CRONICA DE ALBARRACÍN - CUENCA

Viaje por la Sierra de Albarracín y alrededores de Cuenca.

Semana del 27 de Julio al 3 de Agosto de 2003

 

 

 

Esta es la crónica de las aventuras y sobre todo de las desventuras de un par de Zahoríes llamados Berna y Fernan que recorrieron la Sierra de Albarracín, en la Provincia de Teruel; y parte de la Provincia de Cuenca a lomos de sus biclicletas y surcaron sus ríos (navegables o no) con sus piraguas.

 

 

 

INDICE

CAPITULO II. MINGLANILLA.. 3

CAPITULO III. NOS VAMOS A ALBARRACÍN.. 4

CAPITULO IV. LA GRAN PÁJARA.. 5

CAPÍTULO V. NOS VAMOS A CUENCA.. 6

CAPÍTULO VI. DECEPCIÓN TRAS DECEPCIÓN.. 7

CAPÍTULO VII. ¿NO QUERÍAS AVENTURA? PUES TOMA TRES TAZAS.. 8

CAPITULO VIII. EL RESCATE. 9

CAPITULO IX. EL RETORNO.. 10

 

 

 

 

CAPITULO I. LA BANDA DEL POLLO.

 

Todo comenzó el Domingo 27 de Julio a las 12:00 de la madrugada. Buena hora para cargar el monovolumen de Berna, con la que estaba cayendo. Menos mal que dentro hay sitio para todo: 2 Piraguas, 2 bicicletas, equipo de acampada, la imprescindible mesa plegable de Domin, sacos de dormir, neoprenos, escarpines, remos, cascos... y toda la parafernalia necesaria. Después de colocar todo el equipo, incluso sobra sitio para nosotros dos.

 

Terminamos de colocar las cosas y salimos a eso de las 13:00 horas dirección Minglanilla, en Cuenca. Es un pueblo que está por la parte Sur de la Provincia de Cuenca, junto a un río (cómo no), el Cabriel  lindando con La Comunidad Autónoma Valenciana. En el coche suena “Marea”, que nos acompañará durante todo el viaje, convirtiéndose en la banda sonora oficial.  “... decía que tenía el corazón alicatao hasta el techo... que a ver si no podía hacerlo yo una cenefa a besos... pa llenar de porvenir los bolsillos del mandil...  y colgar un recuerdo de cada azulejo...”

 

        La primera parada que realizamos es para cometer una fechoría. Bueno, en realidad no es culpa nuestra..... del todo. ¿Qué culpa tendremos nosotros  de que el camarero nos cobre la mitad de las cosas? ¿Estarán de rebajas? ¿Es 2x1? Como el trato ha sido bastante desconsiderado y la espera larga, a pesar de estar vacío el local; nos callamos como putos y continuamos nuestro viaje, imaginando carteles con la foto de la banda del pollo (así nos conocen por fechorías anteriores) repartidos por toda Murcia. Se busca.... vivos o muertos.

 

        A las siete de la tarde, tras 420 Km llegamos a Minglanilla (Cuenca). Buscamos un Camping y nos instalamos en una parcela sobre una atalaya. El Camping (Complejo Turístico Venta de Contreras Hoces del Cabriel) www.hocesdelcabriel.com) es cojonudo, muy rústico, aunque da un poco de miedo ver a una niña muy blanca y muy rubia, jugando con una muñeca sin cabeza sobre un montón de arena, junto a la Casa de Postas del Siglo XVI.

 

Al lado, el bar de Valeria, mucho más reconfortante, con exquisitos helados de chocolate.

 

Después de instalarnos, damos una vuelta de reconocimiento con las bicicletas. Tanteamos a los vigilantes de Medio Ambiente para tirarnos mañana con las piraguas por el río Cabriel. Tramo escogido: Desde la Presa hasta la ola que se forma en una toma de agua. Nos dicen que el camino de acceso tiene un aforo limitado y que ya está cubierto el cupo. Mañana Lunes no tendremos problema, de modo que nos vamos a dar una vuelta en bici, por el poblado que hay junto a la presa. Como siempre, cuesta arriba. Llegamos a lo alto de la presa. Hay unas vistas impresionantes. Un lado pertenece a Cuenca y el otro a Valencia, de modo que en un ratito hemos pasado por dos Comunidades Autónomas en bici. Somos unos máquinas.

 

 

 

 

 

CAPITULO II. MINGLANILLA

 

Lunes, siete de la mañana (ni de coña. ¿estamos locos o qué? Estamos de vacaciones, así que serán las once de la madrugada, más o menos) Nos levantamos y nos vamos en busca del agua, como dos buenos zahoríes, pero antes tenemos que organizar todo el apoyo logístico: El chofer con la autocaravana con aire acondicionado nos esperará a la salida del río, con ropa seca, la toalla, el albornoz y una copa de martini.

 

Mierda, el chofer está de vacaciones, así que nos tendremos que joder y dejar las bicicletas abajo, en el último punto accesible, junto al centro de interpretación Mirasol donde están los vigilantes de Medio Ambiente.

 

Subimos con el coche hasta el Camping y allí nos echamos al agua. Intentamos acercarnos a la salida de agua de la presa, un chorro de agua impresionante; pero la fuerza de la corriente no nos deja.

 

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Seguimos aguas abajo, todo tranquilito hasta llegar al tobogán.... Un salto artificial formado por una presa de hormigón, de unos seis metros de altura. Nos acercamos con mucho cuidado (he dicho cuidado, no miedo, merluzos), hacemos unas fotos. Al fondo se ve un señor muy simpático que se ha parado a ver lo que hacemos. Estamos a punto de dejarle la cámara para que nos haga las fotos, pero al final decidimos hacerlas nosotros. Berna será el conejillo de indias. Se acerca al filo de la presa, se asoma y.... ya no hay marcha atrás... No se oye nada, de modo que parece que no se ha quebrado ningún hueso. ¿Será por el casco de capitán piolín, que da suerte?

 

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Dejo pasar un tiempo prudencial (unas tres horas) para que Berna se baje de la piragua y prepare la cámara para inmortalizar el gran momento. Después de tres horas, al final no tengo mas remedio que tirarme. El señor del fondo continúa muy interesado por el gran mundo del piragüismo, que bonito.

 

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Me asomo, no se ve nada. Sólo se oye el ruido de la cascada. De pronto, la piragua bascula y..... la leche ¡!!!, a flipar durante breves instantes. La piragua comienza a girarse. He entrado un poco girado. No encuentro el freno de mano, así que grito, que no sirve para nada, pero uno se desahoga. Berna ha inmortalizado toda la secuencia.

 

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Vamos a la orilla a comentar la experiencia y se acerca el señor simpático del fondo de las fotos, que resulta ser el guarda ríos:

 

-          Buenas tardes. A ver, la documentación. ¿Tienen Vds. permiso de navegación?

-          Pues... esto... yo... en fin... tenemos permiso de nuestros padres, del alcalde de barrio, la bendición del cura de la parroquia, y un certificado de buena conducta del juez de guardia, pero el de Ferry Marroc nos ha faltado. No sabíamos que hacía falta...

-          Ja, y yo que me lo creo. Están Vds. nominados para abandonar el río. Tarjeta roja y expulsión.

 

Bueno, pues abandonamos el río un poco más abajo, en la salida que hay tras la ola (que era el punto previsto por la organización).

 

La ola se forma en una toma de agua que hay unos metros más abajo. El nivel marca 50cm y la ola está graciosilla para surfear. Nos quedamos un rato intentando entrar en la ola, pero nos escupe. Berna se lleva un par de revolcones. Se pone un poco morado del frío y se sale un rato al sol a tomar calor como los lagartos. Yo sigo intentándolo y al final consigo entrar en la ola y surfear un poco. Es alucinante, aunque cansa bastante.

 

Nos hacemos los remolones, pero al final tenemos que salir. Nos da miedo sólo de pensar que tenemos que portear la piragua. Son treinta interminables minutos de subida hasta el Centro de Interpretación, con nuestras embarcaciones al hombro, sobre la cabeza... Nos prometemos a nosotros mismos fabricarnos un carrito de transporte para la próxima vez. (Siempre para la próxima vez, je).

 

Por fin llegamos a donde tenemos las bicis. Ya no hace ni chispa de calor. Berna sube a por el coche y baja a rescatarme. Yo mientras vigilo las piraguas y todo el equipo, tumbado en un banco, con los ojos cerrados.

 

 

 

CAPITULO III. NOS VAMOS A ALBARRACÍN

 

Nuestro destino es Albarracín, así que después de comer en el camping, desmontamos, cargamos y nos vamos hacia Albarracín, vía Utiel. Tardamos unas dos horas y media. En la radio suena Marea: “... y es que nada le da más asco que aguantar como un peñasco a que pase el invierno, que le diga que ya nos veremos... que ha vivido en un silbido, orgullosa de haber sido una llegua sin freno, desgastada de andar por el suelo... “

 

Nos instalamos en la casa de “Los pintores”, del Siglo XVI, restaurada, con doce habitaciones, salón, cocina, baño en todas las habitaciones.... De todo. Sólo un pequeño detalle: nuestro zulo sólo tiene un ventanuco de 30x30cm para asomar la nariz, por no decir otra cosa, y otro ventanuco de 30x90cm para asomar las orejas. Además, como es una buhardilla, tiene el techo bajo y hace un calor del copón, así que siempre tenemos la puerta abierta.

 

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Después de instalarnos, como aún es temprano, damos una vuelta en bici por Albarracín, con sus impresionantes cuestas.

 

Inspeccionamos el camping, el río, los bares, en fin, realizamos lo que se dice una labor de reconocimiento, aunque esto no promete mucho.

 

Al subir de vuelta a casa, con una pendiente del dos mil por ciento, por lo menos, Berna se juega el físico, haciendo interiores en todas las curvas... hasta que descubre que la calle ¡!! es de doble sentido ¡!!!! .

 

Por la noche tomamos unas cervezas y unos vinos de la tierra, con un poco de embutido de caza, cerca de la plaza del pueblo.

 

Martes. Hora de levantarse. No se que hora es. El primer día dejé el reloj en el coche y no pienso recuperarlo hasta que termine el verano.

 

El desayuno está incluido en el alojamiento. Nos imaginamos un buffet libre con zumos de toda clase, yogur, tostadas, pasteles, cereales, embutidos, mermeladas, etc. En fin, lo típico. ¿no? Pues no. Sólo pan y mantequilla ( y además escasa). Que triste.

 

Visitamos la oficina de turismo. La chica del bar nos había advertido de la “gracia” de los responsables de la oficina de turismo. Preguntamos por empresas de deportes de aventura, ríos, rutas para hacer en bicicleta.... El sapo que hay tras el mostrador nos dispensa un cutre plano y pasa olímpicamente de nosotros. Nos señala el tabón de anuncios de la puerta, sin apenas levantar la mirada. La señorita Rottenmeier que lo acompaña nos da un cutre pasquín donde viene el horario y el precio de las visitas guiadas por la ciudad, que ella amablemente, con ese encanto natural y dulzura que posee nos mostrará si permanecemos con nuestra puta boca cerrada y sin parpadear, evidentemente previo pago de los nosecuantos euros. Nos controlamos para no darle el merecido corte de mangas y nos vamos a Moscardón, donde hemos visto algo interesante (vía Internet). Suspenso para la oficina de antiturismo y desinformación de Albarracín.

 

Lo dicho, nos vamos a Moscardón. Son 48 Km. (I/V) de etapa de bicicleta por carretera. Allí contactamos con Enrique que tiene una empresa de aventura, La Aldaba (www.aldaba.arrakis.es), además del bar del pueblo y del restaurante, que no puede organizar nada para nosotros por falta de tiempo, pero que nos asesora, nos orienta un poco, nos proporciona un teléfono de contacto de otra empresa; y nos manda a la oficina de turismo de Moscardón.

 

Allí nos atiende Sara. Afortunadamente nada que ver con la oficina de Albarracín. (menos mal). Nos proporciona información de todo: rutas, lugares interesantes, sitios para comer, folletos...  de todo.

 

Se compromete incluso a hacernos un croquis para el día siguiente de una ruta en bicicleta, a buscar más información.... Un encanto.

 

Ya de vuelta hacia Albarracín hacemos un tramo por una pista que nos han explicado. Tardamos unos treinta segundos en perdernos y empezar a bajar por entre los pinos, campo a través, por una especie de cortafuegos, luego por un campo de paja, de todo, hasta que llegamos a Royuela.

 

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Comemos y repostamos agua. Berna ha pinchado. Movilizamos a todos los chavales del pueblo en busca de un parche, pero sin éxito, de modo que tenemos que poner el parche que lleva Berna desde que hizo la primera comunión, más caducado aún que los preservativos. El parche dura justo hasta llegar a Albarracín.

 

La tarde la dedicamos a hacer unas compras. Nos gastamos un dineral en el supermercado y apenas llevamos cuatro cosas. La gente del pueblo se queja de que en verano suben los precios los muy joputas para engañar a los giris, que somos nosotros. Nos hubiese salido más barato cenar fuera. Ya lo sabemos para la próxima.

 

La ruta en bici nos ha dejado hambrientos. Yo llevo un par de días un poco jodido del estómago, así que preparamos una cena sana, a base de ensalada de pasta. Lo malo es que me como aproximadamente medio kilo de ensalada y me sienta un poco mal. A partir de este momento, mi vida cambiará.

 

 

 

 

CAPITULO IV. LA GRAN PÁJARA

 

Miércoles por la mañana. Como Sara nos había prometido una ruta interesante para hacer en bicicleta, nos dirigimos de nuevo hacia Moscardón, pero esta vez en coche. En la radio suena Marea: “Estaba encerrao para no ver a nadie, abrí una rendija para oir el aire y oñí ven pa’ca cagendios, yo creí que eras tu. Aullaron los vientos con sus escandalera, no veas compadre la que hay aquí afuera, no quiero saberlo, llevároslo todo, dejadme en silencio...”

 

Allí nos explica la ruta: Moscardón – Vallecillo – Ojos del Cabriel – cascada del Molino de San Pedro.

 

Como en la cascada se forma una poza, cargamos nuestros neoprenos en la bici y nos ponemos en marcha.

 

La ruta es muy bonita, aunque yo apenas puedo disfrutar de ella. Tengo tal pájara encima que apenas puedo levantar la cabeza. Los quince kilos de pasta de anoche pasan factura...

 

Me paso todo el día dándole al cambio, pero me resulta absolutamente imposible pasar de 10Km/h. Los caracoles me adelantan y me sacan burla. Berna va esperándome todo el rato, aunque a la distancia de seguridad, y es que parece que tengo un pequeño problema en la válvula de sobrepresión del circuito neumático, y cada vez que intento realizar un esfuerzo para dar la pedalada más fuerte cuando llega una cuesta arriba, la válvula se abre, soltando aire enrarecido a presión. Que nadie se ría, que estaba muy malito. Berna, tan contento pq no lo llevo con la lengua fuera.

 

A pesar de todo, llegamos a la cascada y nos damos un baño. El sitio es alucinante, aunque el agua está congelada, aún con neopreno. Damos unos pequeños saltos, unas fotos, la siesta reglamentaria.... y de vuelta.

 

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Esta vez vía carretera, pasando por Masegoso, Toril, puerto Terriente, el merendero y el camping Messeger. Continúo con los problemas en el circuito neumático, pero consigo llegar, no sé cómo hasta Moscardón, con su puta cuesta final de 4Km. Hemos recorrido en total 42 Km.

 

 

 

CAPÍTULO V. NOS VAMOS A CUENCA

 

Se nos agotan las posibilidades en Albarracín, de modo que decidimos abandonar la casa e irnos hacia Cuenca, en busca de agua. Las piraguas se están resecando y eso no podemos permitirlo. Hoy es Jueves y nos quedan pocos días de vacaciones.

 

Son unos 100Km de viaje que hacemos en unas dos horas por una carretera de montaña, con muchas curvas, pero con unos paisajes y unas sierras acojonantes. Una auténtica maravilla, sobre todo a partir de Tramacastilla.

 

Hemos contactado con Fran, de Cuencaventura y habíamos apalabrado un barranco para esta mañana, pero surge un problema y tenemos que posponerlo hasta esta tarde a las 16:30, de modo que decidimos hacer una “pequeña” ruta en bici para pasar el rato.

 

-          No nos iremos muy lejos pq tenemos que estar temprano en Villalba de la Sierra ¿verdad?

-          Pues claro. Un paseo light, no te preocupes.

 

Dejamos la flagoneta en Las Majadas, ese pueblecito que hay encima de Villalba de la Sierra  y desde allí haremos un sendero circular, perfectamente señalizado.

 

Perfectamente señalizado, hasta que una vez más.... ¿qué pasó? Pues lo inevitable, que nos perdemos. Ya nos parecía sospechoso que un sendero circular sea siempre de bajada. Lo que siempre habíamos soñado ¡!!  Por fin un sendero perfecto. Circular y siempre de bajada.

 

Lo raro es que la suave pendiente del 10% aprox. que habíamos visto en el perfil no coincidía exactamente con la trialera del 40% que no parábamos de bajar, con los frenos pillados, los pies en el suelo, clavando hasta las uñas de los pies en el suelo.

 

El perfil que indicaba el plano era bastante suave, pero para mí, que las trialeras que estamos bajando tienen una pendiente algo superior.... Menos mal que es de bajada.

 

El “sendero” se convierte en pista un poco más adelante y seguimos bajando a velocidades de vértigo. El paisaje es impresionante y la ruta una maravilla.

 

Al final llegamos a un pueblo llamada Uña (el Sábado volveremos de nuevo por aquí). Estamos a 15Km de Villalba de la Sierra, donde nos espera Fran para hacer el barranco; y a 30Km de Las Majadas donde tenemos el coche. Evidentemente todo hacia arriba. Una subida del carajo.

 

Berna propone hacer dedo para subir a por el coche. A los quince minutos desiste, de modo que le echamos un par de huevos y tiramos para arriba, hacia Villalba de la Sierra. Son las dos de la tarde y cae un sol de justicia. Sin pensarlo demasiado iniciamos el ascenso. El sudor cae a chorros y casi hace patinar la rueda trasera. La lengua la llevo tan fuera que a veces se me enreda en la rueda delantera.

 

Llegamos con media hora de margen, así que nos da tiempo a comernos un bocata y todo antes de meternos en el barranco.

 

Llegamos  a la macro nave de Cuenca aventura (www.cuencaventura.com) allí nos esperan Fran y Toro, junto con otro colega, una pareja que no puede hacer piragüismo y a cambio le ofrecen el barranco; y otra pareja de Madrid, Paco y Esther, adictos a todo lo que tenga que ver con el agua. Allí nos proporcionan el equipo (neopreno y escarpines). A pesar de ser un barranco muy acuático no se necesitan cuerdas ni arneses. Se trata del río Júcar, a su paso por Villalba de la Sierra. El caudal está regulado por el embalse de La Toba, encima de Uña.

 

Nos llevan en coche hasta la presa. Allí se inicia un sendero, que recorremos a pie en unos treinta minutos, que atraviesa tres túneles junto a una tubería de agua y que nos llevará al inicio del tramo del barranco que haremos.

 

Es un tramo muy bonito pero muy horizontal. De hecho, se trata de un tramo navegable. Tiene algún tobogán y pequeños saltos. Lo más interesante es un salto opcional de unos ocho metros. (Me tiro tres veces). El tramo es bonito, pero bastante light.

 

Nosotros no paramos de pensar en los 15 Km. que nos quedan aún de subida en bici hasta Las Majadas, después del tute que llevamos encima. Menos mal que Fran y sus colegas se apiadan de nosotros y nos suben en coche. Allí les invitamos a unas cervezas y bajamos a por nuestras bicis.

 

Aún no tenemos alojamiento. Cargamos las bicis y nos vamos a toda pastilla al Camping Caravaning Cuenca, en la carretera de Valdecabras, a quince minutos de Cuenca, aunque muy escondido y muy mal señalizado. Como siempre, nos perdemos. Llegamos a Cuenca y tenemos que dar la vuelta. El Camping es enorme; una auténtica ciudad. (No admiten tarjetas de crédito y no advierten de ello hasta que vas a pagar y te llevas el chasco. El cajero mas cercano... en Cuenca.)

 

Bien, pues nos instalamos en el Camping, muy grande, muy verde y muy bien cuidado; aunque yo, personalmente, prefiero el cutre Camping de Minglanilla, con ambiente familiar y papel higiénico en los aseos.

 

Después de instalarnos nos vamos a Cuenca a cenar. Fran, de Cuencaventura nos ha recomendado un garito alternativo para tomar cervezas y unas tapas de jamón. Buscamos el sitio (no recuerdo cómo se llama) y allí nos encontramos con Fran, Toro y otros colegas jugando a las cartas y bebiendo enormes jarras de cerveza. Fran nos invita a unas jarras, y nos acompaña a tomar unos bocatas. (Gracias por todo). Después nos quedamos Berna y yo, vagando por las calles de Cuenca, tomándonos algún Nestea que otro. Yo no puedo evitar comprar gominolas cada vez que paso por la puerta de una tienda de chucherías. Durante estos días he agotado mis reservas de azúcares y necesito reponerlas.

 

Estamos muy cansados y decidimos irnos pronto, de modo que cogemos el coche y nos vamos de nuevo al camping. Suena Marea: “... dejadme que os cuente mi cuento de herida y caricias, mi historia de nadie, mi nana del hambre, todas mis mentiras... “

 

A los dos minutos de salir ya nos hemos perdido. El puto camping no está indicado y nos metemos por una carretera que nos lleva hasta la Ciudad Encantada, donde tenemos que dar la vuelta para volver a coger la carretera de Villalba hacia Cuenca. Total: 50Km y más de una hora de viaje. Que sueño... Nos peleamos por el aislante, a ver a quien le toca hoy. Sólo tenemos uno.

 

 

 

 

CAPÍTULO VI. DECEPCIÓN TRAS DECEPCIÓN

 

Hoy es Viernes y ya tenemos “mono”  de agua. Fran nos ha hablado del Canal de Cuenca. Algo parecido al canal de Granada, con porterías y demás donde la gente entrena. Decidimos ir allí a pasar la mañana y ver si vemos a alguien más que haga piragüismo. Inspeccionamos la zona: Parece que tiene poco agua, no hay ni un alma y el río pasa un poco sucio. A pesar de todo, nos ataviamos con todo el equipo y nos metemos en el canal.

 

Casi nos deshidratamos del calor que hace. No hay ni gota de agua. La justa para que las piraguas apenas se desplacen a 0,5Km/hora, atrancándose incluso de vez en cuando. Además huele fatal. Que decepción. Nos quedamos completamente desmoralizados y perdidos. ¿Hemos transportado nuestras embarcaciones y todo el equipo durante 600Km para nada? ¿No vamos a ser capaces de navegar?....

 

A la salida del canal vemos a un chaval en bicicleta consultando un plano. Nos acercamos para preguntarle si conoce alguna ruta interesante para hacer en bici. Resulta que él tampoco es de la zona y le ha pasado algo parecido a lo que nos ocurrió a nosotros el otro día. Empezó a bajar y a bajar, fuera de caminos y de pistas hasta aparecer en Cuenca. Por lo tanto, tampoco es la persona más indicada para explicarnos rutas en bicicleta.

 

Por la tarde decidimos hacer el barranco en piragua. Después de estudiar la logística de entrada y salida del barranco y el apoyo de vehículos, optamos por dejar las bicicletas en la salida; en la central hidroeléctrica y subir en coche unos 4Km por carretera donde hay una pista señalizada que conduce al punto de salida del barranco. El tramo está muy mal para hacerlo en coche, de modo que el último tramo lo hacemos porteando las piraguas.

 

Llegamos al agua.... por fin.... ¡!! Las piraguas se mueven... ¡!! El entorno es muy bonito, aunque el caudal es mas bien escaso y bastante light. Unos pequeños rápidos... Unos pequeños trenes de olas, que te llevan hacia una pared donde yo tengo que poner las manos para no arañarme y donde Berna vuelca, aunque esquimotea sin más, una pequeña cascada, una pequeña ola.... y se acabó.

 

Duración total de la actividad: Preparativos y retorno: 3 horas. Navegación: 20 min.

 

Nos quedamos un rato jugando con la ola del final, remontando hasta la  pequeña cascada. La cascada tiene dos metros escasos, pero tiene tan poco caudal que quedan todas las rocas al descubierto.

 

Por la noche, nos vamos de nuevo a Cuenca. Nos tomamos un plato de pasta con unos tintos de verano, vagamos por la zona de botellón comiendo gominolas, nos tomamos un par de Nesteas y.... a casa. Esta vez por el camino directo.

 

Yo estoy completamente desmoralizado. Mi estómago aún se queja un poco y yo no paro de castigarlo con chucherías y helados, pero no puedo evitarlo. Aún no está demostrado científicamente, pero creo que los helados contienen Helaína o algo así que crea adicción.

 

 

 

 

CAPÍTULO VII. ¿NO QUERÍAS AVENTURA? PUES TOMA TRES TAZAS

 

Amanece en el macro camping. Estamos rodeados de Madrileños que ponen música de OT. Contraatacamos con la consabida Marea: “... Después de pasar la noche en tu agujero, salgo del portal y to me importa un huevo, empiezo a escuchar un avispero y me vuelvo contigo y lo veo a colores, mi lápiz entiende de sucios sabores, y una sábana chorreando, me da por pintar...”

 

Hoy es Sábado. Último día de vacaciones. Berna no se resigna a guardar las piraguas. Consulta el plano, busca otro punto de entrada al río, prepara la logística, y... ya está. Haremos el mismo tramo, pero esta vez empezaremos un poco más arriba. En el plano parece que hay un punto donde se juntan la carretera y el río.

 

Desayunamos y nos ponemos en marcha. Volvemos a dejar las bicis en la salida, junto a la central hidroeléctrica. Cogemos el coche y empezamos a subir, y a subir... Llegamos al punto que habíamos visto en el plano. Efectivamente la carretera pasa cerca del río. Sólo hay un pequeño detalle: nuestro plano no tiene curvas de nivel y resulta que la carretera está a unos doscientos metros de altitud sobre el río. Pero no nos vamos a rendir por este pequeño contratiempo. Continuamos carretera arriba. Ya encontraremos otro punto para entrar. Llevamos 15 Km. Estamos en Uña. Un poco antes de entrar al pueblo hay un puente que cruza sobre el río. Lo inspeccionamos, pero está lleno de zarzas y de vegetación.

 

Descubrimos que al lado, en un tramo de la carretera antigua, se divisa una pequeña laguna. La carretera queda bastante más elevada, pero decidimos bajar.

Preparamos nuestro equipo, dejamos el coche a la sombra, e iniciamos la aproximación al río. Son las doce del mediodía.

 

Al principio hay algo parecido a un camino, que inmediatamente desaparece. Al principio arrastramos nuestras embarcaciones ladera abajo. Nosotros vamos delante, las piraguas detrás. Pronto la cosa cambia. La pendiente se hace mayor y entonces, las piraguas nos adelantan y nosotros nos afanamos por frenarlas; aunque en ocasiones tenemos que soltarlas para evitar que nos arrastren. La de Berna coge una velocidad de vértigo hasta que se queda empotrada en unos matorrales, ya cerca de la laguna. Le cuesta horrores sacarla, pero al final lo consigue.

 

Hemos llegado a la laguna. Estamos sudando a mares, pero por fin estamos en el agua. Rápidamente nos subimos en la piragua e iniciamos la marcha..... Es la una del mediodía.

 

Buscamos la salida de la laguna y... vaya... hay una pequeñas ramitas que la taponan. No pasa nada, las apartamos un poco con el remo y continuamos. Avanzamos unos metros y de nuevo otras ramitas... las apartamos un poco con el remo y continuamos... hasta las próximas ramitas, esta vez acompañadas de unos bonitos pinchos.... No pasa nada, las apartamos y continuamos.... más ramas, más pinchos, y más ramas y más pinchos... y de agua... mas bien poca.

 

Las piraguas se quedan atrancadas cada pocos metros. Y yo con el chaleco salvavidas, que iluso. Apenas hay veinte centímetros de agua. La más diminuta piedra hace que la piragua se atranque. A golpe de remo apoyado en el suelo, o bien a base de impulsos con los abdominales vamos avanzando, o más bien agonizando hasta las próximas ramas o las próximas zarzas.

 

Muchos tramos tenemos que hacerlos andando, arrastrando la embarcación, debido a la escasez de agua. Me temo que nos hemos metido en un tramo no navegable.

 

 

 

 

CAPITULO VIII. EL RESCATE

 

Cuando ya empiezan a flaquear las fuerzas, el barranco se encañona un poco. Milagro ¡!!  un tramo navegable. Berna se adelanta un poco y se detiene observando algo que hay en el agua junto a una de las impresionantes paredes del cañón. ¿Qué será? De lejos se ve un bulto grande color marrón.

 

De pronto, el bulto se mueve, y aparece un enorme cuello, rodeado de plumas y con un pico inmenso. Se trata de un buitre leonado. Nos quedamos alucinados. Está posado sobre una diminuta plataforma, con las patas y parte de las alas sumergidas en el agua. A saber el tiempo que llevará aquí. El agua está bastante fría y desde esta pequeña plataforma no puede iniciar el vuelo. Además, está en el lado de sombra.

 

Los intrépidos zahoríes inician el rescate. El plan es el siguiente: Lo llevamos a la otra orilla, al sol y en una ladera desde donde podrá iniciar el vuelo.

 

El plan es perfecto. Sólo queda una cosa: Convencer al buitre de que somos amigos y de que debe marcharse a la otra orilla.

 

Nos acercamos sigilosamente para no asustarlo, aunque no sabemos quien tendrá mas miedo, el buitre o nosotros.

 

Ya de cerca, observamos el ,enorme pico curvado y las lindas patitas que tiene bajo el agua, con unas uñas del tamaño de un remo.

 

Berna, “el hombre que susurraba a los buitres”  se atreve incluso a acariciarlo, como si se tratara de un perrito y le dice cosas bonitas al oído para calmarlo.  Intenta convencerlo para que se pose en su remo, pero al buitre no le parece buena idea. Vamos tomando confianza y le acercamos la proa de nuestras piraguas, pero el rojo chillón de nuestras embarcaciones no es lo más apropiado para invitarle a subir, de modo que Berna se las ingenia para acoplar una rama en su piragua y acercarle el apoyo... sin éxito.

 

Cuando ya estamos apunto de abandonar, en un ataque de locura, motivado seguramente por el exceso de calor y el agotamiento físico, decido bajarme de mi embarcación. Me coloco una mochila vacía a modo de guante que llega hasta el sobaco, y el cubrebañeras sobre la cabeza, de tal manera que el tubo de la cintura me protege la cara. Berna dice que parezco Keny, el de South Park, con el traje de soldador. Me acerco nadando, apoyado en mi piragua al buitre. Me mira con cara rara, lo cojo de una pata e intento colocarlo sobre mi piragua, pero... como no doy pie, me desestabilizo, empiezo a hundirme... el buitre empieza a cabrearse y a batir las alas...  y en ese momento, Berna pasaba por allí... y le encasqueté el buitre en la proa de su piragua.

 

El bicho empieza a resbalarse, a batir las alas, y hacer ruidos extraños. Berna mira con incredulidad lo que está pasando en su embarcación. Tras unos instantes de tensión, el buitre se calma y se estabiliza. Berna comienza a remar hacia la otra orilla, con UN BUITRE EN LA PROA DE SU PIRAGUA. Me recuerda a “Paseando a Miss Buitry”.

 

Llegan a la otra orilla. No se quien de los tres está mas flipado. Acabó el viaje, pero parece que al bicho le ha gustado y no hace por bajarse. Berna le invita amablemente a abandonar la embarcación con un pequeño empujón, que parece que no le sienta nada bien. Empieza a batir las alas y nos damos cuenta de que tiene unos dos metros de envergadura, a sacar pescuezo y a emitir graznidos como loco. Berna le imita, estirando el cuello hacia atrás, como jamás hubiese imaginado. Ni la niña del exorcista sería capaz de sacar tanto cuello. Parece “Bailando con Buitres” . Emite una serie de gritos y graznidos similares de los del buitre. En fin, son unos momentos de histeria indescriptibles.

 

Con la piragua casi volcada, y tras un par de “invitaciones” por parte de Berna para que se bajase, llego nadando, me subo a tierra firme, y ya sin el disfraz de soldador; en un momento en el que pliega las alas, aprovecho para cogerlo y desalojarlo definitivamente.

 

Se queda por fin en tierra firme. Abre las alas y las sacude al sol. Nos quedamos un rato observando, en silencio, aún sin creernos lo que nos ha pasado, y lamentándonos de no llevar encima una cámara.

 

 

 

 

CAPITULO IX. EL RETORNO

 

Continuamos la travesía. Durante unos metros, el río continúa siendo navegable, pero, para nuestra desgracia, dura poco. De nuevo nos encontramos con tramos con muy poco caudal, donde se atrancan las embarcaciones, tenemos ramas para hartarnos y pinchos por un tubo.

 

Como contrapartida, el lugar es muy bonito. Hemos visto ciervos y jabalíes que bajan a beber agua.

 

Estamos agotados. Llevamos muchas horas dentro del río y no se ven puntos de escape. Empezamos  a dudar sobre si no nos habremos metido en otro afluente y no llegaremos nunca a donde tenemos las bicis. De cualquier forma, la única opción posible es continuar río abajo. Antes o después llegaremos a algún sitio civilizado.

 

Ya son las ocho de la tarde. Empieza a atardecer. No llevamos comida. Sólo una manta térmica en el botiquín. No decimos nada, pero los dos empezamos a buscar un sitio para pasar la noche... por si acaso.

 

Continuamos andando sobre el agua, apartando ramas y avanzando en una lenta agonía, buscando zonas con apenas treinta centímetros de profundidad para poder navegar.

 

Un poco más tarde, el agua se vuelve bastante más fría. Aumenta el caudal. ¡!Bien ¡!! Una fuente se incorpora al río. Y otra...  y otra... ¡!!  Aumenta el caudal. Esto ya es otra cosa.

 

De pronto, una cascada de unos tres metros. Yo voy delante. Me acerco para inspeccionar. Me agarro a una roca y me asomo. Joder, impresiona. De pronto, el agua empieza a absorber mi embarcación. Como estoy agotado, apenas puedo remar hacia atrás. Veo que es inevitable, de modo que decido intentar estabilizar la piragua y lanzarme. Berna que viene detrás y ve lo que ocurre se anticipa y se lanza directamente. Su embarcación se clava completamente, rebota y se aparta como puede. En ese instante llego yo. Igualmente clavo toda la piragua y reboto. Salimos los dos con una completamente alucinados. Guauuuu, que pasada. Observamos la cascada desde abajo. Impresionante.

 

Continuamos el  descenso. A los pocos metros pasamos por el punto de partida del día anterior. Por fin hemos llegado a la zona navegable. Ya sabemos que nos queda media hora escasa hasta el punto de salida. Esto nos anima, pues ya son las ocho y media de la tarde y está a punto de oscurecer.

 

Bajamos rápidamente, agotados, sin saborear esas pequeñas cascadas, esos pequeños rápidos..., solamente pensando que por fin llegaremos a la salida, pero que nuestro coche se encuentra 15 Km. más arriba.

 

Cuando estamos llegando nos encontramos con un grupo de barranquistas, a los que comentamos nuestra situación. Ellos tienen el coche justo a la salida del barranco, pero no tienen que subir para nada, de modo que pasan olímpicamente de nosotros. Que les den. Me encanta la solidaridad.

 

Llegamos a la salida. Son las nueve de la noche. Nos quitamos los neoprenos. Rápidamente y sin pensarlo mucho, antes de arrepentirme, me veo pedaleando carretera arriba.

 

A los quince minutos no se ve nada. Llevo luz trasera y delantera, pero la delantera hoy no quiere funcionar. Voy siguiendo la línea blanca del arcén de la carretera, pedaleando a todo lo que puedo, antes de que anochezca del todo. Menos mal que hay poco tráfico.

 

Me adelantan algunos coches. Uno de ellos se queda detrás de mi un rato. Es un todo terreno de la Guardia Civil. Y yo, en bici, con la licra y el bañador paquetero, pedaleando por la noche en una bici que pesa un huevo, cerca de las diez de la noche. Menos mal que no me paran, porque, a ver que les hubiese contado yo: “... es que he estado rescatando un buitre en un río no navegable...”

 

Por fin llego al coche. Empieza a hacer frío, aunque yo he entrado en calor, con la subidita de los cojones. Bajo a toda ostia a por Berna, que debe estar helado. En la radio suena Marea: ”... No se nada de correr, no se nada de ascender, de esta mierda de arcoiris, del cigarro de después, no sé, si la vida pasa en cueros, castigao a la pared, no se nada de aguantar, no se nada de achuchar, de ponerme de rodillas, de llorar para mamar, no se...”

 

Llego al punto de encuentro, completamente de noche. No se ve absolutamente nada. Los faros alumbran la bici de Berna, pero ni rastro de él.

 

De pronto, de lo alto de una caseta se alza algo que no alcanzo a comprender lo que es. Se mueve y brilla en la oscuridad. Refleja la luz de los faros en todas direcciones. ¿Será algún ser otro planeta? ¿Un alienígena? ¿O tal vez una alucinación motivada por el cansancio? No salgo de mi asombro, cuando descubro que se trata de Berna, en pelotas, envuelto en la manta térmica plateada y dorada del botiquín, haciendo  una especie de ritual de bienvenida al vehículo de apoyo.

 

Cargamos las piraguas, la bici y todo el equipo, con el último aliento que nos queda y nos dirigimos al pueblo más cercano, Villalba de la Sierra, a comer algo; o más bien, a devorar.

 

Pedimos urgentemente dos jarras de cerveza heladas y algo para comer. Lo más rápido, que resulta ser una bolsa de fritos. A continuación, varios tintos de verano, un montón de suculentas raciones, una refrescante ensalada, y los polos con Helaína.

 

Son más de las doce de la noche. Nos vamos a dormir. Nos lo hemos ganado. Hoy ni siquiera nos peleamos por el aislante. Demasiado esfuerzo y demasiadas emociones para un solo día.

 

 

 

 

CAPITULO X. VUELTA A CASA.

 

Hoy es Domingo, 3 de agosto de 2003. Finalizan las vacaciones. ¿Quién habrá inventado el turismo activo? Estoy deseando que llegue al Lunes para descansar.

Mientras recogemos todo el equipo y cargamos el coche, no paramos de recordar la aventura vivida ayer, especialmente el rescate del buitre.

 

Abandonamos el camping, e iniciamos la vuelta a casa. Agotados, pero satisfechos.

 

En la radio suena Marea: “... aún no se ha hecho ni de día, y Manuela ya baldea su patio con alegria y tararea al barrer una de Lole y Manuel, pero suena tan quebrá, suena a ruina y a coñac, suena a ganas de llorar. Tiene en los ojos girasoles que no saben de frases de poetas, no señor, que van sin ton ni son cuando Manuela canta saetas... ”

 

 

 

[Fernan ]