CRONICA DE ALBARRACÍN - CUENCA
Viaje por la Sierra de Albarracín y alrededores de Cuenca.
Semana del 27 de Julio al 3 de Agosto de 2003
Esta
es la crónica de las aventuras y sobre todo de las desventuras de un par de
Zahoríes llamados Berna y Fernan que recorrieron la Sierra de Albarracín, en la
Provincia de Teruel; y parte de la Provincia de Cuenca a lomos de sus
biclicletas y surcaron sus ríos (navegables o no) con sus piraguas.
CAPITULO III. NOS
VAMOS A ALBARRACÍN
CAPÍTULO V. NOS VAMOS A CUENCA
CAPÍTULO VI. DECEPCIÓN TRAS DECEPCIÓN
CAPÍTULO VII. ¿NO QUERÍAS AVENTURA? PUES TOMA TRES TAZAS
CAPITULO
I. LA BANDA DEL POLLO.
Todo
comenzó el Domingo 27 de Julio a las 12:00 de la madrugada. Buena hora para
cargar el monovolumen de Berna, con la que estaba cayendo. Menos mal que dentro
hay sitio para todo: 2 Piraguas, 2 bicicletas, equipo de acampada, la imprescindible
mesa plegable de Domin, sacos de dormir, neoprenos, escarpines, remos,
cascos... y toda la parafernalia necesaria. Después de colocar todo el equipo,
incluso sobra sitio para nosotros dos.
Terminamos
de colocar las cosas y salimos a eso de las 13:00 horas dirección Minglanilla,
en Cuenca. Es un pueblo que está por la parte Sur de la Provincia de Cuenca,
junto a un río (cómo no), el Cabriel
lindando con La Comunidad Autónoma Valenciana. En el coche suena
“Marea”, que nos acompañará durante todo el viaje, convirtiéndose en la banda
sonora oficial. “... decía que tenía el
corazón alicatao hasta el techo... que a ver si no podía hacerlo yo una cenefa
a besos... pa llenar de porvenir los bolsillos del mandil... y colgar un recuerdo de cada azulejo...”
La primera parada que realizamos es para
cometer una fechoría. Bueno, en realidad no es culpa nuestra..... del todo.
¿Qué culpa tendremos nosotros de que el
camarero nos cobre la mitad de las cosas? ¿Estarán de rebajas? ¿Es 2x1? Como el
trato ha sido bastante desconsiderado y la espera larga, a pesar de estar vacío
el local; nos callamos como putos y continuamos nuestro viaje, imaginando
carteles con la foto de la banda del pollo (así nos conocen por fechorías
anteriores) repartidos por toda Murcia. Se busca.... vivos o muertos.
A las siete de la tarde, tras 420 Km
llegamos a Minglanilla (Cuenca). Buscamos un Camping y nos instalamos en una
parcela sobre una atalaya. El Camping (Complejo Turístico Venta de Contreras
Hoces del Cabriel) www.hocesdelcabriel.com)
es cojonudo, muy rústico, aunque da un poco de miedo ver a una niña muy blanca
y muy rubia, jugando con una muñeca sin cabeza sobre un montón de arena, junto
a la Casa de Postas del Siglo XVI.
Al
lado, el bar de Valeria, mucho más reconfortante, con exquisitos helados de
chocolate.
Después
de instalarnos, damos una vuelta de reconocimiento con las bicicletas.
Tanteamos a los vigilantes de Medio Ambiente para tirarnos mañana con las
piraguas por el río Cabriel. Tramo escogido: Desde la Presa hasta la ola que se
forma en una toma de agua. Nos dicen que el camino de acceso tiene un aforo
limitado y que ya está cubierto el cupo. Mañana Lunes no tendremos problema, de
modo que nos vamos a dar una vuelta en bici, por el poblado que hay junto a la
presa. Como siempre, cuesta arriba. Llegamos a lo alto de la presa. Hay unas
vistas impresionantes. Un lado pertenece a Cuenca y el otro a Valencia, de modo
que en un ratito hemos pasado por dos Comunidades Autónomas en bici. Somos unos
máquinas.
Lunes,
siete de la mañana (ni de coña. ¿estamos locos o qué? Estamos de vacaciones,
así que serán las once de la madrugada, más o menos) Nos levantamos y nos vamos
en busca del agua, como dos buenos zahoríes, pero antes tenemos que organizar
todo el apoyo logístico: El chofer con la autocaravana con aire acondicionado
nos esperará a la salida del río, con ropa seca, la toalla, el albornoz y una
copa de martini.
Mierda,
el chofer está de vacaciones, así que nos tendremos que joder y dejar las
bicicletas abajo, en el último punto accesible, junto al centro de
interpretación Mirasol donde están los vigilantes de Medio Ambiente.
Subimos
con el coche hasta el Camping y allí nos echamos al agua. Intentamos acercarnos
a la salida de agua de la presa, un chorro de agua impresionante; pero la
fuerza de la corriente no nos deja.
Seguimos
aguas abajo, todo tranquilito hasta llegar al tobogán.... Un salto artificial
formado por una presa de hormigón, de unos seis metros de altura. Nos acercamos
con mucho cuidado (he dicho cuidado, no miedo, merluzos), hacemos unas fotos.
Al fondo se ve un señor muy simpático que se ha parado a ver lo que hacemos.
Estamos a punto de dejarle la cámara para que nos haga las fotos, pero al final
decidimos hacerlas nosotros. Berna será el conejillo de indias. Se acerca al
filo de la presa, se asoma y.... ya no hay marcha atrás... No se oye nada, de
modo que parece que no se ha quebrado ningún hueso. ¿Será por el casco de capitán
piolín, que da suerte?
Dejo
pasar un tiempo prudencial (unas tres horas) para que Berna se baje de la
piragua y prepare la cámara para inmortalizar el gran momento. Después de tres
horas, al final no tengo mas remedio que tirarme. El señor del fondo continúa
muy interesado por el gran mundo del piragüismo, que bonito.
Me
asomo, no se ve nada. Sólo se oye el ruido de la cascada. De pronto, la piragua
bascula y..... la leche ¡!!!, a flipar durante breves instantes. La piragua
comienza a girarse. He entrado un poco girado. No encuentro el freno de mano,
así que grito, que no sirve para nada, pero uno se desahoga. Berna ha
inmortalizado toda la secuencia.
Vamos
a la orilla a comentar la experiencia y se acerca el señor simpático del fondo
de las fotos, que resulta ser el guarda ríos:
-
Buenas tardes. A ver, la documentación. ¿Tienen
Vds. permiso de navegación?
-
Pues... esto... yo... en fin... tenemos permiso de
nuestros padres, del alcalde de barrio, la bendición del cura de la parroquia,
y un certificado de buena conducta del juez de guardia, pero el de Ferry Marroc
nos ha faltado. No sabíamos que hacía falta...
-
Ja, y yo que me lo creo. Están Vds. nominados para
abandonar el río. Tarjeta roja y expulsión.
Bueno,
pues abandonamos el río un poco más abajo, en la salida que hay tras la ola
(que era el punto previsto por la organización).
La
ola se forma en una toma de agua que hay unos metros más abajo. El nivel marca
50cm y la ola está graciosilla para surfear. Nos quedamos un rato intentando
entrar en la ola, pero nos escupe. Berna se lleva un par de revolcones. Se pone
un poco morado del frío y se sale un rato al sol a tomar calor como los
lagartos. Yo sigo intentándolo y al final consigo entrar en la ola y surfear un
poco. Es alucinante, aunque cansa bastante.
Nos
hacemos los remolones, pero al final tenemos que salir. Nos da miedo sólo de
pensar que tenemos que portear la piragua. Son treinta interminables minutos de
subida hasta el Centro de Interpretación, con nuestras embarcaciones al hombro,
sobre la cabeza... Nos prometemos a nosotros mismos fabricarnos un carrito de
transporte para la próxima vez. (Siempre para la próxima vez, je).
Por
fin llegamos a donde tenemos las bicis. Ya no hace ni chispa de calor. Berna
sube a por el coche y baja a rescatarme. Yo mientras vigilo las piraguas y todo
el equipo, tumbado en un banco, con los ojos cerrados.
Nuestro
destino es Albarracín, así que después de comer en el camping, desmontamos,
cargamos y nos vamos hacia Albarracín, vía Utiel. Tardamos unas dos horas y
media. En la radio suena Marea: “... y es que nada le da más asco que aguantar
como un peñasco a que pase el invierno, que le diga que ya nos veremos... que
ha vivido en un silbido, orgullosa de haber sido una llegua sin freno,
desgastada de andar por el suelo... “
Nos
instalamos en la casa de “Los pintores”, del Siglo XVI, restaurada, con doce
habitaciones, salón, cocina, baño en todas las habitaciones.... De todo. Sólo
un pequeño detalle: nuestro zulo sólo tiene un ventanuco de 30x30cm para asomar
la nariz, por no decir otra cosa, y otro ventanuco de 30x90cm para asomar las
orejas. Además, como es una buhardilla, tiene el techo bajo y hace un calor del
copón, así que siempre tenemos la puerta abierta.
Después
de instalarnos, como aún es temprano, damos una vuelta en bici por Albarracín,
con sus impresionantes cuestas.
Inspeccionamos
el camping, el río, los bares, en fin, realizamos lo que se dice una labor de
reconocimiento, aunque esto no promete mucho.
Al
subir de vuelta a casa, con una pendiente del dos mil por ciento, por lo menos,
Berna se juega el físico, haciendo interiores en todas las curvas... hasta que
descubre que la calle ¡!! es de doble sentido ¡!!!! .
Por
la noche tomamos unas cervezas y unos vinos de la tierra, con un poco de
embutido de caza, cerca de la plaza del pueblo.
Martes.
Hora de levantarse. No se que hora es. El primer día dejé el reloj en el coche
y no pienso recuperarlo hasta que termine el verano.
El
desayuno está incluido en el alojamiento. Nos imaginamos un buffet libre con
zumos de toda clase, yogur, tostadas, pasteles, cereales, embutidos,
mermeladas, etc. En fin, lo típico. ¿no? Pues no. Sólo pan y mantequilla ( y
además escasa). Que triste.
Visitamos
la oficina de turismo. La chica del bar nos había advertido de la “gracia” de
los responsables de la oficina de turismo. Preguntamos por empresas de deportes
de aventura, ríos, rutas para hacer en bicicleta.... El sapo que hay tras el
mostrador nos dispensa un cutre plano y pasa olímpicamente de nosotros. Nos
señala el tabón de anuncios de la puerta, sin apenas levantar la mirada. La
señorita Rottenmeier que lo acompaña nos da un cutre pasquín donde viene el
horario y el precio de las visitas guiadas por la ciudad, que ella amablemente,
con ese encanto natural y dulzura que posee nos mostrará si permanecemos con
nuestra puta boca cerrada y sin parpadear, evidentemente previo pago de los
nosecuantos euros. Nos controlamos para no darle el merecido corte de mangas y
nos vamos a Moscardón, donde hemos visto algo interesante (vía Internet).
Suspenso para la oficina de antiturismo y desinformación de Albarracín.
Lo
dicho, nos vamos a Moscardón. Son 48 Km. (I/V) de etapa de bicicleta por
carretera. Allí contactamos con Enrique que tiene una empresa de aventura, La
Aldaba (www.aldaba.arrakis.es),
además del bar del pueblo y del restaurante, que no puede organizar nada para
nosotros por falta de tiempo, pero que nos asesora, nos orienta un poco, nos
proporciona un teléfono de contacto de otra empresa; y nos manda a la oficina
de turismo de Moscardón.
Allí
nos atiende Sara. Afortunadamente nada que ver con la oficina de Albarracín.
(menos mal). Nos proporciona información de todo: rutas, lugares interesantes,
sitios para comer, folletos... de todo.
Se
compromete incluso a hacernos un croquis para el día siguiente de una ruta en
bicicleta, a buscar más información.... Un encanto.
Ya
de vuelta hacia Albarracín hacemos un tramo por una pista que nos han
explicado. Tardamos unos treinta segundos en perdernos y empezar a bajar por
entre los pinos, campo a través, por una especie de cortafuegos, luego por un
campo de paja, de todo, hasta que llegamos a Royuela.
Comemos
y repostamos agua. Berna ha pinchado. Movilizamos a todos los chavales del
pueblo en busca de un parche, pero sin éxito, de modo que tenemos que poner el
parche que lleva Berna desde que hizo la primera comunión, más caducado aún que
los preservativos. El parche dura justo hasta llegar a Albarracín.
La
tarde la dedicamos a hacer unas compras. Nos gastamos un dineral en el
supermercado y apenas llevamos cuatro cosas. La gente del pueblo se queja de
que en verano suben los precios los muy joputas para engañar a los giris, que
somos nosotros. Nos hubiese salido más barato cenar fuera. Ya lo sabemos para
la próxima.
La
ruta en bici nos ha dejado hambrientos. Yo llevo un par de días un poco jodido
del estómago, así que preparamos una cena sana, a base de ensalada de pasta. Lo
malo es que me como aproximadamente medio kilo de ensalada y me sienta un poco
mal. A partir de este momento, mi vida cambiará.
Miércoles
por la mañana. Como Sara nos había prometido una ruta interesante para hacer en
bicicleta, nos dirigimos de nuevo hacia Moscardón, pero esta vez en coche. En
la radio suena Marea: “Estaba encerrao para no ver a nadie, abrí una rendija
para oir el aire y oñí ven pa’ca cagendios, yo creí que eras tu. Aullaron los
vientos con sus escandalera, no veas compadre la que hay aquí afuera, no quiero
saberlo, llevároslo todo, dejadme en silencio...”
Allí
nos explica la ruta: Moscardón – Vallecillo – Ojos del Cabriel – cascada del
Molino de San Pedro.
Como
en la cascada se forma una poza, cargamos nuestros neoprenos en la bici y nos
ponemos en marcha.
La
ruta es muy bonita, aunque yo apenas puedo disfrutar de ella. Tengo tal pájara
encima que apenas puedo levantar la cabeza. Los quince kilos de pasta de anoche
pasan factura...
Me
paso todo el día dándole al cambio, pero me resulta absolutamente imposible
pasar de 10Km/h. Los caracoles me adelantan y me sacan burla. Berna va
esperándome todo el rato, aunque a la distancia de seguridad, y es que parece
que tengo un pequeño problema en la válvula de sobrepresión del circuito
neumático, y cada vez que intento realizar un esfuerzo para dar la pedalada más
fuerte cuando llega una cuesta arriba, la válvula se abre, soltando aire
enrarecido a presión. Que nadie se ría, que estaba muy malito. Berna, tan
contento pq no lo llevo con la lengua fuera.
A
pesar de todo, llegamos a la cascada y nos damos un baño. El sitio es
alucinante, aunque el agua está congelada, aún con neopreno. Damos unos
pequeños saltos, unas fotos, la siesta reglamentaria.... y de vuelta.
Esta
vez vía carretera, pasando por Masegoso, Toril, puerto Terriente, el merendero
y el camping Messeger. Continúo con los problemas en el circuito neumático,
pero consigo llegar, no sé cómo hasta Moscardón, con su puta cuesta final de
4Km. Hemos recorrido en total 42 Km.
Se
nos agotan las posibilidades en Albarracín, de modo que decidimos abandonar la
casa e irnos hacia Cuenca, en busca de agua. Las piraguas se están resecando y
eso no podemos permitirlo. Hoy es Jueves y nos quedan pocos días de
vacaciones.
Son
unos 100Km de viaje que hacemos en unas dos horas por una carretera de montaña,
con muchas curvas, pero con unos paisajes y unas sierras acojonantes. Una
auténtica maravilla, sobre todo a partir de Tramacastilla.
Hemos
contactado con Fran, de Cuencaventura y habíamos apalabrado un barranco para
esta mañana, pero surge un problema y tenemos que posponerlo hasta esta tarde a
las 16:30, de modo que decidimos hacer una “pequeña” ruta en bici para pasar el
rato.
-
No nos iremos muy lejos pq tenemos que estar
temprano en Villalba de la Sierra ¿verdad?
-
Pues claro. Un paseo light, no te preocupes.
Dejamos
la flagoneta en Las Majadas, ese pueblecito que hay encima de Villalba de la
Sierra y desde allí haremos un sendero
circular, perfectamente señalizado.
Perfectamente
señalizado, hasta que una vez más.... ¿qué pasó? Pues lo inevitable, que nos
perdemos. Ya nos parecía sospechoso que un sendero circular sea siempre de
bajada. Lo que siempre habíamos soñado ¡!!
Por fin un sendero perfecto. Circular y siempre de bajada.
Lo
raro es que la suave pendiente del 10% aprox. que habíamos visto en el perfil
no coincidía exactamente con la trialera del 40% que no parábamos de bajar, con
los frenos pillados, los pies en el suelo, clavando hasta las uñas de los pies
en el suelo.
El
perfil que indicaba el plano era bastante suave, pero para mí, que las
trialeras que estamos bajando tienen una pendiente algo superior.... Menos mal
que es de bajada.
El
“sendero” se convierte en pista un poco más adelante y seguimos bajando a
velocidades de vértigo. El paisaje es impresionante y la ruta una maravilla.
Al
final llegamos a un pueblo llamada Uña (el Sábado volveremos de nuevo por
aquí). Estamos a 15Km de Villalba de la Sierra, donde nos espera Fran para hacer
el barranco; y a 30Km de Las Majadas donde tenemos el coche. Evidentemente todo
hacia arriba. Una subida del carajo.
Berna
propone hacer dedo para subir a por el coche. A los quince minutos desiste, de
modo que le echamos un par de huevos y tiramos para arriba, hacia Villalba de
la Sierra. Son las dos de la tarde y cae un sol de justicia. Sin pensarlo
demasiado iniciamos el ascenso. El sudor cae a chorros y casi hace patinar la
rueda trasera. La lengua la llevo tan fuera que a veces se me enreda en la rueda
delantera.
Llegamos
con media hora de margen, así que nos da tiempo a comernos un bocata y todo
antes de meternos en el barranco.
Llegamos a la macro nave de Cuenca aventura (www.cuencaventura.com) allí nos
esperan Fran y Toro, junto con otro colega, una pareja que no puede hacer
piragüismo y a cambio le ofrecen el barranco; y otra pareja de Madrid, Paco y
Esther, adictos a todo lo que tenga que ver con el agua. Allí nos proporcionan
el equipo (neopreno y escarpines). A pesar de ser un barranco muy acuático no
se necesitan cuerdas ni arneses. Se trata del río Júcar, a su paso por Villalba
de la Sierra. El caudal está regulado por el embalse de La Toba, encima de Uña.
Nos
llevan en coche hasta la presa. Allí se inicia un sendero, que recorremos a pie
en unos treinta minutos, que atraviesa tres túneles junto a una tubería de agua
y que nos llevará al inicio del tramo del barranco que haremos.
Es
un tramo muy bonito pero muy horizontal. De hecho, se trata de un tramo
navegable. Tiene algún tobogán y pequeños saltos. Lo más interesante es un
salto opcional de unos ocho metros. (Me tiro tres veces). El tramo es bonito,
pero bastante light.
Nosotros
no paramos de pensar en los 15 Km. que nos quedan aún de subida en bici hasta
Las Majadas, después del tute que llevamos encima. Menos mal que Fran y sus
colegas se apiadan de nosotros y nos suben en coche. Allí les invitamos a unas
cervezas y bajamos a por nuestras bicis.
Aún
no tenemos alojamiento. Cargamos las bicis y nos vamos a toda pastilla al
Camping Caravaning Cuenca, en la carretera de Valdecabras, a quince minutos de
Cuenca, aunque muy escondido y muy mal señalizado. Como siempre, nos perdemos.
Llegamos a Cuenca y tenemos que dar la vuelta. El Camping es enorme; una
auténtica ciudad. (No admiten tarjetas de crédito y no advierten de ello hasta
que vas a pagar y te llevas el chasco. El cajero mas cercano... en Cuenca.)
Bien,
pues nos instalamos en el Camping, muy grande, muy verde y muy bien cuidado;
aunque yo, personalmente, prefiero el cutre Camping de Minglanilla, con
ambiente familiar y papel higiénico en los aseos.
Después
de instalarnos nos vamos a Cuenca a cenar. Fran, de Cuencaventura nos ha
recomendado un garito alternativo para tomar cervezas y unas tapas de jamón.
Buscamos el sitio (no recuerdo cómo se llama) y allí nos encontramos con Fran,
Toro y otros colegas jugando a las cartas y bebiendo enormes jarras de cerveza.
Fran nos invita a unas jarras, y nos acompaña a tomar unos bocatas. (Gracias por
todo). Después nos quedamos Berna y yo, vagando por las calles de Cuenca,
tomándonos algún Nestea que otro. Yo no puedo evitar comprar gominolas cada vez
que paso por la puerta de una tienda de chucherías. Durante estos días he
agotado mis reservas de azúcares y necesito reponerlas.
Estamos
muy cansados y decidimos irnos pronto, de modo que cogemos el coche y nos vamos
de nuevo al camping. Suena Marea: “... dejadme que os cuente mi cuento de
herida y caricias, mi historia de nadie, mi nana del hambre, todas mis
mentiras... “
A
los dos minutos de salir ya nos hemos perdido. El puto camping no está indicado
y nos metemos por una carretera que nos lleva hasta la Ciudad Encantada, donde
tenemos que dar la vuelta para volver a coger la carretera de Villalba hacia
Cuenca. Total: 50Km y más de una hora de viaje. Que sueño... Nos peleamos por
el aislante, a ver a quien le toca hoy. Sólo tenemos uno.
Hoy
es Viernes y ya tenemos “mono”
de agua. Fran nos ha hablado del Canal de Cuenca. Algo parecido al canal
de Granada, con porterías y demás donde la gente entrena. Decidimos ir allí a
pasar la mañana y ver si vemos a alguien más que haga piragüismo.
Inspeccionamos la zona: Parece que tiene poco agua, no hay ni un alma y el río
pasa un poco sucio. A pesar de todo, nos ataviamos con todo el equipo y nos
metemos en el canal.
Casi
nos deshidratamos del calor que hace. No hay ni gota de agua. La justa para que
las piraguas apenas se desplacen a 0,5Km/hora, atrancándose incluso de vez en
cuando. Además huele fatal. Que decepción. Nos quedamos completamente
desmoralizados y perdidos. ¿Hemos transportado nuestras embarcaciones y todo el
equipo durante 600Km para nada? ¿No vamos a ser capaces de navegar?....
A
la salida del canal vemos a un chaval en bicicleta consultando un plano. Nos
acercamos para preguntarle si conoce alguna ruta interesante para hacer en
bici. Resulta que él tampoco es de la zona y le ha pasado algo parecido a lo
que nos ocurrió a nosotros el otro día. Empezó a bajar y a bajar, fuera de
caminos y de pistas hasta aparecer en Cuenca. Por lo tanto, tampoco es la
persona más indicada para explicarnos rutas en bicicleta.
Por
la tarde decidimos hacer el barranco en piragua. Después de estudiar la
logística de entrada y salida del barranco y el apoyo de vehículos, optamos por
dejar las bicicletas en la salida; en la central hidroeléctrica y subir en
coche unos 4Km por carretera donde hay una pista señalizada que conduce al
punto de salida del barranco. El tramo está muy mal para hacerlo en coche, de
modo que el último tramo lo hacemos porteando las piraguas.
Llegamos
al agua.... por fin.... ¡!! Las piraguas se mueven... ¡!! El entorno es muy
bonito, aunque el caudal es mas bien escaso y bastante light. Unos pequeños rápidos...
Unos pequeños trenes de olas, que te llevan hacia una pared donde yo tengo que
poner las manos para no arañarme y donde Berna vuelca, aunque esquimotea sin
más, una pequeña cascada, una pequeña ola.... y se acabó.
Duración
total de la actividad: Preparativos y retorno: 3 horas. Navegación: 20 min.
Nos
quedamos un rato jugando con la ola del final, remontando hasta la pequeña cascada. La cascada tiene dos metros
escasos, pero tiene tan poco caudal que quedan todas las rocas al descubierto.
Por
la noche, nos vamos de nuevo a Cuenca. Nos tomamos un plato de pasta con unos
tintos de verano, vagamos por la zona de botellón comiendo gominolas, nos
tomamos un par de Nesteas y.... a casa. Esta vez por el camino directo.
Yo
estoy completamente desmoralizado. Mi estómago aún se queja un poco y yo no
paro de castigarlo con chucherías y helados, pero no puedo evitarlo. Aún no
está demostrado científicamente, pero creo que los helados contienen Helaína o
algo así que crea adicción.
Amanece
en el macro camping. Estamos rodeados de Madrileños que ponen música de OT.
Contraatacamos con la consabida Marea: “... Después de pasar la noche en tu
agujero, salgo del portal y to me importa un huevo, empiezo a escuchar un
avispero y me vuelvo contigo y lo veo a colores, mi lápiz entiende de sucios
sabores, y una sábana chorreando, me da por pintar...”
Hoy
es Sábado. Último día de vacaciones. Berna no se resigna a guardar las
piraguas. Consulta el plano, busca otro punto de entrada al río, prepara la
logística, y... ya está. Haremos el mismo tramo, pero esta vez empezaremos un
poco más arriba. En el plano parece que hay un punto donde se juntan la
carretera y el río.
Desayunamos
y nos ponemos en marcha. Volvemos a dejar las bicis en la salida, junto a la
central hidroeléctrica. Cogemos el coche y empezamos a subir, y a subir...
Llegamos al punto que habíamos visto en el plano. Efectivamente la carretera
pasa cerca del río. Sólo hay un pequeño detalle: nuestro plano no tiene curvas
de nivel y resulta que la carretera está a unos doscientos metros de altitud
sobre el río. Pero no nos vamos a rendir por este pequeño contratiempo.
Continuamos carretera arriba. Ya encontraremos otro punto para entrar. Llevamos
15 Km. Estamos en Uña. Un poco antes de entrar al pueblo hay un puente que
cruza sobre el río. Lo inspeccionamos, pero está lleno de zarzas y de
vegetación.
Descubrimos
que al lado, en un tramo de la carretera antigua, se divisa una pequeña laguna.
La carretera queda bastante más elevada, pero decidimos bajar.
Preparamos
nuestro equipo, dejamos el coche a la sombra, e iniciamos la aproximación al
río. Son las doce del mediodía.
Al
principio hay algo parecido a un camino, que inmediatamente desaparece. Al principio
arrastramos nuestras embarcaciones ladera abajo. Nosotros vamos delante, las
piraguas detrás. Pronto la cosa cambia. La pendiente se hace mayor y entonces,
las piraguas nos adelantan y nosotros nos afanamos por frenarlas; aunque en
ocasiones tenemos que soltarlas para evitar que nos arrastren. La de Berna coge
una velocidad de vértigo hasta que se queda empotrada en unos matorrales, ya
cerca de la laguna. Le cuesta horrores sacarla, pero al final lo consigue.
Hemos
llegado a la laguna. Estamos sudando a mares, pero por fin estamos en el agua.
Rápidamente nos subimos en la piragua e iniciamos la marcha..... Es la una del
mediodía.
Buscamos
la salida de la laguna y... vaya... hay una pequeñas ramitas que la taponan. No
pasa nada, las apartamos un poco con el remo y continuamos. Avanzamos unos
metros y de nuevo otras ramitas... las apartamos un poco con el remo y
continuamos... hasta las próximas ramitas, esta vez acompañadas de unos bonitos
pinchos.... No pasa nada, las apartamos y continuamos.... más ramas, más
pinchos, y más ramas y más pinchos... y de agua... mas bien poca.
Las
piraguas se quedan atrancadas cada pocos metros. Y yo con el chaleco
salvavidas, que iluso. Apenas hay veinte centímetros de agua. La más diminuta
piedra hace que la piragua se atranque. A golpe de remo apoyado en el suelo, o
bien a base de impulsos con los abdominales vamos avanzando, o más bien
agonizando hasta las próximas ramas o las próximas zarzas.
Muchos
tramos tenemos que hacerlos andando, arrastrando la embarcación, debido a la
escasez de agua. Me temo que nos hemos metido en un tramo no navegable.
Cuando
ya empiezan a flaquear las fuerzas, el barranco se encañona un poco. Milagro
¡!! un tramo navegable. Berna se
adelanta un poco y se detiene observando algo que hay en el agua junto a una de
las impresionantes paredes del cañón. ¿Qué será? De lejos se ve un bulto grande
color marrón.
De
pronto, el bulto se mueve, y aparece un enorme cuello, rodeado de plumas y con
un pico inmenso. Se trata de un buitre leonado. Nos quedamos alucinados. Está
posado sobre una diminuta plataforma, con las patas y parte de las alas
sumergidas en el agua. A saber el tiempo que llevará aquí. El agua está
bastante fría y desde esta pequeña plataforma no puede iniciar el vuelo.
Además, está en el lado de sombra.
Los
intrépidos zahoríes inician el rescate. El plan es el siguiente: Lo llevamos a
la otra orilla, al sol y en una ladera desde donde podrá iniciar el vuelo.
El
plan es perfecto. Sólo queda una cosa: Convencer al buitre de que somos amigos
y de que debe marcharse a la otra orilla.
Nos
acercamos sigilosamente para no asustarlo, aunque no sabemos quien tendrá mas
miedo, el buitre o nosotros.
Ya
de cerca, observamos el ,enorme pico curvado y las lindas patitas que tiene
bajo el agua, con unas uñas del tamaño de un remo.
Berna,
“el hombre que susurraba a los buitres”
se atreve incluso a acariciarlo, como si se tratara de un perrito y le
dice cosas bonitas al oído para calmarlo.
Intenta convencerlo para que se pose en su remo, pero al buitre no le
parece buena idea. Vamos tomando confianza y le acercamos la proa de nuestras
piraguas, pero el rojo chillón de nuestras embarcaciones no es lo más apropiado
para invitarle a subir, de modo que Berna se las ingenia para acoplar una rama
en su piragua y acercarle el apoyo... sin éxito.
Cuando
ya estamos apunto de abandonar, en un ataque de locura, motivado seguramente
por el exceso de calor y el agotamiento físico, decido bajarme de mi
embarcación. Me coloco una mochila vacía a modo de guante que llega hasta el
sobaco, y el cubrebañeras sobre la cabeza, de tal manera que el tubo de la
cintura me protege la cara. Berna dice que parezco Keny, el de South Park, con
el traje de soldador. Me acerco nadando, apoyado en mi piragua al buitre. Me
mira con cara rara, lo cojo de una pata e intento colocarlo sobre mi piragua,
pero... como no doy pie, me desestabilizo, empiezo a hundirme... el buitre
empieza a cabrearse y a batir las alas...
y en ese momento, Berna pasaba por allí... y le encasqueté el buitre en
la proa de su piragua.
El
bicho empieza a resbalarse, a batir las alas, y hacer ruidos extraños. Berna
mira con incredulidad lo que está pasando en su embarcación. Tras unos
instantes de tensión, el buitre se calma y se estabiliza. Berna comienza a
remar hacia la otra orilla, con UN BUITRE EN LA PROA DE SU PIRAGUA. Me recuerda
a “Paseando a Miss Buitry”.
Llegan
a la otra orilla. No se quien de los tres está mas flipado. Acabó el viaje,
pero parece que al bicho le ha gustado y no hace por bajarse. Berna le invita
amablemente a abandonar la embarcación con un pequeño empujón, que parece que
no le sienta nada bien. Empieza a batir las alas y nos damos cuenta de que
tiene unos dos metros de envergadura, a sacar pescuezo y a emitir graznidos
como loco. Berna le imita, estirando el cuello hacia atrás, como jamás hubiese
imaginado. Ni la niña del exorcista sería capaz de sacar tanto cuello. Parece
“Bailando con Buitres” . Emite una serie de gritos y graznidos similares de los
del buitre. En fin, son unos momentos de histeria indescriptibles.
Con
la piragua casi volcada, y tras un par de “invitaciones” por parte de Berna
para que se bajase, llego nadando, me subo a tierra firme, y ya sin el disfraz
de soldador; en un momento en el que pliega las alas, aprovecho para cogerlo y
desalojarlo definitivamente.
Se
queda por fin en tierra firme. Abre las alas y las sacude al sol. Nos quedamos
un rato observando, en silencio, aún sin creernos lo que nos ha pasado, y
lamentándonos de no llevar encima una cámara.
Continuamos
la travesía. Durante unos metros, el río continúa siendo navegable, pero, para
nuestra desgracia, dura poco. De nuevo nos encontramos con tramos con muy poco
caudal, donde se atrancan las embarcaciones, tenemos ramas para hartarnos y
pinchos por un tubo.
Como
contrapartida, el lugar es muy bonito. Hemos visto ciervos y jabalíes que bajan
a beber agua.
Estamos
agotados. Llevamos muchas horas dentro del río y no se ven puntos de escape.
Empezamos a dudar sobre si no nos
habremos metido en otro afluente y no llegaremos nunca a donde tenemos las
bicis. De cualquier forma, la única opción posible es continuar río abajo.
Antes o después llegaremos a algún sitio civilizado.
Ya
son las ocho de la tarde. Empieza a atardecer. No llevamos comida. Sólo una
manta térmica en el botiquín. No decimos nada, pero los dos empezamos a buscar
un sitio para pasar la noche... por si acaso.
Continuamos
andando sobre el agua, apartando ramas y avanzando en una lenta agonía,
buscando zonas con apenas treinta centímetros de profundidad para poder
navegar.
Un
poco más tarde, el agua se vuelve bastante más fría. Aumenta el caudal. ¡!Bien
¡!! Una fuente se incorpora al río. Y otra...
y otra... ¡!! Aumenta el caudal.
Esto ya es otra cosa.
De
pronto, una cascada de unos tres metros. Yo voy delante. Me acerco para
inspeccionar. Me agarro a una roca y me asomo. Joder, impresiona. De pronto, el
agua empieza a absorber mi embarcación. Como estoy agotado, apenas puedo remar
hacia atrás. Veo que es inevitable, de modo que decido intentar estabilizar la
piragua y lanzarme. Berna que viene detrás y ve lo que ocurre se anticipa y se
lanza directamente. Su embarcación se clava completamente, rebota y se aparta
como puede. En ese instante llego yo. Igualmente clavo toda la piragua y
reboto. Salimos los dos con una completamente alucinados. Guauuuu, que pasada.
Observamos la cascada desde abajo. Impresionante.
Continuamos
el descenso. A los pocos metros pasamos
por el punto de partida del día anterior. Por fin hemos llegado a la zona
navegable. Ya sabemos que nos queda media hora escasa hasta el punto de salida.
Esto nos anima, pues ya son las ocho y media de la tarde y está a punto de
oscurecer.
Bajamos
rápidamente, agotados, sin saborear esas pequeñas cascadas, esos pequeños
rápidos..., solamente pensando que por fin llegaremos a la salida, pero que
nuestro coche se encuentra 15 Km. más arriba.
Cuando
estamos llegando nos encontramos con un grupo de barranquistas, a los que
comentamos nuestra situación. Ellos tienen el coche justo a la salida del
barranco, pero no tienen que subir para nada, de modo que pasan olímpicamente
de nosotros. Que les den. Me encanta la solidaridad.
Llegamos
a la salida. Son las nueve de la noche. Nos quitamos los neoprenos. Rápidamente
y sin pensarlo mucho, antes de arrepentirme, me veo pedaleando carretera
arriba.
A
los quince minutos no se ve nada. Llevo luz trasera y delantera, pero la
delantera hoy no quiere funcionar. Voy siguiendo la línea blanca del arcén de
la carretera, pedaleando a todo lo que puedo, antes de que anochezca del todo.
Menos mal que hay poco tráfico.
Me
adelantan algunos coches. Uno de ellos se queda detrás de mi un rato. Es un
todo terreno de la Guardia Civil. Y yo, en bici, con la licra y el bañador
paquetero, pedaleando por la noche en una bici que pesa un huevo, cerca de las
diez de la noche. Menos mal que no me paran, porque, a ver que les hubiese
contado yo: “... es que he estado rescatando un buitre en un río no navegable...”
Por
fin llego al coche. Empieza a hacer frío, aunque yo he entrado en calor, con la
subidita de los cojones. Bajo a toda ostia a por Berna, que debe estar helado.
En la radio suena Marea: ”... No se nada de correr, no se nada de ascender, de
esta mierda de arcoiris, del cigarro de después, no sé, si la vida pasa en
cueros, castigao a la pared, no se nada de aguantar, no se nada de achuchar, de
ponerme de rodillas, de llorar para mamar, no se...”
Llego
al punto de encuentro, completamente de noche. No se ve absolutamente nada. Los
faros alumbran la bici de Berna, pero ni rastro de él.
De
pronto, de lo alto de una caseta se alza algo que no alcanzo a comprender lo
que es. Se mueve y brilla en la oscuridad. Refleja la luz de los faros en todas
direcciones. ¿Será algún ser otro planeta? ¿Un alienígena? ¿O tal vez una
alucinación motivada por el cansancio? No salgo de mi asombro, cuando descubro
que se trata de Berna, en pelotas, envuelto en la manta térmica plateada y
dorada del botiquín, haciendo una especie
de ritual de bienvenida al vehículo de apoyo.
Cargamos
las piraguas, la bici y todo el equipo, con el último aliento que nos queda y
nos dirigimos al pueblo más cercano, Villalba de la Sierra, a comer algo; o más
bien, a devorar.
Pedimos
urgentemente dos jarras de cerveza heladas y algo para comer. Lo más rápido,
que resulta ser una bolsa de fritos. A continuación, varios tintos de verano,
un montón de suculentas raciones, una refrescante ensalada, y los polos con
Helaína.
Son
más de las doce de la noche. Nos vamos a dormir. Nos lo hemos ganado. Hoy ni
siquiera nos peleamos por el aislante. Demasiado esfuerzo y demasiadas
emociones para un solo día.
CAPITULO
X. VUELTA A CASA.
Hoy
es Domingo, 3 de agosto de 2003. Finalizan las vacaciones. ¿Quién habrá
inventado el turismo activo? Estoy deseando que llegue al Lunes para descansar.
Mientras
recogemos todo el equipo y cargamos el coche, no paramos de recordar la
aventura vivida ayer, especialmente el rescate del buitre.
Abandonamos
el camping, e iniciamos la vuelta a casa. Agotados, pero satisfechos.
En
la radio suena Marea: “... aún no se ha hecho ni de día, y Manuela ya baldea su
patio con alegria y tararea al barrer una de Lole y Manuel, pero suena tan
quebrá, suena a ruina y a coñac, suena a ganas de llorar. Tiene en los ojos
girasoles que no saben de frases de poetas, no señor, que van sin ton ni son
cuando Manuela canta saetas... ”
[Fernan ]