(Aparece Andrómaca, con su hijo, en un carro que lleva las armas de Héctor.)
CORIFEO.- (A Hécuba.)
Hécuba, ¿no ves aquí a Andrómaca transportada en carro extranjero?

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Astianacte, cachorro de Héctor, acompaña el bogar[25] de sus s;. pechos. ¿A dónde te llevan a lomos de carro, mujer infortunada, sentada sobre las armas broncíneas de Héctor y los despojos tomados a los frigios con la lanza, con los que el hijo de Aquiles adornará los templos de Ptía?
ANDRÓMACA.- Dueños aqueos me llevan.
HÉC.- ¡Ay de mí!
AND.- ¿Por qué cantas este peán mío?
HÉC.- ¡Ay, ay!
AND.-
....¿Por estos sufrimientos...

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HÉC.- ¡Oh Zeus!
AND.- ...y por mi infortunio?
HÉC.- ¡Hijos!
AND.- ¡Un día lo fuimos!
HÉC.- ¡Adiós a mi felicidad, adiós a Troya!
AND.- ¡Pobre anciana!
HÉC.- ¡Adiós a mis hermosos hijos!
AND.- ¡Ay, ay!
HÉC.- ¡Ay de mis... ¡
AND.- ... males!
HÉC.- ¡Lamentable destino...
AND.- ... de la ciudad...
HÉC.- ... que arde!
AND.- ¡Ven a mi esposo mío!...
HÉC.- ¡
Llamas a mi hijo que está en Hades, desdichada!

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AND.- ... baluarte de tu esposa...
HÉC.- ¡Y tú, infamia de los aqueos, dueño de mis hijos, anciano Príamo, acompáñame al Hades!
AND.- Oh, esta gran añoranza que siento...
HÉC.- ¡Desgraciada, así es el dolor que sufrimos!
AND.- ... por mi ciudad perdida...
HÉC.- ¡El dolor se amontona sobre el dolor!
AND.- ...
por premeditacion de los dioses, cuando escapó de la muerte tu hijo[26], el que por su odioso matrimonio ha perdido los palacios de Troya. Ensangrentados, los cuerpos de los muertos

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junto a la diosa Palas están tendidos para que el buitre los lleve. El yugo de la esclavitud ha alcanzado Troya.
HECUBA. - ¡Oh patria, oh desdichada!
AND.- Lloro por ti, a quien abandono...
HÉC.- ¡Ahora ves tu lamentable fin!
AND.- ...Y por la casa en la que di a luz.
HÉC.-
¡Hijos, vuestra madre, que ya no tiene ciudad, se queda sin vosotros! ¡Qué canto fúnebre, qué canto de dolor![27]. Derramo tugrima tras lágrima  por nuestra casa. ¡El que ha muerto no recuerda el dolor!
CORIFEO.- ¡Qué consuelo son las lágrimas para quienes sufren y los lamentos de un treno y la Musa que canta la pena!

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AND.- ¡Oh madre de mi marido que un día perdió a tantos. argivos con su lanza! ¿Ves esto?
HEC.- Veo la mano de los dioses que ensalzan unas veces a quien no es nada y abaten otras a quienes parecen algo.
AND.- Me llevan como botín con mi hijo. E1 noble se torna esclavo. ¡Éste es el cambio que he sufrido!
HÉC.- Es terrible la fuerza del destino. Hace poco marchó de mi lado Casandra, arrancada a la fuerza.
AND.- ¡Ay, ay! Un segundo Ayax
[28], al parecer, ha surgido para tu hija. Pero tienes otros sufrimientos.

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HÉC.- Éstos ya no tienen medida ni número. s Un mal viene a competir con otro mal.
AND.- Tu hija Políxena ha muerto degollada junto a la tumba de Aquiles, ofrenda para un cadáver sin vida
HÉC.- ¡Ay, desdichada de mí! Éste es el claro enigma que antes Taltibio me dijo con oscuras palabras.
AND.- Yo misma la vi. Descendí de este carro, cubrí su cadáver con mi túnica y me golpeé el pecho.
HÉC.- ¡Ay, ay, hija mía! ¡Qué sacrificio el tuyo tan impío! ¡Ay, ay [mil veces ¡ay!]
[29], cuán indigna- mente has perecido!

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AND.- Murió como murió; pero, con todo, su muerte es más afortunada que mi vida.
HÉC.- Hija, no es lo mismo morir que seguir viviendo. Lo uno significa la nada, en lo otro hay esperanzas.
AND.- Madre, ahora que acabas de emitir un juicio nada cabal, escucha, que quiero dar consuelo a tu corazón. Afirmo que no haber nacido es igual a morir y que es mejor morir de una vez que vivir miserablemente, pues no se percibe dolor por mal alguno
[30]. Quien ha sido feliz y cae en la desgracia,

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se aleja con el alma de su anterior felicidad. En cambio Políxena está muerta y no conoce ninguno de sus propios males como quien no contempla la luz. Yo que me propuse como objetivo una gran reputación, después de obtener una parte mayor de la normal, perdí la suerte que había conseguido. Cuantas virtudes se han descubierto propias de las mujeres, todas las he practicado en casa de Héctor. En primer lugar, abandoné el deseo de no quedarme en casa, lo cual —haya o no haya motivo de reproche para las mujeres— arrastra por sí solo mala fama.

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No permitía a las mujeres dentro del palacio palabras altaneras. Me bastaba con tener en mí misma un maestro honesto, la inteligencia. A mi esposo siempre le ofrecía una lengua silenciosa y un aspecto sereno. Conocía aquello en lo que tenía. que prevalecer sobre mi marido y sabía concederle la victoria en lo que debía. La fama de esto llegó al campamento de los aqueos y es lo que me ha perdido. Pues apenas fui capturada el hijo de Aquiles quiso tomarme por esposa.

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Y voy a ser esclava en casa de nuestros asesinos. Si rechazo la querida imagen de Héctor y abro las puertas de mi corazón al esposo actual, pareceré malvada para con el muerto. Y si, por el contrario, me muestro despectiva con éste, me haré odiosa a mis propios señores. Dicen que una sola noche hace ceder la aversión de una mujer hacia el lecho de un hombre; yo escupo; aquella que rechaza con una nueva unión a su antiguo esposo y ama a otro. Ni siquiera una potra que es separada de su compañero lleva con facilidad el yugo.

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Y eso que los animales son mudos, carecen de inteligencia y son inferiores por naturaleza. ¡Oh querido Héctor, como marido me bastabas en inteligencia, cuna y riqueza, y por grande te tenia en valor! Tú me tomaste pura de casa de mi padre y fuiste el primero en unirte a mi lecho de virgen. Ahora tú estás muerto y yo navego como prisionera hacia el yugo de esclava en Grecia. ¡Ah Hécuba! ¿Es que la muerte de Polixena, a quien tú lloras,

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no es inferior a mis males? A mí no me queda ni la esperanza, cosa que tienen todos los mortales, ni acaricio la ilusión de que voy a experimentar algún bien. Y hasta el imaginarlo es agradable.
CORIFEO.- Has llegado al mismo limite de desventura que yo. A1 lamentar tu destino me has enseñado en qué extremo de dolor me encuentro.
HÉC.- Nunca he subido en persona a la quilla de una nave, pero lo he visto en pintura y lo conozco, de oídas. Si los marineros sufren una tempestad moderada, ponen todo su esfuerzo en salvarse de la calamidad.

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Y uno acude junto al timón, otro a las velas, otro achica agua de la nave. Pero cuando el ponto, todo revuelto, se les echa encima, ceden al destino y se entregan al movimiento de las olas. Así yo, que tengo calamidades sin cuento, me he quedado sin voz y abandonándome renuncio a hablar[31]; pues me ha abatido funesta tempestad de los dioses. Conque hija, olvida la suerte de Héctor; tus lágrimas no van a salvarlo. Honra a tu actual esposo, muéstrale el agradable atractivo de tu carácter;

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que si lo haces, darás consuelo a todos los tuyos y podrás criar a este hijo de mi hijo para mayor beneficio de Troya, a fin de que los descendientes que te nazcan —si un día te nacen— puedan volver a habitar Troya y ésta vuelva a ser una ciudad. Mas,. una palabra sigue a otra. (Aparece Taltibio.) ¿No estoy viendo venir de nuevo a este servidor de los aqueos, mensajero de una decisión nueva?
TAL.- Tú que un día fuiste esposa de Héctor, el más excelente de los frigios,

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no me odies, pues no traigo noticias por propia iniciativa. Mi mensaje es de los dánaos y pelópidas.
AND.- ¿Qué sucede? Tu comienzo es un proemio de males.
TAL.- Han decidido que este niño... ¿Cómo diré mi mensaje?
AND.- ¿ Es que no va a tener el mismo dueño que yo?
TAL.- Ninguno de los aqueos será jamás dueño de éste.
AND.- ¿Entonces lo dejan aquí mismo como un resto de sangre troyana?
TAL.- No sé cómo transmitirte la desgracia con suavidad.
AND.- Elogiaría tu respeto si no fueras a decirme algo malo.
TAL.- Van a matar a tu hijo, para que conozcas una gran desgracia.

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AND.- ¡Ay de mí!, esta desgracia que oigo  es mayor que la de mi boda.
TAL.- Ha prevalecido la opinión de Odiseo entre todos los griegos...
AND.- ¡Ay, ay! No son moderados estos males que sufrimos!
TAL.- ... diciendo que no hay que dejar crecer al hijo de un hombre excelente...
AND.- ¡Ojalá prevaleciera, tal opinión acerca de los suyos!
TAL.- ... y que hay que arrojarlo desde los muros de Troya. Así va a suceder, muéstrate prudente. No te aferres a él, soporta con nobleza tus males y no imagines que, débil como eres, tienes fuerza. No tienes defensa en parte alguna, reflexiona:

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han perecido tu ciudad y tu esposo; tú estás dominada y nosotros somos capaces de luchar contra una sola mujer. Por ello no quiero que acudas a la lucha ni que hagas nada indigno ni irritante, ni siquiera que lances maldiciones contra los aqueos. Si dices algo que enoje al ejército, tu hijo no tendrá tumba ni funeral. En cambio, si te callas y llevas bien tu suerte, no dejarás su cadáver sin enterrar y tú misma tendrás a los aqueos mejor dispuestos.

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AND.- Amadísimo hijo, oh hijo amado en exceso, vas a morir a manos de nuestros enemigos dejando en el desconsuelo a tu madre. Te va a matar la nobleza de tu padre. Ella fue salvación de muchos, mas a ti te llega a deshora su excelencia. ¡Oh lecho mío y malhadadas nupcias por las que vine un día al palacio de Héctor! No traía intención de parir a mi hijo para víctima de los dánaos, sino para soberano de la fecunda Asia. ¡Hijo mío! ¿Lloras? ¿Barruntas tu desgracia?

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¿Por qué te aferras a mis brazos y te ases de mi peplo como un pajarilla que se cobija en mis alas? No vendrá Héctor con su ilustre lanza, no saldrá de bajo tierra para traerte la salvación, ni los parientes de tu padre ni la fuerza de los frigios. Caerás contra tu cuello en salto lamentable—sin que nadie te llore—y quebrarás tu respiración. ¡Oh jóvenes brazos tan queridos de tu madre, oh dulce olor de tu cuerpo! En vano te crió este pecho entre tus pañales,

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en vano me esforcé y encanecí en vano. Abraza ahora a tu madre —nunca lo volverás a hacer—, recuéstate contra ella, entrelaza mi espalda con tus brazos y acércame tu boca. ¡Oh griegos, inventores de suplicios bárbaros! ¿Por qué matáis a este niño que de nada es culpable? Oh brote de Tindáreo[32], nunca has sido hija de Zeus. Afirmo que has nacido de numerosos padres: de Alástor[33] primero, después de Envidia, de Asesinato, de Muerte y de cuantos males produce la tierra.

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A voces afirmo que Zeus nunca te engendró, ruina de muchos bárbaros y griegos. ¡Así te mueras! Con tus hermosos ojos has perdido vergonzosamente las ilustres llanuras de los frigios. Vamos, lleváoslo, tiradlo si lo habéis decidido. Repartíos sus carnes. Si la perdición nos viene de los dioses, es imposible apartar de mi hijo la muerte. ¡Velad mi desdichado cuerpo y arrojadme a la nave. ¡Hermoso es el himeneo al que marcho ahora que he perdido a mi hijo! (Taltibio toma a Astianacte. El carro se aleja con Andrómaca.)

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CORIFEO.- Paciente Troya, ¡a cuántos has perdí por una sola mujer y su odioso lecho!
TAL.- Vamos, niño, deja de abrazar a tu pobre madre, asciende a to alto de la corona que formc los muros de tu patria. Attí ha decidido el voto que abandones tu vida. Prendedlo, que para transmitir esas, órdenes se precisa de alguien que sea implacable y más amante de la desvergüenza que lo es mi corazón.

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HÉC.- Hijo, oh hijo de mi pobre hijo, de tu vida privadas nos vemos injustamente tu madre y yo ¿Qué me pasa? ¿Qué haré por ti, desdichado? 1 ofrezco estos gatpes de cabeca, estos golpes de pech Estos son mi única posesión. ¡Ay, mi ciudad! ¡Ay c ti! ¿Qué no tenemos? ¿Qué nos falta para en  ruina perecer con muerte total?

[25] I. e. el movimiento rl tmico de palpitación.

[26] Sc. Paris. Nueva alusión al Alejandro que da trabazón a la trilogía

[27] Falta un verso detrás del 604, como se ve por la responsión.

[28] Sc. se refiere a Agamenón. Ayax, el hijo de Oileo (no el de Telamón), era prototipo de hybris por haber arrastrado a Casandra del templo de Palas (cf. v. 70).

[29] Lit. “otra vez ¡ay!”.

[30] Si no es una glosa al verso anterior, como piensa Wecklein, es la única forma de entender esta frase que gramaticalmente es desconcertante.

[31] Lit. “dejo mi boca en paz”.

[32] Imprecación a Helena.

[33] Demón vengador (lit. “implacable” o “ciego”).