La crisis de la Polis

La Polis griega nació de una comunidad de colonización, culto y defensa al comienzo bastante laxa. Su perfeccionamiento y concreción fundamentales fueron una secuela de la crisis a la que debe también su aparición el pensamiento político. En sus formas precoces, como hemos visto, estaba dominada total y exclusivamente de una manera apenas comprensible hoy, por un estrato superior de la aristocracia que gozaba del privilegio de la supremacía en todos los terrenos (en la vida económica, social, religiosa y política, en la guerra y en la administración de la justicia). Tal hegemonía descansaba ante todo en la riqueza y en los bienes de las familias nobles y en la decisiva contribución que estos bienes les permitían hacer a la defensa de la comunidad; por último, quedaba legitimada por una descendencia divina, demostrada con todo lujo de detalles, de los distintos linajes. Por eso, huelga decir que los nobles eran además los caudillos y los magistrados, integraban el consejo deliberativo de la comunidad y llevaban la voz cantante en las escasas ocasiones en que llegaba a convocarse la asamblea popular: sólo ellos disfrutaban del derecho de hablar en público. Ser el primero en el consejo y en la batalla constituía su título de gloria y la meta de su educación. Cuando, poco más tarde. se vieron desafiados por "arribistas" plebeyos, se enorgullecieron calificándose a sí mismos, en bloque, con los términos de los "buenos, nobles y virtuosos"; como tales, procuraban erigir entre ellos y los «inferiores, el vulgo, los malos», una barrera social insalvable. Además, cultivaban una densa red de relaciones con las familias nobles de otras colectividades: su grupo social era, por así decir, internacional.
Esta sociedad aristocrática la hemos visto reflejada en toda su pureza (quizás, a lo mas, artísticamente embellecida) en las epopeyas homéricas, cuyos vates, en calidad de cantores y animadores "a sueldo" de los nobles, se consagran por entero a ese estrato social y sus más características expresiones vitales. También aparece en Hesiodo, si bien sólo en determinadas relaciones o situaciones, contemplada desde fuera y con un tinte negativo. Su sistema de valores que. de acuerdo con las necesidades de la época, se basa en la afirmación de la individualidad, en la lucha por la familia, la adquisición de bienes y la conservación de la comunidad, ha durado mucho mas que la sociedad que lo creó. La Atenas de finales del siglo V estaba aún curiosamente impregnada de esos "valores competitivos" tradicionales de la aristocracia, frente a los cuales los "valores cooperativos", mucho más adecuadas para una comunidad democrática, sólo fueron abriéndose camino lentamente y nunca llegaron a imponerse del todo. Esto es sintomático. La Polis, que debió gran parte de su desarrollo inicial a la nobleza, alcanzó su último grado de madurez y competencia en lucha contra el poder, las exigencias y los caprichos de esa nobleza, en una contienda que en buena medida acabó con su exclusividad, pero no consiguió nunca, incluso en la misma Atenas, integrarla en la colectividad ciudadana. Elementos vigorosos de reivindicación del poder, anclados en un convencimiento hereditario muy aristocrático de la propia superioridad, se hacían sentir aún en el siglo V y llegaron a influir poderosamente en la política.

La creciente tensión existente entre esas pretensiones tradicionales de la nobleza y las nuevas tendencias, encaminadas a la conciliación social entre los diferentes estamentos y a la equiparación política de grandes sectores de los ciudadanos no aristócratas, se convirtió en una condición decisiva para el nacimiento del pensamiento político. Y la polémica con los valores y normas de comportamiento de la aristocracia aún vigentes confirió a la toma de conciencia, definición y propagación de otros valores y comportamientos alternativos, un impulso esencial y, consiguientemente, contribuyó de forma considerable al desarrollo de la conciencia y la participación políticas, e incluso de una "identidad política" de vastos estratos de población en la Atenas democrática.
Para que las cosas pudieran llegar tan lejos, fue no obstante necesario que, antes, la hegemonía de la nobleza se resquebrajara y perdiera su condición de hecho natural y evidente. Esto sucedió durante aquella honda crisis que se propagó por vastos territorios en el siglo VII y cuyas causas y curso aparecen complicados y difícilmente comprensibles. Como quiera que sea, en el transcurso del tiempo fue naciendo una confrontación cada vez mas violenta entre la nobleza y considerables sectores del campesinado, en sí libres, pero dependiendo de hecho, a través de toda una variedad de mecanismos, de la aristocracia. Ciertos hechos hacen pensar que gran parte de la culpa en ese endurecimiento decisivo de la crisis, recae en la explotación despiadada por parte de los linajes nobles de esa tradicional desigualdad de poderes. La aristocracia, sumida en encarnizados pleitos hegemónicos, creyó necesario emplear todo tipo de medios que pudieran servir para afianzar su superioridad económica, social y política. Por el testimonio de Solón sabemos que esto repercutió sobre todo en el aspecto económico, dando lugar a un rápido incremento de la esclavitud por deudas. Hesiodo, que escribió varios decenios antes de Solón en Beocia, describe la venalidad y arbitrariedad de los jueces, miembros de la aristocracia, cuyos "torcidos fallos" hubo de sufrir en sus propias carnes (Los trabajos y los días). Remisión de las deudas, reforma agraria, protección frente a la arbitrariedad, divulgación de las leyes y una mayor participación política: esas eran las exigencias a las que se enfrentaba la nobleza por dondequiera. Y las violentas y prolongadas desavenencias, a veces lindantes con una guerra civil, solían conducir al fin y a la postre a reformas en casi todos estos terrenos.
En esa época, como se aprecia claramente en Solón, la Polis pasó por una visible y sensible fase de inminente peligro en cuanto a su supervivencia. Aunque no todo provenía de los manejos de la aristocracia, sigue siendo cierto que fueron sobre todo las nuevas formas de explotación deliberada las que desencadenaron la resistencia de las víctimas. El movimiento de protesta encontró su oponente, su blanco y su contraseña en el régimen arbitrario y a menudo brutal de la nobleza. La crítica se había abierto una puerta de ingreso, y se ejerció intensivamente. A ella se unía una reflexión sobre las causas de los abusos, sobre las posibilidades de remediarlos y sobre su futura prevención. Para ello se recurría con frecuencia a reconstruir mentalmente la organización de una colectividad y sopesar a quien corresponde en ella una determinada función o responsabilidad. Al proliferar esa crítica intensiva del régimen aristocrático, un régimen cada vez más impotente e impopular, se puso también en tela de juicio su indefectibilidad. No es que se hubiera llegado ya desde un principio a la idea de abolirlo; aún debía pasar mucho tiempo para ello. Pero siempre era posible modificarlo, tanto más cuanto que el predominio de la nobleza había perdido ya por entonces parte de su homogeneidad debido a las luchas intestinas por el poder cada vez más despiadadas, y al surgimiento de tiranías autocráticas. Por si eso fuera poco, esa misma nobleza había visto mermada también su integridad por la degradación de su superioridad militar a expensas de la falange hoplítica, a la que tenían acceso sectores de la población más amplios.
En resumidas cuentas, la crisis de la Polis fue por tanto también en gran medida una crisis de la nobleza, cuya progresiva desintegración y debilitamiento estimularon la aparición de cambios e iniciativas en la vida política y en el pensamiento, que antes nadie hubiera creído posibles.
Bajo las condiciones descritas, en el período arcaico no podía existir más que un planteamiento para el pensamiento político: tomar conciencia del problema de la hegemonía y de determinados comportamientos de la nobleza, reflexionar acerca de las causas que los producían y las consecuencias de ellos derivadas y divulgar todo este conocimiento. Como es natural, al principio, lo que provocaba tales elucubraciones en ciertas personalidades de la época eran sucesos aislados.

Causas y Consecuencias

1)La producción agraria no era suficiente para atender al aumento demográfico que había alcanzado la sociedad de entonces: no se habían creado nuevas técnicas agrícolas que pudieran elevar la productividad. Se imponía buscar nuevas fuentes de producción.
2) Este problema se complicaba por el mal reparto que ya se había alcanzado en la propiedad agraria. Los elementos desheredados se ven forzados a dedicarse al artesanado y al comercio (favorecido por el progreso en las técnicas de construcción naval; el comercio se ejercía por mar, dadas las malas rutas comerciales terrestres) Estas transformaciones en la economía van a producir serios desequilibrios en la organización social. Los elementos oprimidos encontraron nuevas formas de trabajo en el artesanado y el comercio con lo que se enriquecerán, aunque la tierra siga siendo la fuente principal de riqueza y esté en poder de los nobles. Muchas son las formas en que se presentó el poder oligárquico (a partir del s. VII desaparecen los reyes; en su lugar se creó un magistrado que siempre era un noble), pero dos aspectos son comunes y constantes: este régimen surgió con la caída de la realeza a la que sustituyó, y consistió siempre en que los más ricos buscaron los medios para privar del poder y los privilegios a los menos ricos. Dos nuevos factores complicaron el problema:
a) La importancia adquirida por los hoplitas, es decir del pueblo, en la defensa de la ciudad, lo que ya no justificaba tanto el poder absoluto de los nobles. Las mejoras metalúrgicas para obtener hierro en mayor cantidad y más barato permitieron que ciudadanos medianamente acomodados pudieran comprarse un equipo de hoplita.
b) La generalización del uso de la escritura, lo que permitió que la ley, hasta ahora no escrita e interpretada por los nobles a su antojo, pasara a ser grabada para que todo el pueblo la conociera y la interpretara.
Una última consecuencia de esta crisis será la Colonización. Conviene tener en cuenta un hecho: además de los problemas de superpoblación relativa de las ciudades madres, éstas basaban su organización política en el número limitado de ciudadanos; existían, por tanto, unos topes, pasados los cuales peligraba la existencia misma de la ciudad-estado. La primera colonización (770-675) se dirigió hacia el Oeste (Sicilia y Magna Grecia). La segunda (a partir del 675) se extiende hacia el norte (Tracia, Helesponto, Bósforo) y hacia el sur (Egipto). Las colonias, principalmente agrícolas, pero en las que el factor comercial era significativo, eran independientes de sus respectivas metrópolis, con las que no obstante mantenían relaciones amistosas basadas en el comercio, el culto y las tradiciones comunes. La colonización ensanchó las fronteras del mundo helénico y dio a los griegos una mayor conciencia de su pertenencia a una misma comunidad, diferenciada de las demás culturas con las que entraron en contacto.

Elementos del cambio: económicos

 
Desarrollo del comercio

Aunque la tierra fue la fuente de riqueza básica de la Polis, la economía se fortaleció mediante las relaciones comerciales. El comercio ultramarino proporcionaba a los griegos las materias primas (metales, grano), fue un comercio, en principio de importación, pero, posteriormente exigió el incremento de la producción interna para atender a las necesidades de intercambio. Todo ello propició el desarrollo económico de algunas Polis (Atenas, Corinto, Megara,Egina, Eritrea, Mileto, etc). Los beneficios derivados del comercio generaron un nuevo grupo social, cuya riqueza no consistía ya en poseer tierras. Pero su posición económica no se correspondía con su situación sociopolítica, dado que la pertenencia a la Polis se cifraba en la posesión de bienes raíces.

Dracma, moneda ateniense
Introducción y difusión de la moneda

Hacia el s. VII las relaciones de intercambio se efectuaban mediante intercambio, trueque o compensación. A la estimación de bueyes, caballos o mujeres se añadían los metales, que se pesaban en lingotes, y luego en talentos o dracmas, cuando no en hachas, etc.. Pero la idea de una pieza de metal (oro, plata) de peso siempre igual y sellada para indicar su valor e identificar al poder público que la garantizaba nació en Lidia en el tercer cuarto de siglo y llegó a Grecia (Egina, luego otras) a finales. Pero las razones de la aparición de la moneda no pueden estar en las necesidades mercantiles. Las primeras monedas no circulaban fuera de la Ciudad de origen, sino que responden a necesidades políticas: soldadas de mercenarios, pago de ofrendas a la divinidad y a la ciudad, etc.). El desarrollo de los préstamos comerciales librados a altos intereses provocó que la actividad mercantil se convirtiera en un negocio lucrativo tanto para los "aristócratas" prestamistas como para artesanos, comerciantes, que fueron los más beneficiados.

Elementos del cambio: políticos

La independencia psicológica

En una economía en rápida expansión no todos los que comenzaban al mismo nivel crecen simultáneamente ni en el mismo grado. Algunos mercaderes, algunos basileis aventajarían a sus iguales o incluso a sus superiores, pero otros se quedarían muy rezagados. Y es aquí, en esta sacudida, donde hay que buscar el punto de partida de una revolución política. Un basileus de poca importancia que haya logrado triunfar, retirará pronto su obediencia a su antiguo superior, si éste ya no puede respaldar su autoridad con un séquito mayor. Un mercader que sea lo suficientemente rico para permitirse ciertas comodidades, para comprar a su hijo el equipo militar, entrenarle y hacer de él un jefe guerrero, comenzará, más pronto o más tarde a preguntarse por qué no es él basileus. Si bien este proceso requiere tiempo, en el caso de Grecia fue acelerado por una razón psicológica. La nueva dispersión geográfica del pueblo griego requería de por sí una mayor independencia individual. El hombre que bota un barco al agua y navega ya no está vinculado al hombre que antes dirigía su vida. Ahora tiene que decidir por sí mismo si navegar a Oriente o a Occidente, qué comprar, cuánto pagar, etc. La individualidad es mayor en el caso de un colono (que carece de veneración innata alguna hacia su nuevo amo) o en el de un mercenario (que ha de aprender a recibir órdenes de cualquier general que esté por encima de él, y no ya del jefe de su fratría. Pero más incluso: muchos entraron en contacto con nuevos mundos deslumbrantes que necesariamente tendrían que fascinarles. Gracias a estos contactos muchos se darían cuenta por primera vez de que la suya era una sociedad más entre las muchas posibles. En resumen: la separación de muchos griegos de sus amos aristócratas y las perturbaciones económicas producidas por ello debilitarían los lazos entre el gobernante y el gobernado e incluso causarían tensiones entre los propios gobernantes. El conocimiento del mundo exterior introduciría alguna flexibilidad en la forma en que los griegos concebían estos lazos y les permitiría verlos con cierta perspectiva y juzgarlos como no habrían podido hacerlo antes.

Coraza y casco
El progreso militar

Aristóteles sostenía que cada forma de gobierno se corresponde con una determinada organización militar, por lo que el paso de un régimen a otro en la evolución de la Polis conlleva también una reforma de la estructura del ejército existente. Se acepte o no dicha hipótesis, es significativo que el "declive" de las aristocracias coincida con la difusión del sistema de defensa hoplítico. Puede, pues, admitirse que las transformaciones militares desempeñaron un papel decisivo en las conquistas políticas del demos, ya que es cierto que no puede imponerse la defensa de la ciudad a quien no está preocupado por ella. Hasta el momento, un ejército griego era una chusma bastante lamentable. En vanguardia, una élite aristocrática que probablemente empleaba el caballo (para ir al campo de batalla, pero, y más importante, para retirarse), pero que combatía a pie con lanza arrojadiza y con espada protegidos sobre todo por un gran escudo colgado al cuello que se asía con una mano por el centro y que permitía cubrir la espalda, dándole la vuelta, en la retirada. El resto del ejército se equipaba con lo que tuviera a mano y avanzaba detrás de los expertos para lanzar gritos y piedras. Es probable pensar que dicho hombre común, conforme mejora su situación económica y en general las condiciones comerciales (abaratamiento de metales), se procuraría un equipo mejor. Pero, en algún momento, en alguna parte, alguien debió decidir utilizar a estos guerrilleros mejor pertrechados como grupo coordinado, como falange de infantería pesada (hoplita = "hombre armado"; hopla = "armas") que, debidamente equipados y entrenados, podían por su mero peso abrirse camino a través de cualquier número de expertos que se le opusiera. Los cambios estratégicos serían los siguientes: en vez de arma arrojadiza, el hoplita llevaba arma de acometida que perdía gran parte de su efecto si no estaba flanqueada a ambos lados por otras semejantes. A su vez, el escudo era circular y más pequeño, no sujetado con una mano sino atado fuertemente a todo el antebrazo (ya no se podía echar a la espalda y utilizar para cubrir la retirada); por delante cubre a parte izquierda del cuerpo y la derecha del compañero. Esta formación compacta impedía la retirada individual sin que peligrara la vida de toda la formación, lo que generó una conciencia de protección mutua y mayor unidad en la defensa, pero que también exigía un entrenamiento colectivo regular y la necesaria cohesión en la acción (y, por qué no decirlo, en el valor). De ahí, la desaparición de los profesionales de la guerra y una igualdad absoluta entre combatientes: se terminaron los campeones. La nueva táctica tuvo que difundirse con rapidez tanto dentro de un estado como entre sus víctimas potenciales al otro lado de la frontera, sin otro límite que los recursos de los ciudadanos, quienes siempre en toda la historia griega tuvieron que costearse sus propios equipos. Desde el punto de vista político, la eficacia de la formación hoplítica contribuyó a borrar las diferencias tradicionales entre las acciones de la "caballería" y las operaciones de la "infantería", subsidiaria de ésta. Los hoplitas adquirieron así conciencia de igualdad y reclamaron a los gobiernos aristocráticos su integración, con lo que la diferencia entre agathoi y kakoi tendió a desaparecer. Fue preciso la reforma de las constituciones aristocráticas basadas en la riqueza y la honra (timé). Desapareció así la contradicción que suponía el reconocimiento del valor personal en defensa del Estado y la falta de derechos o privilegios políticos.

. Problemas socioeconómicos: la colonización

De una manera muy general puede considerarse este proceso como una continuación del movimiento que llevó a los pobladores griegos a través del Egeo a fundar las ciudades griegas de Asia Menor desde el s. IX y, en definitiva, la culminación del proceso migratorio. Pero el impulso principal en el s. VIII parece haber sido la reducción de la tierra en Grecia (stenochoría = "ansia de tierra"). El origen de esta crisis se puede vincular al desigual desarrollo de las poleis y regiones; aquellas que como el Ática y Beocia contaban con amplias superficies cultivables no participaron, en una primera fase, al menos tan intensamente, mientras que otras, especialmente las islas y las poleis costeras de Jonia (no podían expandirse hacia el interior de Asia Menor, por la existencia de grandes imperios allí) y del istmo de Corinto sí lo hicieron.
Pero la stenochoría se entiende mejor, además del aumento demográfico, si el fenómeno se hace depender de la concentración de la propiedad en manos de las familias aristocráticas, lo que originaría el empobrecimiento del pequeño campesinado (Hesiodo). Por ello en las nuevas fundaciones coloniales el reparto de lotes de tierras fue un procedimiento usual, lo cual no debe entenderse sólo como una consecuencia de que los colonos fueran pobres campesinos arruinados, sino porque, en la concepción de la polis de la época, la propiedad de la tierra era una condición para acceder a la ciudadanía. Además, no todas las colonias pueden considerarse asentamientos agrícolas, sino que muchas fueron meros emporia comerciales, incluso dirigidos por miembros de la aristocracia. La difusión del hierro y sobre todo de la panoplia hoplítica desde el s. IX incrementó a demanda de este metal y, más tarde, de cobre y plata para la acuñación de monedas. La escasez de metales que demandaba el desarrollo económico de la polis fue también una de las causas.

Colonización del Mediterráneo y el mar Negro

Finalmente hay una explicación más y ésta es de tipo político: hemos de tener en cuenta que toda colonización es consecuencia de una decisión política o al menos del grupo dirigente en la polis, que vio en las fundaciones una solución eventual a sus problemas internos (rivalidad de las familias aristocráticas, que podían desembocar en crímenes que provocase forzosamente la marcha del ejecutor). La fundación de Tarento (S. de Italia) por los partenios (literalmente, hijo de una virgen o mujer soltera) que resultaron indeseables al resto de espartiatas, o la de Siracusa (en Sicilia) por Arquías, de la familia de los Baquíadas que gobernaban Corinto, condenado por asesinato, son ejemplos de ello. ¿Cuántos hijos de familia, demasiado impacientes, cuántos segundones destinados a posiciones mediocres en el ámbito familiar eligieron la aventura? Además, puesto que estas ciudades nuevas reproducían, en su mayoría, el esquema institucional de las de origen (habiendo procedido a un reparto igualitario de un suelo casi siempre más fértil que el de sus padres) es natural admitir que iban en busca de un mundo mejor, una utopía: disponer de un suelo nuevo, crear una ciudad sin pasado, en la que todos tuviesen su oportunidad, tierras y derecho de ciudadanía, constituían una fuerte llamada para muchos descontentos.
Sean cuales fueran las causas, el esquema fundacional suele ser el mismo: Un grupo de hombres parte (embarcado), dirigido por un oikistés ( = "fundador de un nuevo oikos), jefe de la expedición, previa consulta al oráculo de Delfos (del dios Apolo se solicitaba la necesaria sanción religiosa y es posible que la fama internacional del santuario hiciese de éste un lugar de encuentro donde convergiesen y se intercambiasen las informaciones aportadas por los viajeros). Una vez alcanzado el punto de arribada previsto, sus habitantes anteriores habrán de abandonarlo, de grado o por fuerza. El oikistés, que ha levado consigo la llama del lar de la ciudad-madre (metrópolis), transfería este culto y consagraba esta ciudad a esa divinidad y controla el reparto de suelo, previendo reservas comunales y para ocasionales colonos suplementarios. Cuando concluye su misión se queda o se marcha para dirigir una nueva expedición. La nueva ciudad, que podrá en el futuro ser más poderosa que su metrópolis, mantiene relaciones con ella, aunque entre ambas no hay dependencia alguna ni control, sino libre juego de influencias recíprocas en el que es excepcional el intento de utilización de las colonias con propósitos imperialistas. Siempre habrá vínculos con la Grecia continental e, incluso, una colonia mandará nuevas expediciones, convirtiéndose ella en metrópolis de una nueva colonia.