CONSECUENCIAS ARTIFICIALES

© Eduardo Gallego & Guillem Sánchez

Ilustraciones: © Juana Mª García


A todos los que me escuchan
yo les quisiera contar
la extraña historia de Quico
y su pasmoso final.


La estación espacial X
orbita en torno a un planeta
al que una estrella amarilla
le da luz y lo calienta.

Trabajan allá mil almas
que tratan, con gran denuedo,
de que el espíritu humano
pueda hollar nuevos senderos.


El sargento Quico Algarve
es un tipo popular,
y no por su inteligencia
sino por saber ligar.

No hay moza que se resista
a su ataque despiadado,
porque en cuanto se descuide
ya se la habrá cepillado.

Dicen que hasta el capellán
va tras él; mas es un bulo,
pues Quico dice bien claro:
"¡No es de hombres dar por culo!"


Pero este cerdo machista
recibirá su castigo;
el destino siempre es justo,
aunque algo retorcido.

Una nave llega un día
(alienígena, por cierto);
la tripulación es Fholl,
raza amante del secreto.

Con un correcto lenguaje,
políticamente hablando,
se suceden los discursos,
los honores y agasajos.

Entre tanta bienvenida,
el sargento Algarve acecha.
Él odia la diplomacia;
lo que busca es carne fresca.


Se fija en una hembra Fholl.
"¡Qué buena que está la tía!
Para gozarla he de usar
de mi astucia y sangre fría..."

En la comida oficial
a la Fholl le guiña un ojo,
y la hembra le responde
a las claras, sin sonrojo.

Las palabras pronto sobran
y la Fholl es complaciente.
Lo que sucedió esa noche,
se lo imaginan ustedes...


Al cabo de unas semanas
Quico se siente fatal:
vomitonas, cagaleras
y malestar general.

El médico, con gran tacto,
pues el caso es desusado,
mira a Quico y, sin ambages,
le dice que está preñado.

A Quico le da un soponcio
y ya no siente las piernas.
Causa más risa que lástima
la cara que se le queda.

Al saberlo, los Fholl piden
que Quico vaya con ellos,
pues es la única manera
de que no perezca el feto.


¡Qué remedio...! El almirante
al viaje da el visto bueno,
y compañera le asigna
para que le dé consuelo.

Acojonado va Quico
y su colega le irrita,
pues no para de decirle:
"¡Te lo mereces, machista!"

La capitana Marieta
(así se llama) le explica
cómo ha sufrido en la Historia
la condición femenina.

Un bledo le importa a Quico
la injusticia con su sexo;
tan sólo piensa en los Fholl
para cagarse en sus muertos.


Cuando llegan al planeta,
nada más aterrizar
los Fholl se llevan a Quico
a parir al hospital.

Por razones evidentes
la cesárea le han de hacer,
y Quico pasa a ser madre
de un encantador bebé.

Dado que la criaturita
necesita tomar leche,
a Quico en ama de cría,
con hormonas lo convierten.


Un buen d¡a, la capitana
(que es una mujer discreta)
va y descubre que los Fholl
mantienen reunión secreta.

Aquellos seres planean
la Tierra pronto asaltar
y raptar a los machotes,
para poderlos preñar.

La razón de esta conducta
se revela sin tardanza,
pues los Fholl son una especie
que está dividida en castas.


El buscar una pareja
es un proceso complejo;
nadie se come una rosca
antes de llegar a viejo.

De acuerdo con lo que exige
la Sagrada Tradición,
aparearse requiere
muy rara combinación:

Las castas A, B, C y D
copularán entre s¡
sólo si X está en celo
y G con L... me perdí.


Ante tal galimatías
a nadie causará asombro
la falta de descendencia;
los Fholl se extinguirán pronto...

Por eso, al ver que los hombres
pueden ser inseminados,
prefieren ir a la guerra
aún a riesgo del fracaso.

¡Todo sea por esos cuerpos
donde incubar a los hijos!
Por las buenas o las malas
decidirán su destino.


La capitana interrumpe
la reunión, y les replica:
"¡De justicia me parece
castigar a los machistas!

Sufrir sin duda merecen,
mas tal solución no es buena;
mucha gente moriría.
Abordemos el problema:

No seáis tan gilipollas,
juntaos de dos en dos,
olvidaos de las castas
¡y daos un buen achuchón!"

Es herético el concepto;
se discute con fervor.
Deciden ponerlo a prueba...
¡Y funciona, sí, señor!


Marieta recibe honores
y los Fholl, agradecidos,
le permiten regresar,
junto al compungido Quico.

Así concluye un relato
que a reflexión nos invita,
y que no acabó en tragedia
por la intuición femenina;

pues la sensibilidad,
la inteligencia y la vista
pueden ridiculizar
a cualquier tonto machista.


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