

 En el 561 Pisístrato, un noble, logró instaurar la tiranía, con una guardia de garroteros (agricultores pobres) y con aire justiciero pretende mantener una política unipersonal en defensa de los agricultores pobres. Mantuvo el arcontado, aunque poniendo a sus parientes en él. Aunque realizó pequeñas confiscaciones de tierras para repartirlas entre los agricultores, intentó siempre no buscar enfrentamientos directos con los nobles terratenientes, sino favorecer a los pequeños agricultores para favorecer su situación y que no cayeran en el control de los nobles (les concedió créditos fácilmente reingresables). Realizó una política de obras públicas (templos de Atenea y de Zeus en la Acrópolis), ocupando a la población en paro e incrementando la actividad artesanal (construcción). Fortaleció la organización estatal, creando o engrandeciendo fiestas nacionales (Panateneas, Dionisiacas). Quizá con un carácter propagandístico, pero lo cierto es que dio un apoyo decidido a los artistas y poetas del momento (se redacta el texto homérico por escrito, se comienzan las representaciones teatrales. Un problema se planteó a gran parte de los tiranos: el miedo a que la oposición política interior, la nobleza, buscase apoyos en el exterior para derrocar la tiranía. Para ello Pisístrato desarrolló una intensa actividad diplomática. Otro aspecto de su política era la expansión exterior, garantizando el control de la ruta de los estrechos, en el Helesponto, hacia el Mar Negro. En estas campañas el pueblo adquiría conciencia de su unidad con los nobles y, además, la gente pobre podía establecerse en estas fundaciones (y gracias a ello también algún noble molesto como Milciades era oportunamente alejado). Con todo esto, Pisístrato, en una época de ascenso económico de Atenas, sentó las bases para que la democracia fuera posible. Esa mejora económica se refleja, entre otras cosas, en el aumento del peso de la moneda, que lleva ahora la clásica lechuza. Pero es claro que, pese a todo, el descontento nuca cesó. Es a los nobles a quienes hay que atribuir la sublevaciones contra Pisístrato, la muerte de Hiparco (su hijo y sucesor). La familia de los alcmeónidas fue, concretamente, la que logró con la ayuda de los espartanos expulsarles finalmente. Ahora bien, en esta lucha los nobles acabaron por encontrar un aliado nuevo: el pueblo. Cuando, una vez derrocado Hipias, el arconte Iságoras intentó establecer, con ayuda espartana, un régimen aristocrático, resultó ya imposible. Fue otro noble, Clístenes, un alcmeónida, el que hizo capitular a Iságoras y los espartanos. Pero no para establecer él a su vez la aristocracia ni la tiranía, sino la democracia. Efectivamente, los tiranos habían elevado al pueblo económicamente y ahora ya no eran necesarios. El pueblo pedía libertades políticas y los tiranos no podían dárselas. Tuvo lugar entonces la inversión de las alianzas: nobles y pueblo se coaligaron, sellando una alianza histórica. Hubo un compromiso implícito entre las dos clases. El pueblo abandonaba el viejo sueño del reparto de tierras. Dejaba que, en la práctica, los nobles desempeñaran el arcontado y el generalato. En cambio, el poder del pueblo era decisivo en el consejo, en la asamblea, en los tribunales. Nombraba a los magistrados, podía destituirlos, les exigía cuentas al final de su mandato. Y se mantenía la política económica que les favorecía.