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(Aparece Andrómaca,
con su hijo, en un carro que lleva las armas de Héctor.) |
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Astianacte,
cachorro de Héctor, acompaña el bogar[25]
de sus s;. pechos. ¿A dónde te llevan a lomos de carro, mujer
infortunada, sentada sobre las armas broncíneas de Héctor y los despojos
tomados a los frigios con la lanza, con los que el hijo de Aquiles
adornará los templos de Ptía? |
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HÉC.- ¡Oh Zeus!
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AND.- ...
baluarte de tu esposa... |
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junto a la
diosa Palas están tendidos para que el buitre los lleve. El yugo de la
esclavitud ha alcanzado Troya. |
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AND.- ¡Oh madre de
mi marido que un día perdió a tantos. argivos con su lanza! ¿Ves esto?
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HÉC.- Éstos ya no
tienen medida ni número. s Un mal viene a competir con otro mal. |
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AND.- Murió como
murió; pero, con todo, su muerte es más afortunada que mi vida. |
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se aleja con el alma de su anterior felicidad. En cambio Políxena está muerta y no conoce ninguno de sus propios males como quien no contempla la luz. Yo que me propuse como objetivo una gran reputación, después de obtener una parte mayor de la normal, perdí la suerte que había conseguido. Cuantas virtudes se han descubierto propias de las mujeres, todas las he practicado en casa de Héctor. En primer lugar, abandoné el deseo de no quedarme en casa, lo cual —haya o no haya motivo de reproche para las mujeres— arrastra por sí solo mala fama. |
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No permitía a las mujeres dentro del palacio palabras altaneras. Me bastaba con tener en mí misma un maestro honesto, la inteligencia. A mi esposo siempre le ofrecía una lengua silenciosa y un aspecto sereno. Conocía aquello en lo que tenía. que prevalecer sobre mi marido y sabía concederle la victoria en lo que debía. La fama de esto llegó al campamento de los aqueos y es lo que me ha perdido. Pues apenas fui capturada el hijo de Aquiles quiso tomarme por esposa. |
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Y voy a ser esclava en casa de nuestros asesinos. Si rechazo la querida imagen de Héctor y abro las puertas de mi corazón al esposo actual, pareceré malvada para con el muerto. Y si, por el contrario, me muestro despectiva con éste, me haré odiosa a mis propios señores. Dicen que una sola noche hace ceder la aversión de una mujer hacia el lecho de un hombre; yo escupo; aquella que rechaza con una nueva unión a su antiguo esposo y ama a otro. Ni siquiera una potra que es separada de su compañero lleva con facilidad el yugo. |
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Y eso que los animales son mudos, carecen de inteligencia y son inferiores por naturaleza. ¡Oh querido Héctor, como marido me bastabas en inteligencia, cuna y riqueza, y por grande te tenia en valor! Tú me tomaste pura de casa de mi padre y fuiste el primero en unirte a mi lecho de virgen. Ahora tú estás muerto y yo navego como prisionera hacia el yugo de esclava en Grecia. ¡Ah Hécuba! ¿Es que la muerte de Polixena, a quien tú lloras, |
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no es inferior a
mis males? A mí no me queda ni la esperanza, cosa que tienen todos los
mortales, ni acaricio la ilusión de que voy a experimentar algún bien. Y
hasta el imaginarlo es agradable. |
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Y uno acude junto al timón, otro a las velas, otro achica agua de la nave. Pero cuando el ponto, todo revuelto, se les echa encima, ceden al destino y se entregan al movimiento de las olas. Así yo, que tengo calamidades sin cuento, me he quedado sin voz y abandonándome renuncio a hablar[31]; pues me ha abatido funesta tempestad de los dioses. Conque hija, olvida la suerte de Héctor; tus lágrimas no van a salvarlo. Honra a tu actual esposo, muéstrale el agradable atractivo de tu carácter; |
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que si lo haces,
darás consuelo a todos los tuyos y podrás criar a este hijo de mi hijo
para mayor beneficio de Troya, a fin de que los descendientes que te
nazcan —si un día te nacen— puedan volver a habitar Troya y ésta vuelva
a ser una ciudad. Mas,. una palabra sigue a otra. (Aparece Taltibio.)
¿No estoy viendo venir de nuevo a este servidor de los aqueos, mensajero
de una decisión nueva? |
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no me odies, pues
no traigo noticias por propia iniciativa. Mi mensaje es de los dánaos y
pelópidas. |
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AND.- ¡Ay de mí!,
esta desgracia que oigo es mayor que la de mi boda. |
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han perecido tu ciudad y tu esposo; tú estás dominada y nosotros somos capaces de luchar contra una sola mujer. Por ello no quiero que acudas a la lucha ni que hagas nada indigno ni irritante, ni siquiera que lances maldiciones contra los aqueos. Si dices algo que enoje al ejército, tu hijo no tendrá tumba ni funeral. En cambio, si te callas y llevas bien tu suerte, no dejarás su cadáver sin enterrar y tú misma tendrás a los aqueos mejor dispuestos. |
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AND.- Amadísimo hijo, oh hijo amado en exceso, vas a morir a manos de nuestros enemigos dejando en el desconsuelo a tu madre. Te va a matar la nobleza de tu padre. Ella fue salvación de muchos, mas a ti te llega a deshora su excelencia. ¡Oh lecho mío y malhadadas nupcias por las que vine un día al palacio de Héctor! No traía intención de parir a mi hijo para víctima de los dánaos, sino para soberano de la fecunda Asia. ¡Hijo mío! ¿Lloras? ¿Barruntas tu desgracia? |
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¿Por qué te aferras a mis brazos y te ases de mi peplo como un pajarilla que se cobija en mis alas? No vendrá Héctor con su ilustre lanza, no saldrá de bajo tierra para traerte la salvación, ni los parientes de tu padre ni la fuerza de los frigios. Caerás contra tu cuello en salto lamentable—sin que nadie te llore—y quebrarás tu respiración. ¡Oh jóvenes brazos tan queridos de tu madre, oh dulce olor de tu cuerpo! En vano te crió este pecho entre tus pañales, |
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en vano me esforcé y encanecí en vano. Abraza ahora a tu madre —nunca lo volverás a hacer—, recuéstate contra ella, entrelaza mi espalda con tus brazos y acércame tu boca. ¡Oh griegos, inventores de suplicios bárbaros! ¿Por qué matáis a este niño que de nada es culpable? Oh brote de Tindáreo[32], nunca has sido hija de Zeus. Afirmo que has nacido de numerosos padres: de Alástor[33] primero, después de Envidia, de Asesinato, de Muerte y de cuantos males produce la tierra. |
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A voces afirmo que Zeus nunca te engendró, ruina de muchos bárbaros y griegos. ¡Así te mueras! Con tus hermosos ojos has perdido vergonzosamente las ilustres llanuras de los frigios. Vamos, lleváoslo, tiradlo si lo habéis decidido. Repartíos sus carnes. Si la perdición nos viene de los dioses, es imposible apartar de mi hijo la muerte. ¡Velad mi desdichado cuerpo y arrojadme a la nave. ¡Hermoso es el himeneo al que marcho ahora que he perdido a mi hijo! (Taltibio toma a Astianacte. El carro se aleja con Andrómaca.) |
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CORIFEO.- Paciente
Troya, ¡a cuántos has perdí por una sola mujer y su odioso lecho! |
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HÉC.- Hijo, oh hijo de mi pobre hijo, de tu vida privadas nos vemos injustamente tu madre y yo ¿Qué me pasa? ¿Qué haré por ti, desdichado? 1 ofrezco estos gatpes de cabeca, estos golpes de pech Estos son mi única posesión. ¡Ay, mi ciudad! ¡Ay c ti! ¿Qué no tenemos? ¿Qué nos falta para en ruina perecer con muerte total? |
[25] I. e. el movimiento rl tmico de palpitación.
[26] Sc. Paris. Nueva alusión al Alejandro que da trabazón a la trilogía
[27] Falta un verso detrás del 604, como se ve por la responsión.
[28] Sc. se refiere a Agamenón. Ayax, el hijo de Oileo (no el de Telamón), era prototipo de hybris por haber arrastrado a Casandra del templo de Palas (cf. v. 70).
[29] Lit. “otra vez ¡ay!”.
[30] Si no es una glosa al verso anterior, como piensa Wecklein, es la única forma de entender esta frase que gramaticalmente es desconcertante.
[31] Lit. “dejo mi boca en paz”.
[32] Imprecación a Helena.
[33] Demón vengador (lit. “implacable” o “ciego”).