Soluciones

 Las relaciones de poder en las Polis de Grecia se vieron profundamente alteradas por el intenso intercambio comercial con las colonias, por el perfeccionamiento de las técnicas navales, artesanales y metalúrgicas, por la introducción de la moneda, que alteró la naturaleza de la riqueza, y por la aparición de un nuevo tipo de organización militar, la falange de hoplitas, que implicaba a mayor número de ciudadanos en la defensa de la Polis. Todo ello minó las bases económicas del poder político de la nobleza terrateniente y preparó el terreno para una evolución a regímenes políticos más democráticos. El desarrollo económico de los principales centros urbanos determinó una mayor movilidad social y la exigencia por parte de sectores populares de una satisfacción a sus reivindicaciones políticas y sociales: codificación de las leyes, mayor participación en la vida política, abolición de las deudas y repartos de tierras. Para solucionar estos problemas fue decisiva la contribución de dos figuras políticas características de esta época: el legislador y el tirano.

Licurgo, legislador espartano Pítaco, legislador de Mitilene
Legisladores

 Frente a la presión de los descontentos, la oligarquía tuvo que ceder. Los sectores sociales se pusieron de acuerdo para otorgar amplios poderes a una personalidad prestigiosa que hiciera de mediadora y árbitro en la lucha social y pusiera por escrito todo un conjunto de leyes que obligase por igual a todos y cada uno de los ciudadanos. Las leyes consuetudinarias, en sus dos formas de themis y dike seguían sin ser escritas y los nobles decidían sobre su interpretación en cada caso. Pero además la sociedad había cambiado considerablemente del s. VIII al VII y se necesitaban nuevas normas que resolvieran nuevos conflictos provocados entre artesanos, comerciantes, extranjeros, etc. La diferencia con el tirano, entre otras, será la de haber sido elegido y no continuar en el poder más de lo preciso (nadie heredaba su poder). El más conocido en Atenas será Solón, que abolió la esclavitud por deudas y permitió, en cierta medida, el acceso de los ricos a las magistraturas.
Periandro, tirano de Corinto Dionisio el Viejo, tirano de Siracusa

Tiramos

 Cuando las reformas de los legisladores no solucionaban la crisis, el régimen oligárquico fue suplantado por las tiranías. Difiere de la monarquía (que también es un poder unipersonal) por el hecho de oponerse a la oligarquía. El tirano, generalmente un noble, apoyándose en las clases populares y sin abolir las instituciones heredadas, acabó con el poder de los nobles, repartió tierras e impulsó la economía y la cultura de su Polis. ¿Porqué surgió la tiranía? La codificación de las leyes no había tenido en cuenta la rápida evolución que estaba aportando el comercio. Si los legisladores lucharon contra el endeudamiento de los pequeños agricultores, el desarrollo comercial volvió a sumirlos en las deudas. La situación de angustia económica y social les permitió apelar al pueblo. Las gentes enriquecidas pedían más derechos políticos y judiciales. Los pobres mejoras en sus condiciones de vida (cuando no esos mismo derechos). Todos ellos se encontraban además religiosamente desamparados al no participar en los cultos de los nobles. La concepción, aunque fuera entendida hostilmente por los griegos demócratas (las fuentes escritas fueron generalmente obra de aristócratas), en realidad fue bastante positiva. Aparte de un nuevo reparto de tierras, practicaron un amplio programa de obras públicas. 1º) Crearon grandes fiestas nacionales o dieron magnificencia a las antiguas, con lo cual daban al pueblo un hogar espiritual dentro de la ciudad. Así, Pisístrato dio gran esplendor a las Panateneas e instituyó las Grandes Dionisiacas, para las que creó un nuevo género: la tragedia. Esta protección por parte de los tiranos (Clístenes, Sición) es muy característica: se trata de cultos propios del pueblo campesino, no de las clases nobles. 2º) Esta política iba acompañada de la construcción de templos magníficos, como la Acrópolis por obra de Pisístrato. La tiranía fue solamente una solución provisional e intermedia que logró cierta unificación en el terreno económico y religioso. No satisfacía, claro está, las aspiraciones profundas de igualdad: las asambleas y la participación política brillaban por su ausencia. Y a partir de un momento fue ella el obstáculo a esa aspiración. Fue entonces cuando fue derribada, abriendo paso, en los casos más favorables, a la democracia. Veremos ahora el caso de dos polis especiales: Esparta y Atenas.
 
Armodio y Aristogitón, más conocidos como los tiranicidas, por haber dado muerte al tirano Hiparco

El papel de los tiranos en la Hª de Grecia

En los s. VII y VI el enfrentamiento entre ricos terratenientes y pequeños campesinos y medianos propietarios se exacerbó. Estos estaban social y políticamente bajo el total dominio de esa aristocracia, pero también se aprecia que los aristócratas se desgarraban mutuamente, gracia a lo cual la oposición popular logró expresarse y arrancarles algunas reformas. Esta Stasis, este desorden civil quizá fue producto de una convergencia de las fuerzas contestatarias, consolidadas por las consecuencias del desarrollo de los intercambios con el exterior. Dos fenómenos, estrechamente imbricados, expresan bien las mutaciones políticas de este periodo: Una intensa actividad legislativa y un florecimiento de tiranías. En ambos casos, el origen de su poder está en la situación de guerra civil latente o declarada, en la stasis antes declarada.
Desde el s. VI se observa una tenaz voluntad de aclarar las relaciones privadas y las públicas y una tendencia, cada vez más nítida, por parte de la polis a intervenir en los distintos ámbitos de la actividad humana. Se elaboró un derecho escrito que iba servir como referencia para resolver los conflictos entre particulares (castigo de las violencias, legislación sobre el trabajo libre o dependiente, vigilancia sobre pagos, salarios, etc.). Todas estas medidas muestran una concepción nueva del derecho político: integración de nuevos ciudadanos, reparto entre todos de derechos y deberes, regulación de magistraturas (las listas de magistrados obedecen a la voluntad de redactar actas y divulgar responsabilidades). Se establecen multas por impago y el magistrado compromete su propia responsabilidad material en su ejecución. De todos modos, esta legislación no significa más que, en líneas generales, una redacción de procedimientos consuetudinarios que, en estos siglos se han ido complicando y afirmando. Por ello, se trata de un derecho que sigue beneficiando a nobles y acomodados. Pero lo importante es el reinado de la armonía que se espera producir con esas reformas, concepto que se resume en el término eunomía, esto es, la estabilidad de cada cual que, permaneciendo en el lugar que la tyche (=azar, fortuna) le haya deparado, contará con una garantía nueva frente a lo arbitrario, pero habrá de mantenerse en el marco de los derechos y deberes inherentes a su condición.
La tiranía se presenta, a un tiempo, como una emanación de la aristocracia y una reacción contra ella; la mayoría de nuestras fuentes le resulta hostil, a causa de su total incomprensión de la naturaleza de un régimen que ya había desaparecido.
¿A qué poder ponía fin el tirano? Frecuentemente al ejercido por las familias nobles y que, según fuese hereditario o electivo el título real, se llamaba monarquía u oligarquía. Un aristócrata (los tiranos lo fueron casi siempre) desplazado o más consciente arrancaba de buena gana el poder a quienes lo ostentaban, aprovechando la hostilidad general que habían suscitado y, por ello, buscando un sostén más amplio y duradero en las masas desheredadas, con la complicidad del demos, término que a partir de ahora dejará de designar al cuerpo de ciudadanos completo y designará al grupo de los inferiores. Todos estos apoyos debieron de ser reales, pero no bastaron para evitar el recurso a la fuerza (asesinato del basileus ejerciente, uso de mercenarios, eliminación violenta de rivales). El tirano llevaba a cabo tales acciones con un pequeño grupo de partidarios, asimismo aristócratas, y a menudo tenía que asegurarse su propia protección con una guardia personal. Y el demos le seguía, no porque odiaba el gobierno aristocrático, de la misma manera que hoy podríamos decir "odio el capitalismo". Lo que se podría haber oído en el demos de entonces sería "odio a éste o aquél de las familias A, B, etc, que nos gobiernan" y ese odio podría obedecer a razone muy diversas (porque un noble de esa familia le habría hecho apartarse de la acera o, borracho, le habría destruido un montón de vasijas, o le había impuesto una multa X por un hecho que al vecino sólo le había supuesto una amonestación.
Si se atiende sólo a las condiciones de la toma del poder, estas tiranías no son revolucionarias, ni van acompañadas de cambios notables en las instituciones: el tirano no modifica el sistema, sino que sitúa en él a sus hombres y lo emplea para fines distintos. Llegados al poder al favor de una crisis social, se esforzaban por encontrar soluciones capaces de estabilizar la sociedad, reduciendo las diferencias de renta si era preciso. Dictar justicia, otorgar ciudadanía, confiscar propiedades, liberar deudas, redistribuir tierras, con estas medidas los tiranos consiguieron poner fin a la stasis que los había encumbrado. Sin embargo, cumplida su misión, tuvieron que desaparecer y siempre violentamente; ninguna tiranía consiguió llegar a la segunda o tercera generación.
En la teoría política griega (clásica, la de Aristóteles) la tiranía no era sino una degeneración de la monarquía. Según Aristóteles, la diferencia entre un monarca y un tirano radicaba no el la naturaleza de su poder, absoluto en ambos casos, sino en la forma de ejercerlo: el primero, conforme a la ley de la ciudad y en provecho de sus súbditos; el segundo, contra ésta y en beneficio propio. Pero desde el punto de vista griego del momento este aspecto de anticonstitucionalidad no parece que le hubiera importado mucho al demos. Durante algún tiempo, una generación quizá, los tiranos contaron con el apoyo del demos y constituyeron o reforzaron ejércitos de base hoplítica contra la aristocracia, por lo que a campesinos endeudados, artesanos y pequeños comerciantes no le debió importar que el tirano hubiera alcanzado su poder por la fuerza, ni que fuera un miembro de la aristocracia. La tiranía fue un fenómeno característico de la época arcaica y afectaron a muchas ciudades, pero no a todas. De hecho el Peloponeso, Grecia central (salvo Atenas) no la conocieron. Dos grupos de estados quedaron al margen de este proceso: de un lado, las polis con escasos recursos, en las que el sector artesanal y comercial no se había desarrollado todavía; de otro, las polis poderosas, como Esparta o Tebas, en las que el poder aristocrático u oligárquico no se había debilitado.
Pero a partir de la segunda generación (los tiranos no duraron más de dos o tres), los tiranos que no pueden mantener su poder por vía hereditaria tienen que recurrir a la violencia, a la crueldad contra sus rivales. Se rodean de un ejército de mercenarios y se convierten en auténticos déspotas favoreciendo de nuevo el descontento popular. Pero esta vez la stasis se volvió contra ellos (gracias a un entendimiento de los sectores aristocráticos contrarios al tirano y el demos, o a la ayuda de regímenes oligárquicos ya constituidos como Esparta). A partir de aquí la imagen negativa de la tiranía que nos ha llegado, general desde el s. V, tanto para demócratas como oligárquicos. El término de proceso concluirá con constituciones más moderadas en las que la eugeneia (supremacía de linaje) daba paso a la timema (supremacía de riqueza), el linaje noble a la posesión de fortuna