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CORO.

Estrofa 1
¡Así has entregado a los aqueos, Zeus, tu templo de llión, tu altar humeante, la llama del pélano[48], el humo de la mirra que asciende hasta el éter, y la sagrada Pérgamo y los valles del Ida—¡del Ida!—, criadores de hiedra, regados por la nieve convertida en ríos, límite tocado primero por el sol,

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divina morada que resplandece toda.
Antistrofa l.
Se acabaron tus sacrificios, y de los coros los santos sonidos y en la oscuridad las fiestas nocturnas de los dioses, y las estatuas de oro y madera, y de los frigios las divinas lunas[49], doce en total. Quiero, soberano, quiero conocer si te percatas de ello al ascender a tu trono celeste y al éter de esta ciudad desventurada

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a la que ha destruido el ímpetu abrasador del fuego.
Estrofa 2.
Oh amado esposo mío, tu cadáver anda errante sin tumba, sin agua lustral, y a mí la marina nave al impulso de sus alas me transportará a Argos, criadora de caballos, donde muros de piedra ciclópeos hasta el cielo se elevan y una muchedumbre de hijos a las puertas

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lloran colgados del cuello de sus madres. Y gritan, y gritan: «Oh madre—¡ay de mí!—, sola a mi los aqueos me llevan lejos de tu vista sobre azul oscura nave, con remos que se hunden en la mar, a la sagrada Salamina o a la cumbre del Istmo que domina dos mares, donde la sede de Pélope[50] tiene su entrada.

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Antistrofa 2.
¡Ojalá, cuando la nave de Menelao atraviese et centro del ponto, el fuego sagrado del rayo brillante, lanzado con ambas manos, caiga en medio de los remos a la hora en que me sacan llorando de mi tierra Ilión —como sierva de Grecia—y espejos de oro—delicias de las muchachas— están en manos de Helena, la hija de Zeus!

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¡Que nunca arribe a la tierra Laconia, ni al tálamo de su hogar paterno ni a la ciudad de Pitana y su diosa de puertas de bronce[51]!. Pues ha cobrado para la gran Hélade la vergüenza de un triste matrimonio y sufrimientos tristes para las corrientes del Simoeis. (Entra Taltibio con el cadáver de Astianacte sobre el escudo de Héctor.)
CORIFEO.-
¡AY, ay! Nuevas calamidades para el país se suceden sin cesar unas a otras. ¡Mirad aquí,  tristes esposas de tos troyanos,

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a Astianacte muerto, amargo despojo arrojado de los muros a quien traen los dánuos, sus asesinos!

[48] Ofrenda que podía ser sólida (un pastelillo de harina) o liquida (puré a base de cebada y trigo).

[49] Se refiere a las fiestas celebradas por los frigios cada plenilunio.

[50] El Peloponeso

[51] Atenea tenía en Pitana, barrio de Esparta, un templo de bronce (cf. Helena 228, donde esta diosa recibe el epíteto de chalktoikos «la del templo de bronce»).