MALHERBOLOGÍA
TEMA 6.-Las malas hierbas como generadores de
interferencias en los cultivos. Competencia. Alelopatía. Factores que afectan a
la competencia. Las malas hierbas como hospedantes alternativos de plagas y
enfermedades.
1)
INTRODUCCIÓN.-
Las malas hierbas son consideradas
como tales porque interfieren y compiten con las plantas cultivadas (o incluso
pueden funcionar como reservorios de plagas y enfermedades). Por tanto, el
estudio de estos fenómenos resulta necesario para evitar pérdidas económicas.
Algunas características de los
sistemas agrícolas (agroecosistemas) son muy similares a las de los
ecosistemas naturales. Sin embargo, las comunidades agrícolas son únicas porque
son manipuladas con el objeto de obtener la productividad de una sola especie
(a veces unas pocas). Por ello, en un cultivo los factores físicos y bióticos
son relativamente homogéneos y sincrónicos a causa del manejo (al agricultor le
interesa que las parcelas sean homogéneas, para obtener mayor rendimiento). Además,
en muchos casos las malas hierbas poseen los mismos biotipos, ciclos vitales,
características genéticas y fenotípicas que las plantas cultivadas. Las
alteraciones y el suministro de recursos reducen la variabilidad espacial y
temporal de los ambientes agrícolas. Gracias a que estos factores son
manipulados de manera rutinaria en los sistemas agrícolas, los gradientes
ambientales y las relaciones entre plantas pueden examinarse con facilidad, de
manera que los agrosistemas pueden considerarse relativamente simples para
investigar la competencia entre plantas. La relación entre la Agricultura y la
Ecología Vegetal puede producir fructíferos hallazgos que permitan comprender
la competencia entre plantas adventicias y cultivadas, predecir las consecuencias
de la infestación por malas hierbas en tierras agrícolas y suministrar una base
biológica para el manejo de las malas hierbas.
Por desgracia, esa cooperación entre
distintos enfoques investigadores no ocurre. Los ensayos que se llevan a cabo en
Agricultura difieren con frecuencia de los que se desarrollan en los sistemas
naturales en objetivos, métodos de estudio y, también, en la interpretación de
los resultados. Los experimentos en el mundo agrícola tienen como propósito
determinar cómo la manipulación de la biología o el ambiente influye sobre la
producción del cultivo. Los investigadores agrarios no se preocupan
necesariamente de comprender los procesos ecológicos, especialmente si los
resultados empíricos de su trabajo son razonablemente satisfactorios.
2)
EL PAPEL DE LOS COMPETIDORES EN LA AGRICULTURA.-
Numerosos estudios han tratado de
determinar experimentalmente los efectos causados por diversas poblaciones de
malas hierbas sobre los rendimientos de los cultivos. Los resultados obtenidos
han mostrado que las pérdidas originadas por las malas hierbas pueden variar
enormemente dependiendo de diversos factores: la especie de mala hierba y del
cultivo, sus densidades respectivas, la duración del periodo de competencia,
las condiciones climáticas del año, las características del suelo, etc.
A pesar de estas diferencias,
existen algunas tendencias generales en las respuestas de los cultivos frente a
la competencia de las malas hierbas:
1.- Al contrario de lo que ocurre
con la mayoría de las plagas de insectos o de enfermedades, en el caso de las
malas hierbas no es corriente que exista un umbral de no-respuesta del
cultivo (compárese las curvas de respuesta del cultivo frente a la presencia de
insectos y malas hierbas). Ello se debe a que los insectos o enfermedades
pueden debilitar en mayor o menor medida a la planta, mientras que las malas
hierbas pueden competir directamente por los recursos, retirando una parte de
ellos y haciendo que no puedan ser utilizados por el cultivo. Para entenderlo
mejor, podemos ir a trabajar y ser efectivos con un ataque leve de alergia o
una ligera erupción cutánea (primer caso), pero no podemos hacerlo si
habitualmente ingerimos menos calorías de las que necesitamos (segundo caso).
Así, puede ocurrir que, incluso con densidades muy bajas de malas hierbas, los
rendimientos del cultivo acusan claramente dicha presencia (fig. 1).
No obstante, esto ocurre cuando los
morfotipos y los nichos ecológicos que ejercen tanto la mala hierba como el
cultivo son muy similares. Así, una gramínea anual competirá más con un cultivo
de cereales, que con un olivo.
2.-
Según se incrementa la densidad de las malas hierbas, los rendimientos del
cultivo disminuyen progresivamente. Esta reducción de los rendimientos es más
rápida cuando las densidades de malas hierbas son relativamente bajas que
cuando son altas (fig. 2). Esto se debe a que, a bajas densidades, es decir,
conforme estén más separados entre sí los individuos de MH (bajas densidades)
la competencia inter-específica (MH-cultivo) es mayor que la intraespecífica
(MH-MH). Cuando las densidades de MH aumentan, compiten proporcionalmente más
entre ellas (la afinidad de los nichos ecológicos es mayor entre 2 individuos
de la misma especie, que entre 2 individuos de ‘especies parecidas’), que con
el cultivo.
3.- Debido a la gran plasticidad de
las malas hierbas, el número de plantas presentes por unidad de área
(densidad), no refleja correctamente la importancia de la población. Otros
parámetros (la biomasa, el biovolumen o la cobertura) pueden ser más precisos
en la definición del nivel de infestación.
4.- Dependiendo de las condiciones
del medio, la respuesta del cultivo puede oscilar considerablemente.
3)
COMPETENCIA ENTRE MALAS HIERBAS Y CULTIVOS. ALELOPATÍA.-
La razón principal por la que las
malas hierbas son consideradas como plantas indeseables es su interferencia en
el desarrollo de los cultivos, siendo capaces de reducir sustancialmente sus
rendimientos. Los efectos negativos causados por las malas hierbas pueden ser
de dos tipos: competencia y alelopatía.
3.1)
Fenómenos de competencia.
La competencia es proceso por
el cual las plantas que conviven en un mismo lugar tratan simultáneamente de
obtener los recursos disponibles en el medio. Estos recursos pueden agotarse o
resultar menos asequibles para un organismo como consecuencia de la vecindad de
otro. El agua (humedad edáfica), los nutrientes y la luz son los recursos que
usan las plantas cultivadas, aunque dependen de cada cultivo. En un secano, el
factor clave de competencia será el agua, algo que no es tan vital en un
regadío. A diferencia de los recursos, las condiciones o factores ambientales
son de naturaleza abiótica y no son consumidas ni agotadas por un organismo
(temperatura, humedad ambiental, etc.) aunque sí pueden ser modificadas por la
proliferación de algunas especies (por ejemplo, la humedad a nivel del suelo
varía según la cantidad de plantas herbáceas existente).
La competencia no sólo se da entre
individuos de diferentes especies (competencia interespecífica), sino
entre plantas de la misma especie (competencia intraespecífica). Un
curioso ejemplo de esta última lo constituyen los métodos de cultivo empleados
por Trófim Lisenko en la URSS, en la época de Stalin. Lisenko opinaba que los
individuos de la misma especie no podían competir entre sí; este concepto
insolidario, pilar del darwinismo, era claramente un invento de los científicos
capitalistas burgueses. Los seres del mismo tipo colaboran solidariamente entre
ellos, tal como se deducía de las teorías marxistas. Lisenko, por tanto,
propugnó la siembra de frutales en marcos muy densos, para obtener mayores
rendimientos. Dado el escaso interés que muestran las plantas fanerógamas por
las teorías políticas, el alumno podrá figurarse el desastroso resultado de
tamaña ocurrencia. Y es que la realidad supera a la ficción en muchas
ocasiones...
A
continuación se detallan algunos aspectos de los fenómenos competitivos más
frecuentes en los cultivos.
3.1.1) Competencia
por el espacio útil.
Afecta tanto a la parte aérea como a
la subterránea, por lo que sus efectos, se manifestarán en el desarrollo de los
sistemas radiculares y aéreos de las plantas cultivadas y malas hierbas. Se ha
comprobado que el desarrollo de las raíces de una planta disminuye cuando crece
en la vecindad de otras. La competencia es muy diferente según sea la planta
cultivada. Las malas hierbas con peso radicular débil (avenas, poa, etc.)
suelen ser menos competitivas que las de peso radicular elevado (grama,
corregüela, etc.).
3.1.2) Competencia
por la luz.
Aunque en los primeros estados de
desarrollo del cultivo esta competencia es prácticamente nula, tan pronto como
las plantas comienzan a sombrearse entre sí desempeña un papel importante (la
sombra interfiere con la fotosíntesis). Son malas hierbas muy dañinas en este
caso aquéllas de crecimiento rápido (jaramagos), talla elevada y denso follaje
(estramonio), o las trepadoras (corregüela). El efecto de este tipo de
competencia depende en gran medida también de la tolerancia a la sombra, tanto
del cultivo como de las malas hierbas (por ejemplo, los cenizos aguantan bien
la sombra, mientras que la verdolaga se ve bastante afectada). Por otro lado,
las malas hierbas que se reproducen vegetativamente (grama, corregüela), gracias
a las sustancias almacenadas en raíces, rizomas, etc., pueden brotar y crecer
muy rápido, por lo que compiten por la luz con mayor efectividad que las que se
reproducen por semillas (amapolas, jaramagos, etc.).
La falta de luz provoca en las plantas
un desarrollo anómalo, llamado ahilado o etiolación, que consiste en el
alargamiento de la planta a costa de perder resistencia en sus tejidos
estructurales (entrenudos más largos, menor grosor, mayor fragilidad, etc.).
3.1.3) Competencia
por el agua.
La capacidad de las malas hierbas
para competir por el agua depende en gran medida de la arquitectura de su
sistema radicular, de su rapidez de desarrollo, de su sincronización fenológica
con el cultivo y de su eficiencia en el uso del agua. Una mala hierba es muy
perjudicial si tiene un poderoso sistema radicular, sincroniza sus necesidades
hídricas con el cultivo y transpira mucho (lo que puede crear incluso zonas de
privación de agua para el cultivo). Algunas plantas, como la verdolaga, son muy
eficientes y ahorradoras al aprovechar el agua (282 g agua/ g materia seca)
mientras que otras, como los girasoles, consumen bastante (623 g agua /g
materia seca). Por supuesto, este tipo de competencia es más importante en los
cultivos de secano que en los de regadío (salvo que en éstos se den
restricciones de riego).
3.1.4) Competencia
por los nutrientes.
La cantidad de nutrientes en el
suelo es limitada y las malas hierbas consumen una buena porción, por lo que
baja su disponibilidad para el cultivo. Puesto que estos nutrientes se toman
disueltos en el agua del suelo, se repiten aquí los esquemas mencionados para
el agua. La velocidad de crecimiento y desarrollo del sistema radicular es muy
importante, es una carrera entre las malas hierbas y los cultivos que puede
reducir considerablemente el rendimiento de estos últimos. Muchas de las malas
hierbas perennes presentan el sistema radicular desarrollado antes de que se
inicie el cultivo y parten con ventaja en la extracción de nutrientes. La
fertilización de los cultivos puede servir para controlar o acrecentar los
problemas originados por esta competencia. Ej.: Matricaria inodora o Polygonum
aviculare son especialmente competitivas en ausencia de N en el suelo, y su
agresividad se reduce al aumentar las dosis de abonado. El abonado nitrogenado,
sin embargo, favorece aún más el desarrollo de ciertas especies de malas
hierbas (Avena fatua, Chenopodium album o Sinapis arvensis).
3.2)
Alelopatía.
La alelopatía es la
producción de sustancias tóxicas por ciertas plantas y la consiguiente
inhibición o interferencia de la germinación, crecimiento o desarrollo
ocasionada en las plantas próximas. Los mecanismos de alelopatía pueden
incluirse en lo que se ha denominado también competencia extrínseca y
van dirigidos a reducir las posibilidades de que el competidor explote el
recurso; estas interacciones implican una interferencia directa en la obtención
del recurso o menguar la capacidad del competidor en usar el recurso.
Aunque la competencia y la
alelopatía son dos fenómenos distintos que pueden separarse de forma teórica y
experimental, en la práctica son difícilmente separables. Por esta razón se
utiliza de manera menos precisa el término interferencia, para incluir
todas las interacciones existentes entre distintas plantas sin precisar su
causa.
Los compuestos alelopáticos
(aleloquímicos) suelen ser fenoles, terpenos, flavonas, alcaloides y otros
compuestos del metabolismo secundario vegetal (ver Figs. 3 y 4).
Normalmente se trata de compuestos hidrosolubles. La complejidad
estructural de estas sustancias es muy variable (desde sencillos como el ácido
fenólico, Fig. 3) hasta auténticas exhibiciones de la complejidad que puede
llegar a alcanzar la naturaleza, como los derivados flavonoides (Fig. 4). Éstos
últimos se encuentran también en las flores, y, aparte de sus propiedades
alelopáticas, cumplen otras funciones; por ejemplo, reflejan longitudes de onda
muy concretas, lo que sirve de ‘pista de aterrizaje’ para muchos polinizadores
(e.g. abejas) que pueden captarlas. Muchos ecofisiólogos no suelen otorgar un
papel importante a los metabolitos secundarios, pero a la hora de competir con
otras plantas, pueden significar la diferencia entre el éxito y el fracaso.
Generalmente, estos aleloquímicos se producen en hojas, tallos y raíces, y
pueden entrar en contacto con otras plantas por varios caminos. En algunas
especies también se producen en las flores (e.g. Acacia dealbata,
Leguminosae). Así, las hojas y restos vegetales caen al suelo y al
descomponerse liberan sus sustancias tóxicas. Los exudados de las raíces o
partes aéreas también pueden ser lavados por la lluvia y arrastrados al suelo,
donde pueden entrar en contacto directo con las raíces de las plantas vecinas o
bien, pueden ser degradados por la actividad microbiana hasta otros compuestos
que, incluso, pueden llegar a ser más tóxicos que las sustancias de partida.
Con mucha frecuencia, lo que existe en la planta no es un sólo tipo de
molécula, sino mezclas de ellas que actúan conjuntamente. En algunos casos,
unas refuerzan la acción de otra, en otros, cada una actúa en distintos loci
de acción. Como se ve, el asunto guarda cierta semejanza con los fundamentos de
los herbicidas.
Desde el punto de vista agronómico la
existencia de estos fenómenos tiene sus inconvenientes: las malas hierbas que
posean esos rasgos alelopáticos, además de competir (en el sentido clásico) con
las cultivadas, pueden dañarlas aún más inhibiendo la germinación de muchas de
las semillas, retardando la germinación de otras (cuyas plántulas llegan
demasiado tarde al nivel de humedad del suelo), disminuyendo el crecimiento de
las cultivadas (especialmente de los ejemplares jóvenes), su vigor o el número
de raíces y la extensión de la biomasa radicular, así como decreciendo la
producción de flores o frutos. Así, la alelopatía es responsable de que en
determinadas parcelas (las tierras de grama) la germinación y desarrollo
de los cultivos sean irregulares y defectuosos. Por otro lado, las plantas cultivadas
también pueden exudar sustancias con efectos alelopáticos frente a las malas
hierbas Estos daños se incrementan cuanto mayor sea el estrés al que están
sometidas las dos especies (cultivada y alelopática), ya que, por un lado, en
estas condiciones de estrés, las plantas se vuelven más sensibles a cualquier
tipo de ataque (insectos, hongos, virus, malas hierbas, etc.) y, por otro lado,
‘las atacantes’ sintetizan una mayor cantidad de aleloquímicos que se acumulan
en diversos órganos de las plantas y se ‘lavan’ posteriormente por la lluvia o
el rocío, o se excretan por las raíces de manera activa. Por ello, si se
observan este tipo de daños (clorosis, falta de vigor, pequeño tamaño, escasa
germinación o germinación ralentizada) y se tiene la certeza de que están
causados por procesos alelopáticos, se debe tratar de disminuir las condiciones
de estrés (si existen) o realizar algunas prácticas a corto-medio plazo. Entre
éstas, el aumento del abonado (sobre todo nitrógeno) y del riego (especialmente
indicado está proporcionar varios riegos abundantes al suelo, para diluir estas
sustancias) son las prácticas más frecuentemente recomendadas. Desde luego,
resulta imprescindible eliminar la cubierta de malezas responsable de esta
situación.
Pero en las Ciencias Agronómicas
casi todo depende del grado de conocimiento que se tenga sobre el proceso
biológico en sí y de la imaginación de la que hagamos gala para aprovecharnos
de su existencia. Por ello, la existencia de alelopatía puede llegar a suponer
un recurso en los cultivos extensivos y en los procesos de producción de
plantas. En el primer caso, existe un campo de investigación tremendamente
sugerente que trata de emplear estas plantas y sus extractos (usados en bruto,
o bien re-sintetizándolos en laboratorios) como un método biológico de
controlar las malas hierbas. Los trabajos de laboratorio que estoy realizando
con la colaboración de varios alumnos de la EPS, y que aún están en fase
preliminar, muestran que algunas malas hierbas como Nicotiana glauca,
Chamaesyce serpens y algunas especies cultivadas (tomate, pimentero falso)
pueden inhibir la germinación y el crecimiento de la plántula de varias
especies de malas hierbas (Carrichtera annua, Conyza albida, Sonchus
spp.) en laboratorio. Si alguien está interesado en tener más información
sobre estos temas, puede contactar conmigo.
4) FACTORES QUE AFECTAN A LA COMPETENCIA.-
Las relaciones de competencia
existentes entre los cultivos y las malas hierbas están determinadas, no sólo
por las características intrínsecas de las especies de malas hierbas y por su
densidad, sino por una serie de factores extrínsecos. Algunos de ellos pueden
ser manejados por el agricultor, lo que le permite minimizar los efectos
negativos.
4.1)
Tipo de cultivo.
Existen grandes diferencias en la
competitividad de diferentes cultivos e, incluso, de diferentes variedades.
Por ejemplo, los cultivos de cereales compiten muy bien con las malas hierbas,
sobre todo las especies más vigorosas. Otros cultivos con buena capacidad
competitiva son las patatas y la alfalfa. Por el contrario, son malos
competidores cultivos tales como la remolacha, la cebolla o los ajos, ya que
tienen un desarrollo temprano muy lento, una corta talla y unas densidades muy
bajas.
4.2)
Densidad y espaciamiento del cultivo.
El establecimiento de cultivos densos
y sanos incrementa la competitividad del cultivo y permite ahogar el
desarrollo de las malas hierbas. Por el contrario, cuando el desarrollo del
cultivo es deficiente debido a fallos de siembra, ataques de plagas y
enfermedades o accidentes climatológicos, las malas hierbas invaden rápidamente
el cultivo. Asimismo, y a igualdad de densidad de siembra, cuanto más próximos
estén los surcos y más uniforme sea la distribución de plantas, más favorece la
competitividad del cultivo.
4.3.-
Periodos de competencia.
La época de emergencia de las
malas hierbas en relación con la del cultivo es un factor que influye
decisivamente en la intensidad de la competencia. Como en tantas otras
situaciones de la vida, el primero que llega a un sitio será el primero en
utilizar los recursos disponibles en la zona, adquiriendo una clara ventaja
sobre las plantas que se establecen más tarde, que se encontrarán el terreno
ocupado. Esta ventaja inicial se mantiene y se acrecienta a lo largo de
su desarrollo. Por tanto, y desde un punto de vista práctico, es extremadamente
importante conseguir que el cultivo se establezca antes de que las
malas hierbas empiecen a emerger, y que el cultivo quede libre de malas
hierbas durante sus etapas iniciales (de 2 a 4 semanas habitualmente).
Después de este periodo las malas hierbas que emergen no suelen causar mayores
perjuicios al cultivo, salvo que éste sea realmente poco competitivo. En caso
de que la nascencia de malas hierbas se produzca al mismo tiempo que la del
cultivo, si se destruyen en esos primeros momentos, el cultivo se recupera y no
se reduce la producción final.
Un caso de competencia tardía que puede también llegar a ser importante
ocurre cuando se produce sequía en el periodo de maduración del cultivo.
Las malas hierbas consumen agua que el cultivo necesita, causando el asurado o
desecado prematuro de frutos o granos.
En el caso de cultivos leñosos la
competencia con las malas hierbas es menor o incluso nulo (por ejemplo, cuando
el cultivo leñoso está inactivo), e incluso éstas pueden ser beneficiosas, ya
que contribuyen a evitar la erosión del suelo e, incluso, a mantener su humedad
durante más tiempo.
4.4)
Condiciones del medio ambiente.
Los factores ambientales pueden
hacer variar considerablemente los fenómenos de competencia. La temperatura,
por ejemplo, afecta de forma diferente a especies con metabolismo C3 y C4. Las
especies C4, como Amaranthus retroflexus suelen ser más competitivas que
las C3 (ej.: Chenopodium album) si sube la temperatura, o la
disponibilidad de CO2 es menor.
4.5)
El factor humano.
Lógicamente, las técnicas de cultivo
empleadas, la gestión del suelo, el laboreo, etc., influyen notablemente en las
poblaciones de malas hierbas y en su competitividad, tal como se ha visto en
otros temas.
5)
LOS UMBRALES ECONÓMICOS
Uno de los pilares sobre los
que sustenta la lucha integrada es la puesta en práctica del concepto de
umbrales de tratamiento; el umbral de tratamiento nos indica el nivel de
infestación a partir de cuál es realmente necesaria y rentable la aplicación de
un tratamiento. En el caso de las malas hierbas, el desarrollo de este concepto
es relativamente reciente, pero los resultados obtenidos hasta la fecha indican
que de este modo se mejora el proceso de toma de decisiones para
controlar invasoras de cultivos y se aumenta la rentabilidad. Como
sabemos, las pérdidas de producción por malas hierbas se producen incluso con
niveles de infestación mínimos (en este caso, no existe ‘umbral de no
respuesta’). No obstante, para que llegue a resultar rentable plantear un
tratamiento las pérdidas generadas por estas malas hierbas deben ser superiores
al coste del tratamiento. Así, podemos definir el ‘umbral económico’
como la densidad de malezas a partir de la cual son rentables económicamente
estos tratamientos. El establecimiento de umbrales puede considerarse para
tomar decisiones a corto plazo (‘umbrales económicos a corto plazo’, es
decir, el cultivo ya está infestado y queremos ver si debemos o no tratarlo) o
a medio-largo plazo (cuando existen niveles de infestación bajos de malas hierbas
sin tratar, pueden producir semillas y continuar perpetuándose el problema). A
medio-largo plazo (umbrales económicos a largo plazo), lo que nos
interesa es que los niveles de malas hierbas se mantengan en niveles reducidos
a lo largo de los años y poder planificar programas de control de varios años
de duración.
En la práctica, resulta muy
complicado escoger el tipo de umbral a utilizar en cada caso concreto, ya que
depende de diversos factores como las características de las especies de malas
hierbas presentes, el sistema de producción utilizado, el valor económico del
cultivo, el precio de los herbicidas, el precio de la mano de obra o de la
maquinaria necesaria, etc.
No obstante, como regla general, podemos
considerar que para aquellas especies controlables por herbicidas y cuyas
semillas presentan una larga permanencia en el suelo (ej.: Chenopodium album
–cenizo-, Diplotaxis erucoides –jaramago- y Papaver rhoeas
–amapola-, que son especies fácilmente controlables con herbicidas y no suponen
problemas graves para el cultivo si se tratan a tiempo) el tipo de umbral a
elegir es a corto plazo (umbral económico a corto plazo). Su erradicación total
a largo resulta casi imposible debido a la larga longevidad de sus semillas.
Recordemos que en los temas anteriores se ofrecían algunos datos que indicaban
que la longevidad puede ser mayor de 30-40 años (ej.: Abutilon theophrasti,
Chenopodium album).
Para las especies que forman bancos
poco persistentes pero que son más difíciles de controlar con herbicidas
exclusivamente, el umbral a elegir será el umbral a largo plazo. En estos
casos, las poblaciones de las especies infestantes pueden reducirse rápidamente
mediante rotaciones de cultivos y labores adecuadas.
Existen varias expresiones
matemáticas que nos permiten calcular el valor del umbral económico a coto
plazo y una de las más comunes, según García-Torres & Fernández-Quintanilla
(1991) es la siguiente:
U.Ex
= Cy/R · P · Kx · Ey donde:
U.Ex es
la densidad de la especie de mala hierba X (en nº de individuos/metro cuadrado)
a la que empieza a ser rentable la aplicación del herbicida Y
Cy
= coste del tratamiento con el herbicida (en pesetas/hectárea).
R =
rendimiento esperado del cultivo en ausencia de malas hierbas (expresado en
kilos/hectárea).
P = precio
esperado del producto cosechado (pesetas por hectárea)
Kx
es el coeficiente de pérdidas en los rendimientos del cultivo en respuesta a la
competencia ejercida por la especie x (expresado en % de pérdidas por planta y
por m2).
Con la entrada del euro habrá que
hacer la conversión oportuna.
En la práctica, existen programas
informáticos y tablas que permiten obtener los valores de algunas de estas
variables.
Como ya se comentó en las
asignaturas de Fitopatología y Protección, las malas hierbas sirven de refugio
a numerosas especies de organismos perjudiciales para los cultivos. Este
fenómeno no solo se da en las royas heteroicas, unos hongos que necesitan dos
hospedantes diferentes para completar su ciclo vital. Muchos hongos, bacterias,
virus, ácaros, insectos, nematodos, etc., pueden refugiarse en las malas
hierbas, y desde ellas invadir los cultivos cercanos. Por ejemplo, oídios como Leveillula
taurica, Erysiphe cichoracearum, Sphaerotheca fuliginea, etc., pueden
parasitar cientos de especies vegetales distintas, tanto cultivadas como
silvestres. Lo mismo puede decirse del nematodo Meloidogyne.
Por
otro lado, una profusión de malas hierbas en un cultivo puede crear un
microclima húmedo a nivel del suelo que sea favorable para el desarrollo de ciertos
hongos. En experimentos realizados por la Universidad de Almería, se ha
comprobado que existe una correlación directa entre la abundancia de malas
hierbas en invernaderos y la incidencia de la esclerotiniosis, una podredumbre
causada por el hongo Sclerotinia sclerotiorum. No obstante, habría que
determinar si la mayor incidencia de la enfermedad se debe a la presencia de
malas hierbas, o bien éstas son un indicador de descuido o falta de higiene
agrícola en la gestión de los invernaderos afectados (ya se sabe que aunque dos
variables estén correlacionadas, eso no implica una relación de causalidad
entre ambas).
Curiosamente, la presencia de
malas hierbas puede incrementar la eficacia de los métodos de control biológico
de plagas (ver documento de la página web). Los monocultivos no ofrecen
mucha diversidad de hábitats para que se establezcan los depredadores y
parasitoides de las plagas. En cambio, las malas hierbas aumentan la
biodiversidad y las posibilidades de encontrar cobijo para estos bichos útiles
(por ejemplo, creando un microclima agradable, evitando que se levante polvo,
etc.). Como ejemplo, se puede citar un reciente estudio realizado por Chorbajian & Kogan en viñedos de California. En este trabajo
(como otros muchos) los autores encuentran que si bien en los cultivos con
cobertura el número de artrópodos, tanto beneficiosos como fitófagos es mayor
que en los que se ha eliminado la cobertura. Sin embargo, la proporción
insectos beneficiosos/fitófagos podía llegar a ser 5 veces menor en los suelos
sin cobertura vegetal (ver Figs. 6 y 7). Obviamente, en estos casos hay que
sopesar si los beneficios para el control biológico de plagas compensan los
efectos dañinos de las malas hierbas (competencia, reservorio de organismos
perjudiciales, etc.).