Plataforma para el orador en el Pnix con la Acrópolis al fondo

En la antigua Grecia, una ciudad se define más por los hombres que la componen que por el territorio que ocupa. Las fronteras entre los Estados, cuando no las establece el curso de un río, son vagas e imprecisas. Lo que constituye la polis son sus hombres. La lengua oficial no dice «Atenas", sino siempre "los atenienses" o "el pueblo" o «la ciudad de los atenienses». La polis clásica es «una comunidad de ciudadanos totalmente independiente, soberana sobre los ciudadanos que la componen, cimentada en cultos y regida por leyes».
«Totalmente independiente". En efecto, aunque sus miembros tengan conciencia de pertenecer a una comunidad étnica y cultural más amplia, la ciudad no admite ningún lazo político de subordinación con respecto a otro Estado. Varias ciudades, entre las que se encontraban Atenas y Esparta, rechazaron a los bárbaros de Darío y más tarde Jerjes para salvar su preciada autonomía. Esta feroz pasión por la independencia, característica esencial de la antigua Grecia, no sólo obtuvo resultados satisfactorios, sino que impidió también cualquier alianza duradera de los Estados griegos a través de una federación que hubiera podido, lograr la unidad política del país. Cada ciudad teme sobre todo quedar sometida a otra, pero se esfuerza por dominar a sus vecinas. Atenas, Esparta y Tebas crearon, pues, alianzas (sinmaquias), en las que las ciudades, llamadas "aliadas" para evitar susceptibilidades, quedarán prácticamente dominadas, pero el deseo esencial de autonomía hará siempre que estas alianzas sean precarias y breves.
«Soberana sobre los ciudadanos que la componen.» La ciudad antigua es un fin en sí misma, un absoluto que no deja a ninguno de sus miembros gran libertad y que acapara la actividad de todos. En este sentido, es sustancialmente totalitaria, y esto es evidente en Esparta. En Atenas los aspectos liberales del carácter ateniense pueden enmascarar esta profunda realidad, pero no por ello es menos cierta. La libertad de expresión y de pensamiento es nula, sobre todo en lo referente a los dioses: así lo demuestran los juicios por impiedad y la muerte de Sócrates. A un ciudadano se le puede condenar al ostracismo sin que haya que imputarle ningún delito.
«Cimentada en cultos.» Los antiguos ignoraban la distinción entre lo espiritual y lo temporal. Atenas es la ciudad de Atenea y los sacerdotes de Atenea, así como los del resto de los dioses, son magistrados de la ciudad. La religión forma cuerpo con el Estado, al menos la religión oficial; incluso determinados cultos de misterios, como los misterios de Eleusis, los patrocina y controla la ciudad. Esto explica que el Estado sea necesariamente intolerante, ya que el nexo que une a todos los ciudadanos no es sólo político y social, sino sagrado.
«Regida por leyes.» Los nomoi son los que regulan toda la vida del ciudadano, desde su nacimiento hasta su muerte, incluso en Atenas, donde esta servidumbre es menos férrea que en Esparta. Estas leyes las dictaron los propios ciudadanos o sus padres (las costumbres ancestrales y las leyes no escritas son tan restrictivas como la legislación establecida por decretos), y es ahí donde surge la dignidad de hombles libres de los griegos frente a los bárbaros: súbditos de un señor que puede ser injusto o caprichoso.

La población

El ekklesiasterion de Paestum, lugar donde se celebraba la asamblea
Vida cívica

Atenas es una democracia directa donde todos los ciudadanos participan en la Asamblea (ekklesía) en el gobierno del Estado. En efecto, aunque los antiguos no desconocieron totalmente el gobierno representativo, tal como se practica en los Estados modernos, la mayor parte de las ciudades antiguas fueron gobernadas directamente por el conjunto de ciudadanos, y de la Asamblea era de donde emanaban todos los poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Evidentemente, semejante forma de gobierno sólo es posible en Estados no muy extensos, y tan sólo las asambleas locales de los cantones suizos pueden darnos idea actualmente de las ekklesiai de las repúblicas antiguas.
La vida cotidiana del ciudadano ateniense está dominada por la atención que requieren los asuntos del Estado, al menos en principio, pues es evidente que los campesinos del Atica no podían dejar continuamente a sus mujeres y el trabajo del campo, sobre todo en la época de la labranza y de la siembra, para acudir a la Pnix (lugar donde se reunía la Asamblea). Esto explica que de un total aproximado de 40.000 ciudadanos atenienses baste un quorum de 6.000 votantes en las decisiones consideradas más importantes. La opinión pública es muy estricta con cualquiera que se muestre indiferente respecto a los asuntos del Estado, y habrá que esperar a finales del siglo IV (338) para que una escuela filosófica, la de Epicuro, se atreva a aconsejar al prudente que se ocupe exclusivamente de sus asuntos personales, de su propia felicidad. En la época posterior a las guerras médicas no se podía concebir que la felicidad del individuo pudiera separarse de la prosperidad del Estado. El establecimiento de una compensación económica para los ciudadanos presentes en la Asamblea (misthós ecclesiastikós) después de la guerra del Peloponeso, no sólo fue una medida demagógica, como se ha dicho a menudo equivocadamente: sin esa compensación ¿cómo los tetes, los atenienses asalariados, los proletarios, hubieran podido asistir a las sesiones, que a veces duraban todo el día, y se celebraban al rneno cuatro veces al mes y de hecho aún con más frecuencia.
Si esbozáramos la vida cotidiana de un europeo del siglo XX podríamos no hablar del deber electoral, que sólo cumple de vez en cuando. Sin embargo, el ateniense de la ciudad no solamente participaba en estas frecuentes asambleas, sino que también podía ser nombrado durante un año magistrado o miembro del Consejo de los Quinientos (bouleuta) o juez, y en ese caso los asuntos públicos acaparaban la mayor parte de su tiempo, evidentemente. Parece, pues, indispensable describir aquí, al menos de una forma sumaria, los engranajes de la máquina política de Atenas.

Los ciudadanos

Examinaremos a continuación los distintos elementos que componían el gobierno de Atenas, tal como éste nos aparece cuando hubo instituido la plena democracia. Estos elementos pueden enumerarse así: 1) Magistrados (Arcontes), 2) Consejo (Bulé) y 3) Asamblea (Enklesía).

Pericles con casco de estratega
Arcontes

1) Los magistrados ordinarios eran generalmente designados por sorteo, entre los que se ofrecían (Solón permitió el acceso a las magistraturas de las dos primeras clases de ciudadanos, y a partir del 457 a la tercera, aunque no se excluyó en principio a los demás). Los principales funcionarios militares y financieros eran designados mediante votación (en primavera). Todo magistrado recién electo debía someterse a una especie de prueba de confirmación (dokimasía), donde se examinaba su elegibilidad en lo que respecta a la edad, a la previa posesión de cargos, condenas legales y otras circunstancias. Durante su mandato podía ser revocado y al finalizar estaba obligado a rendir cuentas ante los auditores públicos. Se agrupaban en cuerpos de diez, para que cada una de las tribus tuviera una representación. Podían imponer multas y procesar a delincuentes, hasta un cierto límite.
Los más importantes eran los diez arcontes con funciones especiales:
a) El arconte epónimo ("daba su nombre" al año), cabeza visible del estado, dirigía los festivales y tenía funciones legales en el ámbito de la protección de la propiedad y de la familia.
b) El arconte rey (basileus), desempeñaba las funciones religiosas de los antiguos reyes, tenía competencias en juicios de carácter sacro y de sangre, como presidente del Areópago.
c) El arconte polemarca (polemós = "batalla"; arkhé = "gobierno"), que dirigía el ejército, aunque perdió esa facultad en favor de los estrategos (cuando los arcontes pasaron a designarse por sorteo, 487), y entendía en causas con extranjeros.
d) Los seis arcontes menores (thesmothetes), ocupados en asuntos judiciales y legales, vigilando la marcha de los tribunales.
Los funcionarios más importantes eran los generales o strategoi, elegidos por la Asamblea y los únicos que podían ser reelegidos. Dirigían el ejercito, pero también todas las cuestiones políticas, pudiendo convocar a la Asamblea para discutir sus proposiciones. Cuando el pueblo decidía una campaña militar, nombraba al strategos que había de tener el mando, y que parece haber ejercido una considerable autoridad personal, aunque al extinguirse su mandato tenía que rendir cuentas. Temístocles, Cimón, Pericles, Alcibiades, Nicias, etc. fueron strategoi que continuaron siendo reelegidos año tras año.
 

Reconstrucción del tholos donde vivían los pritanos
Consejo

2) El Consejo (boulé) era un cuerpo de 500 ciudadanos (50 por cada tribu) designados anualmente por sorteo (con una sola posibilidad de reelección) que llevaba a cabo las decisiones de la Asamblea. Sus funciones principales eran supervisar las actividades de los magistrados y realizar el trabajo administrativo. La imposibilidad de manejar un cuerpo tan vasto de ciudadanos se resolvía mediante el recurso de designar a los 50 consejeros de cada tribu para presidir el Consejo durante la décima parte del año como comisión permanente (comían y dormían en el mismo edificio). A este periodo se le denominaba pritanía. Los pritanos debían hacer sesiones cada día y también cada día se elegía un presidente por sorteo (sin posibilidad de reelección) que guardaba durante un día y una noche el sello del Estado y las llaves el tesoro. Sócrates era uno de los pritanos cuando los ocho generales atenienses fueron juzgados por la Asamblea tras la batalla de las Arginusas (406) y se negó a aceptar la moción que los declaraba culpables a todos.

La Pnix donde se celebraban las asambleas
Asamblea

3) La Asamblea era el cuerpo soberano de atenienses ciudadanos mayores de 18 años, todos con el mismo derecho de dirigirse a la Asamblea y a votar. Normalmente se reunían cuarenta veces al año (4 por pritanía) en la Pnyx (colina cercana a la Acrópolis) o incluso más. La presidía el presidente de la boulé. La votación era por mayoría simple y generalmente a mano alzada (el ostracismo requería "papeleta"). La Asamblea elegía a los estrategos y servía como tribunal en el caso de crímenes graves que amenazaban la seguridad del estado, pero su principal trabajo era la aprobación de decretos (psephismata) tratando en detalle todos los ámbitos de gobierno (finanzas, operaciones militares, etc.). El orden del día lo preparaba la boulé y cualquier ciudadano podía solicitar una inclusión en el mismo (sólo se trataba lo que existía en dicho orden, y había sido previamente aprobado por la boulé). En asuntos de poca importancia, la propia boulé redactaba borradores que proponía a la Asamblea (si bien cualquier ciudadano podía debatir o enmendar). Pero en asuntos que requería debate, la boulé normalmente no proponía borrador, sino que pasaba el asunto directamente a la Asamblea, dejando abierta la posibilidad de que cualquier ciudadano redactara una moción durante el curso del debate. La única limitación de los poderes de la Asamblea eran las leyes. Si una moción propuesta era ilegal o inviable, al que la presentaba se le podía exigir responsabilidades y procesarlo. El quorum normal era de 6.000 (el número de ciudadanos en edad de tomar las armas y, por tanto, de votar, rondaría entre 20.000 y 30.000). Dicha asistencia parece que era suficientemente representativa de la población. Quizá desde el 403, para asegurar que todos los ciudadanos pudieran ejercitar sus derechos políticos, se impuso la costumbre de pagar un óbolo a los asistentes, ayuda que llegó a ser más generosa con el paso del tiempo.

Los no ciudadanos

Heródoto de Halicarnaso
Metecos

Ya hemos dicho la ciudad antigua era totalitaria: lo era con relación a sus miembros porque limitaba mucho su libertad individual, pero todavía lo era mucho más en lo que se refiere a los extranjeros, a los que a priori consideraban enemigos. El extranjero que vivía en una ciudad griega era casi siempre un cautivo de guerra, un esclavo. En Esparta se practicaba periódicamente la expulsión de los extranjeros (xenelasía). Atenas era mucho más liberal y permitió que numerosos griegos no atenienses vivieran en su suelo y gozaran de importantes derechos. Estos extranjeros residentes eran los metecos ("los que viven al lado"). No es nada extraño que esta palabra, como la palabra «bárbaros», que designaba a los que no eran griegos, haya conservado un valor peyorativo a través del tiempo, que explica claramente el orgullo nacional de cada ciudad. La mayoría de los metecos atenienses eran griegos, pero también había entre ellos fenicios, frigios, egipcios e incluso árabes.
En el siglo V había numerosos metecos en Atenas, y representaban aproximadamente la mitad del número de ciudadanos, es decir, unos veinte mil. Estaban sujetos a casi todas las obligaciones financieras de los ciudadanos; servían en el ejército ateniense como hoplitas o soldados de infantería ligera y, sobre todo, en la flota como remeros; en tierra contribuían esencialmente a la defensa territorial del Atica. Podían adquirir bienes muebles y poseer esclavos, pero no casas o tierras, a menos de haber recibido, de modo excepcional, este derecho de adquisición.
En el terreno de la justicia, podían ser torturados, pero esta disposición de la ley apenas se aplicaba. Ante los tribunales estaban representados por un ciudadano que era su prostates o jefe. El asesinato de un meteco se podía castigar con el exilio, pero no con la muerte como en el asesinato de un ciudadano; la ley no daba pues el mismo valor a la vida de uno y otro.
Los metecos estaban repartidos entre los distintos demos, es decir, estaban incorporados administrativamente a la población ateniense pero es evidente que no poseían ningún derecho político. Podían ejercer determinadas funciones públicas, pero subalternas, como la de heraldos, médicos públicos, recaudadores de impuestos o contratistas de obras públicas, si bien la mayoría de ellos se dedicaban a una actividad industrial o comercial, o ejercían las profesiones que hoy en día llamaríamos liberales.
Eran muy numerosos en el artesanado y la industria, especialmente en los telares, el tratamiento de pieles y cueros, la cerámica y la metalurgia. Parecen haber gozado incluso de un verdadero monopolio en el trabajo de los metales. Los metecos también ocupaban el primer lugar en el comercio, tanto al por mayor como el minorista. Eran comerciantes de textiles, hortalizas y granos, pero eran también negociantes e importadores.

Aspasia de Mileto

Muchos metecos, que habían obtenido un desahogo económico o se habían hecho ricos con su actividad económica, daban a sus hijos una buena educación, que les permitía destacar en profesiones como las de artista, médico u orador: el fabricante de armas Céfalo nacido en Siracusa, por ejemplo, hizo que su hijo Lisias se educara con los hijos de las familias más importantes de Atenas, y llegó a ser un célebre orador. Pero muchos hombres de talento, que ya habían alcanzado la celebridad en su patria, también iban a Atenas atraídos por su incomparable esplendor y porque podía suponer la consagración a su talento, y con frecuencia se instalaban en ella definitivamentc: así hicieron los grandes pintores Polignoto de Tasos, Zeuxis de Heraclea y Parrasio de Éfeso. El padre de la medicina, Hipocrates de Cos, tuvo mucho éxito en Atenas, y el padre de la historia, Heródoto de Halicarnaso, hizo allí lecturas públicas (nosotros las llamaríamos conferencias) y pasó en Atenas largas temporadas antes de embarcarse hacia la Italia meridional, con el fin de participar en la colonización panhelénica de Turioi, empresa gestada por Pericles y dirigida por atenienses.
Pericles, al que se podría considerar xenófobo a causa de su ley del 451, destinada a frenar la extensión del derecho de ciudadanía, se rodeó de metecos: su maestro Anaxágoras de Clazómenas y su compañera Aspasia de Mileto. El arquitecto de El Pireo, Hipódamo de Mileto, y el astrónomo Faeino, el maestro de Metón, son también metecos. En cuanto a los «sofistas», sabios o profesores de elocuenceia que a veces pasaban por Atenas y a veces se instalaban definitivamente, Platón, su enemigo, nos los da a conocer Protágoras procede de Abdera, Tracia; Gorgias de Leontinos, Sicilia; Pródico, de la isla de Ceos; Hipias de Elis. De los diez mejores oradores atenienses tres de ellos son meteco: Iseo de Calcis, Dinarco de Corinto y Lisias, hijo de Céfalo, de Siracusa. El propio Lisias desempeñará un papel importante, gracias a su dinero, en la restauración de la democracia ateniense y en el año 403 estará a punto de obtener la ciudadanía, como Queréfilo. Se lo hubiera merecido, pues sus discursos se consideran el mejor modelo de aticismo.

Lisias de Siracusa

Es indudable que los metecos contribuyeron ampliamente al poderío económico y al prestigio intelectual y artístieo de Atenas. No obstante, Platón desconfiaba de ellos y hubiera deseado que se limitaran sus actividades. Podemos pensar que esta actitud se la inspiraba su admiración por la constitución de Esparta, la ciudad xenófoba por excelencia pero otro ateniense más realista, que también era entusiasta de las instituciones lacedemonias, aconsejaba sin embargo a los atenienses, por su propio interés, que concedieran todavía más facilidades a los metecos: era Jenofonte. Éste, que vivió durante tanto tiempo fuera de su patria e incluso combatió contra ella, se nos muestra un poco como un precursor del cosmopolitismo de la época alejandrina. La presencia y la intensa actividad de tantos metecos, e incluso su constante lealtad hacia la ciudad que los había acogido, debían orientar las mentes, en Atenas, hacia una tendencia universalista, pero esta se oponía --y de ello Platón se daba cuenta perfectamente-- al totalitarismo esencial de la ciudad griega.

 

Un hombre castigando a un esclavo
Esclavos

Es difícil calcular el número de esclavos de la antigua Grecia, a falta de censos precisos y a causa de los muchos cambios habidos en distintas épocas. Cierto es, que Atenas poseía la población global más importante, acaso hasta 80.000 en los siglos VI y V a. C., a razón de unos tres o cuatro esclavos por trabajo. En el siglo V a. C. Tucídides evoca sin pesar la deserción de 20.000 esclavos en el curso de la Guerra de Decelia, en su mayor parte artesanos. El cómputo más bajo estima su número en 20.000 en los tiempos de Demóstenes y corresponde a un esclavo por trabajo. Entre el 317 y el 307 a. C., el tirano Demetrio de Falero ordenó (según Ctesiles en Ateneo, VI, 272c), un censo general del Ática que aporta las cifras siguientes: 21.000 ciudadanos, 10.000 metecos y 400.000 esclavos. El orador Hipérides, en su discurso Contra Aristogitón, evoca el proyecto de enrolar a 150.000 esclavos (hombres en edad de portar las armas) después de la derrota griega de Queronea (338 a. C.), lo que concuerda con la cifra de Ateneo. En términos de densidad, Tucídides estima que la isla de Quíos es el territorio griego que posee proporcionalmente un mayor número de esclavos.
 En Atenas, los esclavos no tienen jurídicamente ningún derecho. Un delito merecedor de una multa para un hombre libre da lugar a golpes de látigo para el esclavo, parece que, un golpe por dracma. Con algunas excepciones, el testimonio de un esclavo no es admisible, salvo bajo tortura. El esclavo no está protegido, si alguien le maltrata, su amo puede intentar una acción por daños y perjuicios. Inversamente, si su amo le maltrata en exceso, cualquier ciudadano puede perseguir a éste último: no se trata de humanidad hacia el esclavo, sino de reprobación de toda forma de exceso. Incluso la muerte de un esclavo: es la mancha del asesino la que la causa. El sospechoso es juzgado por el tribunal del Paladión, y no por el Areópago, y la pena prevista es el exilio, también para el homicida involuntario.En Atenas, los esclavos no tienen jurídicamente ningún derecho. Un delito merecedor de una multa para un hombre libre da lugar a golpes de látigo para el esclavo, parece que, un golpe por dracma. Con algunas excepciones, el testimonio de un esclavo no es admisible, salvo bajo tortura. El esclavo no está protegido, si alguien le maltrata, su amo puede intentar una acción por daños y perjuicios. Inversamente, si su amo le maltrata en exceso, cualquier ciudadano puede perseguir a éste último: no se trata de humanidad hacia el esclavo, sino de reprobación de toda forma de exceso. Incluso la muerte de un esclavo: es la mancha del asesino la que la causa. El sospechoso es juzgado por el tribunal del Paladión, y no por el Areópago, y la pena prevista es el exilio, también para el homicida involuntario.
  Los ciudadanos de Esparta disponían de hilotas, dependientes poseídos colectivamente por el Estado. Se ignora si también eran esclavos - mercancía. Los textos hacen mención de personajes liberados por espartiatas (la liberación estaba teóricamente prohibida para los hilotas) o vendidos al extranjero: es el caso del poeta Alcman, de un denominado Filoxeno, ciudadano de Citera, que habría sido reducido a esclavitud en la época de la conquista de su ciudad, y después revendido a un ateniense, de un cocinero espartano que habría sido vendido a Dionisio I o a un rey del Ponto o de las famosas nodrizas espartanas, muy estimadas por los aristócratas atenienses. Además, algunas menciones evocan, a propósito de Esparta, a los esclavos "e" hilotas, lo que tiende a sugerir que las dos poblaciones no coinciden. En el Primer Alcibíades, el pseudo-Platón, sobre el tema de la riqueza de los espartanos, cita a los esclavos y sobre todo a los hilotas»; Plutarco explica que las actividades domésticas son el ámbito «de los esclavos y los hilotas».Definitivamente, el acuerdo de 404 a. C. que pone fin a la revuelta de Mesenia, estipula que los rebeldes refugiados en el Itome deben abandonar definitivamente el Peloponeso y precisa que cualquiera que sea apresado se convertirá en esclavo del que lo haya cogido. Evidentemente, la posesión privada de un esclavo no es por lo tanto ilegal. La mayoría de los historiadores están de acuerdo en pensar que los esclavos - mercancía eran usados en Esparta, al menos después de la victoria de 404, pero eran poco numerosos y sólo a disposición de las clases superiores. Como en las otras ciudades griegas, pueden ser adquiridos como botín o en el mercado. Definitivamente, si se admite que los periecos no pueden tener hilotas a su servicio, deben tener algunos esclavos.